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Lecciones de la historia: las elecciones del 2000 y el nuevo "conflicto irreprimible"

Por David North
11 Diciembre 2001

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David North, presidente de la junta editorial del Sitio de la Maya Mundial Socialista y también secretario nacional del partido Socialista por la Igualdad de los Estados Unidos (SEP), presentó la siguiente charla ante una reunión pública del Partido Socialista por la Igualdad de Australia. Esta se celebró el 3 de diciembre en Sydney.

Como ya sabrán, habíamos planeado esta reunión originalmente para conmemorar el 60 aniversario del asesinato de Trotsky. No hemos decidido cambiar este tema inverosímilmente. Eran mis intenciones utilizar esta ocasión no solo para insistir sobre el significado duradero del patrimonio teórico y político de Trotsky, sino también para demostrar que la historia, a fin de cuentas, considerará a Trotsky como el mayor dirigente y pensador revolucionario del Siglo XX.

Este cambio de tema de ninguna manera sugiere que menospreciemos el énfasis que el Comité Internacional de la Cuarta Internacional le ha rendido a la importancia de las bases históricas de nuestro movimiento, sobretodo al significado fundamental de la lucha continua e inexorable que hemos llevado a cabo para clarificar las grandes lesiones estratégicas del siglo que está a punto de concluir.

Pero podemos postergar lo que yo intentaba decir acerca de la vida y el patrimonio de Trotsky. Los acontecimientos de actualidad en Los Estados Unidos son de importancia internacional tan significante que, en nuestra opinión, sería un error gravísimo no aprovecharnos de la oportunidad que esta reunión nos ofrece para tratar la crisis que las elecciones del 7 de noviembre, 2000, han engendrado. Pienso que el mismo Trotsky habría aprobado. Entre las características esenciales de su obra estaba la de identificar aquellos acontecimientos que ilustraban de la manera más clara las contradicciones del capitalismo mundial y lograr que los marxistas y las capas obreras avanzadas prestaran atención.

En noviembre, 1931, Trotsky definió los sucesos en Alemania—donde la lucha entre la clase obrera y las fuerzas fascistas entraban en su etapa decisiva—como “la clave para la situación internacional”. Escribió él: “El destino no solo de la Alemania propia, sino de Europa, del mundo entero por muchos años, depende de la dirección que tome la solución de la crisis alemana”.

Sin sugerir de ninguna manera una analogía simplista entre las condiciones que existían en Alemania en 1931 y las actuales de Los estados Unidos, es imprescindible introducirle a la conciencia política de la clase obrera internacional el enorme significado de la crisis estadounidense. Después de todo, no existe ningún otro país del mundo que tenga mayores ilusiones en la estabilidad y el poderío del capitalismo.

Las ilusiones que existen en Los Estados Unidos acerca de la permanencia del sistema se reflejan por todo el mundo. A ningún país se le considera mayor ejemplo del poder del mercado y del capitalismo. Para millones, todavía es la tierra de la democracia y de las oportunidades sin límite. Y aun entre aquellos que se consideran a si mismos críticos del imperialismo estadounidense, ¿cuántos de ellos verdaderamente creen que en este baluarte del capitalismo mundial alguna vez surgiría una crisis que seriamente pondría en tela de juicio a la estabilidad el sistema entero?

No es que les quiera faltar el respeto, pero si varios meses atrás yo les hubiera sugerido a ustedes que Los Estados Unidos iba a atravesar por una crisis política tan enorme, tan fundamental, que todo el gobierno se pondría en tela de juicio, ¿cuántos de ustedes, aun los de actitud más positiva hacia la labor del CICI, habrían estado listos para aceptar ese punto de vista?

Pero, henos aquí, un mes después de elecciones que no tienen paralelo alguno en Los Estados Unidos durante el Siglo XX. Ya no es insólito que el sistema político de Los Estados Unidos se pueda transformar de manera totalmente inesperada y dramática.

El principio de una crisis revolucionaria en el baluarte del capitalismo mundial—y ése es el significado esencial de los últimos acontecimientos—ha introducido en la situación internacional un factor de magnitud extraordinaria casi incalculable. De la noche al día, los estrategas y teóricos economistas de las clases gobernantes de todos los países, inclusive Australia, de repente se ven cara a cara con lo que solamente hace cuatro semanas no se podía imaginar: la desestabilización y el factible desplomo de las estructuras gubernamentales de Los Estados Unidos, conocido por todo el globo como “El Último Super Poder del Mundo”.

Quizás una de las características más distintivas de una auténtica crisis es que, por lo general, ésta aparece inesperadamente y asume formas casi imposibles de predecir. Pero esto no significa que una crisis sea totalmente imprevista. Hubo por lo menos una organización dedicada al análisis político que había insistido en que la estructura política de Los Estados Unidos se acercaba a una profunda disergia: la World Socialist Web Site [Sito de la Maya Mundial Socialista].

Ya para diciembre, 1998, a medida que la lucha para desacreditar a Clinton y ponerlo en tela de juicio entraba sus últimas etapas, la WSWS había advertido que la feroz lucha entre el Congreso y la Casa Blanca era augurio de guerra civil. Pero en esa época, la WSWS era una voz perdida en la oscuridad y recibió cartas muy indignadas, inclusive de varios partidarios, que protestaban nuestra afinidad, según ellos, por la exageración y la hipérbole.

La crisis electoral

El 7 de noviembre, 2000, aproximadamente 100 millones de ciudadanos estadounidenses—casi la mitad de todos los que pueden votar—fueron a las urnas electorales luego de una campaña que, aun en términos de criterios estadounidenses, no presentó casi ninguna novedad. Durante las últimas semanas, se había anticipado que el voto sería reñido, pero nadie se imaginó lo que sucedió en la realidad.

La mayoría de los comentaristas habían predicho que Bush saldría victoriosa, pero durante las primeras horas luego de cerrarse las urnas, parecía que a Gore y a los Demócratas les iba mucho mejor de lo que se esperaba en casi todos los estados industriales. Los estados que se habían considerado “campos de batalla” y que podrían indicar un cambio decisivo en cualquier dirección se estaban alineando con los Demócratas. Pennsylvania y Michigan, donde se había predicho que la lucha iba a ser muy reñida, se fueron con los Demócratas por márgenes cuantiosos.

Pero la mayor sorpresa se dio cuando las cadenas televisoras anunciaron que Al Gore había ganado en el estado de la Florida. Para las 9:00 p.m., parecía que el vicepresidente iba a ganar la presidencia.

Comenzó entonces una secuencia de eventos muy misteriosa. Existen ciertas tradiciones muy particulares en la política estadounidense. Una de ellas es que durante la noche electoral los candidatos presidenciales permanecen callados, excepto para declarar la victoria o conceder la derrota. No obstante, luego que las cadenas televisoras, basándose en encuestas que habían conducido con los votantes a su salida de las urnas—encuestas cuyos resultados tienden a ser asiduamente exactos—anunciaran que Gore había ganado el estado de la Florida. De repente se convoca una conferencia de prensa improvisada en la mansión del gobernador de Texas, Bush. Con mucha calma y confianza, declara éste que, no obstante las predicciones de las cadenas televisoras, eventualmente va a ganar la Florida.

El acto de presencia y los comentarios de Bush causaron extrañísima impresión. Como ya he indicado, la conferencia de prensa rompió con el protocolo tradicional de costumbre durante las noches electorales. Además, no sólo había hecho Bush un acto de presencia prematuro e imprevisto para disputar las conclusiones a las cuales las cadenas televisoras, basándose en las encuestas “de salida” que habían conducido en las urnas electorales, habían llegado. También hubieron informes que funcionarios de alto rango en el equipo de campaña de Bush habían sometido a las cadenas a intensa presión, exigiéndoles que cambiaran sus reclamaciones y sacaran a la Florida de la columna de Gore.

Ya revelaré la razón por lo cual esto es importante. La ventaja que Bush tendría durante los próximos días se basó casi totalmente en el hecho que eventualmente las cadenas le dieron la Florida a Bush y crearon la percepción pública que, no obstante las disputas que siguieran, la vitoria electoral era suya.

No obstante, se anuncia inmediatamente después de la conferencia de prensa convocada por Bush que se va a sacar a la Florida de la columna de Gore. Varias horas luego, se anuncia que a la Florida se le va a colocar en la columna de Bush. Aproximadamente entre las 2:00 a.m. y las 2:30 a.m., Gore, luego de recibir los pronósticos de las cadenas televisoras, decide conceder las elecciones.

Gore llama a Bush por teléfono, lo felicita y le dice que va a partir para un salón de conferencias donde pronunciará un discurso de concesión. Fue entonces que sucesos extraordinarios acontecieron. Mientras Gore se dirigía al salón, la diferencia entre la cantidad de votos floridianos para ambos candidatos, que ya era mínima, de repente comenzó a bajar a niveles insignificantes. Ayudantes del vicepresidente desesperadamente trataron de comunicarse por teléfono celular con la caravana de Gore para informarle del hecho y rogarle que revocara la concesión. Aparentemente hubieron discusiones acaloradas entre la caravana y las oficinas centrales de la campaña electoral. Por fin convencieron a Gore, quien le ordenó a su chofer que diera la vuelta y lo llevara de nuevo al cuarto de su hotel. Gore llamó a Bush y le informó que iba a retractar su concesión. Cosas de esta ídole nunca habían sucedido. Lo único que estaba claro en el amanecer del 8 de noviembre era que nadie sabía quien había ganado.

Esa noche vio el principio de una cadena de sucesos sin paralelo en la historia de Los Estados Unidos. Mientras Bush se afianzaba a una ventaja electoral de varios cientos de votos—de una cantidad total de seis millones echados en la Florida y 100 millones en todo el país—Gore gozaba de una mayoría en el voto popular. Mayores informes acerca de anomalías en las elecciones en la Florida comenzaron a ver la luz del día. Resultó que, por alguna razón, miles de judíos en Palm Beach habían votado por el famoso antisemita Pat Buchanan. Un bromista político sugirió que esto probablemente se debía a que habían quedado fascinados con el nuevo libro de Buchanan que alababa a Hitler. Surgieron informes que la policía estadal había acosado a votantes negros mientras se dirigían a las urnas y que miles de balotas en distritos predominantemente Demócratas habían fracasado en registrar el voto para la presidencia.

Esto impulsó la continua y larga lucha por la cuenta de votos, la cual más y más se ha transformado en lucha política asérrima., gran parte de la cual ha evolucionado en los tribunales, culminado el viernes pasado en una audiencia ante la Corte Suprema de Los estados Unidos.

Pero mintras los tribunales han sido el campo principal de batalla, el conflicto también ha visto a turbas intimidando a funcionarios de las elecciones—turbas bajo pago del Partido Republicano—y a súplicas Republicanas a los militares para que para que éstos le brinden su apoyo. Se han recibido informes que un funcionario militar tuvo que indicarle a sus oficiales que el código militar los obligaba a mantenerse fuera de la política.

Se ha hecho más evidente—y no creo que nadie lo contradiga en serio—que una cuenta exacta del voto en la Florida le hubiera entregado el estado, y por lo tanto la elección nacional, a Gore. Los esfuerzos del Partido Republicano, con el apoyo de la mayoría de los medios de prensa, se han concentrado en prevenir semejante cuenta.

Mientras no reunimos hoy, todo el mundo ha enfocado su vista en la Corte Suprema de Los Estados Unidos, la cual pronto llegará a una decisión acerca de la apelación que Bush le hiciera al dictamen de la Corte Suprema del Estado de la Florida, por medio del cual ésta rechazó la legalización inicial que la Secretaria de Estado [de la Florida], Kathleen Harris, le consagrara a la dudosa victoria de Bush. Ella es funcionaria Republicana y fue la co presidente de la campaña electoral de

Aún cuando quedó claro que todavía faltaban miles de votos por contar y que muchos conflictos no se habían resuelto, Harris insistió en legalizar la victoria electoral de Bush. Esto se ha llevado ante la Corte Suprema del Estado de la Florida, la cual al último momento prohibió que Harris validara la victoria de Bush.

El problema jurídico es el siguiente. Existen dos estatutos en el código de la Florida. Uno dice que el voto debe ser ratificado para cierta fecha límite. El otro indica que el derecho al recuento de votos es una realidad. Como a menudo sucede con los procesos legislativos, ninguno de los dos estatutos ha sido bien formulado. Una de las misiones de la Corte es determinar la manera en que instrucciones legislativas conflictivas pueden reconciliarse.

La ley obliga al Secretario (a) de Estado a que use su discreción al observar la fecha límite; es decir, a considerar todos los factores antes de adherirse ciegamente a la fecha que dicta el estatuto. La disputa se llevó ante la Corte Suprema de la Florida, la cual denegó a la Secretaria de Estado, declarando que cuestiones fundamentales de derechos democráticos invalidaban la cuestión técnica de fechas límites.

La Corte Suprema de la Florida invocó la Declaración de los Derechos de la Constitución de la Florida, la cual proclama que el pueblo tiene derechos que el estado no puede violar. Los jueces de la Corte Suprema de la Florida afirmaron que “El derecho al sufragio es el derecho primordial de la Declaración de los Derechos, pues sin esta libertad fundamental todas las otras quedarían disminuidas”. Según la Corte, la negativa de Harris en aplazar la legalización para permitir un cuento adecuado de los votos en disputa representaba no sólo el desempeño arbitrario de su discreción como funcionaria del gobierno. Era también por tanto una violación de la Constitución de la Florida.

Esta es la decisión que actualmente la Corte Suprema de Los Estados Unidos está poniendo en tela de juicio. Aunque un fallo a favor de Gore -es decir, que sostenga a la Corte Suprema de la Florida— no necesariamente ha de resultar en su elección [como Presidente], es casi seguro que sí le pondrá fin al proceso y Bush resultará victorioso.

Esta decisión de la corte ha de revelar hasta que punto la clase gobernante estadounidense está lista para romper con las normas constitucionales burgueso-democráticas tradicionales. ¿Está preparada para autorizar el fraude electoral y la supresión de votos con tal de poner en la Casa Blanca a un candidato elegido a la presidencia por medio de métodos flagrantemente ilícitos y anti democráticos?

Un sector muy considerable de la burguesía, y aún quizás la mayoría de la Corte Suprema de Los Estados Unidos, se ha preparado para hacer exactamente lo mismo.

El apoyo que las elites gobernantes le han brindado a las formas tradicionales de la democracia burguesa ha disminuido de forma dramática.

Un periodista hizo un resumen de todo el cinismo hacia la democracia que prevale en los ámbitos gobernantes al escribir: “Es probable que Gore haya recibido una mayoría de los votos, pero, ¿a quién le importa? Gore fue atracado en la Florida, pero poco le importa a la policía local”.

¿Cuál es la índole de la crisis?

No obstante la índole sin precedente de los acontecimientos de las últimas tres semanas, ambos dirigentes políticos y los medios de prensa continúan insistiendo—en contradicción absoluta a sus palabras y acciones—que Los Estados Unidos no se encuentra en medio de ninguna crisis constitucional. Es decir, al público se le hace creer que la situación del país es desesperada, pero no grave. La auto satisfacción política sirve los intereses de la elite gobernante, la cual busca poner en práctica su programa político lo más posible detrás de las espaldas del pueblo.

Esta satisfacción con uno mismo encuentra reverbera no sólo en lo que queda de la flácida prensa liberal, sino también en los varios representantes del radicalismo pequeño-burgués. Por ejemplo, Ralph Nader, que no dicho casi nada acerca de la crisis postelectoral, comentó de la manera menos seria que la disputa entre Gore y bush debería resolverse con una moneda. Alexander Cockburn, el famoso cínico izquierdista, ha anunciado que ha quedado muy satisfecho con los resultados electorales. Nos dice que [la situación] no es más grave que varios años de obstrucción política en Washington. “Unas palabras acerca de las obstrucciones”, escribió la semana pasada. “Nos gustan”.

Y tenemos el comentario en las páginas de la [Liga} Espartista. He tenido el privilegio de recibir un ejemplar de su periódico. Su postura se puede resumir en el siguiente renglón: “La riña entre Gore y Bush es más tempestad dentro de una tetera que crisis política de la burguesía”.

Y tenemos la sabiduría de la tendencia política estadounidense llamada Workers'World Party [Partido Mundial de los Trabajadores], la cual escribe que “no existe ninguna crisis socioeconómica implícita en el desastre político de la actualidad”.

Si tal es el caso, los acontecimientos en Los Estados Unidos no tienen ninguna explicación.

Por primera vez durante el Siglo XX, ha sido imposible—en Los Estados Unidos —determinar el triunfador de las elecciones presidenciales. El voto ha revelado un electorado completamente polarizado. El empate entre Gore y Bush encuentra su reflejo en la composición del Senado y de la Cámara de Diputados. El mapa electoral se parece al que mostraba las divisiones entre el Norte y el Sur durante la Guerra Civil.

Se ha mostrado lo imposible de lograr un fallo verdaderamente democrático de los conflictos post electorales dentro del marco de las estructuras constitucionales en existencia. ¡Pero todavía—nos asegura esta gente, quienes son los creyentes más firmes en la estabilidad del capitalismo estadounidense—que nada de esto se relaciona a ninguna crisis socioeconómica! Este análisis es producto de la ignorancia histórica y la ceguera política.

Lecciones de la historia

Desde un punto de vista formal, las únicas elecciones que de alguna manera se parecen a las de hoy son las de 1876, cuando hubo una división entre el voto popular y el Colegio Electoral. El candidato Demócrata, Samuel Tilden, obtuvo el voto popular. Es probable que triunfara en más estados y que ganara la mayoría de los votos del Colegio Electoral, pero prolongada batalla política, los Republicanos reclamaron la Casa Blanca a cambio de ciertas concesiones políticas drásticas a la vieja facción esclavista del Sur. Fue así que el período de Reconstrucción llegó a su fin.

Pero esta analogía es inadecuada para explicar el significado de la crisis actual. Permítanme repetir el argumento de los liberales y la izquierda pequeño-burguesa, quienes nos aseguran que nada de gran significado ha transcurrido en Los Estados Unidos. Dicen que no puede ser de tanta importancia, pues no existe ninguna crisis socioeconómica fundamental en Los Estados Unidos. La gente está perdiendo el genio, están peleándose para ser elegidos. Todo el mundo quiere triunfar, pero nada de eso tiene importancia.

Sospecho que si vieran obligados a responderle al WSWS, rechazarían de absurdo nuestra insistencia en que existen contradicciones socioeconómicas en Los Estados Unidos que podrían terminar no sólo en una significante lucha política, sino en guerra civil. Después de todo, el conflicto irreprimible entre la esclavitud y la mano de obra libre existía antes de los 1860. ¿Qué posibles conflictos sociales existen hoy en Los Estados Unidos—arguyen ellos—que se podrían comparar a los acontecimientos de aquella época?

Trataré de responder esa pregunta, pero me gustaría tomar la oportunidad para repasar, aunque en breve, la manera en que los conflictos políticos de los 1850 eventualmente culminaron en guerra civil.

Es interesante que durante la última década ha resurgido el interés en la Guerra Civil de Los Estados Unidos. Se han filmado películas y escrito libros—varios de ellos excelentes—acerca de este extraordinario capítulo de la historia humana.

La Guerra Civil [de nuestro país] fue de los acontecimientos más importantes del Siglo XIX. Tuvo gran impacto sobre el desarrollo de la clase obrera. Fue en todos sus aspectos uno de los capítulos más heroicos de la historia humana.

El estudio de esa época nos revela como la intensificación de contradicciones sociales—engendradas por el conflicto irreprimible entre la forma peculiar y arcaica del capitalismo basada en la mano de obra esclavizada que prevalecía en el Sur de la nación y la forma moderna y dinámica del capitalismo basada en la mano de obra asalariada que existía en el Norte—condujo a ruptura total del sistema político.

Durante los primeros 70 años de la historia de la república estadounidense, este antagonismo entre dos sistemas—uno esclavo, el otro libre—formaba la siniestra falla geológica yacent bajo toda la estructura política, social, económica y legal de Los estados Unidos. Muchas veces se buscó la manera de contener, dentro de la estructura constitucional en existencia que los Padres de la Patria habían fundado, los antagonismos políticos generados por el conflicto social. No obstante esta produnda contradicción social, existía un deseo hondo de conservar la unión. Aun así, los sucesos sociales, económicos y políticos continuaron intensificando la contradicción social implícita e hicieron imposible que se puediera llegar a un acuerdo sin recurrir a la violencia.

Por ejemplo, en 1803, la adquisición del territorio de Louisiana, que le añadió vastos terrenos a la nueva república, causo que el equilibrio entre los estados esclavistas y los libres se tambaleara. Los dirigentes originales de Los Estados Unidos habían tratado de resolver este problema con el Acuerdo de Missouri en 1820, el cual estableció la frontera Mason- Dixon como línea divisioria entre los estados libres y los esclavistas. Esto duró 30 años. Pero la expansión adicional de Los Estados Unidos, especialmente después de la Guerra Mexicana perpetrada a instigaciones del Sur, amenazó con desestabilizar el equilibrio de poder entre los estados.

Un diputado que representaba a Pennsylvania, David Wilmot, presentó ante el Congreso en 1846 un proyecto de ley que le prohibía a todo territorio adquirido por Los Estados Unidos en de la Guerra Mexicana permitir la esclavitud. El Sur se opuso con vehemencia. Entre los partidiarios del proyecto de ley de Wilmot se encontraba un diputado de poca fama, Abraham Lincoln, quien—creo—votó por el proyecto cinco veces durante su breve carrera congresista. Pero el Congreso, que estaba dominado por los estados esclavistas, nunca aceptó el proyecto.

Una batalla enorme acerca de California estalló entonces: ¿iba a ser ésta admitida a la Unión como estado libre o esclavista? Eventualmente se llegó a un acuerdo y California entró como estado libre. Sin embargo, se hicieron concesiones importantes a los esclavistas, entre ellas la Ley sobre de los esclavos fugitivos, la cual exigía que todo esclavo que se escapara al Norte sería devuelto a sus amos. El historiador James McPherson presenta un emocionante relato de la ira que los alguaciles federales provocaban en el Norte cuando entraban a ciudades como Boston—la cual tenía fuertes sentimientos abolicionistas—y atrapaban a los ex esclavos para regresarlos a sus ex amos sureños.

En los 1850 existía el sentimiento estos conflictos estaban desestabilizando todo el edificio político. No obstante, para aquellos que se oponían a la esclavitud y al creciente poder der Sur, era un período muy desagradable. Luego de un término en el Congreso, Abraham Lincoln abandonó la política para consagrarse exclusivamente al derecho. Obtuvo bastante éxito y, para todo propósito, quedó fuera de la política.

Sucedió entonces un acontecimiento que radicalizaría la vida política estadounidense: La Ley Kansas-Nebraska de 1854. Esta hizo posible que la esclavitud se expandiera a los nuevos territorios norte de la frontera Mason-Dixon, profundamente alterando así el carácter de la república norteamericana. Este hecho no sólo socavó la situación de la mano de obra libre desde el punto de vista económico, sino que puso en duda el compromiso de Los Estados Unidos con los ideales democráticos que la Revolución de 1776 había avanzado. La Ley Kansas-Nebraska declaró que el voto popular de los colonizadores determinaría la índole de los nuevos territorios admitidos a la Unión. Es decir, los colonizadores de Kansas habían de votar sobre la nueva constitución: ¿libre o esclavista? Ello determinaría el tipo de estado que sería admitido a la Unión.

El padre del concepto de la soberanía popular fue Stephen Douglas, dirigente del Partido. Douglas trató de asegurarle al Norte que aun con esta Ley en vigencia, debido al clima y a la geografía del Norte, no había mucha probabilidad que el sistema esclavista, basado en el algodón, pudiera expandirse hacia el norte. Aun así, había cierta sensación que la Ley había abierto las compuertas del dique para que la esclavitud se expandiera más allá de la frontera Mason-Dixon. Efectivamente, el comportamiento de los partidiarios sureños que emigraron a Kansas en grandes cantidades comenzó a corroborar lo peor en aquellos que temían la expansión de la exclavitud.

Gente llamada Rufianes de la Frontera comenzaron a invadir el estado. Atacaron a colonizadores libres y usaron el terror para intimidar a aquellos opuestos a la esclavitud. El clima político del Norte se tornó más y más tenso. Todo intento para contener el debate político dentro de los buenos modales parlamentarios comenzó a estrellarse contra la pared. En mayo, 1865, ocurrióse un incidente que horrorizó al Norte. Mientras el Senador Charles Sumner, respetado abolicionista, se sentaba durante una sesión del Senado, se le acercó un diputado sureño, quien comenzó a pegarle con un bastón hasta dejarlo hecho pulpa sangrienta, casi matándolo. El Sur alabó el acto. Partidiarios sureños le enviaron al perpetrador del ultraje bastones complementarios. El Norte consideró el ataque como otra manifestación del barbarismo del los estados esclavistas.

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