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¿Por qué el gobierno de Bush busca la guerra?
Declaración de la Junta Editorial
20 septiembre 2001
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el autor
A pesar de la vergonzosa e histérica campaña
pro guerra que el gobierno de los EE.UU. y los medios de comunicación
han desatado, es necesario mantener, además de la compostura,
la capacidad para pensar, analizar y razonar. Indudablemente,
es correcto deplorar y lamentar la terrible pérdida de
vidas el 11 de Septiembre pasado. Pero no debemos dejar que nuestras
emociones por las víctimas, sus familiares y amigos impida
ver el hecho que poderosos sectores de la élite gobernante
estadounidense ven en esta tragedia la oportunidad para poner
en marcha una agenda militarista que se ha venido desarrollando
por más de una década.
La guerra moderna requiere de un pretexto, un casus belli
que se le presenta al público como justificación
suficiente para tomar las armas. Todas las guerras importantes
en las que los EE.UU. ha participado desde que surgió como
potencia imperialistadesde la guerra Eestadounidense-Española
de 1898, hasta la Guerra de los Balcanes de 1999ha necesitado
un acontecimiento catalítico para encender la opinión
pública.
Pero, a la luz del análisis histórico, la naturaleza
de los eventos que sirven de pretextos nunca probaron ser la verdadera
causa de las guerras que se dieron. Al contrario, la verdadera
causa para irse a la guerrasi bien fue facilitada por el
cambio en la opinión pública producida por el casus
belli estaba en consideraciones más esenciales
arraigadas en la estrategia política y en los intereses
económicos de la élite dirigente.
La guerra, según el muy citado aforismo
de von Clausewitz, es la continuación de la política
por otros medios. En esencia, esto significa que la guerra
es el camino mediante el cual los gobiernos buscan asegurar los
fines políticos que no podían lograr pacíficamente.
No hay razón para pensar que esta profunda verdad no se
aplique a los eventos que se han desencadenado desde la tragedia
del martes pasado.
Los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono
han sido interpretados como la oportunidad para implementar una
agenda política de dimensiones incalculables, que por mucho
tiempo ha contado con el apoyo de los elementos más derechistas
de la clase dirigente. A tan sólo un día del ataque,
sin haberse esclarecido absolutamente nada sobre quienes fueron
los causantes del asalto ni la dimensión del complot, el
gobierno y los medios de comunicación iniciaron una campaña
para declarar que los EE.UU. estaba en pie de guerra y que el
pueblo estadounidense tenía que aceptar las consecuencias
propias de los tiempos de guerra.
Las políticas que ahora se están proponiendouna
enorme expansión del militarismo estadounidense en el exterior
y la persecución de sospechosos dentro del
territorio norteamericanono son nuevas; han estado en preparación
por mucho tiempo. La razón por la cual la élite
dirigente estadounidense no pudo poner en práctica esta
política en el pasado fueron la falta de apoyo por parte
del pueblo estadounidense y la oposición de sus rivales
imperialistas en Europa y Asia.
Ahora el gobierno de Bush ha decidido explotar el sentimiento
de shock y repugnancia que el público siente acerca
de los trágicos eventos del 11 de Septiembre para avanzar
los objetivos económicos y estratégicos del imperialismo
norteamericano. Bush cuenta con el apoyo de los medios de comunicación
y de un Partido Demócrata feliz de ponerle fin a sus pretensiones
de oposición a la derecha Republicana.
El jueves Bush admitió sus verdaderas intensiones cuando
declaró que las atrocidades del martes le habían
dado la oportunidad de declararle la guerra al terrorismo.
Llegó al punto de decir que esta guerra será el
foco de todo su gobierno. Habría sido imposible hacer esta
declaración de militarismo tan vergonzosa antes del 11
de septiembre. Pero, según el lenguaje del imperialismo,
una nueva realidad había surgido después del asalto
contra las Torres Gemelas.
Sin aun haber iniciado una seria investigación y, menos
aun, haber explicado las extrañas circumstancias alrededor
del ataque terrorista en Nueva York y Washington, el gobierno
de Bush y los medios de comunicación han declarado que
la guerra total es la única reacción possible. Ésto
lo hacen antes que el gobierno haya establecido la identidad política
de los terroristas, o que haya explicado cómo un complot
tan detalladoaparentemente con la participación de
docenas de conspiradores operando dentro de los EE.UU.pasó
desapercibido por la FBI, la CIA y otras agencias de espionaje
relacionadas.
Tampoco la Administración Federal de la Aviación,
la Fuerza Aérea y el FBI han podido explicar por qué
no se emitió una alerta, ni por qué no se trató
de interceptar los aviones secuestrados mientras volaban sobre
territorio norteamericano y se dirigían hacia los sistemas
nerviosos del establecimiento financiero y militar de los EE.UU.
A pesar de la pesadumbre y emociones que se ha expresado, el
ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono no pudo
ser más fortuito para el gobierno de Bush. Cuando George
W. Bush se despertó el 11 de septiembre, presidía
sobre un gobierno ahogándose en una crisis profunda. Habiendo
llegado al poder por medio de la supresión fraudulenta
de votos, para millones en los EE.UU. y alrededor del mundo su
gobierno era considerado ilegítimo..
La pequeña base social de apoyo con que Bush contaba
al iniciar su gobierno se estaba deteriorando rápidamente
como consecuencia de la crisis económica en los EE.UU.
y el resto del mundo. El gobierno estaba mostrando indicios de
desacuerdos internos debido a su incapacidad para resolver los
problemas del creciente desempleo; las catastróficas pérdidas
en la bolsa de valores; las críticas contra la evaporación
del excedente presupuestario; y su cambio de postura ante su promesa
de no gastar los fondos del sistema de Seguro Social.
Hace tan sólo tres semanas, el 20 de agosto, el New
York Times publicó un artículo en primera plana
expresando temor dentro de los círculos dirigentes que
el capitalismo mundial estaba descendiendo a una recesión
mundial de proporciones enormes. La economía mundial,
escribió el Times, que creció a paso
gigantezco hasta hace tan poco como el año pasado, ahora
ha desacelerado hasta alcanzar el paso de tortuga con los EE.UU.,
Europa, Japón y otros importantes países en desarrollo
atravezando por una depresión simultánea.
El Times continúa: Las últimas estadísticas
revelan que muchas potencias regionalesItalia, Alemania,
México y Brasil, Japón y Singapurestán
en depresión, poniendo en peligro los pronósticos
de que un crecimiento económico en otros países
compensará la desaceleración en los EE.UU.... [M]uchos
peritos de la economía dicen que el mundo está pasando
por un retroceso económico, con las tasas de crecimiento
cayendo más rapidamente y en más países mayores
que en cualquier otra época desde la crisis del petróleo
en 1973. Y esta vez no existe un factor singular que explique
la debilidad del sistema, lo cual ha persuadido a los economistas
a pensar en una lenta recuperación.
Hemos ido de prosperidad a quiebra de la manera
más rápida desde la crisis del petróleo,
dijo Stephen S. Roach, el principal economista de Morgan Stanley,
banco de inversión newyorquino. Cuando uno se detiene
de esta manera, se siente como si lo arrojaran contra la ventana
del auto.
El Times burlónamente describe la reacción
de Bush ante la crisis: El gobierno de Bush todavía
pinta la situación de color rosa. Informó
con cinismo que la Casa Blanca proyecta una recuperación
económica para fines de año o a principios de 2002.
El mismo día en que el Times informó que
la Ford Motor Co. se preparaba a anunciar más despidos,
citó a su gerente general Jacques Nasser, quien dijo,,
No vemos ningún factor que pueda restaurar la economía
en los próximos 12 a 18 meses.
El Wall Street Journal hizo un análisis igualmente
pesimista al escribir que Casi al año de iniciarse
la debacle en la industria manufacturera y de la tecnología
avanzada, empiezan a debilitarse muchos de los otros pilares que
han sostenido a la economía. Los negocios que el año
pasado empezaron a reducir sus gastos en software y equipo
están haciendo lo mismo con los bienes raíces industriales
y de oficina...
La ventas de automóviles, que se mantuvieron sorpresivamente
altas durante casi todo el año gracias a incentivos generosos
y a las bajas tasas de intereses, han empezado a declinar... Desde
Abril, ha habido una reducción de personal en la mayoría
de las industrias, según al Departamento de Trabajo...
En la construcción se perdieron 61,000 empleos entre marzo
y julio, como resultado de la crisis en manufactura y la tecnología
avanzada.
El ambiente pesimista prevaleciente en los círculos
del comercio casi se convierte en pánico el viernes pasado
cuando el informe sobre el desempleo del Departamento de Trabajo
indicó un fuerte aumento en la tasa de desempleo: de 4.5%
a 4.9% en un solo mes. Casi un millón de personas perdieron
sus trabajos en agosto con reducciones en casi todos los sectores
económicos. Ante el posible colapso del gasto de los consumidores,
los inversionistas se apresuraron a vender sus acciones. En la
bolsa de valores, el Dow Jones Industrial Average cayó
230 puntos, terminando el día por debajo de los 10,000
puntos.
La crisis económica complicó toda una serie de
dilemas para el gobierno de Bush en cuanto a la política
exterior. La política de Washington con Irak ya era un
desastre, con las sanciones a punto de desintegrarse y una oposición
creciente por parte de Francia, Alemania, Rusia y China contra
las sanciones y la intensificación de la venganza contra
Saddam Hussein. Los EE.UU. ya se encontraba con varios obstáculos
al tratar que se adoptaran varias resoluciones sobre este y otros
temas ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y otros
cuerpos internacionales. En una gran cantidad de temascohetes
teledirigidos de defensa, calentamiento global y el tribunal jurídico
internacionallos EE.UU. se encontraba en conflicto abierto
con la mayoría de sus aliados.
La creciente protesta social y sentimiento anticapitalista
quedó expresado en la ola de manisfestaciones antiglobales.
Estas revelaron el aislamiento profundo de los gobiernos de todas
las potencias y el creciente descontento popular contra su política
ultra-derechista, centradas sobretodo en el gobierno de Bush.
Pero desde el ataque terrorista del 11 de septiembre, el gobierno
de Bush, ayudado por una cínica y sofisticada campaña
por los medios de comunicación, ha estado trabajando para
fomentar una fiebre patriótica que le permita sobreponerse,
por lo menos temporalmente, a sus problemas inmediatos, a la vez
que crea las condiciones para cambios profundos y duraderos tanto
en el plano doméstico como en el internacional.
En nombre de la unidad nacional, el Partido Democrático
le ha dado a Bush una carta en blanco para que conduzca la guerra,
aumente los gastos militares y disminuya las libertades civiles.
Como un comentarista áptamente lo dijo, Vamos a funcionar
como si tuviésemos un partido de unidad nacional. Esto
quiere decir que las voces que difieran serán suprimidas.
El Washington Post habló por el ala liberal el
14 de septiembre. En su editorial hizo un llamado para que se
limiten los derechos democráticos y civiles. Bajo el título
de Reglas Nuevas, el diario declaró: [S]i
dar respuesta al ataque significa que ésta ha de convertirse
en verdad en un principio organizacional de la política
exterior de los EE.UU., como pensamos que debe de sersi
los EE.UU. va a comprometerse a una campaña difícil
y sostenida contra aquellos que lo han amenazadoentonces
ni la política ni la diplomacia deben de retornar a lo
que eran antes... Esto es sobretodo cierto mientras el Congreso
y otras instituciones debaten la posibilidad de sacrificar la
privacidad, la libertad de movimiento y otras libertades a los
intereses de seguridad doméstica.
El gobierno se prepara para inyectar decenas de billones de
dólares en gastos militares y la seguridad, y para reconstruir
las zonas desvastadas en la ciudad de Nueva York. La Casa Blanca
y el Congreso no van a permitir que la viabilidad de lo que queda
del amortiguador sociallos programas de Medicare y Seguridad
Socialsirva como muralla a la lucha del bien contra
el mal.
Se suspenderán todas las restricciones al poder militar
que los EE.UU. ejerce y a las actividades contrarrevolucionarias
de la CIA. Durante años los sectores más reaccionarios
de la élite dirigente ha estado agitando en las páginas
editoriales del Wall Street Journal y las publicaciones
de la ultra-derecha para poner fin al Síndrome de
Vietnam y llamando para el uso desencadenado de la fuerza
militar con tal de proteger los intereses del imperialismo estadounidense.
Ahora tienen la oportunidad para cumplir esta agenda.
Los voceros principales de ambos partidos ya están exigiendo
que se anule la order presidencial que prohibe usar asesinatos
como implemento para la polícia exterior. Los Demócratas
han expresado su voluntad de votar por una resolución que
le da a la Casa Blanca casi autoridad total para declarar la guerra
contra cualquier nación que, según el gobierno estadounidense,
esté prestando ayuda o apoyando a los terroristas. Hay
poca duda que Irak será de los primeros blancos de una
campaña de bombardeo masivo junto con una invasión
por tierra. Y ciertamente otros países se encuentran indefensos
a sufrir las mismas consecuencias.
Como dijo un militar el miércoles, Las restricciones
se han levantado. El secretario de defensa Donald Rumsfeld
dijo que la acción militar no será restringida
a una sola entidad, sea ésta una nación o no.
El demócrata por el estado de Georgia, Zell Miller, fue
aun más directo en expresar la sed sanguínea que
prevalece en los círculos gubernamentales: Bombardiémoslos
hasta mandarlos al infierno. Si hay que sufrir bajas, que así
sea.
El senador John McCain dijo que los EE.UU. no debe dejar
monospreciar el uso de la fuerza nuclear. El columnista
del New York Times Thomas Friedman, en un artículo
titulado, Tercera Guerra Mundial, fue aun más
allá, cuando dijo que el ataque del 11 de septiembre puede
haber sido la primera batalla de la Tercera Guerra Mundial, y
puede ser la última que usa armas convencionales y no armas
nucleares.
En estos momentos de enorme dolor y ansiedad, le están
diciendo al pueblo estadounidense que debe aceptar la perspectiva
que sus hijos e hijas vayan a lugares distantes a matar y a ser
muertos, a luchar contra un enemigo o enemigos que aun no han
sido nombrados, a la misma vez que se destruyen sus derechos democráticos
en casa.
Lo que no le están diciendo al pueblo estadounidense
es que las corporaciones y la élite financiera, en nombre
de una guerra santa contra el terrorismo, tienen en mente sembrar
la muerte y la destrucción para miles de personas con el
fin de cumplir los objetivos mundiales que vienen planeado desde
hace mucho tiempo. ¿Se puede acaso dudar que esta cruzada
por la paz y la estabilidad no se convertirá
en ocasión para que los EE.UU. expanda su control sobre
las fuentes de petróleo y gas natural del Medio Oriente,
del Golfo Persa y del Mar Caspio? Detrás de las declaraciones
piadosas y patrióticas de los políticos y los comentaristas
se encuentra el plan del imperialismo estadounidense para dominar
nuevas zonas del mundo y establecer su hegemonía global.
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