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El antiamericanismo no es más que el antiimperialismo de tontos

Por David North & David Walsh
29 septiembre 2001

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Cierto sector de comentaristas de la clase media ha reaccionado al horrible ataque contra Nueva York y Washington con cinismo y carencia de sensibilidad.

¿Qué sucedió el 11 de septiembre? Un grupo de individuos, aparentemente inspirados por el fundamentalismo islámico, que en realidad es una de las ideologías más reaccionarias del mundo, estrellaron dos aviones contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York y un tercero contra el Pentágono. Otro, que también había sido secuestrado, se estrelló en el oeste del estado de Pennsylvania. ¿El resultado de esta carnicería? Más de 6,000 seres humanos muertos, la gran mayoría de ellos civiles. Esta cifra representa la mayor pérdida de vidas durante un día en suelo estadounidense desde la Guerra Civil.

Este fue un crimen político monstruoso cuyas consecuencias bien se podían predecir: ha fortalecido el estado capitalista, alentado el chauvinismo derechista, y abierto paso a la intervención militar estadounidense en Asia Central.

El futuro socialista de la humanidad depende de despertar los instintos más humanos y generosos del pueblo trabajador mundial. Lo que pasó el 11 de septiembre, es decir, la terrible muerte de miles de inocentes, entre ellos oficinistas, bomberos, porteros y gente de negocios, profundamente ofende esos sentimientos.

En nuestra primera declaración sobre la tragedia [ Las raíces políticas del ataque terrorista contra Nueva York y Washington] el World Socialist Web Site inició un análisis de las profundas raíces políticas del acontecimiento. Nuestro aborrecimiento del ataque terrorista no significa que tengamos que disminuir nuestra oposición al gobierno estadounidense, o que nuestra intención es exonerar a los funcionarios estadounidenses de ser responsables por haber creado y fomentado las fuerzas islámicas fundamentalistas. Sin embargo, una vez dicho esto, las reacciones reprensibles de ciertos comentaristas pequeñoburgueses hacia esa tragedia pone en relieve el abismo que existe entre la oposición socialista al imperialismo y el antiamericanismo vulgar.

Caso en punto: el artículo que apareciera en el periódico británico Guardian el 18 de septiembre, escrito por Charlotte Raven, ex miembro de la Tendencia Militante y editora del Modern Review (ya extinto) y actualmente personaje de cierta fama y cínica profesional. El artículo lleva el siguiente titular: “El abusador que sangra de la nariz todavía es abusador”. Claro, el “abusador” a que se refiere es Los Estados Unidos. En primer lugar, la tragedia del 11 de septiembre no fue simplemente sangre que salía por la nariz; fue una catástrofe. Miles de gente fueron incineradas instantáneamente cuando los aviones se estrellaron contra los edificios. Miles más murieron cuando se les vino encima toneladas de escombros. Ninguna persona que no haya sido afectada emocionalmente por el terror y sufrimiento de las decenas de miles de víctimas de estos ataques no tiene el menor derecho de llamarse socialista.

Escribe Raven: “Es absolutamente posible condenar la acción terrorista y todavía tener tanta aversión a Los Estados Unidos como antes de la destrucción del World Trade Center. Muchos se habrán despertado el miércoles con esa mezcla de emociones. Los Estados Unidos es el mismo país de antes del 11 de septiembre. Al que no le simpatizaba el país antes ahora tampoco tiene razón para pretender que le simpatiza”. Las referencias de Raven a “EE.UU.”, sin seguir con otras frases de mayor definición, no es un error inconsciente. Las repite a través de todo su artículo. Nunca—ni una sola vez—se refiere al “gobierno de los estados Unidos” o a “la élite gobernante” o a algún equivalente. Usar la nacionalidad como epíteto nunca deja de ser reaccionario. Cara a cara con el gobierno más monstruoso de la historia—el régimen nazi de Hitler,—los socialistas nunca llegaron a referirse con desprecio a “Alemania” o a los “alemanes”.

Presentar a “Los Estados Unidos” como monolito imperialista predatorio—igual como hacen Raven y otros - sólo sirve para confundir y desorientar. No es sólo barrera al internacionalismo verdadero, sino que menosprecia el carácter contradictorio de la sociedad e historia estadounidenses. ¿Qué significa que a uno “no le cae bien” Los Estados Unidos? ¿Qué tipo de elemento social se expresa de esa manera? Los Estados Unidos es una entidad compleja, con una historia complicada compuesta de episodios profundamente nobles y otros marcadamente viles. Los Estados Unidos ha pasado por dos revoluciones—la Revolución de la Independencia y la Guerra Civil ,—las enormes batallas de la Gran Depresión y la lucha por los Derechos Civiles. La contradicción entre los ideales democráticos y los principios revolucionarios que formaron las bases del país y sus realidades políticas y sociales siempre han sido el punto de partida para la lucha por el socialismo en Los Estados Unidos.

Si se considera la relación entre la teoría y la política, Los Estados Unidos fue consecuencia de la Iluminación. Estableció fundamentos políticos—no a la religión o la raza—como bases de la identidad nacional y los incluyó en su Declaración de Independencia y en su Constitución. Estos orígenes de la nación en la lucha por los ideales abstractos—la democracia, el republicanismo—reverberaron por todo el mundo. La Revolución de Los Estados Unidos no desempeñó un papel insignificante cuando inspiró los sucesos que trasformaron a Francia una década después.

Aún después de 200 años, Los Estados Unidos todavía se encuentra luchando con las implicaciones de sus propios principios fundamentales. Su población, políglota y muy diversa, está obsesionada con los problemas ideológicos, si más bien su enfoque es a menudo exasperantemente pragmático. Tal como mostró la reacción popular al robo de las elecciones del 2000 por parte de Bush, todavía existe un compromiso profundo con los principios elementales de la democracia. No obstante el bajo nivel de consciencia clasista y el fracaso de las masas estadounidenses en generalizar de sus experiencias le brinda a la élite dominante la oportunidad de aprovecharse precisamente de estas nociones para cegar a sectores de la población de la verdadera índole de sus planes. Para Bush y sus compinches, “defender la libertad y la democracia” es meramente una frase clave para imponer la voluntad de la élite estadounidense en todo el mundo. Para el ciudadano estadounidense ordinario, estas palabras significan otra cosa muy distinta. La realidad siniestra de la nueva “guerra contra el terrorismo” fomentada por el gobierno federal, con su objetivo grandioso de reorganizar toda una región del globo en línea con los intereses geopolíticos de Los estados Unidos, ha de penetrar la consciencia popular, siempre que los socialistas internacionalistas lleven a cabo la labor necesaria.

Todos los problemas enormes de la lucha por el socialismo encuentran, de muchas maneras, su expresión más compleja en Los Estados Unidos. ¿Por qué no debería ser ése el caso? Si no se pueden encontrar puntos de partida en Los Estados Unidos para formar una organización social más avanzada, ¿en qué rincón del mundo los vamos a encontrar? Y además, el individuo que no ve ninguna posibilidad para el socialismo en el país de seguro que se ha dado por vencido en cuanto a la perspectiva del socialismo mundial. El marxista siempre se ha distinguido del radical común en la profunda fe que le tiene al potencial revolucionario de la clase obrera estadounidense. En este aspecto, la élite reinante de EE.UU. ha tenido mayor perspicacia que el radical semiciego en cuanto a la verdadera índole de la sociedad estadounidense. La burguesía estadounidense vitupera noche y día contra el socialismo y el comunismo de manera completamente desproporcionada a la amenaza que éstos representan en la realidad. Instintivamente comprende, o por lo menos presiente que, en la sociedad capitalista más avanzada, si todos los datos fueran invariables, el socialismo ofrece una alternativa tan atractiva y racional. La sociedad oficial y muchos estadounidenses ordinarios niegan la existencia de distintas clases sociales, pero la diferenciación social más profunda y eternamente profundizante azota al país. Como los acontecimientos económicos han mostrado esta semana, estas contradicciones sociales sólo pueden exacerbarse.

Los Estados Unidos nos ha dado Franklin, Washington, Jefferson y Lincoln, así como también extraordinarios dirigentes socialistas y obreros. Sus inmensas contradicciones tal vez se expresan mejor en la figura de Jefferson, el esclavista que escribiera uno de los más grandes y más sinceros himnos a la liberación humana.

Recurriendo a la terminología de la babosería postmodernista, Raven continúa: “Cuando Los Estados Unidos habla con su corazón, se refugia en un idioma que sólo sus ciudadanos verdaderos pueden comenzar a comprender. La causa de esto es la necesidad abrumadora de controlar el significado de las cosas. Los Estados Unidos no aguanta que el mundo hable por sí mismo. Fue sorprendido el martes pasado y parte del trauma de ese suceso fue el ‘shock’ de ser forzado a escuchar un mensaje que no había tenido tiempo para traducir. El rugido de ira que siguió fue, entre otras cosas, el sonido de los EE.UU. luchando por recuperar el derecho a controlar su propia narrativa”.

Si Raven está refiriéndose a George W. Bush y a otros sirvientes de los intereses imperialistas estadounidenses, entonces la primera oración no vale nada. Gente de semejante índole en ninguna ocasión habla con el corazón, pues han dedicado sus vidas al engaño y a la mentira. Pero discúlpennos por señalarles que, de hecho, cuando Los Estados Unidos, a través de sus más grandes representantes políticos y culturales, ha hablado “con el corazón”, millones en el mundo entero han escuchado y entendido, empezando con el 4 de julio de 1976, y sus consecuencias. Cierto que los obreros británicos más avanzados prestaron atención cuando [Lincoln] emitió la Proclamación de Emancipación el 1ro. de enero de 1863. Y podríamos mencionar las exhortaciones a la clase obrera internacional en nombre de Sacco y Vanzetti y muchísimos otros ejemplos. Nos arriesgamos a predecir que numerosos ejemplos como éstos también ocurrirán en el futuro.

Podríamos añadir que los productos más finos de la cultura estadounidense también han atraído y conmovido a las masas en todas partes del mundo: Poe, Whitman, Melville, Hawthorne en el Siglo XIX; Dreiser, Fitzgerald, Richard Wright y otros durante el Siglo XX. Y tampoco deberíamos olvidarnos del todo de la influencia de la música estadounidense, popular y de otros tipos. Nos imaginamos que varias personas la han escuchado hablando “con el corazón”. Para no decir nada de las contribuciones con implicaciones internacionales en el cine, la pintura, la escultura, el baile y la arquitectura. Raven aparentemente depende de que el veneno subjetivo y la vanidad consuman a sus lectores tanto que éstos no puedan darse cuenta de las realidades históricas y culturales tan evidentes.

Siempre ha sido la misión de los socialistas en Los Estados Unidos despertar aquellos generosos y afirmativos instintos que tan profundamente arraigados están en la población estadounidense. Después de todo, existen dos Estados Unidos: el de Bush, Clinton y otros canallas; y el del pueblo trabajador. Los internacionalistas revolucionarios continuamente han insistido en ésto. James P. Cannon, dirigente de los trotskistas estadounidenses, consagró un discurso a este tema en julio de 1948. De los “dos Estados Unidos” observó: “Uno es de los imperialistas: el circulito de capitalistas, propietarios y militaristas que amenazan y aterran al mundo. El otro es de los trabajadores, granjeros y desamparados. Ellos forman la gran mayoría del pueblo. Hacen la labor del país. Veneran sus tradiciones democráticas, su vieja historia de amistad con los pueblos de otras naciones, sus luchas contra reyes y déspotas, su generosa oferta de asilo que libremente le daba los oprimidos”.

La lucha contra los programas políticos e intensiones del gobierno estadounidense requiere, en primer lugar, que desenmascaremos al primer grupo, que se jacta de representar y ser la verdadera voz del pueblo. Los socialistas tienen la obligación de explicar que la clase gobernante estadounidense siguiendo una política antidemocrática y rapaz—la cual inevitablemente ha de tener consecuencias trágicas—que falsamente invoca en nombre del pueblo estadounidense.

Claro, todo esto es libro cerrado para los e snobs y filisteos engreídos de la clase media, satisfechos con usar las palabras y frases que más fáciles les llegan. El antiamericanismo de Raven tiene tanta originalidad como visión. Existe barato y en grandes cantidades en ciertos ámbitos de la clase media en Inglaterra, Francia, Alemania y, claro, también en Los Estados Unidos. Es como si fuera una llave de agua a la mano. Su visión tiene la virtud de parecer oposicionista sin comprometer a sus adherentes a acción política que cause inconveniencias. Es una forma de pseudosocialismo: el antiimperialismo falso de tontos y cínicos.

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