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La Organización de Liberación Palestina (OLP)
se postra ante Bush
Por Bill Vann
3 Julio 2002
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el autor
Un serio esfuerzo para adelantar el proceso de la paz.
Estas fueron las palabras que Yasser Arafat expresó para
describir el discurso que el Presidente Bush pronunciara el 24
de junio sobre la crisis del Oriente Medio. Con esa frase demuestra
una vez por todas no sólo el fracaso total de su política,
sino también del movimiento que ha encabezado durante más
de 35 años.
Funcionarios el gobierno israelita se refirieron al mismo discurso,
describiéndolo como la muerte política oficial
del dirigente palestino. Otros consideraron que las palabras expresadas
desde el Jardín de las Rosas [en la Casa Blanca] equivalen
a una carte blanche para asesinar o deportar a Arafat.
La primera de las muchas exigencias que Bush le hizo a los
palestinos, como precondición para recibir la bendición
de los Estados Unidos en cuanto a la formación de un estado
palestino con casi ninguna soberanía, es la destitución
de Arafat y todos los otros dirigentes que Washington o Tel Aviv
consideren acomodados al terrorismo.
¿Por qué es Arafat incapaz de decir que no? ¿Por
qué no declarar lo obvio: que el presidente (no)electo
de los Estados Unidos no tiene el menor derecho de dictar quien
va o no va a representar al pueblo palestino? Además, el
plan de Bush demuestra que la alianza de Washington con Sharon
es incondicional y que, por lo tanto, los Estados Unidos no puede
ser árbitro en el Oriente Medio.
Arafat fue uno de los fundadores de la Organización
de Liberación Palestina (OLP) como movimiento de liberación
nacional. Abogaba ésta por la resistencia armada a la ocupación
y por distinguirse de las naciones árabes burguesas que
se habían mostrado impotentes ante el poderío militar
israelita durante la guerra de 1967.
Sobreviviente de innumerables complots contra su vida y ataques
israelitas, así como también ataques de sus ex-aliados
árabes, Arafat ha visto a muchos de sus compañeros
más íntimos, tales como Abu Jihad, fundador de Al
Fatah, asesinados por los agentes israelitas. Miles de palestinos
han dado sus vidas luchando bajo la insignia de la OLP y miles
más han pasado años en las cárceles israelitas.
La historia le da cierto patetismo a la situación actual
del dirigente de la OLP. Rodeado por tanques israelitas mientras
reside en su sede de Ramallah, que casi ha sido destruida, se
afana por darle una imagen afirmativa al plan estadounidense,
el cual quiere aniquilarlo y convertir al pueblo palestino en
vasallos de los Estados Unidos. Igual que los regímenes
de Egipto, Jordano, y la Arabia Saudita, con los cuales el gobierno
de Bush consultara antes del dicho discurso, Arafat simplemente
ha optado por ignorar la arrogante insolencia del gobierno en
Washington que pretende decidir quien es adecuado para dirigir
a los palestinos.
La postración de Arafat ante George W. Bush parece muy
distinta a la desafiante retórica antiimperialista de la
OLP durante su apogeo en los años del 70, pero es en realidad
la lógica inexorable de la evolución política
no sólo de este movimiento, sino de muchos otros que prometieron
la liberación nacional a través de la lucha armada.
El Congreso Nacional Africano en África, el FMLN de
El Salvador, el MPLA en Angola y muchos otros han capitulado de
la misma manera, convirtiéndose en partidos burgueses y
dirigiendo gobiernos jurados a defender el capitalismo.
La lucha por la liberación palestina captó la
imaginación de generaciones de trabajadores y jóvenes
por todo el mundo árabe, pero la OLP se mostró incapaz
e indispuesta a movilizar a las masas en defensa de la causa.
Se negó a apelar abiertamente a las masas oprimidas de
Egipto, Jordano, el Líbano y doquier, precisamente porque
dependía de los regímenes reaccionarios de estos
países.
Al mismo tiempo que los guerrilleros de la OLP conducían
luchas heroicasdesde la batalla de Karameh en 1968 hasta
la toma de Beirut en 1982la dirigencia del movimiento siempre
trató de lograr sus objetivos maniobrando entre el imperialismo
estadounidense por una parte y por la otra con la burocracia soviética
y los varios regímenes árabes.
Dos acontecimientos hacia finales del 80 desenmascararon muy
claramente la índole clasista del movimiento nacionalista
palestino. El primero fue la decisión de la burocracia
estalinista de desmantelar la Unión Soviética y
aliarse con la política exterior de los Estados Unidos,
la cual privó a la OLP de suficiente terreno para maniobrar.
Al mismo tiempo, se dio la Intifada, o levantamiento
popular, en el Cisjordania y en Gaza. Éste representó
una mayor amenaza para la OLP que para Israel. Cuando las masas
de jóvenes palestinos insatisfechos entraron en lucha desigual
contra las fuerzas armadas israelitas, amenazaron crear una situación
ingobernable que podría acabar con las aspiraciones de
los círculos sociales palestinos: la creación de
su propia nación y economía en los territorios.
Fueron éstas las presiones que llevaron a Arafat y a
la OLP a Washington en 1988 y a la serie de negociaciones que
resultaron en los acuerdos de Oslo cinco años después
y la formación de la Autoridad Palestina (AP). Pero este
régimen ha demostrado ser una bebida agria para las masas
palestinas, quienes sólo han podido contar con el empeoramiento
de sus condiciones sociales paupérrimas, la enorme expansión
de las colonias sionistas y la represión israelita.
Al mismo tiempo, la polarización social en el interior
de los territorios se ha exacerbado, con un sector pequeño
vinculado a los funcionarios de la AP, quienes se enriquecen por
medio de la corrupción a la vez que el pueblo se enfrenta
a la pobreza horrible y a una tasa de desempleo de 50%.
Los dirigentes de la AP temen a la explosión social
que yace latente en los campamentos de refugiados en Gaza y el
Cisjordania, cuyas poblaciones viven apretadas como sardinas en
lata. Su objetivo es formar una nación estable que defienda
la propiedad privada. Para resolver el problema, pues, recurren
a los Estados Unidos.
El negociador principal de la AP, Saeb Erekat, y otros de la
dirigencia palestina, han recurrido a Washington para que ésta
envíe tropas estadounidenses al Cisjordania y a Gaza y
comparan esta acción a la ocupación de Bosnia y
Kosovo por parte de la OTAN. Esto convierte a la auto determinación
palestina en una súplica a Washington para establecer un
protectorado tipo colonial.
Arafat y sus compinches son incapaces de hacerle caso omiso
a Bush y a sus aliados árabes y dirigirse directamente
a los trabajadores del mundo árabe y del propio Estados
Unidos. Hipnotizados por el poderío aparente del imperialismo
estadounidense, no pueden ver las enormes contradicciones que
eventualmente han de socavar los esfuerzos de Washington y crear
las condiciones para levantamientos sociales.
Los dirigentes de la AP ya han anunciado planes para llevar
a cabo elecciones el próximo año y están
poniendo en práctica otras medidas para convencer al gobierno
de Bush que van en camino de la reforma. Pero hasta ahora Washington,
igual que el gobierno de Sharon en Israel, dice que estos esfuerzos
son puramente cosméticos. Puede que los dirigentes
palestinos vayan más lejos y se deshagan de Arafat para
ganarse la simpatía de la Casa Blanca.
En 1988, cuando Arafat inició negociaciones formales
con el gobierno de Reagan para llegar a un acuerdo en el Oriente
Medio, se puso de acuerdo con presentar una declaración,
escrita por el Ministerio de Estado, que renunciaba toda
forma de terrorismo. Cuando los periodistas lo presionaron
para que diera mayor explicación y jurara su apoyo al estado
de Israel, Arafat preguntó con amargura: ¿También
quieren que les haga un strip tease?
Pero ahora la pregunta bien podría ser: ¿Ahora
quieren que me suicide?
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