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Tercer Festival Internacional de Cine Independiente en Buenos
AiresCuarta Parte
Varias películas argentinas
Por David Walsh y Joanne Laurier
28 Junio 2001
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El festival de cine de Buenos Aires presentó una buena
cantidad de películas argentinas nuevas. Tuvimos la oportunidad
de presenciar varias.
No sabemos si Sólo por hoy, dirigida y co escrita
por Ariel Rotter, es una película típica argentina,
pero la verdad es que representa cierto género del cine
internacional. El tema es de los favoritos contemporáneos:
la enajenación e inquietud de la joven generación.
La película sigue a cinco jóvenes que comparten
un apartamento en Buenos Aires. Toro no es bien parecido, pero
quiere ser actor. Equis trabaja en un restaurante, sueña
con el amor y largarse de Buenos Aires. Fer, el mayor, está
pasando por tiempos dificilísimos tratando de encontrar
su nicho. Morón, tímido y torpe, quiere ser realizador
de películas. La única mujer del grupo, Ailí,
nacida en la China, vive aparte de su familia y aspira en ser
pintora.
La cinta sigue a los cinco durante varios días mientras
desempeñan sus actividades cotidianas. Ciertos elementos
parecen auténticos, sobretodo los que tienen que ver con
los empleos de tiempo parcial o temporaneos y las humillaciones
y frustraciones del trabajo (buscándolo o tratando de no
ser despedido). Aquí vemos algo interesante. Las escenas
que toman lugar en el trabajo (limpiando, pintando hogares, cocinando,
llevando mensajes, etc.) son esencialmente decorativas o chistosas.
A la vida real se le identifica con las relaciones
personales o las oportunidades profesionales. Al personaje de
Feir, que no goza de ni una ni de la otra, se le presenta (con
compasión) como enajenado y fracasado.
La cinta muestra una sociedad en que los jóvenes de
la clase media tienen dificultades encontrando su onda. No pueden
dar con su nicho verdadero o perduradero; sobreviven de las ilusiones
y de las posibilidades fragmentadas. Parece que no tienen rumbo;
se sienten incómodos, muy enajenados de sus familias y
de las instituciones. El adinerado papá de Morón
lo mantiene, pero sin mostrarle caríño. Ailí
parece haber escogido un rumbo que la aleja de su familia.
Rotter (nacido en 1973) ha realizado varias películas
cortas. Sólo por hoy es la primera de largo metraje
que dirige. La ha logrado con bastante inteligencia y sensibilidad.
Tenemos que dejar constar que las películas independientes
argentinas disfrutan de más consciencia social y son menos
inverosímiles que sus contrapartes estadounidenses.
No se puede decir mucho contra la película de Rotter,
pero, desafortunadamente, tampoco se puede decir mucho a su favor.
Es un poco tonta. No nos tomó de sorpresa cuando averiguamos
que la cinta había sido lograda totalmente por estudiantes
de la la Universidad del Cine en Buenos Aires. Ésta
probablemente refleja el sentimiento y filosofía que estudiantes
de cine, o de los que se han recibido de las escuelas de cine
y no sólo en Buenos Aires tienen en común:
son individuos preocupados por la falta de oportunidad y la incertidumbre
de sus vidas profesionales; tienen consciencia social, pero no
la sienten con debida pasión; conocen la historia del cine
(o quizás solamente las tendencias contemporáneas
del cine), pero son indiferentes a los problemas históricos
mundiales generales y, por lo regular, son algo ensimismados.
¿Es injusto sugerir que estas limitaciones han de tener
consecuencias artísticas y dramáticas? ¿Importa
o no importa si al artista le hace falta una visión profunda
de la historia y de la sociedad? ¿Le importan semejantes
temas a estos individuos?
Ninguno de los personajes de Sólo por hoy tiene
rumbo fijo. Las raíces de la ansiedad que los cinco personajes
sufren es un gran misterio para ellos mismos. No tienen la menor
idea como enfocarlo. Lo más probable es que puedan escapar
las dificultades (llevando a cuesta sus amarguras y sus sueños)
o que sigan engañándose a sí mismos. Rotter
presenta su tesis bien, pero ésta no es muy original. Hoy
día la situación sigue igual para muchos jóvenes
en sus veinticinco.
La película se concentra en Morón y Ailí,
quienes comparten ciertos intereses e inquietudes. Los sentimientos
mutuos crecen. Llegan a comunicarse lenta y tentativamente. Al
espectador se le anima que se pregunte: ¿Tendrán
éxito? ¿Podrá el amor ameliorar su situación?
Claro que el amor y la comunicación humana ofrecen alivio
ante las dificultades del mundo, pero no de manera completa o
permanente. La realidad económica y social no se desvanece
con el primer, segundo o tercer abrazo. Las relaciones a menudo
fracasan cuando se descubre que el amor no es la solución
de todo. Tener que explicar estas cosas a principios del Siglo
XXI es un poco embarazoso. Dudamos que la conclusion de Sólo
por hoy llegue a satisfacer o convencer a nadie. La verdad
es que, en este caso, una vision social superficial es la causa,
por lo menos parcialmente, de un argumento poco persuasivo.
En el sentido más general, el origen de la depresión
y de la insatisfacción de estos jóvenes se encuentra
en las condiciones económicas que han cambiado inclusive
el estremecimiento que el impacto de la globalización
ha tenido sobre todas las industrias y las profesiones relativamanete
insulares que se basan en el estado nacional, por ejemplo, como
en la Argentina y en la falta de fe que el futuro pueda
mejorar las cosas. Esto último evidentemente tiene sus
raíces en las dificultades políticas e históricas.
En la Argentina, estas condiciones llevan el peso adicional de
las consecuencias sociales y psicológicas - que todavía
siguen - de la dictadura militar y sus sangrientos crímenes
a principios de los 1980.
El director de cine no tiene la responsabilidad de acentuar
todo esto, ni siquiera señalar, punto por punto, como esta
situación podría ameliorarse. El arte funciona de
por sí, a veces de manera subterránea y según
sus propias leyes. No obstante, tal como nos hemos esforzado en
arguir durante esta serie, el artista no le hace justicia a su
obra si no le pone interés a las realidades históricas
y sociales tan obvias. Es difícil imaginar hoy una película
o un libro profundamente provocativo y de gran impacto emocional
que alumbre, de alguna manera u otra, las grandes experiencias
generales del siglo pasado y las implicaciones para la humanidad
del próximo.
Taxi, un encuentro, dirigida y co escrita por Gabriela
David, sigue el mismo sendero superficial de Sólo por
hoy. Un ratero, luego de robarse un taxi, recoge a una muchacha
angustiosa que se encuentra lastimada. Decide ayudarla muy en
contra de su propio juicio. Una cosa lleva a la otra. El ladrón,
cuyas condiciones de vida son horribles, de alguna manera encuentra
su humanidad durante el transcurso de la trama y la muchacha aprende
que no está sola en el mundo. Esta vez, en un ambiente
social más deprivado y despiadado, la lección parece
similar: el único rayo de la esperanza es la comunicación
entre individuos humanos, no importa lo tenue que ésta
sea.
La tesis implícita y universalmente aceptada en estos
círculos cinematográficos es que la acción
social y política es imposible o que lleva al pueblo a
peores consecuencias. Puesto que no se puede tomar en cuenta una
oposición concertada contra el orden social, el único
remedio que queda son los actos de bondad y la consciencia de
los individuos.
Lo cual termina por convertirse en un cine bastante insípido.
Bonanza confronta las condiciones sociales argentinas
de manera más directa, específicamente las de las
afueras de Buenos Aires. En el campo, un hombre enorme y gordo
de barba blanca, Bonanza, está a cargo de una tienda
de llantas, de una chatarrería, y de quién sabe
qué. Caza animales y pájaros, trafica en productos
lícitos e ilícitos. La familia vive en, y alrededor
de, una pila de basura. La lluvia lo convierte todo en lodo. De
alguna manera tratan de seguir sus vidas en medio del caos, la
pobreza y el engaño. Como todo padre, se procupa por sus
hijos.
La película tiene escenas sorprendentes, pero le falta
una perspectiva adecuada. No está de moda criticar los
temas con que se han decidido trabajar. Nadie se enoja con ganas
acerca de la miseria; la ideología subjetivista contemporánea
dicta que toda posición social es legítima. Si se
sugiere lo contrario, entonces se establece una herarquía
y que una existencia es superior a la otra. Este argumento, claro,
sirve para justificar el status quo. De todo modo, esta cinta,
a su manera, tiene la tendencia de presentar la pobreza y el sub
desarrollo de manera pintoresca. Esto no clarifica nada.
Ilusión de movimiento, dirigida y co escrita
por Héctor Molina, trata un tema serio, pero no, en nuestra
opinión, de manera suficientemente adecuada. En 1986 un
hombre regresa a la ciudad de Rosario para reunirse con el hijo
que nunca ha conocido. Su esposa había muerto a manos de
los torturadores militares. Visita sus viejos amigos en los ámbitos
de antaño con tal de encontrar su nicho en el mundo. La
película se concentra en su torpeza y en sus esfuersos
por adaptarse a la nueva situación, no en la tragedia original.
El diálogo y las actuaciones se ven forzados. No convencen
porque están demasiado satisfechos consigo mismos para
examinar los eventos que deben considerarse.
La fe del volcán
De las películas argentinas que vimos en Buenos Aires,
la que más nos interesó y conmovió fue La
fe del volcán, dirigida y co escrita por Ana Poliak
(ver la entrevista adjunta a este artículo).
La película como tal no tiene argumento del que se pueda
hablar. Comienza con el monólogo introductorio de una mujer,
quizás la directora misma, que sufre de una aflicción
profunda. No la vemos, solo imágenes de un edificio de
apartamentos bien alto y de una ventana empañada. Estoy
en un piso muy alto, rodeada de soledad. Se que tengo que saltar,
pero no se si hacia afuera o hacia dentro. Habla acerca
de su depressión cuando era adolescente. Luego dice: Asesinaron
a mi maestra. Cuando yo tenía catorce años, le escribí
a mi maestra sin saber que la estaban torturando.
La escena cambia al exterior. Se ven escenas de evangelistas
pregonándole a las multitudes, de lugares extraños
de Buenos Aires. Los dos personajes principales, un afilacuchillos,
Danilo, y una adolescente, aparecen. El le dice a ella: No
hay dinero, ni siquiera un penique por las calles. El imita,
para el deleite de ella, los diferentes prototipos que lo rechazan
en la puerta.
Al afilacuchillos lo perturban los eventos de 30 años
atrás. Habla del amigo que tenía cuya cara se alegraba
cuando lo oía hablar del hombre y el futuro.
Pero ya nada se sabe de él. Danilo pretende que no le importa
y habla de las madres de los Desaparecidos (los miles de prisioneros
políticos que los militares mataron), quienes sólo
eran mujeres locas que se paseaban en la Plaza de mayo.
Se refiere a las víctimas: No existen. Se esfumaron.
Tienen que haber hecho algo malo. Grita.
Despiden a la muchacha del salón de belleza, donde recibía
un sueldo bajo, porque siempre llega tarde. Ella camina por las
calles de la ciudad. Los dos siguen hablando. Un día ésta
se aparece en la casa de Danilo portando una peluca y se sienta
sobre sus piernas. El también pretende que es otra persona;
mejor dicho, pretende que es mellizos. Cada escena es perturbadora,
siniestra, irresoluta.
La última escena consiste de una toma ambulante de la
muchacha que camina por la carretera. Dura varios minutos. Oimos
la voz de Danilo: ¿Cómo puedo respirar? ¿Dónde
está el aire? La peste me sofoca. Y por fin termina
con esta cita de Nietzcche: Se que algo invulnerable existe
dentro de mí, algo que puede reventar las piedras.
La película causa angustia y es tan íntima que
casi no se puede soportar. Interpreta la historia de la manera
más personal posible.
Poliak ha logrado transformar su propia repugnancia en imágenes
artísticas. A cierto nivel, invita al espectador a sentir
esa misma repugnancia. Muchos otros realizadores de películas
argentinos rondearon el tema, pero Poliak se metió dentro
del mismo ojo del huracán.
La película se pregunta: ¿qué ha producido
la historia argentina? Danilo es un inválido, solitario
y aislado de los demás. La muchacha es pobre; no tiene
nada y no sabe nada acerca de la historia y la cultura. Aunque
enérgica y dispuesta, ella también tiene dificultades
con su existencia en una sociedad moral y psicológicamente
dinérgica, donde la opresión y la injusticia todavía
reinan.
Poliak siente las tragedias del pasado profundamente. Para
todo los que quieren olvidar, hacer concesiones o seguir
viviendo sus vidas, la cinta de Poliak es un reproche. Les
sirve de consciencia.
En la Argentina, como en todos los lugares, existen los oportunistas
y los arribistas ambiciosos, pero también hay jóvenes
que quieren luchar contra el sistema de hoy. Necesitan una perspectiva
acerca de la historia y de la sociedad. Es precisamente en este
punto que La fe del volcán fracasa.
Poliak entra en el ojo de la tormenta, pero no cree que la
gente y las cosas puedan cambiar y ser cambiadas. Semejante a
Chang-Dong Lee, el director de Corea del Sur, tiene la tendencia
a culpar al pueblo por aceptar las atrocidades. Admite abiertamente
que sufre de una depresión terrible, lo cual es muy común
con muchos de los artistas susceptibles.
Pero ésta es una actitud errónea. Las derrotas
del pasado no fueron culpa del pueblo, sino de aquellos
que falsamente se declararon representantes de los intereses de
ese pueblo, en particular la burguesía nacional y la pequeña
burguesía. Hay que desenmascarar y rechazar a todos los
responsables por esta situación y a sus soluciones falsas.
Esto se puede lograr.
La desesperanza, por más dolorosa y sincera que sea,
puede convertirse en la muralla de menor resistencia. Estudiar
y sacarle sentido a las cosas es difícil. Enormes acontecimientos
han sucedido, acontecimientos que apenas se comienzan a comprender.
Pero las masas eventualmente comprenderán, y los artistas
más serios participarán en este proceso, explorando
todo aspecto de la condición humana, iluminando varias
de sus características más complejas. Poliak, con
su angustia y su arte, ha contribuido a este proceso, lo cual
no es nada insignificante.
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