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Bush declara guerra contra su propio país con
la censura, las mentiras y los secretos
Por Patrick Martin
25 Octubre 2001
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el autor
Durante el mes que ha transcurrido desde los ataques terroristas
contra Nueva York y Washington, se han dado cambios dramáticos
en las actividades cotidianas del gobierno de Los Estados Unidos.
Han salido al aire tendencias muy poderosas hacia métodos
gubernamentales anti democráticos y dictatoriales.
El gobierno de Bush ha tratado de imponer los secretos a un
nivel mayor al que existía durante la Segunda Guerra Mundial.
Ha presionado a la prensa para que ésta censure los reportajes
acerca de los que se oponen a su política y los informes
acerca de los blancos que están siendo bombardeados en
la guerra que se lleva a cabo en Asia Central. También
ha cometido arrestos arbitrarios y detenciones sin juicio de una
manera que no vista en Los Estados Unidos por más de 80
años.
El Partido Demócrata ha sido cómplice intencional
en este ataque desmesurado contra los derechos democráticos.
La semana pasada, el Comité Judicial de la Cámara
de Diputados votó 36-0 pora favor de un programa para imponer
medidas represivas que el gobierno de Bush quería con el
pretexto de combatir el terrorismo. El 11 de octubre, el Senado
aprobó un proyecto de ley similar con un voto de 96-1 a
favor. Se espera que las dos cámaras aprueben el proyecto
la semana entrante.
El proyecto de ley ante la Cámara de Diputados expande
los poderes del FBI significantemente, pues esta mano del estado
podrá interceptar las llamadas de teléfonos celulares
y la comunicación por el internet. Se le ha autoriza
diseminar a otras oficinas del gobierno toda información
bajo su poder, así como también detener a inmigrantes
bajo órdenes del Fiscal General de la nación con
ningún recurso a la revisión judicial.
El Senado adoptó su propia versión del proyecto
de ley anti terrorista luego de derrotar, con voto abrumadoramente
mayoritario, las enmiendas que el Senador Russell Feingold, del
estado de Wisconsin y la única voz oposicionista, había
propuesto. Feingold declaró que la medida autorizaría
al FBI a espiar contra enormes sectores de la sociedad estadounidense
que no tienen nada que ver con los ataques terroristas del 11
de septiembre.
Una de las disposiciones del proyecto de ley autoriza al FBI
a espiar el Internet cuando una persona consigue acceso
sin permiso a una computadora. El lenguaje es tan
amplio y abstracto que podría aplicarse a cualquier empleado
que utilize una computadora, que le pertenezca a una empresa o
al gobierno, para hacer compras a través del Internet.
También podría aplicarse a cualquier adolescente
que use la computadora de cualquier biblioteca para visitar un
sitio del Internet que no haya sido aprobado.
El proyecto de ley del Senado es símbolo de la manera
eficaz con que el FBI y otras agencias del gobierno han sido militarizadas.
Como Bob Graham, Diputado Demócrata de la Florida y presidente
del Comité sobre el Espionaje, declarara: Si las
disposiciones sobre el espionaje de este proyecto de ley anti
terrorista tienen un objetivo único, éste ha de
cambiar su enfoque: dejar de reaccionar a actos que ya se han
cometido y comenzar a prevenir los que amenazan las vidas de los
ciudadanos estadounidenses. No podemos seguir usando información
crucial sólo en juicios penales. En la práctica
esto significa que estas agencias no participarán en hacer
cumplir la leytal como hasta ahora se ha definido convencionalmente,
pero actuarán como brazos del Pentágono en la guerra
contra el terrorismo.
Ambos proyectos legislativos llevan títulos orwelianos.
El del Senado se llama El Acta para la Unificación
y Fortalecimiento de Los Estados Unidos (USA). El de la Cámara
de Diputados se ha apelado, El Acta de 2001 para Proveer
la Maquinaria Necesaria para Interceptar y Obstruir el Terrorismo
[en inglés el acrónimo empleado es PATRIOT].
Ambos proyectos definen el terrorismo de manera tan amplia
y abstracta que hasta el que participe en alguna actividad pacífica,
tal como formar líneas de piquete en las huelgas o la desobediencia
civil, puede convertirse en blanco del espionaje electrónico
y por el Internet. Puede, incluso ser encarcelado indefinidamente
y ser sometido a procesos penales en secreto.
La represión y el encubrimiento
¿Qué forma tomarán en la práctica
los nuevos poderes anti terroristas concedidos al gobierno? Ésta
ya se puede ver en la experiencia de miles de árabes estadounidenses
y musulmanes durante el mes pasado. Más de 600 personas
han sido arrestadas o detenidas por el FBI y otras agencias policiales
bajo condiciones en que sistemáticamente se han violado
las libertades civiles.
Sólo un puñado de los arrestados o detenidos
han podido obtener abogados, lo cual indica que a estos prisioneros
no se les ha informado que tienen derecho a un abogado o simplemente
se les ha negado que ejerzan ese derecho. Un abogado, Mitchell
Gray, le describió al Washington Post la paradoja sin salida.
Los carceleros federales le exigieron que presentara una solicitud
de autorización, firmada por su cliente.
Hablé con el Departamento de Inmigración
y Naturalización (INS) varias veces y nadie me podía
decir dónde estaba mi cliente, siguió Gray.
Me dijeron, ¿Tiene usted el permiso G-28 firmado
por su cliente? No podemos dejar que usted lo vea si no nos muestra
el permiso' Bueno, bien, pero, ¿cómo es posible
que mi cliente pueda firmar una G-28 si no me permiten verlo?
Los funcionarios de la policía han mantenido en secreto
casi toda información acerca de los detenidos. Solamente
se han divulgado algunos nombres. A las familias no se les ha
informado donde los presos están encarcelados, ni de los
cargossi es que los hayque se les ha imputado. Un
hecho está bien claro: Ni a uno de los más de 600
se le ha imputado ningún cargo que tenga que ver con los
bombardeo-secuestros del 11 de septiembre. La mayoría se
encuentra detenida por infracciones técnicas de las leyes
de inmigración o de tráfico que nunca habrían
conducido a la cárcel antes de los ataques contra el World
Trade Center y el Pentágono.
El gobierno de Bush se ha valido de toda una serie de advertencias
ominosas y vagas para crear la impresión que habrá
más ataques terroristas. Así se crea una histeria
entre las masas para que éstas respalden no sólo
las medidas represivas de corta duración, sino también
la creación de un marco constitucional nuevo para interferir
con los que se opongan políticamente a la intervención
militar estadounidense en Asia Central, el Medio Oriente y doquier.
Se le ha ordenado a la nueva Oficina para la Seguridad de la
Patria, que funciona dentro de la Casa Blanca, que forme, por
primera vez en la historia de Los Estados Unidos, las oficinas
del Jefe Supremo EE.UU ., sede para controlar
todas las actividades militares en el hemisferio occidental, la
cual tendría su mirilla hacia EE.UU. Este plan integragría
los cuatro comando militares en existencia, inclusive dos más:
el Comando del Sur, que es reponsable por las actividades en Latinoamérica
y famoso por promover golpes de estado militares; y el Comando
Estratégico, que tiene bajo su mando las fuerzas nucleares.
El Secretario Asistente del Departamento de Defensa, Paul Wolfowitz,
aclaró las insinuaciones políticas de esta reorganización
militar. Le dijo a un comité del Congreso la semana pasada
que el favorece el rechazo de la doctrina posse comitatus,
adoptada luego de la Guerra Civil estadounidense, que prohibe
el uso de las fuerzas armadas para actuar como policía.
Ya el gobierno de Bush ha aprobado la colocación de
tropas de la Guardia Nacional en los aeropuertos, medida que casi
no tiene ningún efecto para ampliar la seguridad de los
vuelos, pero sí acostumbra al público en general
a aceptar la presencia militar diaria. El próximo paso
será el desplazamiento de fuerzas militares ordinarias
para que puedan ejecutar sus actividades dentro del país
mismo, cosa que no se había visto por más de un
siglo.
Estas movidas no son solamente una reacción a los ataques
del 11 de septiembre. Fueron parte del Repaso de Defensa Cuadrienal
del Pentágono, plan que ya estaba en marcha desde hace
tiempo y al cual Wolfowitz y el Secretario de Defensa, Donald
Rumsfield, le habían prestado bastante atención
desde que asumieron sus puestos en el gobierno a principios de
año. Esto le hace hincapié al hecho que el gobierno
de Bush se ha valido de los ataques terroristas para presentar
una agenda política anti democrática que se había
planeado hace tiempo.
Obligando a la prensa a obedecer
Uno de los principales componentes para aumentar las fuerzas
represivas consta de frenar y disciplinar a la prensa. El secretario
de prensa de Bush, Ari Fleischer, dio la señal con su famosa
declaración que los estadounidenses deberían de
tener cuidado con lo que dicen acerca de los militares,
el espionaje y las actividades policiales. La campaña de
Casa Blanca para obligar a la prensa que siga la línea
no se ha encontrado con ninguna - o con muy poca - resistencia
por parte de las corporaciones gigantes que controlan las cadenas
de televisión y los periódicos.
En varios comentarios en el New York Times del 7 de
octubre, Fleischer sostuvo que el público se estaba rebelando
no porque el gobierno insistía en encubrirlo todo, sino
debido a que la prensa hacía demasiadas preguntas no aptas.
El punto no es lo que los funcionarios del gobierno están
diciendo, dijo Fleischer. Es el tipo de pregunta que
los corresponsales están haciendo. La prensa está
haciendo demasiadas preguntas que, a mi parecer, el pueblo estadounidense
prefiere que ni se pregunten ni se contesten.
El 10 de octubre, la Consejera sobre la Seguridad Nacional,
Condoleesa Rice, llevó a cabo una conferencia con los ejecutivos
de las cinco cadenas nacionales de televisión. Les urgió
que no televisaran las declaraciones en videocintas producidas
por Osama bin Laden o, si las televisaban, que las censuraran
bastante. Rice les dijo que televisar la propaganda de bin Laden
socavaría el esfuerzo militar de Los Estados Unidos. En
tanto, otros funcionarios de la Casa Blanca insistieron en que
las videocintas podrían tener mensajes en código
dirigidos a células terroristas.
Los argumentos políticos y pro militaristas para defender
este tipo de auto-censura son absurdos. Nadie puede insistir que
los comentarios de bin Laden en las videocintas, alabando la destrucción
del World Trade Center y la matanza de más de 5,000
personas inocentes, van a encontrar apoyo político significante
entre los espectadores estadounidenses. En cuanto a la sugerencia
acerca de los mensajes en código, la censura estadounidense
no tendría ningún efecto. Cualquier persona que
se interese en recibir dichos mensajes puede leer las declaraciones
de bin Laden en el Internet, a través de las transmisiones
en árabe o de los medios de prensa en el exterior del país.
Cuando un miembro del cuerpo de prensa de la casa Blanca le
preguntó a Fleischer si había pruebas para comprobar
que las videocintas contenían mensajes en código,
el vocero de prensa de Bush admitió que la presunta amenaza
se basaba solamente en sospechas.
El jueves por la mañana, 11 de octubre, ejecutivos de
las cinco cadenas nacionales de televisión divulgaron una
decisión colectiva que esencialmente representaba una capitulación
a las exigencias del gobierno. Uno de los ejecutivos le dijo al
New York Times que esta acciónla primera
vez en la historia de la televisión que todas las cadenas
se pusieron de acuerdo para imponer restricciones a las noticiashabía
sido una decisión patriótica. Un funcionario
de CNN dijo que dicha cadena, consagrada totalmente a las noticias,
iba a considerar consejos de las autoridades debidas
para decidir cuales serían las noticias acerca de la guerra
que se podían transmitir.
Anteriormente habían aparecido varios actos de auto-censura.
* La cadena de periódicos Knight-Ridder rehusó
publicar un informeluego publicado por USA Today que
decía que fuerzas especiales estadounidenses ya habían
estado en tierra mucho antes que comenzaran los bombardeos. La
cadena accedió al Pentágono para ocultar información
al pueblo estadounidense, aunque ésta no era ningún
secreto al régimen del Talibán en Afganistán.
* Reaccionando a las llamadas telefónicas de Fleischer,
funcionarios de las cinco cadenas de televisión y de los
servicios cablegráficos de noticias, basándose en
cuestiones seguridad, se pusieron de acuerdo para cesar el reportaje
sobre los horarios y nombramientos de Bush y Cheney.
* Aproximadamente 17 organizaciones noticieras tenían
conocimiento por adelantado del comienzo de los bombardeos el
7 de octubre. Todas se pusieron de acuerdo para aguantar los informes
hasta después de los bombardeos.
* Toda la prensa estadounidense ha acordado no utilizar los
nombres del personal militar que participa en misiones de combate,
inclusive los de los marinos abordo de buques en el Mar Arábico,
el cual se encuentra a 2,000 millas de Afganistán. Esto
no tiene nada que ver con respetar las actividades secretas o
con proteger a los soldados de las represalias terroristas, puesto
que a menudo se mencionan y libremente se citan a los oficiales
de alto rango. Más bien sirve para distanciar al público
estadounidense de los soldados, marinos y pilotos, y darle menos
importancia a los efectos que las bajas en el campo de batalla
puedan causar.
* La prensa, en gran parte, ha aceptado plácidamente
la negativa del Pentágono en proveer toda descripción
de los daños causados por el bombardeo o de las bajas en
Afganistán. Este precedente se estableció con la
Guerra del Golfo Persa, donde EE.UU. nunca hizo un cálculo
de las pérdidas iraquís, las cuales se cree llegaron
a los diez de miles.
Estas medidas significan un esfuerzo sistemático para
evitar toda expresión de oposición a la intervención
militar estadounidense, y para acostumbrar a la prensa y al público
estadounidense a aceptar medidas de censura más abiertas
por parte del gobierno.
Bush censura al Congreso
El gobierno de Bush busca la manera de mantener secreta la
información, no sólo del público en general,
sino también del Congreso. El 5 de octubre, Bush ordenó
que todas las agencias que tuvieran que ver con la seguridad nacional
limitaran las conferencias secretas a sólo ocho miembros
del Congreso: los dirigentes del partido mayoritario y del minoritario
en el Senado; el presidente y el dirigente del partido minoritario
de la Cámara de Diputados; y el presidente y miembro del
más alto rango de los Comités sobre el Espionaje
de ambas cámaras.
Los asistentes de la Casa Blanca habían declarado que
miembros del Congreso habían sido responsables de divulgar
información secreta que habían obtenido durante
una conferencia con el Fiscal General de la Nación, John
Ashcroft. Éste había dicho que era casi 100%
seguro que iban a haber más ataques terroristas contra
blancos estadounidenses. Pero Ashcroft había hecho declaraciones
similares en entrevistas por televisión durante la semana,
pero eso no previno que el gobierno utilizara los informes sobre
las conferencias con el Congreso como pretexto para cesar la divulgación
de mayor información. Bush casi acusó de traidores
a los miembros del Congreso. Declaró: Quiero que
el Congreso deje de taparse los oídos y me escuche bien:
divulgar información secreta es inaceptable cuando tenemos
tropas corriendo riesgos.
El gobierno de Bush sólo se puso de acuerdo en adoptar
medidas menos restrictivas y amplias sobre la diseminación
de información secreta luego que miembros Republicanos
se unieron a Demócratas en oposición. Éstos
citaron la obligación legal que la rama ejecutiva tiene
de ser responsable ante la legislatura en cuanto a la ejecución
de las leyes y la manera de distribuir fondos apropiados.
Un gobierno secreto
Una de las características más siniestras del
nuevo régimen es la desaparición casi completa del
Vice Presidente Dick Cheney, a quien el público casi no
ha visto últimamente. Se ha dicho que Cheney fue llevado
a un lugar seguro el 7 de octubre, cuando el bombardeo
estadounidense de Afganistán comenzó.
Al otro día, Cheney no se apareció en una ceremonia
en la cual se iba a juramentar al gobernador del estado de Pennsylvania,
Tom Ridge, como director de la nueva Oficina para la Seguridad
de la Patria. Dicha ceremonia se llevó a cabo en la sala
oriental de la Casa Blanca. Cheney iba a presidir, pero lo sustituyó
Clarence Thomas, juez de la Corte Suprema.
El vice presidente fue evacuado de su residencia oficial, y
aparentemente participa no en persona, sino por medio de videocinta
en las reuniones diarias del Consejo sobre la Seguridad Nacional.
Para el viernes, a Cheney no se le había visto en Washington
por seis días.
Esto tiene un significado muy especial, pues Cheney es de gran
prominencia en el gobierno de Bush. Se ha dicho que Cheney juega
el papel de Jefe Ejecutivo y Bush el de Presidente del Consejo.
El funcionamiento diario está bajo su cargo y tiene gran
influencia sobre las cuestiones relacionadas con la seguridad
nacional, pues fue Secretario de Defensa durante la Guerra del
Golfo de Persia en 1990-1991.
Cuando Cheney se ausentó de su silla de costumbrees
decir, en función de Vice Presidente justamente atrás
del presidente - cuando Bush pronunció un discurso ante
el Congreso el 20 de septiembre que fue televisado a nivel nacional,
los funcionarios de la Casa Blanca declararon que se la había
enviado a otro lugar a causa de las amenazas contra la seguridad
a las cuales el gobierno se enfrentaba.
Algunos informes de prensa han sugerido que los asistentes
políticos de Bush han tratado de darle menos proyección
a Cheney, pues tienen inquietudes que la experiencia mayor de
éste en cuanto a la política exterior, además
de su seriedad, puedan ser embarazosos a Bush. Pero hay mucho
más que simbolismo o envidia mezquina en la desaparición
de Cheney. Al quitarlo de la vista pública, el gobierno
de Bush está defendiendo su líder principal del
escrutinio público o absolverlo de toda responsabilidad.
En realidad, Cheney es cabeza de lo que, en efecto, se ha convertido
en una rama secreta del gobierno.
Al atacar a Afganistán, Los Estados Unidos está
tratando de ubicarse en una de las regiones estratégicas
más importantes y ricas en materias primas del mundo: Asia
Central. El imperialismo estadounidense casi no tenía acceso
a la región hasta que se desplomara la Unión Soviética.
Durante la década después de disolverse la URSS,
el Pentágono, la CIA y el Departamento de Estadoy
las corporaciones petroleras gigantes cuyos intereses éstos
protegenhan entrado en la zona de manera agresiva. La matanza
de miles en el World Trade Center se convirtió en
el pretexto para desplegar una intervención militar en
la región que se había estado preparando y planeando
por mucho, mucho tiempo.
De manera similar, la política interna del gobierno
de Bush representa la culminación de una agresión
prolongada contra los principios constitucionales y procesos democráticos
de Los Estados Unidos. A través de los 1990, el Partido
Republicano, que más y más se ve dominado por elementos
ultra-derechistas, embistió al gobierno de Clinton con
acusaciones falsas e investigaciones espurias para derrocarlo.
Esta campaña logró que, por primera vez en la
historia de Los Estados Unidos, a un presidente elegido se le
enjuiciara políticamente. Aunque a fin de cuentas no logró
sacar a Clinton de la presidencia, la campaña reveló
la impotencia y parálisis del Partido Demócrata.
El deseo de enjuiciar creó las condiciones para una ruptura
fundamental con los procesos democráticos, la cual se manifestó
con el robo de las elecciones del 2000, en las cuales la Corte
Suprema intervino con tal de parar el cuento de votos en la Florida
e instalar a George W. Bush en la Casa Blanca.
El hombre que fue elevado a la presidencia a pesar de perder
el voto popular ahora lleva al pueblo estadounidense a una guerra
de duración y dimensiones desconocidas. Al mismo tiempo
sigue sosteniendo que esta guerra, presuntamente por la libertad
y la democracia, requiere la supresión de los derechos
democráticos aquí mismo en este país.
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