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La perspectiva socialista sobre la guerra en Afganistán
Primera parte
Por Nick Beams
4 Diciembre 2001
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el autor
Esta es la primera parte de un informe presentado por Nick
Beams en las reuniones públicas convocadas por el Partido
Socialista por la Igualdad en Sydney y Melbourne, Australia, el
4 y el 8 de noviembre, respectivamente. Nick Beams es secretario
nacional de ese partido y también es miembro de la Junta
Editorial del WSWS.
Nuestra reunión de hoy se celebra en la víspera
del décimo aniversario de la conferencia que el Comité
Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) celebró
en Berlín el 9 de noviembre de 1991 para formular nuestra
oposición a las guerras imperialistas y al colonialismo.
Dos hechos relacionados ocasionaron la conferencia: primero, la
guerra desatada por Los Estados Unidos contra Irak; segundo, la
incapacidad total y la negativa de las presuntas dirigencias del
movimiento obrero del mundo enterolos sindicatos y los partidos
socialdemócratas y laboristasen presentar la más
mínima oposición a estas acciones bélicas.
Al convenir la conferencia, el CICI explicó que el lanzamiento
de la guerra contra Irak no era un acontecimiento aislado o coyuntural.
Aunque el pretexto fue la invasión Irakí de Kuwait,
el propósito de la guerra no era restaurar el status
quo, sino lograr un objetivo con insinuaciones históricas
de largo alcance.
Permítanme leerles un trozo del manifiesto que esa conferencia
produjo:
Todas las labores históricas y políticas
a las cuales la clase obrera y las masas oprimidas se enfrentaban
a principios del Siglo XX ahora se plantean de la manera más
severa. El bombardeo salvaje de Irak y la destrucción casi
total de su infraestructura industrial marca el comienzo de una
nueva explosión del barbarismo imperialista. El capitalismo
no puede sobrevivir sin esclavizar y destruir a millones. Dos
veces durante el siglo pasado, en 1914 y 1939, el imperialismo
ahogó a la humanidad en dos guerras mundiales que terminaron
en la muerte de decenas de millones de seres humanos. La Guerra
del Golfo Persa, cuyas bajas todavía no se han contado,
nos advierte que una conflagración mundial aún peor
se está preparando. Es casi como si un dramaturgo hubiera
decidido montar en las tablas de un teatrocon la humanidad
desempeñando el papel de públicolos acontecimientos
más sangrientos de la primera mitad del Siglo XX.
¿Cómo jusgará la historia a este análisis?
Hagamos primero un contraste entre el análisis de la Cuarta
Internacional y el de los representantes y voceros ideológicos
de las clases gobernantes capitalistas.
La guerra contra Irak, en las propias palabras del Presidente
Bush, se ha llevado a cabo para establecer un Nuevo Orden Mundial.
Este tema se convirtió en insignia durante los días
y meses venideros. Con el colapso de la Unión Soviética
a finales de 1991, se avanzó la tesis que la larga lucha
del Siglo XX había concluido. El conflicto entre el capitalismo
y el socialismo había culminado con la victoria del primero,
que se basaba en el mercado libre y la democracia parlamentaria.
Nuestros adversarios siempre dicen que nuestro análisis,
es decir, el de los marxistas, es ilusorio, que no tiene ninguna
relación a los acontecimientos de la realidad; que se basa
en la imposición dogmática de un plan previamente
determinado al cual la realidad tiene que adaptarse.
Repasemos brevemente varias cifras de importancia.
El funcionamiento del mercado libre ha producido
una crisis social que se ahonda más y más, no solamente
en los países más pobres, sino también en
las naciones capitalistas principales. La desigualdad ha aumentado
a nivel mundial. En 1980, el ingreso promedio del 10% de los países
más ricos era 77 veces mayor que el del 10% más
pobre. Para 1999, esa diferencia había aumentado a 122
veces.
En los países capitalistas más importantes existe
una polarización expandible de los ingresos y la riqueza.
En Los Estados Unidos, por ejemplo, desde mediados de la década
de los 1970, el 1% más rico ha doblado su riqueza, casi
del 20% a aproximadamente el 39%. El valor neto combinado de estos
sectores es mayor que la riqueza total del 95% restante.
Aunque las cifras en otros países no son tan alarmantes,
las mismas tendencias ya son evidentes. Durante la década
del 1986 al 1996, la cantidad de hogares con altos ingresos en
Australia aumentó 30%. Esto sucedió a la misma vez
que la cantidad de hogares con bajo ingresos aumentó 80%.
La última décadaque representa 10 años
de expansión económicano ha resultado en la
expansión de empleos en jornada completa.
La época del mercado libre ha sufrido una
multidud creciente de tormentas en la economía internacional
y en el sistema financiero mundial. La crisis monetaria de 1992-93,
que fuera testigo al colapso del mecanismo europeo de intercambio
de divisas en los sistemas bancarios de los países escandinavos,
fue seguida inmediatamente por la crisis económica mexicana
de 1994-95, la cual el gobierno de Clinton rescató con
$50 billones. El objetivo de esta ayuda no fue fortalecer a México,
sino al sistema bancario estadounidense.
En 1993, el Banco Mundial proclamó que el milagro
económico asiático mostraba la superioridad
histórica del sistema del mercado libre. Se
dijo que ésta era la prueba en vivo. Pero la victoria no
duró mucho. La crisis asiática de 1997-98 hizo pedazos
a esas aserciones e impuso la depresión económica
más severa de esta región desde la Gran Depresión
de los 1930, desatando una crisis mundial de la cual el Fondo
Monetario Internacional, según un análisis reciente,
no tenía la menor idea.
De acuerdo a la revista estadounidense, Business Week,
un libro de última publicación acerca de los acontecimientos
de 1997-98 muestra como el FIM y su ejército de economistas
clásicos, a pesar de toda su confianza y omnisciencia,
estaban totalmente despistados no sólo acerca de como los
mercados capitales funcionan, sino también acerca de las
dificultades extrañas que las complejidades de la política
y de la economía corporativa asiáticas presentan
(El FIM Despistado, Business Week, 5 de noviembre,
2001).
Todavía no se ha resuelto ninguno de los profundos problemas
de la economía capitalista mundial que engendraron las
tormentas económicas de la década de los 1990. Más
bien, éstos se han complicado aun más con el comienzo
de la recesión mundial más grave que la era post
Segunda Guerra Mundial ha visto.
Durante los últimos once meses hemos visto a las autoridades
financieras estadounidenses reducir las tasas de interés
diez veces para asistir a la economía y no han llegado
a nada. Han puesto las esperanzas en la reducción de las
tasas de interés y en las medidas fiscales para fomentar
ambas economías: la estadounidense y la mundial. No obstante,
sería mejor que aquellos que ponen fe en estas acciones
se fijen en el Japón. En ese país, el mayor fomento
de gastos gubernamentales en la historia del capitalismo mundial,
en conjunto con cero tasa de interés, ha fracasado en prevenir
la cuarta recesión en diez años.
La tercera guerra de la década
Podríamos continuar poniendo en lista todos los índices
económicos y sociales que señalan la crisis galopante
del sistema capitalista mundial. Pero de muchas maneras, el desarrollo
más significativo, desde el punto de vista político,
es que ahora hemos comenzado la tercera guerra lanzada por los
poderes imperialistas durante la última década.
Todas bajo la dirigencia de Los Estados Unidos.
Estas guerras tienen varias características en común.
En primer lugar, han seguido el mismo paso en cuanto a su presentación
al público. En todos los tres casos notamos que un antiguo
y útil aliado de Los Estados Unidos de repente se convierte
en Hitler, como escoria que tiene que borrarse del mapa.
En el caso de la Guerra del Golfo Persa, Saddam Hussein se
dio cuenta que había cometido un error gravísimo
al presumir que Los Estados Unidos, luego de haberlo respaldado
en la guerra contra Irán durante la década de los
1980, se haría el ciego si atacaba a Kuwait. Con las tropas
estadounidenses preparándose para invadir el Golfo, fue
convertido en demonio igual a Hitler.
La guerra contra Yugoslavia pronto siguió el mismo rumbo.
Slobodan Milosevic, a quien repetidamente se la había considerado
más o menos como aliado durante la década de los
1980 porque había apoyado la política del mercado
libre que el Fondo Monetario Internacional había
impuesto sobre Yugoslavia, se convirtió en otro Hitler
nuevo cuando la política exterior de Los Estados
Unidos se tomó otra dirección.
Los Estados Unidos inicialmente se había opuesto a la
división de Yugoslavia. Después de todo, el estado
yugoslavo durante la Guerra Fría había siso útil
para ponerle presión a la Unión Soviética.
Pero Alemania, que recientemente se había reunificado al
incorporar la Alemania Oriental, quería restablecer su
influencia y comenzó a hacer campaña para dividir
la nación yugoslava. Los Estados Unidos reaccionó
y cambió de dirección. Pero con todo y todo, siguió
dependiendo de Milosevic, quien fue signatario de los llamados
Acuerdos de Dayton, que establecieron en Bosnia un protectorado
administrado por las Naciones Unidas. Sin embargo, cuando la disputa
sobre Kosovo estalló, tal como se había predicho,
EE.UU. intervino y Milosevic se convirtió en criminal de
guerra cuyas acciones sólo se podían comparar a
las de Hitler.
Ahora tenemos una guerra contra Afganistán lanzada contra
el malévolo del momento, Osma bin Laden, y
su protector, el régimen del Talibán. Igual que
Hussein y Milosevic, bin Laden no sólo le había
sido útil al imperialismo estadounidense; los dos habían
sido aliados en las guerras de los mujahiddin contra la Unión
Soviética durante la década de los 1980; guerras
financiadas por el régimen saudita y Los Estados Unidos
al ritmo de entre $6 y $10 billones. Además, la red de
Al Qaeda, que EE.UU. ha jurado borrar del mapa, se estableció
como consecuencia de las acciones estadounidenses.
En 1986, Los Estados Unidos hizo varias decisiones en cuanto
a la guerra contra las fuerzas soviéticas en Afganistán:
abastecer a los mujahiddin con cohetes teledirigidos Stinger;
comenzar las actividades en Tajikistán y Uzbekistán,
repúblicas soviéticas de población islámica;
y brindarle apoyo a la iniciativa que el espionaje paquistaní,
a través de la ISI, había planeado por largo tiempo:
reclutar y adiestrar a musulmanes radicales de todo el mundo para
que fueran a luchar en la guerra contra la Unión Soviética.
Según el autor Ahmed Rashid: Entre 1982 y 1992,
los mujaheddin afganos le llovieron fuego a aproximadamente 35,000
musulmanes radicales provenientes de 43 países islámicos,
inclusive del Medio Oriente, África del Norte y Oriental,
Asia Central y el Lejano Oriente. Decenas de miles de musulmanes
radicales fueron a estudiar en cientos de madrasas nuevas [ escuelas]
que el gobierno militar de Zía había comenzado a
financiar en Paquistán y a lo largo de la frontera con
Afganistán. Eventualmente, más de 100,000 musulmanes
radicales llegaron a tener comunicación directa con Paquistán
y Afganistán y fueron influídos por la guerra santa.
En los campamentos cerca de Peshawar y dentro de Afganistán,
estos radicales llegaron a conocerse por primera vez. Estudiaban,
se adiestraban y luchaban juntos. Esta situación les brindo
la primera oportunidad para informarse acerca de los movimientos
islámicos de otros países. Formaron vínculos
tácticos e ideológicos que le servirían bien
en el futuro. Los campamentos casi se convirtieron en universidades
para el islamismo radical del futuro. Ninguna de las agencias
de espionaje que participaban querían considerar las consecuencias
de reunir a miles de musulmanes radicales provenientes de todas
partes del mundo. Dijo Zbigniew Brzezinski, ex consejero del Consejo
sobre la Seguridad Nacional de Los Estados Unidos: Desde
el punto de vista mundial histórico, ¿qué
es más importante? ¿Qué caiga el Talibán
o que caiga el imperio soviético? ¿Varios musulmanes
coléricos o la liberación de Europa Central y el
fin de la Guerra Fría?' Los ciudadanos estadounidenses
sólo vinieron a darse cuenta cuando militantes islámicos
adiestrados en Afganistán trataron de reventar el World
Trade Center en Nueva York en 1993, matando a seis personas
e hiriendo a otras 1,000 ( El islam, el petróleo
y el gran nuevo juego en Asia Central, Ahmed Rashid, p. 130).
El proceso de convertir a una persona en demonio no ocurre
sólo porque ocurre; es fundamental. Bajo condiciones de
desarrollo de sociedades de masas, los métodos de guerra
requieren un pretexto, un acontecimiento reciente que se le pueda
presentar al público como justificación para recurrir
a las armas. No obstante, cuando a la guerra le hacemos un análisis
histórico, se puede ver que las razones verdaderases
decir, las fuerzas que realmente proveen el ímpetuno
tienen nada que ver con las declaraciones públicas. Este
ha sido el caso durante más o menos los últimos
cien años. Recuerden que el siglo pasado comenzó
con la Guerra Boer ¿Recuerda alguien las razones que se
invocaron para justificarla? El gobierno británico de la
época la presentó como guerra para proteger los
derechos electorales de los colonizadores de habla inglesa, y
hasta los derechos de los sudafricanos negros. Pero la razón
verdadera fue el descubrimiento de vastas reservas de oro en el
Traansval. Ahora el Siglo XXI comienza con una nueva guerra contra
el terrorismo.
Los factores económicos y políticos
Bien, entonces: ¿cuáles son los motivos verdaderos
de esta guerra? Comencemos la respuesta a esta pregunta analizando
las declaraciones de los poderes principales acerca de dos guerras
anteriores durante la última década.
Se sostuvo que la Guerra del Golfo Persa se lanzó para
sacar a Irak de Kuwait. Diez años después, las tropas
Irakís ya hace tiempo que se han ido y los cheiks de Kuwait
han sido reinstalados. Las fuerzas estadounidenses, sin embargo,
continúan funcionando en el Golfo, donde conducen maniobras
militares a diario e Irak permanece estrangulado por las sanciones
que se le han impuesto.
La guerra contra Yugoslavia se lanzó para proteger a
los kosóvaros de Milosevic. Éste ya partió,
pero las fuerzas de la OTAN permanecen. Y ahora tenemos la guerra
contra Afganistán y la penetración de las tropas
estadounidenses en el mismo corazón de Asia Central. ¿A
quién se le puede seriamente ocurrir que la ocupación
estadounidense terminaría si mañana Osama bin Laden
fuera capturado, si la red de Al Qaeda fuera destruida y si el
régimen del Talibán fuera derrocado? Por supuesto
que no. Más bien, la conquista de Afganistán continuará
con una nueva guerra contra Irak.
Las verdaderas razones de esta guerra sólo pueden averiguarse
si analizamos el contexto internacional e histórico dentro
del cual toma lugar. Tenemos que tomar en consideración
no sólo los últimos sucesos y los comentarios pretenciosos
que los políticos imperialistas hacen sobre ellos, sino
también el amplio terreno de las experiencias históricas
del Siglo XX.
Durante los últimos días han aparecido varios
comentarios en la prensa estadounidense y otros medios comparando
la guerra contra el terrorismo de Bush a la Guerra
Fría contra la Unión Soviética. Esta analogía,
como ya hemos dicho en un artículo recientemente publicado
en la WSWS, contiene muchos errores. El conflicto actual
no se parece a la Guerra Fría tanto como se parece a las
décadas que precedieron a la Primera Guerra Mundial y a
la Revolución Rusa de 1917.
Las últimas décadas del Siglo XIX vieron la enorme
transformación del sistema capitalista mundial. La primera
parte del siglo vio la ascendencia de la Gran Bretaña como
primer poder industrial del mundo, con intereses económicos
que cubrían el globo terráqueo. Pero durante los
últimos treinta años del siglo, nuevos poderes comenzaron
a entrar en escena a medida que la economía industrial
capitalista se arraigaba. Ya para finales de siglo, Alemaniay
Francia también, pero no con tanta intensidaddesafiaba
a la Gran Bretaña. Mientras tanto, en el Occidente, un
nuevo poder ascendía: Los Estados Unidos de América.
Estos cambios resultaron en tensiones que aumentaban constantemente
entre los poderes principales. Durante la década de los
1890, Alemania, que hasta ese entonces había concentrado
toda su atención en Europa luego de su formación
como estado-nación en 1871, proclamó que también
trataría de encontrar su lugar en el sol. Hasta ese momento,
el colonialismo había estado en descendencia, pero durante
la segunda mitad del Siglo XIX resucitó violentamente cuando
Alemania y Francia le siguieron los pasos a Inglaterra en la lucha
por colonias, mercados y recursos. Al concluir el siglo, los países
que habían llegado tarde a escenaLos Estados Unidos
y Japóncomenzaron su propia expansión imperialista.
Esta lucha eventualmente resultó en la explosión
de la Primera Guerra Mundial en 1914. Los poderes imperialistas
lucharon sangrientamente unos contra otros en el continente europeo
sin lograr la victoria, lo cual resultó en la muerte de
millones. La balanza del poder sólo comenzó a desequilibrarse
cuando Los Estados Unidos entró en la guerra en 1917, lo
cual terminó en la derrota de Alemania. Pero la derrota
de Alemania y la imposición del Tratado de Versalles no
resolvieron nada. Todos los conflictos entre los poderes principales
quedaron igual y estallaron otra vez 25 años después
de la primera conflagración.
El resultado de la segunda guerra imperialista fue muy diferente
al de la primera. Los Estados Unidos, basándose en su superioridad
económica y militar, pudo imponer un nuevo orden económico
y político. Al sistema capitalista mundial se le restauró
un nuevo equilibrio. Desde el punto de vista económico,
éste dependía de la expansión de métodos
de producción más novedosos a los países
capitalistas avanzados. Había sido Los Estados Unidos que
los había desarrollado durante la primera parte del siglo.
Desde el punto de vista político, la Guerra Fría
con la Unión Soviética fue el medio con que Los
Estados Unidos pudo ejercer su hegemonía sobre los poderes
capitalistas principales, previniendo así el estallido
de conflictos que habían quebrado al mundo durante la primera
mitad de siglo.
Las décadas de 1950 y 1960 representan el periodo de
expansión económica más sostenido en la historia
del capitalismo mundial. Parecía que todos los problemas
que habían estallado en la primera parte del sigloen
forma de las dos guerras mundiales y la depresión económicade
alguna manera habían sido vencidos.
Pero el período de expansión capitalistay
la expansión de los niveles de vida que engendróno
resolvió las contradicciones fundamentales del orden capitalista.
Esas contradicciones de nuevo estallarían en la turbulencia
económica de los 1970. La década comenzó
en 1971 con el colapso del sistema monetario, establecido después
de la Segunda Guerra Mundial, cuando Nixon le quitó el
oro al dólar. Luego llegó la recesión de
1974-75, la más grave desde la Depresión de los
1930. Esta fue seguida por una época con alta tasa de desempleo
y alta inflación (estancaflación) hacia
fines de los 1970.
El fin de la expansión post bélica
Esta nueva orientación tuvo muchos aspectos. Comenzando
con la agonía de muerte del gobierno de Carter, el capital
financiero inició un régimen de alta tasa de interés
que llevaría a una enorme reestructuración de la
industria estadounidense, incluyendo la pérdida de millones
de empleos; la introducción de nuevas tecnologías;
y la mundificación de las actividades de la producción
para aprovecharse de la mano de obra más barata. Esto se
llevó a cabo en conjunto con una ofensiva contra la clase
obrera, por medio de la cual, en 1981, el gobierno de Reagan destruyó
el sindicato de los controladores de vuelos (PATCO). Fue el comienzo
de lo que eventualmente sería una ofensiva sin tregua contra
la clase obrera durante toda la década de los 1980.
Otro aspecto fundamental fue encontrar una política
más agresiva contra la Unión Soviética. Esta
búsqueda llegó a su apogeo bajo el gobierno de Reagan
con la profundización de la presión militar contra
la URSS y el desarrollo de un nuevo sistema de armas. Una de las
primeras consecuencias de este cambio político sucedió
en Afganistán, donde Los Estados Unidos comenzó
a darle apoyo a las fuerzas mujaheddin que luchaban contra el
gobierno pro soviético.
Una entrevista con Zbigniew Brzezinski, Consejero sobre la
Seguridad Nacional durante el gobierno de Carter, es bastante
reveladora, pues alumbra los orígenes de la intervención
estadounidense. Esta entrevista fue publicada en enero, 1998,
en el periódico francés, Le Nouvel Observateur.
Pregunta: El ex director de la CIA,
Robert Gates, declaró en su autobiografía que los
servicios de espionaje de Los Estados Unidos comenzaron a ayudar
a los mujaheddin de Afganistán seis meses después
de la intervención soviética. Durante este período,
usted aconsejaba al Presidente Carter sobre la seguridad nacional
y, por lo tanto, de alguna manera participó en el asunto,
¿no verdad?
Brzezinski: Sí. Según la versión
oficial de la historia, la asistencia que la CIA le dio a los
mujaheddin comenzó durante 1980; es decir, luego que el
ejército soviético invadiera a Afganistán
el 24 de diciembre, 1979. Pero la realidad, que hasta ahora se
había ocultado, es completamente duferente: fue el 3 de
julio de 1979 que el presidente Carter firmó la primera
directiva para darle ayuda secreta a los adversarios del régimen
pro soviético en Kabul. Y ese mismo día, yo le escribí
una nota al presidente en la cual le explicaba que, en mi opinión,
esta ayuda iba a provocar una intervención militar soviética.
El entrevistador le preguntó si era posible que el sintiera
remordimiento por sus acciones.
Brzezinski: ¿Por qué remordimiento? Las actividades
secretas fueron buena idea. Metieron a los rusos en la trampa
afgana y ¿ahora usted quiere que yo sienta remordimiento?
El día que los soviéticos oficialmente cruzaron
la frontera, le escribí al presidente Carter: ahora tenemos
la oportunidad de regalarle a la URSS su propia guerra de Vietnam.
La verdad es que Moscú tuvo que llevar a cabo una guerra
que no gozaba del apoyo del gobierno, conflicto que resultó
en la desmoralización y, por fin, en la ruptura del imperio
soviético.
Brzezinsliu quiere atribuirle el colapso de la Unión
Soviética a las consecuencias de su maniobra maestra en
1979. Pero a fin de cuentas, el colapso fue consecuencia de la
a la falta de viabilidad del programa nacionalista del socialismo
en un país, que conduciría, tal como Trotsky había
advertido en los 1920 y 1930, a la ruptura de la economía
soviética y a la restauración del capitalismo. Sin
embargo, una vez dicho ésto, sería erróneo
menospreciar el impacto de las acciones llevadas a cabo durante
las eras de Carter y de Reagan; acciones que aceleraron el proceso
de desintegración que ya estaba en camino.
El colapso de la Unión Soviética en 1991-92 fue
un punto de viraje histórico importantísimo. Enormes
regiones del mundo, que nunca antes habían estado bajo
el dominio de los poderes capitalistas principales, ahora tenían
las puertas abiertas. Fue una transformación de la geografía
económica que tuvo grandes implicaciones políticas.
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