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Bush le declara guerra al mundo en su discurso sobre el Estado
de la Nación
Por De la Junta Editorial
18 Febrero 2002
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el autor
El discurso de George Bush sobre el Estado de la Nación
el martes pasado fue de los más amenazantes y belicosos
en la historia de los Estados Unidos. El presidente estadounidense
bosquejó su programa de guerra perpetua y sin restricciones
en todos los continentes y contra todo régimen que se oponga
a la rapaz clase gobernante de los Estados Unidos.
Bush amenazó con atacar a Irán, Iraq y Corea
del Norte; los mencionó a los tres por nombre. A pesar
de sus advertencias apocalípticas acerca de miles
de asesinos peligrosos capacitados en los métodos de homicidio,
a menudo con el respaldo de regímenes al margen de la ley,
estos países no tuvieron nada que ver con los ataques terroristas
del 11 de septiembre, hecho reconocido hasta por el gobierno estadounidense
mismo.
Más bien Bush iluminó una nueva razón
para emprender acciones militares: Irán, Iraq y Corea del
Norte buscan desarrollar armas químicas, biológiocas
y nucleares. Declaró que Al buscar armas de destrucción
genocida, estos regímenes presentan un grave peligro que
crece.
Continuó con que Naciones de esta índole
y sus aliados terroristas constituyen un eje del mal que se está
armando para amenazar la paz mundial.
A pesar de Bush tratar de resuscitar la retórica de
la Segunda Guerra Mundial con la referencia al eje del mal,
es el gobieno estadounidense y el Bush mismo que siguen los pasos
de los nazis. Habría que escuchar de nuevo las expresiones
vitriólicas de Adolf Hitler para encontrar una hostilidad
comparable en las declaraciones públicas de uno de los
mayores poderes mundiales, y un cinismo comparable en las mentiras
y provocaciones que se emplean para justificar la agresión
militar.
Un programa de conquista mundial
Esta comparación es apta, porque como Hitler y los nazis,
el militarismo estadounidense se ha embarcado en una campaña
para conquistar y dominar al mundo. El discurso sobre el Estado
de la Nación fue una declaración de los apetitos
desenfrenados de los militares y de los sectores más despiadados,
corruptos y criminales de la clase gobernante estadounidense,
quienes ven en Geoge W. Bush su representante directo.
Igual que Hitler, Bush pinta un mundo al revés en que
las naciones pequeñas y débiles representan una
amenaza mortífera a las naciones más poderosas y
mejor armadas. En 1938-39, Hitler primero convirtió en
demonio a Chekoslovakia y luego a Polonia y antes de invadirlos
y dejarlos en ruina, los pintó como amenazas a la seguridad
nacional de Alemania. En 2002, Bush convierte a Irán, Iraq
y Corea del Norte en blancos cuando declara que Los Estados
Unidos de América no permitirá que los regímenes
más peligrosos de la tierra nos amenazen con las armas
más destructivas del mundo.
En realidad, estos países sólo tienen dos cosas
en común: una pobreza desesperante y todos han sido, por
largo tiempo, víctimas del imperialismo estadounidense.
Y en cuanto al régimen más peligroso del mundo,
la identidad es obvia: el gobierno de los Estados Unidos, país
cuyo presupuesto militar excede el de los próximos nueve
poderes en conjunto; país que, durante los últimos
doce años, ha invadido, ocupado o agredido a una litanía
de naciones más pequeñas: Panamá, Haití,
Yugoslavia, Iraq, Somalia, Sudán y ahora Afganistán.
Existen razones particulares para que el martes por la noche
Bush haya elegido mencionar los tres regímenes. Elementos
de la extrema derecha que forman las bases políticas de
Bush por largo tiempo han enfocado una hostilidad obsesiva hacia
Corea del Norte, que es uno de los últimos vestigios que
ha quedado de las conflictos de la Guerra Fría contra la
Unión Soviética. Iraq, que es blanco de mayor atención
entre los países árabes que producen petróleo,
representa asuntos que nunca llegaron a su conclusión bajo
el gobierno de Bush padre, cuyo fracaso en conquistar a Baghdad
e imponerle un régimen títere respaldado por los
Estados Unidos por largo tiempo ha sido una espina en el costado
de Washington. Irán ha estado en conflicto con los Estados
Unidos desde la revolución de 1978-1979 que derrocó
la dictadura del Shah, quién había gozado del respaldo
de los Estados Unidos.
Pero hay dos objetivos estratégicos de importancia primordial
que contribuyen a que los tres países se conviertan en
blancos de la acción militar estadounidense: petróleo
y las preparaciones de guerra contra China, a quien Washington
considera su rival principal en influir el norte y el sur de Asia.
Juntos, el Medio Oriente y el Asia Central poseen más
de dos tercios de las reservas mundiales de petróleo y
gas natural. El ataque de EE.UU. contra Afganistán fue
la primera fase de la campaña para establecer su ocupación
militar del Asia Central. Y, al tratar de seguir sus propios negocios
en las regiones farsiparlantes en el oeste de Afganistán,
Irán ha entrado en conflicto directo con estos planes.
Irán e Iraq mismos son, respectivamente, el segundo y tercer
productor de petróleo en la región. Arabia Saudita
es el mayor.
Desde el punto de vista militar, la red de bases y derechos
de acceso que EE.UU. ha establecido desde el 11 de septiembre
se parece más y más a una soga con la cual ahorcar
a China: Uzbekistán, Tadzhikistán, Kirguizistán,
Pakistán, India, las Filipinas y ahora los alardes bélicos
contra la penísula coreana.
El miércoles el periódico británico, el
Guardian, señaló que Parece que cada
viraje de la guerra contra el terrorismo deja a su paso una nueva
presencia del Pentágono en la región del Asia y
el Oceáno Pacífico, desde la ex URSS hasta las Filipinas.
Una de las consecuencias duraderas de la guerra puede que sea
la circunvalación militar de China. El periódico
citó la Revista Cuadrenial sobre la Defensa, publicada
por el Pentágono y la cual, sin nombrar a China, advirtió
acerca del peligro que cierto rival con recursos formidables
saldrá en la región. También abogó
por una política que que le da importancia primordial
a los acuerdos que aseguran el acceso e infraestructuras adicionales.
La grandeza de las ambiciones de EE.UU. se muestra en el enorme
aumento del presupuesto para el Pentágono que Bush ha propuesto,
que es asombrosamente de $48 billones; es decir, un aumento mayor
que el presupuesto militar total de todos los otros países
del mundo. Y su llamado a que todos los estadounidenses se sacrifiquen
con dos años de participación en los servicios públicos
claramente sugiere la lógica de este militarismo frenético:
la restauración del servicio militar obligatorio para toda
una nueva generación de la juventud.
La crisis de la nación y la campaña
pro guerra
La política de bandolerismo internacional que EE.UU.
ha desatado a fin de cuentas expresa los conflictos sociales insolubles
dentro de sus propias fronteras. ¿De qué otra manera
se puede comprender la afanada campaña por la guerra? Como
Bush le dijera al Congreso el martes por la noche, El tiempo
no nos favorece. Yo no esperaré que los eventos ocurran
mientras el peligro crece. No me quedaré con los brazo
cruzados mientras el peligro se acerca más y más.
Existen peligros muy reales a los que el imperialismo estadounidense
se enfrenta, pero éstos no sugen de pandillitas de terroristas
o de países pobres al otro lado del mundo. Los peligros
son consecuencia de la crisis profundizante del sistema capitalista
y de las contradicciones que perpetuamente se intensifican en
el interior del país entre los super ricos y la gran mayoría
del pueblo trabajador.
Bush admitió que la economía de los Estados Unidos
había entrado en recesión pero que no tenía
ningún remedio para el aumento del desempleo, la pobreza,
la privación social. Sólo propuso extender su programa
para reducir las rentas internas a los ricos y a las grandes empresas.
Apenas mencionó en su discurso a necesidades sociales,
tales como la salud y la educación [académica].
Su presupuesto, que será divulgado la próxima semana
desviará casi todos los gastos nuevos a los militares y
a la seguridad de la patria.
El discurso sobre el Estado de la Nación se pronunció
a la sombra del colapso de Enron,la séptima empresa
estadounidense mayor y de las que tiene los vínculos políticos
más íntimos con Bush y el Partido Republicanoy
de otras corporaciones: K-Mart, Global Crossing, Sunbeam, y toda
la industria del acero. Pero Bush no fue capaz de ofrecer nada
en cuanto al empleo y las normas de vida excepto más ayuda
federal a las corporaciones.
La represión, que se basa en el fortalecimiento de la
policía y los militares, es el foco principal de la política
interna de Bush. La guerra contra el terrorismo es
un pretexto; su verdadero objetivo es la preparación a
través de la fuerza contra grandes levantamientos sociales.
El gobierno de Bush, tomó las riendas del gobierno no como
consecuencia del voto popular, sino por medio del voto de 5-4
en la Corte Suprema del país, más y más se
basa en el ejército y la policía y quiere deshacerse
de sus obligaciones democráticas.
A pesar de una prensa cínica y cobarde que ha glorificado
a Bush y la postración del Partido Demócrata, este
gobierno se encuentra aislado y con un terror profundo hacia toda
oposición. En cuanto a las encuestas y las afirmaciones
de los comentaristas que Bush es enormemente popular con el pueblo
estadounidense, éstos son meramente los instrumentos de
intimidación política. En las fábricas y
las oficinas, o en los vecindarios de la clase obrera, los sentimientos
generales hacia Bush son la indiferencia, la sospecha o el desprecio.
Amplios sectores del pueblo estadounidense apenas sienteno
apenas se refieren ala guerra en Afganistán.
No hay razones para caer en la satisfacción. Eventualmente
surgirá una oposición al gobierno de Bush y al capitalismo
estadounidense, pero para que ésta sea eficaz, tiene que
basarse en el desarrollo de la conciencia política de las
masas trabajadoras.
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