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El video de bin Laden: la política reaccionaria del terrorismo

Por la Junta Editorial
3 Enero 2002

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El video que muestra a Osama bin Laden jactandose sobre la atrocidad del World Trade Center y en el que reclama responsabilidad del ataque es una manifestación gráfica de la bancarrota de la política del terrorismo.

Varios simpatizantes de bin Laden entre los fundamentalistas islámicos, particularmente en Arabia Saudita, han cuestionado la validez de la cinta y claman que fue modificada o completamente fabricada por el gobierno estadounidense. Pero hay poca duda acerca de la autenticidad de la cinta. Además, este punto no es decisivo en formular una apreciación de bin Laden y sus métodos. Los sentimientos que él expresa son consistentes con los manifestados en otras cintas entregadas por su propia organización a la red televisiva al Jaseera, y que el propio bin Laden hiciera en una entrevista con un periodista pakistani en Kabul.

En la última cinta bin Laden muestra un total desprecio por el sufrimiento de quienes murieron en el ataque del 11 de septiembre. No sólo es indiferente a la suerte de los inocentes que murieron en las Torres Gemelas y el Pentágono, sino también a la muerte de sus propios seguidores, los 19 secuestradores, la mayoría jóvenes de Arabia Saudita. Bin Laden se refiere a los miles de trabajadores de oficinas masacrados en Nueva York y Washington como “el enemigo”, y parece jactarse de la ignorancia de los secuestradores, la mayoría de los cuales sólo sabía que estaban en una misión suicida, pero que no tenían conocimiento alguno de los detalles de la operación al momento de abordar los aviones.

Las declaraciones de bin Laden son una muestra más de que el terrorismo, lejos de ser un medio viable de lucha contra el imperialismo, es totalmente futil y juega a las manos de la clase dirigente estadounidense. Los fundamentalistas isl/ámicos no tienen ningún entendimiento de la naturaleza del imperialismo como sistema mundial ni tampoco de cómo combatirlo. Es totalmente absurdo pensar que un ataque terrorista como el del 11 de septiembre vaya a intimidar a la clase dirigente estadounidense o que vaya a obligarlos a cambiar su política en el Medio Oriente.

Cualquier concepto de la educación política y la movilización independiente de las masas de trabajadores es totalmente ajeno a bin Laden y aquellos que comparten sus métodos y política. Una atrocidad como el ataque del 11 de septiembre tiene un impacto muy destructivo en el desarrollo de un entendimiento por parte de los trabajadores del contenido histórico y político de los eventos mundiales, en general, y de la responsabilidad del imperialismo estadounidense y mundial por la crisis que azota al Medio Oriente y Asia Central, en particular. Sólo crea confusión y desorientación e interfiere con la lucha por la unidad internacional de la clase obrera—la única base social y política para luchar contra el imperialismo.

La clase dirigente estadounidense ha matado a millones durante el último medio siglo, desde Hiroshima y Nagasaki hasta las guerras en Corea, Vietnam, el Golfo Pérsico y ahora Afganistán. Ha organizado escuadrones de la muerte y dictaduras militares en docenas de países. Sólo la posibilidad de un suicidio mutuo impidió que Washington lanzase una guerra nuclear contra la Unión Soviética durante los años de la Guerra Fría.

Para el imperialismo, la muerte de varios miles de personas en Nueva York y Washington es un bajo precio a pagar para fortalecer su dominio en el Medio Oriente y Asia Central, la región más importante del mundo en recursos petrolíferos. En el ataque de los Torres Gemelas, Osama bin Laden ha ayudado al imperialismo estadounidense tanto como lo hizo cuando colaboró con la CIA en Afganistán durante la década de 1980.

Política e Ideología

En un punto de la cinta, bin Laden declara que la devastación del ataque del 11 de septiembre fue más allá sus expectativas: “Debido a mi experiencia en este campo, yo pensaba que el fuego del gas de los aeroplanos derritiría la estructura de hierro de los edificios y que tumbaría los pisos superiores a donde el avión se estrelló. Esto es todo lo que anhelabamos.”

Con sus conocimientos de ingeniería, bin Laden podía imaginar las consecuencias mecánicas del impacto de los aviones llenos de gasolina contra las Torres Gemelas. Pero él no tiene el más mínimo entendimiento de las consecuencias políticas de sus actos, ni de las fuerzas sociales y económicas detrás de la intervención estadounidense en el Medio Oriente. Su poítica, hasta donde se puede aplicar ese término para ideas tan primitivas, son una combinación de desmoralización y oportunismo. Bin Laden justifica la atrocidad del 11 de septiembre, que provocó un rechazo mundial y que le dio al gobierno norteamericano la libertad para invadir Asia Central, con el reclamo de que el ataque ganó a unos cuantos simpatizantes al Islam en Holanda. Se muestra ansioso de saber cómo la acción fue recibida en los círculos funamentalistas, lo cual es una indicación de lo pequeño que es su mundo político.

No hay mención de la lucha de los palestinos, ni del pueblo de Irak y otros países hoy seleccionados para un ataque de los EE.UU., ni tampoco de la destrucción y pérdida de vidas ocasionados por el ataque estadounidense a Afganistán. En cuanto a la ideología de bin Laden, se trata de una visión religiosa atrasada que aspira a la restauración de un regimen teocrático medieval basado en su interpretación del Islám. Durante la conversación grabada hay constantes referencias a Alá, así como también de la interpretación de sus sueños, que bin Laden, de una manera verdaderamente mística, interpreta como mensajes de Dios.

Por su lado, los medios de difusión norteamericanos han aprovechado la oportunidad que el video les presenta para intensificar la propaganda del gobierno de Bush en apoyo a la guerra en Afganistán y los asaltos a los derechos democráticos en casa. Pero han dicho muy poco acerca del oscurantismo religioso latente en las conversación grabadas.

A Bush y compañía les gusta describir a bin Laden como “el mal”, pero pasan por alto los elementos de fanatismo religioso que induce a la violencia asesina. Esto porque tal opinión podría afectarlos políticamente, con la derecha del partido Republicano dominada por fuerzas cuya ideología tiene semejanza con la de bin Laden. Sólo hay que cambiar el “alabodo sea Alá” por “alabado sea el Señor”, y eliminar las barbas y los turbantes y la cinta de video podría verse como un documental de una conferencia secreta de los fundamentalistas cristianos, alabando el asesinato de doctores que hacen abortos o el bombardeo de una clínica de planificación familiar.

Los objetivos del gobierno de Bush

Grandes mayorías en todo el mundo sintieron repugnancia al ver el video de bin Laden. Esto, por supuesto, fue el objetivo del gobierno de Bush al hacer pública la cinta, la cual fue seguida de una campaña promocional desde la Casa Blanca y la media.

Washington intenta utilizar el rechazo popular para legitimizar su intervención militar y destruir cualquier oposición al uso de medidas sumarias contra bin Laden, el líder talibán Muhammad Omar, y otros personales de Al Qaeda y el Talibán que sean capturados en los próximos días.

Esta es una campaña cínica e hipócrita—cínica porque hay cuantiosa evidencia que los EE.UU. venía planeado una intervención militar en Afganistán desde mucho antes que el 11 de septiembre, y simplemente utilizó el ataque suicida como un pretexto para acelerar la intervención (Ver en inglés “US planned war in Afghanistan long before September 11” http://www.wsws.orgárticles/2001ñov2001áfgh-n20.shtml); hipócrita porque bin Laden es un ex-aliado del gobierno norteamericano.

La CIA deliberadamente cultivó y alentó a los fundamentalistas islámicos en Afganistán por casi una década, y una serie de gobiernos estadounidenses alabaron a los Mujadines como “luchadores de la libertad” siempre y cuando sus actividades estuviesen dirigidas contra la Unión Soviética y no los EE.UU. Bin Laden jugó un papel importante en esa operación, construyendo fortificaciones y barricadas para los guerrillas y reclutando fundamentalistas islámicos a nivel mundial. Su Al Qaeda es en todo sentido de la palabra el monstruo de Frankentein creado con financiamiento y armamento norteamericano.

Cualquiera que haya sido el papel jugado por bin Laden en el ataque del 11 de septiembre, este de ninguna manera justifica la guerra de los EE.UU. contra Afganistán, donde la más rica y poderosa nación en la tierra está destruyendo a una de las más pobres y débiles. Miles de campesinos y trabajadores afganos han muerto, gente que no tenía nada que ver con los eventos en Nueva York y Washington—ancianos, mujeres y niños durmiendo en chozas de barro fueron atacados por aviones de guerra norteamericanos; los soldados talibanes, muchos de ellos jóvenes muchachos reclutados al ejército contra su voluntad, fueron incinerados en las trincheras; prisioneros de guerra fueron bombardeados, sofocados o simplemente masacrados después de rendirse, todo eso en violación de la Convención de Ginebra..

El culto de la media de Donal Rumsfeld

En este contexto, es importante notar la presente campaña de la media de glorificar al secretario de defensa Donald Rumsfeld, un individuo cuya rudeza e indiferencia a la masacre de inocentes hace de bin Laden un amateur. Las conferencias de prensa donde los periodistas y el jefe del Pentágono intercambian chistes sobre la destrucción de vidas en Afganistán, tiene una extraña semejanza a las discusiones del video entre bin Laden y sus simpatizantes.

El secretario de defensa y varios generales del Pentágono, con el eco de los reporteros, rutinariamente emplean el lenguaje de la Mafia, cuando hablan de “liquidar” al Talibán y Al Qaeda, usando métodos que van desde bombas de siete toneladas hasta el asesinato de individuos con misiles telediridos a control remoto.

La media ha bautizado estas conferencias de prensa como “el show de Rummy”—utilizando afectuosamente el apodo del secretario de defensa. Un reciente informe del Washington Post se refirió al secretario de defensa estadounidense como una nueva “estrella rock” y dijo que “todos se arrodillan frente al poderoso del Pentágono.”

La sección de estilos del Post, en un extensivo artículo alagador, explica cómo la media se ha enamorado deRumsfeld. El periodista David Montgomery observa que Rumsfeld “se siente a gusto con el verbo ‘matar'.” A esto Montgomery llama un cambio fresco del antiguo lenguaje del Pentágono de ofuscación y eufimismos.”

El periodista describe entusiastamente una conferencia de prensa: “Durante su informe de 35 minutos Rumsfeld usó nueve veces la palabra ‘matar' en varios tiempos y gerundios. El general que estaba sentado a su lado no usó la palabra matar durante sus respuestas a preguntas. En su lugar dijo, ‘Hemos degradado su comando y control.'”

Rumsfeld repetidamente ha declarado su preferencia por matar en lugar de capturar a los prisioneros talibanes. El se ha convertido en el principal autor moral de la atrocidades cometidas contra prisioneros de guerra en Afganistán, asesinatos que nos traen a la memoria la peores masacres de la Guerra de Vietnam, o la matanza de los indios norteamericanos durante el siglo diecinueve.

Un comentador usó las siguientes palabras para describir la cinta de bin Laden: “Estaban muy felices. Se felicitaban mutuamente por la destrucción... Era repuganante la arrogancia y desprecio por vidas humanas.” Estas mismas palabras sirven para describir con igual fueza las conferencias de prensa de Rumsfeld.

Preguntas sin respuestas

Otra pregunta que sale de la cinta de bin Laden ha pasado desapercibida por la prensa norteamericana. La misma existencia de la cinta y la manera como bin Laden habla con sus visitantes saudis, pone en tela de juicio la descripción del gobierno de Bush de Al Qaeda como una conspiración impenetrable y a bin Laden como un genio criminal.

¿Por qué este genio maléfico haría una cinta así, para luego dejarla en una ciudad que está a punto de ser ocupada por sus enemigos? Lejos de ser un maestro en la guerra encubierta, bin Laden carece de los conocimientos más elementales de seguridad—un hombre que no puede guardar un secreto y casualmente le pasa información criminal a un visitante que apenas conoce.

La propia entrega de la cinta a la CIA levanta una serie de preguntas: ¿Hay alguien en el grupo de bin Laden que está trabajando para los servicios de inteligencia norteamericanos? Si vamos a creerle a bin Laden, este fue informado del ataque del 11 de septiembre con cuatro días de anticipo. ¿Cómo puede tal comunicación haber escapado el monitoreo norteamericano? Estas y otras anomalias alrededor del ataque del 11 septiembre merecen ser investigadas.

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