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Por qué nos oponemos a la guerra contra Afganistán
Declaración de la Junta Editorial
12 octubre 2001
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el autor
El World Socialist World Site condena el asalto militar
estadounidense contra Afganistán. Rechazamos los reclamos
falsos del gobierno de Bush que esta guerra se lleva a cabo para
hacer cumplir la justicia y proteger al pueblo estadounidense
contra el terrorismo.
Los secuestros-bombardeos del 11 de septiembre fueron actos
políticos contra civiles inocentes. Los que perpetraron
este crimen han de ser condenados como enemigos de la clase obrera
estadounidense e internacional. El hecho que nadie se haya declarado
responsable de ellos pone en relieve el carácter profundamente
reaccionario de esos ataques.
Pero aunque los acontecimientos del 11 de septiembre han servido
como catalizadores de la agresión contra Afganistán,
la causa de ella es mucho más profunda. La índole
de esta guerra o de cualquier otrasea progresista o reaccionarianunca
se debe a los eventos que ocurren inmediatamente antes, sino a
los sistemas de clases, bases económicas y el papel internacional
que desempeñan las naciones que participan en ella. Desde
este punto de vista decisivo, las acciones actuales de Los Estados
Unidos representan una guerra imperialista.
El gobierno de EE.UU. ha iniciado la guerra en búsqueda
de los intereses nacionales de largo alcance de la élite
gobernante estadounidense. ¿Cuál es el propósito
principal de la guerra? La caída de la Unión Soviética
hace una década creó un vacío político
en Asia Central. Se ha comprobado que esta región contiene
los depósitos de petróleo y gas natural más
grandes de segundo lugar en el mundo.
La región del Mar Caspio, al cual Afganistán
tiene acceso estratégico, contiene aproximadamente 270
billones de barriles de petróleo, o sea, más o menos
20% de las reservas mundiales cuya existencia se ha comprobado.
También contiene 665 trillones de pies cúbicos de
gas natural, lo cual se traduce en una octava parte de las reservas
de gases del planeta.
Estos recursos están ubicados en la región cuya
política es la más inestable del mundo. Al atacar
a Afganistán, imponer un régimen favorable, y movilizar
sus enormes fuerzas militares a la región, Los Estados
Unidos desea establecer un nuevo sistema político dentro
del cual podrá ejercer su control hegemónico.
Estas son las verdaderas consideraciones que motivan la guerra.
La versión oficial, que todas las fuerzas armadas
de EE.UU. han sido movilizadas por causa de un individuo, Osama
bin Laden, es ridícula. La política obscurantista,
religiosa y ultra nacionalista de bin Laden es totalmente reaccionaria,
en evidencia cuando glorificó la destrucción del
World Trade Center y la matanza de casi seis mil civiles.
Pero que el gobierno de EE.UU lo pinte como demiurgo tiene un
objetivo cínico: tapar las razones verdaderas y el significado
de la guerra que ha reventado.
La conversión en demonio de bin Laden es la costumbre
de EE.UU. para desatar sus guerras durante las dos décadas
anteriores. En cada una de ellassea contra el caudillo
de las drogas, Manuel Noriega; el caudillo guerrero
de Somalia, Mohamed Farrah Aidid; o los equivalentes modernos
a Hitler, Saddam Hussein y Slobodan Milosevic, el gobierno
estadounidense y los medios de prensa han tratado de manipular
la opinión pública al pintar a estos líderes
como las personificaciones del mal.
En una columna de opinión editorial el 8 de octubre
en el New York Times, Fawaz A. Gerges, profesor en la Universidad
Sarah Lawrence, señaló los objetivos verdaderos
que motivan la campaña bélica de Los Estados Unidos.
Al describir una conferencia de organizaciones musulmanas y árabes
que concluyó la semana pasada en Beirut, Gerges escribió:
La mayoría de los participantes fueron de la opinión
que los objetivos de Los Estados Unidos van mucho más allá
de la destrucción de Al Qaedala organización
de bin Ladeny el derrocamiento del régimen del Talibán.
Estos representantes del mundo musulmán fueron casi unánime
en sus sospechas de las intenciones de Los Estados Unidos. Para
ellos, Los Estados Unidos tiene una estrategia mucho más
amplia; incluye el control del petróleo y el gas natural
del Asia Central, la intrusión en las esferas de influencia
de la China y Rusia, la destrucción del régimen
Iraquí y la consolidación del control estadounidense
sobre los regímenes productores de petróleo en el
Golfo de Persia.
Muchos musulmanes sospecharon que el gobierno de Bush
ha explotado esta tragedia para saldar cuentas con viejas ofensas
y afirmar la hegemonía estadounidense por todo el mundo.
Estas sospechas son totalmente razonables. Si EE.UU derrocara
al Talibán, capturara a bin Laden y destruyera lo que Washington
llama sus campamentos para la capacitación en el
terrorismo, no seguiría que las fuerzas militares
estadounidenses abandonarían la región. Al contrario,
estas acciones resultarían en la ocupación permanente
por parte de las fuerzas militares estadounidenses para imponer
a EE.UU. de árbitro exclusivo de los recursos naturales
de la región. Estos objetivos estratégicos contienen
las semillas de conflictos futuros que serán aun más
sangrientos.
Si repasamos la historia reciente, podremos ver que estas advertencias
se basan en la razón. Las guerras de Los Estados Unidos
durante las dos últimas décadas invariablemente
han sido consecuencia de la po1ítica anterior del país.
Existe una cadena de continuidad: los aliados de ayer se convierten
en los enemigos de hoy.
La lista incluye a ese útil ex aliado de la CIA, Noriega;
al ex aliado del Golfo de Persia, Saddam Hussein; y a Milosevic,
que no más los otros días era el protegido de EE.UU.
Bin Laden y el Talibán son los más recientes aliados
útiles que EE.UU. ha convertido en blancos para ser destruidos.
En el caso de Iraq durante los 1980, Los Estados Unidos respaldó
a Hussein como aliado contra el régimen de Khomeini en
Irán. Pero cuando el régimen iraquí amenazó
los intereses petroleros en el Golfo de Persia, Saddam Hussein
fue transformado en un demonio para luego desatar la guerra contra
Baghdad. El objetivo principal de la Guerra del Golfo fue establecer
la presencia militar permanente de Los Estados Unidos en el Golfo
de Persia; presencia que todavía permanece una década
después.
Todavía más trágicas son las consecuencias
del hecho que EE.UU patrocinara a bin Laden y al Talibán.
Son productos de la política estadounidense, comenzando
en los 1970 y continuando durante toda la década de los
1980, de fomentar el fundamentalismo islámico para debilitar
a la Unión Soviética y socavar su influencia en
Asia Central. Bin Laden y otros fundamentalistas islámicos
fueron reclutados por la CIA para llevar a cabo la guerra contra
la URSS y desestabilizar a Asia Central.
En el caos y la enorme destrucción que siguió,
el gobierno de Los Estados Unidos le dio sus bendiciones al Talibán,
brindándole ayuda y haciendo posible que éste llegara
al poder. Los que programan la política estadounidense
creyeron que el Talibán sería útil en la
estabilización de Afganistán luego de casi dos décadas
de guerra civil. Estos programadores vieron a esta secta ultra
reaccionaria como instrumento que le abrirían paso a los
objetivos estadounidenses en la Cuenca del Mar Caspio y el Golfo
de Persia. Si es verdad, tal como sostiene el gobierno de Bush,
que bin Laden y sus protectores del Talibán fueron responsables
de la destrucción del World Trade Center, entonces,
en el sentido más profundo y directo, la responsabilidad
política de esta terrible pérdida de vidas cae sobre
los hombros de la élite gobernante estadounidense misma.
El surgimiento de los movimientos fundamentalistas islámicos,
que son apasionadamente anti estadounidenses, tienen sus raíces
no sólo en el apoyo que EE.UU le brindara a los Mujadehim
de Afganistán y Pakistán, sino también en
las agresiones estadounidenses contra el mundo árabe. Al
mismo tiempo que EE.UU. armaba a los fundamentalistas de Afganistán,
apoyaba la invasión israelí del Líbano. Esto
fue seguido en 1983 por el bombardeo de Los Estados Unidos contra
Beirut, en el cual el buque de guerra New Jersey bombardeó
a barrios civiles con proyectiles que pesaban 2,000 libras. Esta
acción criminal condujo directamente a la retribución,
que adquirió la forma del bombardeo de los cuarteles de
Los Estados Unidos en Beirut en que murieron 246 soldados estadounidenses.
Todo este fenómeno de bin Laden también tiene
sus orígenes en la alianza de Washington con Arabia Saudita.
Por décadas EE.UU. ha servido de sostén para esta
autocracia feudal, la cual ha fomentado su propio tipo de fundamentalismo
islámico como medio para mantener control del poder.
Todos estos giros y vueltas, con repercusiones tan desastrosas,
surgen de la política exterior, la cual no se basa en ningún
principio democrático o debate público. Más
bien se diseña en búsqueda de intereses económicos
que son escondidos del público estadounidense.
Los Estados Unidos es completamente hipócrita cuando
se refiere a la guerra contra el terrorismo, no sólo porque
el terrorista de ayer es el aliado de hoy y vice versa, sino también
porque la política estadounidense ha creado una catástrofe
social que le sirve a las organizaciones terroristas de terreno
fértil para reclutar. En ningún lugar son las consecuencias
del papel rapiño del imperialismo estadounidense más
evidentes que en la indescriptible pobreza y atraso que afligen
al pueblo Afgano.
¿Cuáles son las perspectivas para el futuro que
surgirán de la última erupción del militarismo
estadounidense? Aun si Los Estados Unidos lograra sus objetivos
inmediatos, no existe razón para creer que la caja de pólvora
social y política en Asia central será menos explosiva.
El palabrerío de Los Estados Unidos referente a la construcción
de la nación depende de su alianza con la Alianza
del Norte, que es anti talibanista y con quien el Pentágono
está coordinando los ataques militares. Igual que Washington
usara al Ejército (albanés) de la Liberación
de Kosovo como substituto en Kosovo, ahora también utiliza
una pandilla de caudillos guerreros centrados en el nordeste de
Afganistán para aprovecharse de Asia Central.
Puesto que la Alianza del Norte ahora será pintada de
campeona de la libertad y del humanitarismo, sería instructivo
prestarle atención a varios artículos que recientemente
se han publicado en el New York Times y otras publicaciones.
Estos reportan que la mayor parte del tráfico del opio
en Afganistán proviene del pobre territorio bajo el control
de la Alianza del Norte. Además los sátrapas militares
de esta alianza son famosos por haber matado a miles de civiles
cuando indiscriminadamente dispararon cohetes teledirigidos contra
Kabul [capital de Afganistán] a principios de los 1990.
La sórdida e ilusoria base sobre la cual Los Estados
Unidos propone reconstruir a Afganistán, o
sea, una vez que acabe de acribillar al país, fue sugerida
en un artículo del New York Times publicado al comenzar
la guerra. Según este periódico, El Pentágono
espera que la mezcla del shock psicológico
del bombardeo aéreo, los sobornossecretamente apoyados
por Washingtona las fuerzas anti talibanistas en Afganistán
y el oportunismo desnudo llevará a muchos guerreros del
Talibán a entregar las armas y abandonarlo.
Además, es auto evidente que, dada la naturaleza de
la región, con sus vastos almacenes de recursos cruciales,
ninguno de los poderes de Asia Central aceptará por mucho
tiempo un arreglo en el cual Los Estados Unidos es el único
árbitro. Rusia, Irán, la China, Pakistán
y la India todos tienen sus propios intereses y buscarán
la manera de protegerlos. Además, la presencia de Los Estados
Unidos inevitablemente entrará en conflicto con los regímenes
burgueses, en las naciones menos importantes de la región,
que fueron separados de la ex Unión Soviética.
En cada etapa de la explosión militarista estadounidense,
la escala de los desastres que resultan es mayor y mayor. Ahora
EE.UU. se ha embarcado en una aventura en una región que
por mucho tiempo ha sido foco de intriga entre los Poderes Grandes;
región del mundo erizado de armas nucleares y azotada por
tensiones sociales, políticas, étnicas y religiosas
que la mayor miseria complica aun más.
En raro momento de lucidez, El New York Times, ha descrito,
en un artículo publicado el 2 de octubre con el titular,
En Pakistán tenemos un aliado vacilante, los
riesgos implícitos en la campaña de guerra de Los
Estados Unidos. Escribe el autor:
Al darle a esta frágil e indócil nación
un papel estelar en la guerra contra el terrorismo,
Los Estados Unidos corre el riesgo de desatar un cataclismo en
un lugar donde es fácil apostar que la desobediencia civil
va a ocurrir y donde existen las armas nucleares.
Ni las proclamaciones del gobierno de Los Estados Unidos, ni
los informes de los medios de prensa, contienen el más
mínimo análisis serio de los verdaderos objetivos
económicos y geográficos estratégicos que
motivan este asalto militar. Ni tampoco existe ningún índice
que el establecimiento político de EE.UU. seriamente ha
considerado las consecuencias de largo alcance y potencialmente
catastróficas del curso de acción sobre el cual
se ha embarcado.
A pesar de la campaña inexorable de la prensa para fomentar
el chauvinismo y el militarismo, el pueblo estadounidense no está
apoyando a la guerra con fervor. A lo más acepta pasivamente
que la guerra es la única manera de combatir el terrorismo,
sentimiento causado en gran parte por una prensatotalmente
deshonestaque sirve como brazo del estado. Detrás
del apoyo reacio a la intervención militar se encuentra
un profundo sentido de inquietud y escepticismo. Decenas de millones
sienten que nada bueno va a resultar de esta reciente explosión
del militarismo estadounidense.
Los Estados Unidos se encuentra en un momento histórico.
El gobierno ha admitido que se ha embarcado en una guerra de proporción
y duración indefinidas. Los que en realidad está
sucediendo es la militarización de la sociedad estadounidense
bajo condiciones de una crisis que empeora.
La guerra afectará profundamente la situación
de la clase obrera internacional y estadounidense. El imperialismo
amenaza a la humanidad a principios del Siglo XXI tal como lo
hizo a principios del Siglo XX, pero los horrores y las tragedias
han de ser aun mayores. Más que nunca, el imperialismo
y sus saqueos ponen en relieve la necesidad por la unidad internacional
de la clase obrera y la lucha por el socialismo.
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