WSWS
: Español
Tercer Festival de Cine Independiente de Buenos AiresSegunda
Parte
La intuición y la consciencia cinematográfica
Por David Walsh
14 Junio 2001
Utilice
esta versión para imprimir
En el cine ficticio y no ficticio, ha habido una denigración
general feroz del conocimiento y del pensamiento consciente. Las
consecuencias han sido graves y negativas. El artista trabaja
con la intuición, pero ello no significa que el proceso
sea tan simple como parece. No importa la manera en que el realizador
organice sus imágenes, éste tiene que haber ya formado
ciertas nociones conscientes en su cerebro antes de comenzar su
labor. El arte serio no resulta cuando [el artista] simplemente
traslada las percepciones inmediatas de sus sentidos directamente
a un pedazo de papel, a una lona o una cinta cinematográfica.
En todo caso, semejante proceso es imposible. Todo artista tiene
un concepto del mundo y de su lugar en él, no importa si
ha comprendido este concepto en su totalidad o lo ha obtenido
a través del esfuerzo consciente. Gran parte de lo que
hoy vemos es consecuencia de la consciencia dominante,
la cual no se ha analizado desde un punto de vista crítico.
En todo caso, las condiciones sociales e históricas
también forman la intuición del artista. Los surrealistas,
claro, insistían en que el arte podía lograrse al
evocar, sin dilusión, lo inconsciente. Hoy día esto
parece inocente. De todo modo, la intuición
del artista en París, Berlín, Moscú y por
doquier durante los 1920década llena de posibilidades
para la revolución socialfue muy diferente a la que
portan la mayoría de los realizadores de cine y artistas
contemporáneos.
Por lo general, la hostilidad que muchos de los artistas de
los 1920 le tenían al militarismo, al patriotismo, a la
religión y a la sociedad del momento era natural.
¿Es este el caso hoy? Apenas. La conscienciay la
falta de ellade nuestros artistas contemporáneos
ha sido formada bajo circunstancias desfavorables y reaccionarias
en lo extremo: durante los últimos 20 años, todo
pensamiento social progresista ha sufrido duros golpes. Para que
pueda ocurrir un cambio significante en el ambiente cultural,
una porción significante de artistas tendrá que
comprender conscientemente a esta realidad y, por consiguiente,
rechazar conscientemente los dioses dominantes de los últimos
tiempos: el culto al mercado, la adoración de la codicia,
la condena de los pobres, etc.
Vale la pena analizar en este contexto la cinta Cinéma
verité: definiendo el momento , del
canadiense Peter Wintonick. De manera bastante superficial, la
película traza la historia del estilo documental que desde
los 1950 hasta el presente se ha conocido como cinéma
verité [el cine verídico] Los comentarios de
varios filmadores de documentales es lo más significante
de la película. Karel Reisz, del movimiento británico
Cine libre (y luego director de películas de
largo metraje), explica que el poder de las películas producidas
por esta tendencia consistía en que no tenían ni
temas ni conclusiones.. Richard Leacock, famoso documentalista
estadounidense, le hace eco a Reisz. Sugiere que este nuevo estilo
de los documentales no presentaba ningún análisis,
que no era ningún acto social lleno de virtud,
sino que simplemente tenía como objetivo dar una idea de
lo que significaba estar ahí.
Estos comentarios son un blanco fácil y válido,
sobretodo desde nuestro punto de vista actual. Debería
mantenerse en mente que los documentalistas libres
presuntamente reaccionaban contra los enfoques no muy sutiles
que las juntas cinematográficas estatales y estalinistas
le daban a las obras no ficticias (a menudo con narraciones moralizantes).
A mediados de los 1950, una rebelión a favor de métodos
más espontáneos y flexiblesacompañada
de equipo más livianoya había probablemente
emprendido camino (La Nueva Ola francesa evidentemente está
muy vinculada a este proceso.) No obstante, esa rebelión
se transformó en algo diferente cuando, al rechazar todo
lo didáctico y el arte socialista-realista,
se unió a una tendencia ampliante que mostraba indiferencia
hacia los problemas sociales y que, por lo general, se adaptaba
a enfoques anti teóricos.
De todo modo, Reisz, Leacock, Frederick Wiseman y otros, quisieran
admitierlo o no, tenían varios conceptos de índole
generalmente progresista. Los documentalistas de hoy día
no poseen la intuición social y los instintos de esos individuos
pioneros del cinéma verité, ni tampoco las
virtudes estructurales de los clásicos documentalistas
de la época anterior. Las obras no ficticias contemporáneas,
en su mayoría, son acumulaciones de imágenes relativamente
insignificantes. Sus realizadores han abdicado toda responsabilidad
de llegar a conclusiones o de iluminar al público de manera
seria.
Puesto que la mayoría de los realizadores de películas
y los críticos carecen de una comprensión firme
y objetiva de la vida y del artey, por lo tanto no pueden
guiarse de muchouna cantidad considerable de obras de cine
(y literatura acerca del cine) se reduce a la conjetura, a averiguar,
quizás a ciegas, que es lo último del momento.
Esto nos ayuda a comprender por qué tantos siguen confundiendo
los sentimientos verdaderos con aquellos que son fingidos,
y por qué tantas películas parecen haber salido
de libros de receta (Si apropio la toma larga y la cámara
fija de este, el tono grave de ese y la manera directa del film
noir para filmar el sexo y la violencia, etc., etc...)
Algunos realizadores de películas convierten al eclecticismo
(o quizás a los tiros a oscuras) en un principio.
El director francés François Ozon filmó
Les amants criminels [ Los amantes criminales]acerca
de dos jóvenes delincuentes en fuga, y Gotas de agua
sobre piedras calientes (2000), basada en la obra teatral
de R.W. Fassbinder acerca de dos amantes homosexuales en pugnaantes
de Bajo la arena (también en el 2000). Las últimas
dos se presentaron en Buenos Aires. Los amantes criminales
y Gotas de agua, de manera desagradable, pintan una humanidad
repulsiva y ruin. El director aparentemente se ha afanado en lograr
efectos. Da la impresión que quiere subir al apogeo de
la misantropía. Tiene bastante competencia.
Por otra parte, la trama de Bajo la arena toma lugar
en un ambiente respetable y profesional. Una mujer de clase media
y de edad mediana (Charlotte Rampling) rehusa aceptar la muerte
de su esposo, quien, poco mayor que ella, se ha ahogado. Trata
de mantenerlo vivo en la imaginación, tal vez como defensa
contra su pérdida y la muerte que se le acerca. Otra vez
nos encontramos con una película que da la sensación
de haberse filmado sólo para lograr efectos, para darle
mayor fama al director. Claro, se supone que hemos de quedarnos
asombrados con el cambio radical. Pero el hecho es que un subjetivismo
extremo que a flirtea con lo sobrenatural guía las dos
películas.
Señales y milagros, de Jonathan Nossiter, director
estadounidense, es un ejemplo totalmente descabellado del mismo
subjetivismo y de los mismos juegos con lo sobrenatural. El argumento
trata la desintegración del matrimonio (Stellan Skarsgard
y, de nuevo, la muy talentosa pero desafortunada Charlotte Rampling)
de un negociante de origen sueco que quiere aparentar ser estadounidense,
y su esposa británica. Luego de abandonarla en seco, la
esposa forma una relación con un izquierdista griego. El
negociante que aspira a ser estadounidense comienza a enloquecerse.
Las cosas se tornan violentas y fantasmagóricas. De alguna
manera, el racionalismo del esposoidentificado por la OTAN,
las corporaciones multinacionales, los centros comerciales y el
comercio de accionestermina por acabar con él. Todos
tenemos derecho a crear obras intelectualmente vacuas y ridículas,
pero Señales y maravillas se convierte en algo muy
desagradable cuando procede a convertir a una niña (hija
de la pareja) en el cerebro del mal.
Tengo la impresión que los realizadores de películas
que no sienten ninguna obligación a hacer las cosas bien
son muchos. Filman cualquier tontería que se les ocurra.
Una obra excepcional de un director original
¡Pero gracias que existen
otras tendencias en la industria cinematográfica! Dulce
de menta , de Chang-Dong Lee ,
director de Corea del Sur, es una película
de gran originalidad cuyo argumento, montado en reversa, tiene
que ver con como un ser humano se transforma en monstruo. En 1999,
un hombre vestido en traje de negocios, Yongho, se trepa en un
caballete de trenes y permite que lo atropelle un tren. La película
entonces se desenlaza al revés, mostrando que el negociante
había sido policía y torturador de presos políticos.
Este mismo policía había sido un joven temeroso,
miembro de las fuerzas armadas que participaron en la masacre
de Kwangju en mayo, 1980 (cuando el ejército le disparó
a quema ropa a manifestantes estudiantes y obreros, matando a
cientos.) [Ver la crítica: El festival de cine de Vancouver,
2000, Tercera Parte: La diferencia entre los sentimientos verdaderos
y los fingidos]
La película no es perfecta. Como sugerí en mi
crítica original , De varias maneras
ha sido realizada con una nitidez excesiva, pues explica y justifica
minuciosamente la psiquis y la conducta posterior de Yongho. No
obstante, Dulce de menta, es, de muchas maneras, una película
devastadora, y mientras más lo pensamos, excepcional.
Chang-Dong Lee cree que la historia y la vida social tienen
significado. Conversar con él es como respirar aire fresco,
aunque el también carece de perspectiva en cuanto a la
crisis del movimiento obrero, lo cual lo conduce a conclusiones
bastante pesimistas. Esto ocurre muy a menudo con los artistas
sensibles (como ya veremos en la tercera parte de esta serie),
quienes percatan el barbarismo del sistema actual, pero carecen
la confianza de que se pueda lograr mucho para cambiar la situación.
Hablamos en Buenos Aires.
David Walsh: ¿Cuál fue el origen de la
idea para su película?
Chang-Dong Lee: Es un poco difícil de explicarlo,
pero una mañana me estaba afeitando y se me ocurrió
la idea. Miré en el espejo, me vi a mí mismo y me
di cuenta que mi cara había cambiado muchísimo.
Me parecía que ése no era yo.
Pensé en los tiempos que me habían cambiado y
me dieron ganas de echar para atrás, de viajar al del pasado
para averiguar que había causado esto. En la realidad,
esto es imposible, pero en el cine lo es.
DW: ¿Por qué el personaje específico
del policía?
CDL: El personaje principal de la película no
es un coreano común, no es típico, pero lo que yo
quería era mostrar los cambios de la sociedad coreana durante
veinte años por los cuales yo y otros coreanos de mi generación
habíamos atravezado. El personaje es un símbolo
del tiempo, de todo el cambio social que se ha dado en Corea.
Él no es un caso especial. Ha tenido experiencias fuera
de lo ordinario, pero al mismo tiempo esto expresa el sentimiento
general y las experiencias del pueblo coreano que atravesó
por esos tiempos.
DW: Si es así, entonces nos está pintando
un cuadro muy sombrío. No todo el mundo era policía
secreto. También hubieron víctimas. Si ese personaje
representa a la sociedad, entonces la acusación es bastante
severa.
CDL: Yo pensé que había maneras de expresar
esos cambios sociales: a través de los ojos de los que
lastimaron a otras personas o de los que fueron víctimas.
Mucho más me interesó expresar esto a través
de los que lastimaron, en este caso, el policía. Él
lastima a otras personas, pero en realidad él también
es víctima. Se está lastimando a sí mismo.
DW: Probablemente por insinuación, la sociedad
se estaba lastimando a sí misma.
CDL : Claro, la sociedad lo lastimó, lo corrompió
para que se convirtiera en lo que terminó, pero, por otra
parte, convertirse en esa persona también fue responsabilidad
suya.
Al principio, era soldado del ejército [durante la masacre
de Kwangju] y ocurrió que llegó a matar a una joven
inocente por error; no fue culpa de él. No estaba consciente
de lo que hacía. Hubieron circunstancias que lo forzaron
a hacerlo; no tenía fuerzas para resistirlo. Pero a partir
de ahí, él definitivamente tuvo otras opciones.
DW: ¿Por qué fue tan vulnerable a convertirse
en ello?
CDL: Esa era la pregunta que yo intentaba hacerle al
público. El pudo haber optado de otra manera, él
pudo haberse lavado las manos de la sangre de esa muchacha, convertido
en mejor persona y tratado de corregir su error.
Si consideramos un marco histórico más amplio
tal como el personaje principal escogió su camino, el pueblo
coreano hizo lo mismo después de la masacre de Kwangju
en 1980. El pueblo coreano aceptó el gobierno que la había
desenlazado. O mejor dicho, estas mismas fuerzas que cometieron
la masacre tomaron el poder luego de lo sucedido. El pueblo, al
no resistirlo, aceptó el nuevo gobierno.
Esto está relacionado con su primera pregunta. Cuando
la masacre de Kwangju sucedió, yo me encontraba en mi último
año universitario. Estaba en otra ciudad bastante lejos
de Kwangju. Cuando vi que esta terrible injusticia ocurría,
que el grupo militar tomaba el poder, caí en la desesperación.
Ahí una de las razones por la cual quise filmar una película
acerca de ello.
Para definir un poco más la desesperación que
sentí, yo estaba en mis veinte en esa época; era
muy inocente. Mi filosofía fundamental acerca de la sociedad
comprobó ser falsa. En mi país este tipo de injusticia
ocurría, pero la vida seguía como si nada hubiera
pasado. La gente acepto el gobierno de estos militares. Destruyó
toda mi fe en la sociedad, en las relaciones entre personas, y
en la vida misma. Esta desesperanza fue tan profunda que yo sabía
que me iba a afectar para el resto de mi vida.
Me di cuenta que lo que so sentía no era un sentimiento
personal, que mucha gente sentía igual. Este estado psicológico
colectivo del pueblo coreano en esos tiempos se ha vertido sobre
los veinte años que han transcurrido y esta sociedad nunca
más será la misma. Este sentimiento está
arraigado en el tiempo; ha hecho de nosotros lo que hoy somos.
DW: Comprendo y comparto sus profundos sentimientos,
pero también existe el peligro de culpar al pueblo por
aceptar la situación. Se podría decir
que, en ese respecto, usted mismo también lo aceptó.
¿Qué alternativa política, qué opciones
tuvo el pueblo coreano en ese entonces? Tendríamos que
considerar la historia de Corea y la situación política
general en 1980. ¿Se suponía que iba a unirse al
Norte? El pueblo estaba políticamente confuso. Se le había
inculcado que la China y Corea del Norte eran los representantes
del socialismoo del comunismoy esos regímenes
eran repugnantes. ¿Que se suponía que la clase obrera
iba a hacer? Estoy seguro que la gente, en 1980, no quería
a los militares y no estaba contenta, pero ¿qué
alternativas tenían?
CDL: Existe un problema que siempre me ha estorbado
al escribir novelas o realizar películas. ¿Qué
labor hay que desempeñar para cambiar a la sociedad y solucionar
sus problemas?
No dirigí esta película para la gente de mi generación
que erróneamente aceptaron este gobierno. No es a ellos
a quienes me dirijo. Dirijo mis preguntas a los jóvenes
que se encuentran presentes en el público. El personaje
principal regresa al pasado hasta llegar a la edad de los veinte
y es entonces cuando vemos la tragedia. También quería
recurrir a los miembros del público que son de la misma
edad pero que no sufrieron la tragedia.
Como dije al principio, quería hacer una película
acerca de esa época. Si uno ve las cosas objetivamente,
sólo el presente existe. El pasado ya ha dejado de existir
y el futuro todavía no existe. Pero el presente proviene
del pasado y forma la base del futuro.
DW: En ese respecto, la película es excepcional.
Explora la historia y las consecuencias del pasado. Son tantas
las películas que proceden como si nada hubiera sucedido
antes de 1990. ¿Cómo se puede explicar el presente
sin explicar sus orígenes en el pasado?
CDL: En un mismo sentido, el aspecto puramente personal
de un individuo ni siquiera puede explorarse a menos que también
se explore el ambiente y la situación social que han formado
su carácter. Parece una contradicción, pero la verdad
es que si no se explora lo que rodea a uno, no hay manera de comprender
lo que uno tiene adentro.
DW: ¡Gracias por la idea! Pero, ¿por qué
es esto tan raro en las películas de hoy?
CDL: No puedo responder por la situación de las
películas contemporáneas. La pregunta que los productores,
los inversionistas y los distribuidores me hicieron cuando hacía
los planes para la película eran: ¿se identificaría
le gente veinteañera, la cual forma la mayoría del
público cineasta de Corea, con el tema al que me dirigía,
los 1970 y 1980? ¿Era esta historia sólo para mi
generación?
Mi respuesta fue que mi película se dirigía a
la juventud, que ésta se identificaría con ella,
pero, para decir verdad, yo no estaba seguro de mí mismo
Fue difícil obtener distribución para la película.
Sin embargo, una vez que la conseguimos, la taquilla fue sorprendente.
Durante el 2000, fue la tercera película de más
éxito taquillero en Corea. La vio medio millón de
personas. Ese no es el público regular para una película
de arte o que trata temas sociales. Hubo gente que la vieron dos
veces. Gente en sus veinte y también adolescentes.
Como realizador de películas, quiero comunicarme con
el público, quiero hacerle llegar mis ideas. Al mismo tiempo,
tengo dudas. Me pregunto si mi mensaje les llegará. La
reacción a esta película me ha hecho pensar que
cosas semejantes son posibles. La película confirmó
que tengo capacidad para comunicarme con el público. Quizás
no tenga tanta suerte la próxima vez, pero por lo menos
esta experiencia siempre me hará creer esto y me anima
a trabajar con mayor empeño.
DW: Quiero dirigirme de nuevo a los problemas sobre
los cuales usted no quería hablar, los problemas del cine
contemporáneo. ¿Por qué hay tan pocas películas
que tratan lo que todo el mundo reconoce como los problemas de
la historia, la injusticia, la pobreza?
CDL: Se debe al aspecto comercial de la industria cinematográfica.
Una de las razones para filmar una película es hacer dinero.
Cuesta demasiado filmarla como pasatiempo. Es fácil lograr
una película de acuerdo a lo que pensamos que el público
quiere. Tal como los productores y distribuidores en Corea pensaban,
teníamos que filmar una película acerca de lo que
ya le interesaba a la gente. Esto lo rechacé.. Creo que
el gusto de la gente se puede crear. Tal como Dulce de menta
se sobrepuso a sus límites, los realizadores de películas
contemporáneos necesitan tener valor para vencer esas restricciones
y crear un nuevo interés en el público en vez de
darle lo que quiere. El realizador de películas tiene que
ser agitador, tiene que obligar al público a adquirir una
visión más general.
Al mismo tiempo, comprendo que esto no es fácil. Cuando
escribía novelas, antes de convertirme en realizador de
películas, no escribía novelas de venta mayor. Estaba
satisfecho con la situación, puesto que escribir un libro
no cuesta mucho. Pero las películas son diferentes. La
gente con el poder es la que tiene dinero, pues cuesta demasiado.
Sentía una enorme presión que me causó mucho
conflicto interno porque tenía que filmar una película
que mucha gente iba a ver. Es verdaderamenteverdaderamentedifícil,
pero es precisamente eso lo que me puso a prueba. Valió
la pena porque fue una labor dificilísima.
DW: El dinero no es el único problema. Hay realizadores
de películas independientes, por lo menos en Los Estados
Unidos, que hacen películas con poco dinero, que no tienen
quien los rija, pero aún así, hacen películas
malas. El problema está en la manera de pensar, en la consciencia,
no sólo en el dinero.
CDL: El problema que usted menciona no existe simplemente
en el cine. Existe en muchas esferas. La literatura y la cultura
contemporánea por lo general sufren el mismo problema.
Lo que este fenómeno prueba es que la gente tiene una visión
confusa o no clara acerca del milenio y el futuro.
DW: En algún momento tenderemos que considerar:
¿Cuál es la fuente de esta confusión? ¿Cuáles
es la problemática del Siglo XX que ha causado esta confusión?
CDL: Eso mismo me lo pregunto yo.
DW: Podemos conversar más acerca de esto, pero
no hoy.
Vea también:
Tercer Festival Internacional de
Cine Independiente de Buenos Aires
El cine necesita una perspectiva nueva
[7 Junio 2001]
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |