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Cuarto Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos
AiresCuarta parte
Por David Walsh
11 Julio 2002
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el autor
Esta es la cuarta y final parte de una serie de artículos
sobre el festival de cine independiente de Buenos Aires, que ocurrió
entre el 18 y el 28 de abril.
Abajo publicamos parte de las conversaciones que recientemente
tuvimos con varios individuos, realizadores de cine, activistas
y estudiantes en Buenos Aires acerca de la situación socio
cultural del momento.
Ese diálogo gira en derredor del escepticismo sobre
si es posible poder transformar la sociedad. Más que nada,
ese escepticismo es consecuencia de una falta de análisis
de los sucesos y dificultades contemporáneos dentro del
contexto histórico e internacional. Varias de estas conversaciones
Se siente fuertemente en varias de estas conversaciones una concentración
exclusiva en cuestiones nacionales.
Aún se siente el efecto de las sangrientas derrotas
que la clase obrera sufrió en Latinoamérica durante
las décadas de los 60 y 70, sobretodo porque todavía
esas lecciones no han sido comprendidas del todo. Miles murieron
trágicamente a manos de los dictadores militares argentinos.
Urge estudiar el análisis marxista sobre las políticas
fracasas del castrismo, del foquismo y del nacionalismo pequeño-burgués.
El artista es por naturaleza un ser de gran susceptibilidad.
Sin embargo, hasta el artista más sensible enfoca su atención
en capas y motivos sociales exhaustos y peor que exhaustos. Existe
un gran sector entre los intelectuales latinoamericanosy
de otros lugaresque simplemente se han dado por vencidos,
hecho la paz con el statu quo, y han hecho carrera en base al
cinismo y la renuncia de todo principio.¡Desdichados sean
todos los artistas acepten esos gastados limones como si fueran
opinión popular!
Los instintos más sanos son de los jóvenes. Sin
embargo, hay que entrenar a esta nueva generación. Gran
parte del escepticismo o el impresionismo se debe a la ignorancia
acerca de la historia y de las leyes históricas. Sólo
en base a un honda comprensión y a un profundo conocimiento
científico de los grandes acontecimientos del Siglo XX,
es posible resistir el peso de las circunstancias pasajerasque
inevitablemente refuerzan la idea que el orden social existente
es natural e inmutable. Sobretodo, hay que absorber
las lecciones históricas del surgimiento, decadencia y
caída de la Unión Soviética, de la índole
del estalinismo, del fascismo y del imperialismo, así como
también del papel histórico del nacionalismo y las
experiencias estratégicas importantes de los movimientos
obreros y socialistas.
No obstante los problemas, el proceso de clarificación
social e intelectual ya ha comenzado en Argentina y éste
tiene que profundizar y expandirse. Las conversaciones ponen en
claro que muchos artistas y jóvenes serios están
dispuestos a hacerle frente a cuestiones de suma importancia.
Entrevisté a Ana y Santiago, acerca de la crisis política
y moral argentina; a Julio, sobre las asambleas populares y la
política de los partidos de izquierda; a Rubén
Delgado y Nicolás Batlle sobre condiciones sociales; y
a Valeria, sobre la crisis argentina y el papel que desempeña
WSWS.
Ana y Santiago, directores de cine
David Walsh: ¿Te sorprendieron los hechos de
diciembre?
Ana: Fue la primera vez en mi vida que el partido por
el que yo voté terminó ganando las elecciones. Yo
creía que De la Rúa era un incapaz, pero había
otras personas del partido (Alianza) que me inspiraban confianza.
Mi primera desilusión fue descubrir que la gente en la
que yo había confiado resultó ser igual que [Carlos]
Ménem [presidente de la Argentina de 1989 a 1999]. Hoy,
cuando leo declaraciones de las personas que fueron miembros de
la Alianza, me doy cuenta de que son todos parte de lo mismo.
Son un fraude.
Tuve emociones encontradas en diciembre: sensación de
sorpresa, y también de terror, porque el fantasma del gobierno
militar siempre está presente. Sin embargo, creo que no
hay razón para un golpe militar ahora. Los militares no
lo quieren, y tampoco lo quiere Estados Unidos. Pero no pude evitar
recordar aquellos tiempos. Sí sentí cierta esperanza
cuando vi a la gente reaccionar y rebelarse contra las atrocidades
del gobierno.
Pensé: Bueno, la gente puede reaccionar
, y al mismo tiempo tuve dudas sobre muchas cosas. No sé;
es complejo. Primero tuvimos el fenómeno de los cacerolazos,
donde uno podía encontrar, por ejemplo, obreros que se
juntaban con gente que realmente quería un cambio político,
y también con personas de clase media y media alta que
no podían sacar el dinero de sus cuentas bancarias (éstas
son las mismas personas que votaron a Ménem). Lo más
importante en este movimiento fue el surgimiento de las asambleas
populares, en las que uno puede ver que la gente intenta crear
algo por sus propios medios, por primera vez. Creo que estas asambleas
populares son más importantes que los cacerolazos.
Si los bancos abrieran las cuentas bancarias, la clase media dejaría
de protestar, porque sólo están motivados por intereses
económicos.
DW: ¿Cuál es tu impresión de los
cambios en la ciudad y en las condiciones sociales de la gente?
Ana: Siento que la degradación en la ciudad avanza
de una manera vertiginosa. Me mudé a este barrio nueve
meses atrás. Este es un barrio de clase media alta y, al
principio, me sorprendió la cantidad y variedad de negocios
del área comercial. Me parecía que estaba viviendo
en Europa. Pero ahora camino por la calle y esto se parece a Once
[uno de los barrios más pobres de la ciudad]. A veces parece
una ciudad de posguerra. Hay muchos negocios cerrados, gente revolviendo
la basura. Cada noche, frente a mi edificio, veo un desfile de
personas que abren las bolsas de basura buscando restos de comida.
Cada vez hay más gente mendigando, durmiendo en la calle,
vendiendo cosas en el tren. Estoy consternada por un fenómeno
nuevo: la gente que tiene trabajo y prefiere no volver a su casa
en las zonas suburbanas, para poder guardar el dinero que gastarían
en el transporte. Prefieren dormir en la calle en la capital durante
la semana y guardar ese dinero para su familias.
DW: Cuando me escribiste, en enero o febrero, ¿cuál
era tu percepción?
Ana: Es difícil recordar lo que escribí.
Estaba triste. Puedo contarte una anécdota que expresa
lo que yo siento. Esta es una zona de la ciudad donde viven varios
ex militares. El otro día estaba tomando un café
en un bar con un amigo cuando me llamó la atención
un hombre que se acercaba. Este hombre tenía problemas
para caminar y yo sentí pena por él. De repente
me encontré pensando Tal vez él haya sido
parte de la dictadura militar. Tenemos esa sensación
contradictoria todos los días. ¿Cómo podemos
pretender progresar cuando vivimos rodeados de asesinos, ladrones,
mafiosos?
Hay un hecho concreto: la gente apoyó el gobierno de
Ménem durante diez años. Me cuesta mucho entender
por qué lo hicieron: ¿por un sueño, por conveniencia,
por el deseo de vivir en el Primer Mundo? Me niego
a creer que estas personas de repente se dieron cuenta
de que se habían equivocado al apoyar ese sistema. Creo
que Ménem terminó de formar la mente de los argentinos
con la idea de que no hay valores, no hay memoria. Por eso la
gente nunca reaccionó ante nada hasta que les tocaron sus
cuentas bancarias. La mentalidad argentina terminó siendo
muy superficial.
DW: Yo pienso que es un problema histórico y
social, no un problema de los argentinos como tales. Es un problema
de todos los países, relacionado con la historia política
de los últimos treinta o cuarenta años, o más.
Déjame explicarte una cosa: es este país hubo organizaciones
políticas de izquierda, organizaciones trotskistas,
que apoyaron a Perón. Estaba el grupo de Nahuel Moreno
que se convirtió en el MAS [Movimiento al Socialismo].
Ellos ponían a Castro y a Perón en la tapa de su
periódico. Uno se pregunta por qué esta confusión.
La confusión no es un problema del alma argentina, sino
un problema de la historia y la política argentina, y de
la política mundial. Hay conformismo y superficialidad
en todas partes. Vengo de un país que de muchas maneras
es más conformista y superficial que la Argentina. No es
culpa de la gente, la culpa es de las tendencias y organizaciones
políticas que traicionaron.
Ana: Ahora mismo ves a muchos líderes de estos
supuestos partidos de izquierda que se convirtieron en grandes
empresarios o políticos. [Rodolfo] Galimberti, por ejemplo.
En los años 70 fue el líder de Montoneros,
una organización revolucionaria, y en los 90 terminó
siendo socio de [Jorge] Born, un empresario a quien Galimberti
había secuestrado décadas atrás.
DW: Esto ocurrió en toda América Latina.
En Venezuela, uno de los antiguos líderes de la guerrilla
[Teodoro Petkoff] fue ministro de Planeamiento. Esto es una realidad
social. Pensemos en la generación de 1968. Estas secciones
de la clase media se movieron a la derecha. No es un problema
moral abstracto. Son realidades políticas y sociales y
tenemos que hacer un balance de todo esto.
Ana: Antes de la caída de De la Rua, yo estaba
comprando algo en una farmacia cuando de repente la dueña
dijo: Quiero que vuelvan los militares. Entonces le
pregunté: ¿Dijo que quiere que vuelvan los
militares? Sí. ¿Quiere que
volvamos a tener campos de concentración? No,
no, por favor. Eso es terrible, dijo la mujer. Me agradeció
porque le había hecho darse cuenta de lo equivocada que
estaba. De todas maneras, vi que esa mujer nunca podría
tener una real conciencia de la situación.
Este es el punto donde no coincidimos. Yo sé que, por
ejemplo, los Estados Unidos tenían el poder de tomar decisiones
sobre nuestra situación, pero eso no significa que la gente
no tuviera conciencia. Los habitantes de Uruguay, de Cuba, son
más conscientes que nosotros.
DW: Comprendo. Las personas son responsables. Pero las
personas también son producto de ciertas circunstancias
históricas. No son individuos sueltos que flotan por el
aire. Las personas son producto de circunstancias sociales e históricas
que las limitan. ¿Puede la gente ir más allá
de esas circunstancias? Sí, seguro. El punto es que la
gente es producida por la sociedad burguesa, es educada en ciertas
escuelas, por los medios, por las organizaciones políticas.
Las dificultades políticas e históricas, y las decepciones,
también generan un impacto. Piensan en la Unión
Soviética, en Cuba, y dicen Nosotros no queremos
eso.
Ana: Pero hay distintos tipos de personas.
DW: Personas más conscientes y personas menos
conscientes. Como marxista, creo que debe haber una minoría
que sea más conciente, capaz de explicar a la clase trabajadora
los problemas, las alternativas y las soluciones. Si la gente
no ve soluciones, puede hacer cosas terribles. Tenemos la experiencia
del siglo XX, el fascismo, etc. Yo no creo en la culpa colectiva.
No es mi teoría. Puedes decir La gente es mala, la
gente está podrida, pero ésa es una actitud
religiosa, no un análisis social.
Ana: En una de mis cartas te conté que, cuando
yo era adolescente, en el camino al colegio solía pasar
por la puerta de una estación de policía. Una maestra
mía estaba desaparecida y yo sabía que acá
existían campos de concentración. Cada día
me decía, Ahora me voy a para delante de la estación
de policía y les voy a decir todo lo que pienso.
Pero tenía miedo que me mataran, y al mismo tiempo pensaba:
¿qué pasaría si todos hicieran lo mismo?
Nunca participé en ninguna manifestación en Plaza
de Mayo. Siempre fui una espectadora, por eso no digo que yo sea
una buena persona y que los demás son malos.
DW: En mi opinión, necesitamos una perspectiva,
un programa, un liderazgo revolucionario. La atmósfera
en las décadas de 1920 y 1930 era muy distinta a la actual.
Eso también puede cambiar, y va a cambiar. El elemento
más volátil del universo es el pensamiento humano.
Santiago: Aunque los hechos de diciembre me sorprendieron,
yo los había previsto de alguna manera. Sentí que
eran la expresión de aquellas cosas que yo venía
discutiendo con amigos, con algún taxista. Lo que parecía
ser una queja general finalmente tomó forma en la protesta
de esos días.
Yo me crié en una familia conservadora durante la dictadura,
por eso siempre tuve que hacer un esfuerzo extra para comprender
lo ocurría a mi alrededor. Cuando entré a la universidad,
me sentí atraído por todo lo que era el postmodernismo,
y me enseñaron que la historia no se puede cambiar. Aunque
no estaba convencido, creía que nosotros no teníamos
que hacer la historia.
En diciembre me di cuenta del grado desesperado al que había
llegado la humillación de la gente. Podías ver a
las gente pelear por comida como si fueran gusanos. Y entonces
me acordé del 11 de Septiembre porque, de alguna manera,
creía que estos dos hechos estaban relacionados. Sentí
una responsabilidad directa por el mundo devastador en el que
estaba viviendo. Los dos hechos, las dos imágenes, representaban
fracturas en un sistema que ya no puede existir. Me vi confrontado
con el terrible nivel de degradación de la raza humana.
Creo que vivimos un vacío cultural durante los años
noventa. La gente de mi generación, que nació a
principios de los '70, no puede ser del todo consciente. Me siento
responsable, pero hasta cierto punto. Hubo un vacío ideológico
y no fue solo un problema de la Argentina, sino algo global. Nos
hicieron creer que éramos parte del Primer Mundo
y que no había nada más que hacer.
Julio, activista político
David Walsh: Quiero preguntarte sobre las asambleas
populares. ¿Cómo se formaron?
Julio: Las asambleas populares empezaron con los hechos
de diciembre. Las personas se empezaron a conocer y a juntar en
los distintos cacerolazos, y después decidieron
organizarse mejor.
DW: ¿Fue la primera vez que surgía este
tipo de asambleas populares o ya habían aparecido antes?
Julio: No, fue la primera vez para esta clase de fenómeno.
DW: ¿Cuántas personas se reúnen
en las asambleas?
Julio: La cantidad de personas bajó en las últimas
semanas. En enero y febrero había unas 400 personas en
la asamblea de Caballito, que es una de las más numerosas
de la capital. Pero hay asambleas de 40 personas, de 100 personas.
Depende de la densidad de población de cada barrio.
DW: ¿Hay tendencias políticas u organizaciones
políticas?
Julio: Sí, pero el problema es que en este momento
la gente ya no cree más en la política. Uno ve militantes
de organizaciones políticas que no admiten en público
cuál es el partido al que pertenecen. Se presentan como
simples vecinos, incluso aquellos que pertenecen a los partidos
de izquierda, que se supone que no son responsables por la crisis.
Ellos no dicen que representan a partidos de izquierda, pero cuando
hablan uno sabe que están introduciendo sus ideas políticas.
DW: Es un fenómeno universal. ¿Estás
de acuerdo con esa tendencia?
Julio: No, no estoy de acuerdo, porque justamente ésta
es una oportunidad histórica única para separar
a los partidos de la burguesía de aquellos que no lo son.
Por eso si tu perteneces a un partido, es el momento ideal para
decir Nosotros somos del Partido Obrero y no tenemos nada
que ver con el peronismo ni con la UCR. Tenemos un método
diferente y un programa diferente.
DW: Es algo peculiar. Si hay una crisis política,
y tu perteneces a un partido político, se supone que tu
partido tienen una solución para la crisis.
Julio: El problema es que esta crisis de confianza en
la política también alcanzó a los partidos
de izquierda. Los demás partidos hace rato que están
podridos.
DW: ¿Qué temas políticos se discuten
en las asambleas?
Julio: Uno se encuentra con gente de clase media que
te dice que en 1995 votó a Ménem o al Frepaso [un
partido de la izquierda burguesa que inicialmente fue parte de
la Alianza, junto con los radicales de De la Rua], y que luego
votó a la Alianza. Muchos estaban desilusionados y las
asambleas eran el lugar para liberar esa bronca. Fue la primera
vez que encontraban un lugar para expresar su odio. Discutimos
diferentes temas: no pagar la deuda externa, la re estatización
de las empresas privatizadas, la nacionalización de la
banca y el comercio internacional.
Estas medidas, que eran más bien amplias, principalmente
se discutían para sentar nuestras opiniones básicas.
Pero después la discusión se orientó hacia
problemas relativos al barrio. El trabajo se dividió en
distintas comisiones que se encargan de resolver problemas específicos:
una comisión de desempleo, otro para la salud, etc.
DW: Entonces, ¿hubo un programa de reforma social
en el barrio?
Julio: Sí. Estas comisiones manejaban problemas
específicos que después se discutían en las
asambleas populares. Depende de la dinámica de cada asamblea.
La comisión de desempleo de Caballito, por ejemplo, propuso
usar unos terrenos que antes eran del ferrocarril para cultivar
verdura y cosas así. La comisión de salud trabaja
con los médicos en el hospital y tratan de resolver los
problemas. Es una manera de hacer cosas dentro del sistema.
DW: ¿Alguien planteó la necesidad de que
estas asambleas se conviertan en la base de un nuevo gobierno?
Julio: Estamos viviendo una gran crisis del sistema
representativo. La gente comprueba que no necesita delegar cosas
en un político, porque tiene el poder para cambiarlas.
Eso quedó demostrado cuando la gente provocó la
caída del presidente en diciembre. Uno de los cantos en
las marchas es: Que se vaya Duhalde y dejen que las asambleas
gobiernen el país.
Esta idea no se corresponde con la propuesta de los partidos
de izquierda, que quieren crear una asamblea constituyente. Pero
eso nos haría volver atrás en el tiempo y tendríamos
que delegar otra vez las cosas en un grupo representativo. Si
se llama a una asamblea constituyente, se presentarían
todos los partidos del sistema actual. Por eso sería una
locura pensar que un partido de izquierda puede dirigir una asamblea
para hacer la revolución.
DW: Según tu descripción la gente está
enojada con todos los partidos políticos. Lo que pregunto
es si alguien dijo Soy socialista, soy un miembro de un
determinado partido, y creo que las asambleas populares deberían
reunirse y crear un nuevo gobierno.
Julio: Bueno, si vas a la asamblea general de Parque
Centenario, donde todos los domingos se reúnen todas las
asambleas, encuentras las mesas y banderas de los distintos partidos,
pero cuando un militante habla en público no se identifica.
DW: Eso se llama oportunismo. Veo lo mismo en todos
lados. Lo mismo ocurrió en Francia en 1995.
Rubén Delgado y Nicolás Batlle, directores
de Matanza
Matanza es un documental realizado
por el Grupo Documental 1ro. de Mayo, colectiva de documentalistas
izquierdistas. La película muestra las manifestaciones
de los residentes empobrecidos de Matanza, suburbio industrial
de Buenos Aires, entre 1998 y 2000. El desempleo, la pobreza,
la vivienda paupérrima y la desnutrición azotan
a esta zona densamente poblada. Los realizadores de la cinta han
documentado entrevistas con los habitantes, manifestaciones (inclusive
el bloqueo de las carreteras) y encuentros entre la gente y sus
políticos locales.
Los residentes de Matanza gozan de las necesidades más
elementales: electricidad, buena higiene, cuido de la salud y
educación [académica]. Una de las manifestaciones
exige chapas y colchones del gobierno municipal porque las casas
no llevan techo. Nosotros no somos los pillos. Ellos son,
expresa una de las personas. No somos violentos. Tratamos
de usar las vías legales. No nos quedó otra alternativa.
La película es útil debido a que le da voz
a gente que de otra manera no sería escuchada. Pero la
perspectiva política de los dirigentes de las manifestaciones
es otra cosa. Éstos aparentemente pertenecen a Corriente
Clasista y Combativa, la cual, según los realizadores del
documental, es una colectiva de varios grupos. Hay peronistas.
Está la Unión Cívica Radical, que es partido
burgués. Y también participan los maoístas.
Las manifestaciones, cuyo carácter político es muy
limitado, revelan que esta mezcolanza no es nada apetecedora.
Más que otra cosa, parece que las manifestaciones se celebran
sólo para desfogarse.
Los realizadores, graduados de ENERC, escuela nacional argentina
de cine, parecen sinceros. Se espera que eventualmente encontrarán
el camino hacia una política verdaderamente socialista
e internacionalista.
Conversé con dos de los integrantes de ese grupo,
Rubén Delgado y Nicolás Batlle.
David Walsh: ¿Pueden describir las condiciones
sociales en la zona donde se realizó la película?
Rubén Delgado: La Matanza es una de las zonas
más pobres del Gran Buenos Aires [los partidos que rodean
a la Capital]. En cuanto a población, La Matanza es tan
grande como una provincia argentina. Hay alrededor de 1,500,000
personas. En La Matanza se hacen muchas investigaciones sociales,
porque representa un retrato de las condiciones sociales de todo
el país. También es muy importante en términos
electorales, porque este partido define qué candidato será
el gobernador de la provincia de Buenos Aires.
DW: ¿Cuál es la tasa de desempleo en La
Matanza?
RD: Alrededor del 25 por ciento. Para los jóvenes
la tasa es del 40 por ciento.
DW: ¿Cuál es la actitud de la gente? ¿Qué
es lo que ellos ven como la fuente de sus problemas? ¿La
corrupción del gobierno local? ¿La corrupción
del gobierno argentino? ¿El FMI? ¿El capitalismo
global?
RD: Todo eso está incluido en la protesta. Pero
cuando uno habla directamente con ellos, ellos mencionan la política
de Ménem. Los líderes de estos grupos de desocupados
dicen que esta crisis económica comenzó en 1976,
con el gobierno militar.
DW: ¿Cuál es la perspectiva política
de las personas que encabezan este movimiento?
RD: Ellos están intentado reunir a todos los
grupos y partidos que están en contra de este régimen
para crear un gobierno de unidad nacional, con el objetivo de
garantizar las necesidades básicas para todos: vivienda,
comida, salud, trabajo, educación.
DW: ¿Cómo piensan lograr eso? En el film
hay debates acerca de muchos temas, ¿pero existe un debate
político de otros asuntos que no sean los más inmediatos?
¿Hay debates acerca de eventos mundiales, o acerca de la
necesidad de unificar internacionalmente a la clase trabajadora?
RD: Sí, ellos participan en algunos encuentros
internacionales, pero antes quieren resolver sus problemas locales.
Fueron a Brasil a una conferencia con el Movimiento Sin Tierra,
también a Paraguay, a Colombia, a Ecuador. Esta última
experiencia fue muy importante porque hubo personas de Ecuador
que vinieron al barrio.
DW: Dices que quieren resolver los problemas locales,
¿pero cuál es la fuente de sus problemas locales?
Es el capitalismo mundial.
RD: Es verdad, pero el CCC (Corriente Clasista y Combativa)
es un frente único de diferentes grupos. Hay peronistas,
radicales, maoístas. Por eso es muy difícil coordinar
los programas. Además está aumentando la cantidad
de militantes. El problema es complejo. Los dirigentes de la CCC
vienen de ese barrio y no estaban preparados para dirigir un partido.
Entonces tienen que aprender a dirigir el movimiento. Este movimiento
en Matanza comenzó hace 20 años. Les llevó
mucho tiempo adelantar y comenzar los problemas nacionales. No
fue un desarrollo lineal.
DW: ¿Alguien mencionó el tema del socialismo?
RD: Sí, claro. La gente habla de la posibilidad
del socialismo, de distintas maneras. Algunos sectores se preguntan,
¿Por qué los partidos de izquierda no gobiernan
el país ahora? Pero no se discute específicamente
la teoría socialista. El problema más urgente es
buscar una salida a esta situación.
DW: ¿Creen que los directores de cine o los artistas
tienen la responsabilidad de plantear cuestiones sociales hoy?
RD: Sí, pero el problema es que nosotros venimos
detrás de la situación, y nos damos cuenta cuando
ya es demasiado tarde. Hay directores jóvenes que están
tratando estos temas sociales en sus películas. Hay un
pequeño boom, especialmente después
de los hechos de diciembre. Muchos jóvenes están
filmando lo que ocurre con sus cámaras, y van a asambleas
populares para grabar los debates. Es positivo, pero también
es complejo, porque muchos de nosotros no estamos de acuerdo con
la forma en que estas cuestiones deberían reflejarse.
Nicolás Batlle: Está claro que somos responsables
de lo que hacemos. Hacemos documentales y nos encanta hacerlos.
Tenemos una responsabilidad ideológica sobre nuestro material,
al menos sobre aquello que filmamos. Pensamos y reflexionamos
muchas veces sobre qué es lo que queremos mostrar en nuestras
películas. Tenemos una estructura ideológica que
es clara. Nuestro grupo es similar a los piqueteros
(los desocupados que cortan las rutas) porque discutimos todo
muchas veces antes de tomar las decisiones.
Es un grupo muy democrático, y usamos las mismas herramientas
que el movimiento que mostramos en el film. Nos sentimos muy cómodos
trabajando juntos, a pesar de no tener ningún respaldo
económico. Hicimos el film con nuestro propio dinero y
con la ayuda de parientes y amigos. Fue muy importante para nosotros
terminar esta película y poder mostrarla en La Matanza
y acá en el Festival.
RD: Quisiera decir que yo nunca creí que iba
a ser director de cine. Vengo de una familia de clase obrera y
es difícil para una persona como yo llegar a hacer una
película. Hacer Matanza fue un gran logro para mí.
Quiero seguir haciendo cine y ser un profesional, pero no quiero
perder el punto de vista de la clase obrera. Quise mostrar en
mi film la idea de un frente único. Nosotros, los cuatro
directores que hicimos la película, venimos de distintas
clases sociales y pudimos cumplir nuestro objetivo. Eso también
es muy importante.
Valeria, estudiante de la Universidad de Buenos Aires
David Walsh: Cuéntame acerca de la situación
de tu familia.
Valeria: Mi papa se quedó sin trabajo en febrero
pasado. Había comenzado a trabajar en esa fábrica
en 1974. Se especializaba en la fabricación y desarrollo
de productos para medir la electricidad. Hace un par de años
la empresa empezó a perder a muchos de sus clientes y a
tener problemas económicos. Todos los empleados empezaron
a trabajar la mitad del tiempo, por lo que hubo una baja severa
en los sueldos.
El dueño llegó al punto donde terminó
debiéndoles a todos mucho dinero en sueldos. De repente,
una mañana, los empleados se encontraron literalmente en
la calle. El dueño había cerrado la fábrica
y se había fugado. Fueron a buscarlo a su casa, pero había
desaparecido. Aparentemente había dejado el país
y estaba en España. Los trabajadores nunca cobraron su
dinero, y ni siquiera recibieron indemnización. No puedes
imaginar el daño moral que significó para mi papa.
El era el encargado de supervisar la producción e incluso
se hacía cargo de la empresa cuando el dueño no
estaba. Todavía no puede creer cómo este hombre
pudo traicionarlos a todos de esa manera. Todavía está
atolondrado.
DW: ¿Cuál fue el impacto psicológico?
Valeria: Mi papa intentó demostrar cierto optimismo.
Somos seis en la familia, y mi papá siempre fue el jefe
del hogar. Mi mamá es maestra pero su sueldo es muy bajo,
solo 300 pesos ($US100) por mes. Yo realmente no sé qué
vamos a hacer si la crisis se sigue profundizando. Tengo miedo,
todos tenemos miedo. Debo decir que mi papá tuvo cierta
suerte, dada la situación, porque encontró algo
de trabajo en la fabricación de autos de juguete, un pequeño
negocio que venía desarrollando durante la última
década. De todas maneras, pasa todo el día trabajando
y saca muy poco dinero. La situación es muy difícil.
Mis padres están perdidos, no tienen ninguna perspectiva,
no estaban preparados para una crisis así. Están
más desconcertados que mis hermanas y yo.
Sé que yo, de cierta forma, tuve suerte, porque tengo
un trabajo, ya estoy terminando la universidad y puedo trabajar
como periodista. Pero me preocupo mucho cuando veo a mis hermanas,
que son más jóvenes que yo. No veo un futuro ni
para ellas ni para mí.
Es muy dura la situación para una persona de mi edad,
porque no vemos un futuro. Busco respuestas todos los días,
pero todo que lo encuentro es bronca. Sé que este sistema
está acabado, porque es irracional y está asesinando
a la gente. ¿Pero dónde o cómo empezamos
a construir algo distinto? Aunque buscamos un cambio, la idea
general es que nos estamos convirtiendo en uno de los países
más pobres de América Latina. Por eso todos quieren
irse de acá. Algunos tendrán la posibilidad, pero
hay muchos que no pueden. Y sin embargo, no encuentras gente que
diga, Quedémonos y construyamos algo nuevo acá.
Cuando intento tener una discusión política con
alguien, siento un enorme escepticismo que me rodea. La respuesta
general es No sé qué va a pasar acá,
yo sólo trato de sobrevivir, Nada va a cambiar
en este país. Entonces uno se siente solo.
DW: Me contaste sobre un incidente con unas vacas. Parecía
algo que podría haber ocurrido antes de la Revolución
Francesa.
Valeria: Cerca de Rosario (Santa Fe), una de las ciudades
más importantes de la Argentina, ocurrió algo terrible.
Un camión que transportaba vacas tuvo un problema mecánico
y quedó parado en medio de la ruta. De repente, muchas
personas pobres de las villas cercanas llegaron corriendo y rodearon
el camión. Hombres, mujeres y chicos empezaron a matar
y a cortar las vacas, para sacar un pedazo de carne. Estaban desesperados.
Peleaban por trozos de carne. Vi a un chico cargando la cabeza
de una vaca sobre sus hombres. Sentí que habíamos
vuelto a un estado de vida primitivo.
DW: ¿Qué piensas del WSWS?
Valeria: Llegué al World Socialist Web Site por
primera vez gracias a un link que encontré
en el sitio de la revista El Amante. Comencé leyendo (con
ansiedad) las críticas de cine en la sección de
artes. Me di cuenta de que nunca había leído ese
tipo de crítica de cine antes, con mucha información,
honestidad y una comprensión profunda sobre los problemas
más complejos de la sociedad.
Luego descubrí que el sitio pertenecía a la Cuarta
Internacional. Y entonces leí el nombre de Trotsky. Sabía
quién era, pero me parecía obsoleto. Pensé:
No puedo creer que existan personas en el mundo que todavía
sueñen con una revolución social. Fui cínica
y cerrada en ese momento, lo admito. Luego recordé algunos
de los escritos de Marx que había estudiado en la universidad
y me di cuenta que no hubo otro hombre en la historia que fue
tan firme acerca del respeto por la dignidad humana.
El WSWS, para mí, es el lugar donde puedo escuchar la
otra campana. Me hace ver que debo tomar los hechos de cada
día como resultado de la historia, porque no son hechos
aislados. Sobre todo, me hace ver que existe una alternativa posible.
Es genial escuchar una voz que luche con tanto coraje contra el
imperialismo devastador de los Estados Unidos. El artículo
que publicaron luego de los ataques del 11 de septiembre fue una
de las más valientes piezas periodísticas que leí.
El sitio me obliga a ver que nosotros, que somos parte de la clase
trabajadora, no tenemos que tomar la opresión por sentado,
porque somos capaces de luchar contra ella. Pero debe ser un movimiento
internacional. Ése es el único camino para ganar
el control de la economía.
El problema para una persona de mi edad es la paciencia. Sé
que la humanidad no puede sobrevivir en el sistema capitalista.
Pero me vuelvo ansiosa, porque no encuentro las herramientas que
me permitan divulgar el pensamiento socialista. No podemos seguir
viviendo en esta situación demente, aunque al mismo tiempo
creo que la posibilidad de un cambio está muy lejos. La
simple mención de una clase trabajadora les
parece absurda a muchas personas.
Me parece magnífico que puedan tener el sitio web en
distintas lenguas, porque demuestra que la idea de Trotsky era
formar un partido político internacional como única
manera de derrotar al capitalismo. También es interesante
encontrar artículos sobre artes, política, historia,
filosofía... es una prueba de su respeto por el conocimiento.
El conocimiento: arma que puede guiarnos a todos hacia una salida.
Me gustaría leer más artículos sobre la economía
y los problemas que tienen los países pobres para hacerle
frente a las presiones del FMI (Fondo Monetario Internacional).
Es bueno leer análisis sobre el desarrollo global de la
economía en las últimas décadas, pero es
difícil pensar de qué manera combatir el capitalismo
cuando éste ejerce tanto poder sobre las regiones dependientes,
como es el caso de América Latina.
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