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Apocalipse Ahora (Redux)Una locura estadounidense
By David Walsh
12 septiembre 2001
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el autor
Como crítica acusatoria de la intervención estadounidense
en Vietnam, Apocalypsis Ahora (Redux), del director Francis
Ford Coppola, es una película extraordinaria. Apareció
en su forma original en 1979. Ahora reaparece con un montaje totalmente
nuevo obtenido del metraje de la cinta original. También
se le ha añadido cincuenta y pico minutos más a
la versión de 1979. Todo este proceso tomó seis
meses del año pasado. Es muy probable que, a pesar de sus
evidentes flaquezas, la película todavía tenga la
capacidad de inquietar al espectador más que hace dos décadas.
A su propia manera, esto reivindica la seriedad de la crítica
que la película hace, no obstante que la elaboración
de ella deja mucho que desear. Si es verdad, como sugieren los
apologistas del capitalismo estadounidense, que la guerra de Vietnam
fue una aberración horrible luego de la cual el país
terminó por corregirse a sí mismo, entonces
Apocalypsis Ahora, con todo lo que pinta de una sociedad
al borde del precipicio moral, no tendría gran impacto.
Pero, ¿cuáles ha sido las experiencias de Los Estados
Unidos desde 1979? Una dislocación económico-social
que aun no termina: el reaganismo, el escándalo Irán-contra,
la Guerra del Golfo Persa, la crisis del juicio política
contra Clinton, el bombardeo de Serbia, el robo de las elecciones
nacionales, etc. Todos estos acontecimientos han sucedido en el
contexto de enormes grietas sociales que siguen abriéndose
y del trote galopante hacia la derecha de todo el establecimiento
político. La nueva versión de esta películaenteramente
aparte de los motivos actuales de Coppolay la buena acogida
que ha recibido tienen un significado objetivo y contemporáneo.
En 1969 en Saigón, militares estadounidenses de alto
rango y agentes de la CIA le ordenan al capitán Willard
(Martin Sheen), experto en espionaje, que viaje hacia el interior
del río Nung y cruce a Camboya. Su misión secreta:
exterminar con prejuicio sumo a Kurtz (Marlon Brando),
oficial de los boinas verdes que, aparentemente enloquecido, ha
creado una fuerza de combate con elementos de la tribu Montagnard
y establecido su propio latifundio feudal en la selva.
A Willard se le pone un bote patrulla a su disposición.
La tripulación consiste del Jefe Phillips (Albert Hall),
veterano de raza negra; Lance Johnson (Sam Bottoms), famoso acuaplanista;
El Cocinero (Frederick Forrest), quien proviene de
Nueva Orleans; y Mr. Clean (un Laurence Fishburn jovensísimo),
adolescente también de raza negra. Luego de un viaje fantasmagórico
que le cuesta la vida a la mayoría de la tripulación,
Willard llega al recinto de Kurtz en un templo en ruinas y procede
a cumplir su misión.
Esta cinta no es ni más ni menos una película
audaz y ambiciosa. La toma inicial muestra hileras de palmas verdes
y frondosas; un polvillo o arena hechado a volar por las hélices
de los helicópteros; los helicópteros mismos; y
los árboles estallando en llamas. La belleza, claridad
y amenaza de esta secuencia son vigorizantes e hipnotizantes.
El ambiente de amenaza permanece a lo largo de la película.
Las personas encargadas de dirigir esta guerra son evidentemente
capaces de cualquier delito y casi todo el mundo se encuentra
contagiado. Willard, borracho y sangrando en el cuarto del hotel
donde se hospeda, le pregunta a los dos soldados que tocan su
puerta (éstos son sólo mensajeros de los jefes superiores)
acerca de los cargos que se le han imputado. Aprendemos que él
ya ha cometido asesinatos. Recibe sus instrucciones delictuosas
de dos oficiales y de un civil siniestro (presuntamente de la
CIA) mientras le sirven un almuerzo de carne asada muy placentero.
La película trata de lidiar con la volátil mezcla
de arrogancia, ignorancia, salvajismo y buenas intenciones
que caracteriza toda aventura militar estadounidense. El personaje
del Lugarteniente Coronel Bill Kilgore (Robert Duvall) sugiere
estas cualidades. En una secuencia debidamente famosa, Kilgore
organiza una banda de helicópteros para ejecutar una redada
(al compás de La cabalgata de las valkirias,
de Wagner que eventualmente pulveriza todo un sector de la costa
con bombas incendiarias con el objetivo de facilitar su llegada
a la boca del río y así poder acuaplanear. Kilgore
proclama, me encanta el olor del napalm por la mañana.
Y es el mismo Kilgpore que, después de organizar el bombardeo
contra los aldeanos asustados que corren en fuga, se detiene para
ayudar a una de las víctimas que lleva a su bebé
herido. Luego Willard piensa a sí mismo: Si así
era que Kilgore conducía la guerra, empecé a preguntarme
que era lo que tenían contra Kurtz.
Los hombres que acompañan a Willard son generalmente
simpatizantes, aunque a veces son capaces, envueltos en la locura
colectiva de su situación, de fechorías horribles
(como cuando ametrallan a una inocente familia vietnamita a bordo
de un sampán). Después de pasar tremendo susto en
la selva, Chef se queja que lo único que quería
en la vida era ser cocinero, no más y no menos. Clean,
de diecisiete años de edad, recibe una cinta grabada que
su madre le ha enviado relatándole los últimos acontecimientos
de la familia. Phillips es un veterano práctico. Lance,
desde un principio mucho más eccéntrico y distanciado
que los demás, prueba ser el que más fácil
se adapta a los lunáticos requisitos del conflicto.
La cuadrilla se topa con un espectáculo de la USO (la
United Service Organization provee entretenimiento a las tropas
estadounidenses que se encuentran en el extranjero) en la misma
media selva. Tres conejitas de Playboy, que montan
un show lascivo para la multitud de soldados inquietos y jadeantes
de sexo, provocan un pequeño motín y casi una violación
sexual en masa. Luego, en una de las escenas nuevamente restauradas,
Willard se encuentra con las conejitas y su agente en un campamento
deprimente donde han quedado aisladas por falta de gasolina para
su helicóptero transportador. Willard le ofrece dos barriles
de gasolina para que las mujeres le hagan favores sexuales a su
cuadrilla. Esta escena no contribuye gran cosa.
Poco después de Clean entregar su vida a una ráfaga
de ametralladora proveniente de la orilla del río, Willard
y sus hombres se encuentran con una familia francesa y su ejército
privado en una remota plantación de goma. Esta escena,
que Coppola eliminara de la versión original porque temía
que dilatara el viaje del bote (aun con haberle llevado semanas
de filmación), ahora parece crítica desde el punto
de vista dramático e ideológico. Willard y sus anfitriones
se sientan en la mesa para disfrutar de la elegante cena. El jefe
de la familia (Christian Marquand) da su versión de la
historia vietnamita. Reprueba a Los Estados Unidos por haber contribuido
a la creación de los vietminh (precursores de los vietcong)
después de la Segunda Guerra Mundial. Luego de maldecir
a los traidores comunistas de su país, afirma
que familias francesas como la suya tienen sus razones para quedarse.
Nos hemos quedado aquí porque es nuestro. Ustedes
los estadounidenses están luchando por lo más insignifante
de la historia! Este monólogo tan agrio, escrito
por el mismo Coppola, destacaa su manerauna de las
grandes contradicciones de la política extranjera estadounidense
en Vietnam y doquier: la insistencia que las acciones de Los Estados
Unidos son motivadas por el afán de lograr que la democracia
y la libertas triunfen, no por intereses económicos y geopolíticos.
Las últimas escenas en el campamento de Kurtz son, por
lo general, las menos convincentes de la película. Brando
es carismático, pero el filosofeo de su personaje (hasta
cierto punto improvisado) acerca de la libertad, la violencia
y lo absurdo de la existencia llega a adquirir poco significado.
Como fotógrafo periodista y admirador disoluto de Kurtz
, Dennis Hopper francamente exaspera. El momento de mayor impacto
aparece cuando Brando se sienta entre un grupo de niños
en el umbral de una puerta y le cita a Willard (en estos momentos
prisionero) la revista Time, desenmascarando la hipocresía
del gobiernbo en Washington. Esta es de las nuevas escenas que
se le han agregado a la película.
Apocalypsis Ahora comunica menos la locura de
la guerra en Vietnam, de la cual se ha oído tanto,
que el punto hasta el cual la violencia endémica en la
sociedad estadounidense se proyectó en Vietnam. Los vietnamitas
casi no existen en la película. El exportador de la locura
en Vietnam es Los Estados Unidos; le facilita a Kilgore su napalm,
su wagner y su tabla hawaiiana y nos presenta dichos como La
muerte desde arriba, Me encanta el olor del napalm
por la mañana y Exterminio con prejuicio sumo.
La locura se ve en el comportamiento y en las mismas relaciones
de los estadounidenses. El desorden surge orgánicamente
de la psicosis social misma. Cuando el jefe ordena con formalidad
burocrática que se registre el sampan, Willard se opone:
retrasará su misión. No obstante, presiente que
la acción no va a parar en nada bueno, y en realidad es
lo que sucede. El espectador tiene la sensación incómoda
que cada vez que los estadounidenses se reunen, la violencia ha
de estallar. Y Kurtz es la figura estrella de este pandemónium
universal.
Cuando el capitalismo estadounidense se infligió contra
Vietnam, era como si proyectara sus propias crisis y fracasos
sociales en una pantalla de cine para que todo el mundo los viera.
Pero la guerra no sólo encarnó la crisis y el fracaso;
las profundizó. Es otra de las verdades que Apocalysis
Ahora plantea y que brota como un rayo de luz: nos damos cuenta
que ningún país nunca podría volver a ser
el mismo de antes ante semejante experiencia. Puede que la paz
y la normalidad regresen por un tiempo, pero ésta
es una sociedad que se dirige al desastre como una bala.
Las flaquezas de la secuencia con Kurtz, que en gran parte
es anticlimáctica, tienen mucho que ver con la dicotomía
intelectual que forma la piedra angular de la película;
dicotomía que Coppola nunca resolvió y a la cual
ni siquiera se dirigió con seriedad. Lo más valuable
de Apocalypsis Ahorano importa la versión
que seaes su concreta y apasionada condena de la conducta
estadounidense en Vietnam y, por extensión, la presentación
devastadora de una sociedad capaz de cometer crímenes tan
monstruosos. Pero en lo que al oscurantismo y a la incoherencia
se refiere, la cinta es una trillada meditación sobre la
presunta bifurcación del alma, tema digno de un estudiante
de literatura del tercer año.
Este último tema aparece temprano en la película
a través del pesonaje de un general afable (G.D. Spradlin,
maravilloso actor de personajes eccéntricos) que preside
sobre la reunión en la cual Willard recibe sus órdenes.
Habla sentenciosamente acerca del conflicto entre lo racional
y lo irracional, entre el bien y el mal, que existe en todo ser
humano. La nuera enviudada (Aurore Clément) del patriarca
francés lleva a Willard a la cama y le dice, Eres
dos personas: una ama y la otra mata. El tema vuelve a aparecer
varias veces.
Este proviene, hasta cierto punto, de la novela corta de Joseph
Conrad, Corazón de la oscuridad (1902), la cual
sirvió de inspiración al guión de John Milius
(Coppola, como ya hemos notado, y Michael Herr, también
contribuyeron al guión final). En la obra de Conrad, Kurtz
es un traficante en marfil belga que viaja a lo más profundo
de la selva congolesa, revierte al salvajismo y cae víctima
de las tentaciones más viles. De hecho, se supone, descubre
el monstruo que duerme justamente debajo del varniz de la civilización.
Marlow, quien narra el cuento, llega a reconocer ese aspecto de
Kurtz en sí mismo y, a la vez, la posibilidad de mantener
bajo control a su propio corazón de la oscuridad.
Cuando a este tipo de razonamientotal vez consecuencia
de cierto darwinismo socialse le lleva a su última
conclusión, sirve de apología para los abusos y
crueldades del orden social en existencia. Después de todo,
según la lógica, el salvajismo corresponde al estado
humano natural. Todo hombre y mujer es, en lo más profundo
de su ser, asesino o potencialmente asesino.
Milius, famoso anticomunista ( El amanecer rojo, 1984)
y partidario del individualismo machista ( Conan el bárbaro,
1982) sin duda contribuyó su propia confusión a
la mezcla. A medida que Willard examina los antecedentes y escritos
de Kurtz mientras se dirige al campamento selvático de
este último, se nos hace creer que el boina verde guarda
ciertos secretos acerca de las razones que motivan las acciones
bélicas de Los Estados Unidos. Pero, ¿cuáles
son estas razones? Por lo menos al principio los realizadores
de la película pintan a Kurtz como militar duro y recio
desencantado con sus superiores en Saigón (payasos
de cuatro estrellas) porque éstos rehusan emprender
la aniquilación total. Hay momentos en que la cinta parece
sugerir que Los Estados Unidos podría haber ganado la guerra
si sus soldados hubieran tenido líderes más determinados
y despiadados. Este es el argumento tipo los liberales me
enterraron el puñal por la espalda de la derecha
paranoica. (¡Milius es actualmente miembro de la junta directiva
de la Asociación Nacional de Armas de Fuego!) Brando parece
llevar al personaje en otra dirección no muy bien delineada.
La raíz de la problemática de la película
se encuentra en su falta de claridad intelectual. A Coppola se
le puede reprobar (y lo ha sido) por sus muchos pecados. Apocalypsis
Ahora es a veces pretenciosa e insignificante (ejemplo: casi
toda la narración), y a veces parece como que le falta
mucho por completar. Y francamente, la historia dramática
de las dificultades del rodaje de la película (El arresto
cardíaco de Martin Sheen, el ciclón que paró
la filmación, los varios episodios con estupefacientes,
los enlaces amorosos, las supuestas payaserías de Brando,
el presupuesto que subía de $13 milllones a $30 millones
a medida que el rodaje se extendía a los 238 días
en vez de parar en los 150, etc.) no sólo llegó
a cansar, sino que parecía funcionar como tapa para encubrir
la turbiedad esencial de los conceptos de los realizadores.
Por ejemplo, uno de los problemas con la película son
sus alusiones literarias y clásicas. Por una
parte, el viaje sobre el río tiene sus resonancias en los
temas literarios estadounidenses (en particular Huckleberry
Finn y La vida sobre el Mississppi, de Mark Twain).
Lo cierto es que la estructura de la trama ofrece algo de consuelo.
Mientras la cuadrilla, que relativamente funciona como refugio
de calma, viaja río arriba, se encuentra cony abandonaa
todo un grupo de personajes enloquecidos. Por otra parte, sin
embargo, el esfuerzo por convertir el trama en búsqueda
arquetípica del guerrero perdido (Coppola lo llama hoy
día una investigación filosófica de
la mitología guerrera) es, en mi opinión,
una distracción o peor. Se oyen ecos de La odisea
(las tres conejitas sirenas, etc,), de la mitología
escandinava (las valkirias) y de las leyendas arturianas (El nombre
Lance recuerda a lancelot; Mr. Clean muere virgen,
como Sir Galahad). Al mismo Kurtz (quien también proviene
de la ficción) se le muestra leyendo El cepo dorado
(1890), de J.G. Frazier, que fuera un estudio comparativo de la
magia, el folklore y la religión y tratara de mostrar los
paralelos que existían entre las creencias primitivas y
cristianas. Las matanzas rituales simultáneas de Kurtz
y el buey, así como también el comportamiento subsiguiente
de los nativos hacia Willard (el que mata a un dios
se convierte en dios), presuntamente se refieren a varios de los
descubrimientos antropológicos de Frazer.
Si a este último tipo de universalización
abstracta y vacua (universales sin contenido) se le creyera de
todo corazón, la tendencia sería eliminar toda crítica
social y política. Estas dos perspectivas, después
de todo, chocan, pues tienen objetivos contradictorios. Si es
verdad que las acciones de Willard (y de todos) corresponden a
la inevitabilidad del destino humanoel viaje que todo ser
humano debe emprenderentonces, ¿cómo se pueden
sancionar, de manera más general, las acciones de un grupo
distintivo e identificable de oficiales del gobierno estadounidense
y de la clase social dominante?
Afortunadamente este tema de la cinta no recibe toda la atención.
Otras preocupaciones mucho más mundanas e intelectualmente
más saludables están en operación. (Aunque
Coppola, incapaz de reconciliar los dos argumentos con un final
satisfactorio, por poco arruina el proyecto.) En una declaración
del director acerca de la nueva versión de Apocalipsis
Ahora, Coppola observa que casi toda película con trama
de guerra es antiguerra. Continúa: Mi película
se parece más a una película antiguerra en el hecho
que una cultura pueda mentir acerca de lo que en realidad sucede
en una pugna: que la gente es ultrajada, torturada, mutilada y
muerta. Lo que me horroriza es que esto se presente como algo
moral. Perpetúa la posibilidad de más conflictos.
Este tema, que la política estadounidense en Vietnam se
basaba en una gran mentira, todavía retiene su poder.
Coppola comenzó a trabajar en la película en
1975, año en que el Frente de Liberación Nacional
y las fuerzas armadas del Vietnam del Norte por fin derrotaran
a Vietnam del Sur (el rodaje tomó lugar en 1976). Apocalypsis
Ahora lleva consigo, no importa lo transformado y transmutado
que esté, algo del odio que grandes sectores de la población
estadounidense sentía hacia la guerra. Tres millones de
vietnamitas yacían muertos. Decenas de miles de estadounidenses,
en su gran mayoría jóvenes de la clase obrera, también
habían perecido. Y millones en el interior de Los Estados
Unidos habían sido cruelmente afectados por el conflicto.
Para muchos jóvenes, la hostilidad hacia la sangrienta
guerra en el sureste de Asia, así como también las
mentiras, hipocresías y el salvajismo de gobiernos demócrata
y republicano sucesivos, los impulsó a rechazar por completo
la sociedad capitalista. Los sentimientos de oposición
generales y la honestidad artística que nutrían
a Coppola y a sus colaboradores (el cinematógrafo, Vittorio
Storaro; el diseñador de producción, Dean Tavoularis;
y otros) permitieron que la película abarcara mucho más
que los conceptos limitados y disparatados de sus realizadores.
Apocalypsis Ahora representa el apogeo de las películas
críticas y radicales de Los Estados Unidos durante los
1970. Cuando apareció en los teatros de cine con bastante
éxito, ya otras tendencias asomaban la cabeza. Con la reacción
política creciente como fondo, el cine estadounidense estaba
a punto de desbordarse por un precipicio del cual todavía
no ha salido.
Consta decir que, aunque Coppola merece todo el crédito
por los aspectos positivos de Apocalypse Ahora, la falta
de perspectiva histórica y clara que se refleja en sus
flaquezas no le permitió sobrevivir la tormenta que se
acercaba: los años de Reagan y el período subsiguiente.
Resultó que, después de todo, no llegó a
ser otro Orson Welles. La calidad de la mayoría de sus
películas deterioró junto con la obra de los demás.
( Desde el corazón, El Club Cotton, Se
casó Peggy Sue, Tucker). Apocalypsis
ahora no es sólo un reproche monumental a las últimas
películas de sus director. Lo es también a la gran
mayoría de los realizadores de película estadounidenses.
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