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El significado histórico y mundial de la crisis política
en Los Estados Unidos
Por Barry Grey
13 February 2001
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El texto que sigue es una copia taquigráfica de una
charla que Barry Grey, miembro de la Junta Editorial de la WSWS,
di era ante una escuela internacional organizada en Sydney por
el Partido Socialista por la Igualdad de Australia.
Durante la última década, han ocurrido crisis
agudísimas en Los Estados Unidos que revelan una contradicción
evidente que los comentaristas burgueses por lo regular ignoran:
por una parte, coincide el triunfo de Los Estados Unidos contra
su viejo enemigo de la Guerra Fría con la transformación
del país en único poder superior mundial,
cuya expansión económica no tiene paralelo; por
otra, los problemas políticos que han estallado son tan
calamitosos que la viabilidad de las instituciones democráticas
burguesas del país ha quedado en duda.
¿Cómo se pueden explicar estos acontecimientos
aparentemente contradictorios? Creo que vale la pena mencionar
que nadie aparte del Comité Internacional de la Cuarta
Internacional (CICI) y su World Socialist Web Site ( WSWS.org)
ha podido responder a esta pregunta con coherencia. Por una parte,
nosotros, durante toda una década, hemos seguido las contradicciones
sociales, políticas, e ideológicas intensificantes
del capitalismo estadounidense. Por otra, casi desde el momento
en que nuestro WSWS.org saliera a la luz en enero del 1998,
fuimos puestos a una prueba política e intelectual que
aprobamos con éxito: la de explicar y definir el significado
de las fuerzas que impulsaron uno de los capítulos más
extraños de la historia del Siglo XX: el escándalo
Mónica Lewinsky y la persecución de Bill Clinton.
La política estadounidense durante la última
década se parece al libreto de una pésima telenovela
tan ridícula que hasta los propios jefes de las cadenas
de televisión, según pienso yo, deben sentirse avergonzados.
Encontrar el hilo que une a estos eventos; convertir en razonable
lo que definitivamente parecey de muchas maneras lo esun
proceso irracional; averiguar sus implicaciones clasistas; delinear
el desarrollo de su proceso histórico; y analizar que significado
político y clasista tiene para la clase obrera y para la
revolución socialista: todos son temas que presentan dificultades
importantes para la teoría marxista.
¿De qué se ha valido el Comité Internacional
para desarrollar un análisis marxista de estos acontecimientos
y, basándose en éllo, articular el punto de vista
de la clase obrera y la manera en que ésta se beneficiaría?
De nuevo nos encontramos con el patrimonio trotskista, específicamente
con su concepto de la revolución mundial socialista y la
perspectiva marxista.
No cabe duda: nuestra continua labor para analizar la crisis
política de Los Estados Unidos se ha basado sobre ely
solamente podría partir delanálisis de la
crisis capitalista mundial que el CICI elaborara luego de romper
relaciones con el Workers Revolutionary Party ( WRP)
[Partido Revolucionario de los Obreros] de la Gran Bretaña
en 1985-1986.
El documento de perspectivas del CICI de agosto, 1988, enfocó
su análisis sobre las transformaciones universales y mundiales
que habían tomado lugar en la economía política
y que habían servido de base para la crisis de los regímenes
estalinistas. Descubrimos un hecho esencial: la desintegración
de los regímenes que más directamente se basaban
en una política nacional autárquica fue la expresión
inicial de la crisis general del sistema de estados-naciones;
crisis de la internacionalización de la producción
y del comercio capitalista que había llegado a su apogeo.
Las raíces de este profundo análisis se encuentran
en las tradiciones del método de análisis marxista,
cuyo supremo exponente fue Trotsky. Este análisis resultó
de la lucha política que el CICI entabló para orientar
de nuevo al movimiento sobre los fundamentos internacionalistas
del marxismo en contraposición al oportunismo nacionalista
que había llegado a dominar a la dirigencia del WRP.
En las declaraciones y documentos que siguieron, el Comité
Internacional y el movimiento en Los Estados Unidos profundizaron
este análisis fundamental. Enfatizaron que el desplomo
de los regímenes estalinistas significaba que el equilibrio
internacional logrado después de la Segunda Guerra Mundial
iba a dejar de existir. Presagiaron una época de desequilibrio
internacional que inevitablemente conduciría a nuevas explosiones
de conflictos entre los imperialistas y a luchas de clase en todos
los países capitalistas.
Esta conquista teórica del marxismo nos hizo más
susceptibles a las contradicciones sociopolíticas en los
EE. UU, centro del capitalismo mundial. Por consiguiente, bajo
condiciones de la aparente ascendenciacuando todo el mundo
burgués (y la mayoría de la humanidad) se quedaba
maravillado con los éxitos económicos y militares
del Tío Samel CICI percibía procesos de crisis
económica y decadencia política más profundos.
Me gustaría hablar de cierta cuestión metodológica
importante muy pertinente al desarrollo de las perspectivas. Si
al internacionalismo lo comprendemos bien, veremos que no es un
protocolo que consiste de frases o fórmulas que se le añaden
a todo artículo o documento que examina la evolución
sociopolítica de cada país. Como todas las categorías
del pensamiento, la relación entre lo internacional y lo
nacional es dialéctica. Un enfoque verdaderamente internacional
y científico hace posibley podríamos decir,
encuentra su expresión más concreta enque
un movimiento adquiera la capacidad para analizar a fondo los
procesos históricos y sociales que se desarrollan en cualquier
país o lugar del mundo.
El internacionalismo no es una excusa para hacerle caso omiso
al estudio de las condiciones en EE. UU., Alemania, Inglaterra,
Australia, Sri Lanka o cualquier otro país. Más
bien, el marxista, que parte de la economía y la política
internacional, puede llegar a a comprender, de manera amplia y
bastante exacta, todas las tendencias internacionales y las formas
particulares y contradictorias que mismas tendencias asumen en
todos los países. Esto permite descubrir el rumbo de todo
desarrollo y también las cuestiones políticas que
se le plantean a la clase obrera del país que se estudia.
Por consiguiente, así se puede establecer, de manera concreta,
el carácter de la lucha de clases y la necesidad que los
trabajadores de todos los países basen sus programas políticos
en una estrategia internacional.
Más que toda otra persona del Siglo XX, Trotsky hizo
la revolución mundial socialista el punto central de su
vida política., No fue casualidad, pues, que también
fuera el mayor partidario del análisis y de la prognosis
política en varios países específicos. Sólo
hay que mencionar sus escritos sobre Inglaterra, Alemania, Francia,
España, China, EE. UU. y, por supuesto, Rusia, para establecer
la relación entre la perspectiva internacional y el desarrollo
de un programa y una estrategia particular para la clase obrera
de países específicos.
Hagamos una analogía, quizás no muy fina, con
las ciencias físicas en mente. Consideremos el especialista
médico que se esfuerza por tratar enfermedades del corazón,
los pulmones, la piel, etc. Puede administrar el tratamiento adecuado
siempre que su diagnosi se base en un conocimiento completo del
cuerpo humano (inclusive del cerebro); en la complejay hasta
antagónicarelación entre las diferentes partes
del cuerpo; y en la relación que cada parte individual
tiene con el cuerpo entero.
En relación a esto, nos viene a la mente un trozo muy
famoso de En defensa del marxismo. Escribe Trotsky en El
ABC del marxismo: La ley fundamental del pensamiento
vulgar quiere contentarse con planes inmóviles de una realidad
que está en moción eterna. Por medio de aproximaciones,
correcciones y particularidades más y más exactas,
el pensamiento dialéctico le da a los conceptos una riqueza
de contenido y flexibilidad. Yo diría que hasta [les da]
cierta suculencia, la cual, hasta cierto punto, los acerca mucho
más a la naturaleza viva. No hablemos del capitalismo en
general, pero de un capitalismo específico durante cierta
etapa de desarrollo. No nos refiramos a un estado obrero en general,
pero a un estado obrero en un país subdesarrollado rodeado
por el imperialismo, etc..
Las consecuencias de las elecciones del
2000
Las elecciones del 2000 en Los Estados Unidos representan un
capítulo histórico. Marcan una ruptura irrevocable
con las formas y tradiciones de la democracia estadounidense.
Cruzar el Rubicón y frases por el estilo son
muy adecuadas para valorar el significado del fallo de la Corte
Suprema que, con voto de 5-4, le concedió la victoria al
candidato Republicano, George Bush. Los medios de prensa y el
establecimiento políticolos liberales tanto como
los conservadoreshan menospreciado los eventos de noviembre
y diciembre, 2000, y quieren marchar pa'lante como
si nada significante hubiera ocurrido. No obstante, para Los Estados
Unidosy para el mundoya nada quedará igual
jamás.
Cinco semanas transcurrieron después del voto del 7
de noviembre para que el establecimiento político resolviera
las disputadas elecciones presidenciales, las cuales fueron en
sí un acontecimiento sin paralelo en la historia estadounidense
del Siglo XX. La resolución final del conflicto se basó
en métodos partidarios y anti democráticos.
El Partido Republicano, con el respaldo general de los medios
de prensa, campaño para que su candidatoquien perdió
el voto popular nacional por más de 500,000 votos -fuera
declarado victorioso en el estado de la Florida (cuyos 25 votos
electorales llegarían a determinar el ganador del voto
electoral a nivel nacional). Esta victoria se basó en un
margen oficial de varios cientos de votos de un total de seis
millones en todo el estado. Esto sólo sucedió cuando
a las juntas electorales locales se les prohibió que hicieran
el recuento manual de los votos que no habían marcado ninguna
preferencia presidencial en el cuento inicial de las máquinas.
La ley de la Florida, como también la del 50 por ciento
de los otros estados, permite los recuentos manuales, que no son
nada extraño en las elecciones estadounidenses. Los candidatos
Republicanos, en varias pugnas electorales del país, exigieron
recuentos manuales y se les concedi ó, puesto que tales
recuentos son perfectamente normales.
Más bien, a las pocas horas del voto del 7 de noviembre,
aparecieron muchísimos informes de fraude y anomalías
durante la votación en la Florida, inclusive entre los
votantes judíos de Palm Beach, quienes, a causa de papeletas
para votar confusas, erróneamente votaron por el anti semita
Pat Buchanan. Anomalías y fraude también ocurrieron
entre los estadounidenses negros y haitianos de otras zonas, a
quienes barricadas policíacas le cerraron el paso para
que no votaran o a quienes se les informó incorrectamente
que no habían completado todos los requisitos para votar.
Jeb Bush, hermano del presidente Republicano, es gobernador
de la Florida. La Secretaria de Estado [de la Florida], Katherine
Harris, quien se valió de su puesto para impedir que las
juntas electorales locales hicieran el recuento manual del voto,
había sido co presidente de la campaña presidencial
de Bush en el estado. Desde el principio, la legislatura del estado,
donde los republicanos dominan, había dado a conocer sus
intenciones: hacerle caso omiso a todo recuento oficial que favoreciera
al candidato Demócrata, Al Gore, y, en caso que ésto
ocurriera, de nombrar su propia lista de electores [del Colegio
Electoral] comprometidos a votar por [George] Bush.
Aún así, los medios de prensa tildaron de calumnia
partidaria cualquier sugerencia que las autoridades floridanas
actuaban con prejuicios políticos e intrigas. Vale la pena
notar que a estas autoridades se les unió el Socialist
Workers Party [Partido Socialista de los Trabajadores], culto
alrededor de Jack Barnes. En noviembre y diciembre, luego de publicar
una serie de ejemplares de [su diario] The Militant que
no decían nadaverdaderamente nadaacerca de
las elecciones y sus consecuencias, el 8 de enero Barnes y sus
compinches publicaron un artículo que acusaba al candidato
Demócrata Gore de tratar de robarse las elecciones. Además,
caracterizaba a Katherine Harris como víctima de un ataque
anti femenino por parte de los liberales.
Desde el momento en que quedó claro que las elecciones
presidenciales iban a ser disputadas después del 7 de noviembre,
al establecimiento político y corporativo estadounidense
se le planteó un problema fundamental: ¿Qué
consideraciones fundamentales regirían los esfuerzos por
resolver el atolladero? ¿Se basarían en la necesidad
de encontrar una solución democrática, es decir,
que correspondiera, lo más posible, a la voluntad del electorado,
o procederían con otras consideraciones?
Solamente semanas antes, Washington, en nombre de la santidad
del voto, alegremente había alentado y brindado auxilio
a la organización y manipulación de una rebelión
popular en Serbia, que hasta incluyó asaltos contra las
oficinas del gobierno. Pero en cuanto a su propia crisis electoral,
la élite gobernante estadounidense, desde el comienzo,
no mostró ninguna afinidad semejante por el principio de
la soberanía popular.
Durante la lucha por el voto de la Florida, el partido Republicano
organizó una turba que atacó a los funcionarios
del Condado de Miami Dade y resultó intencionalmente en
la cancelación del recuento de los votos en disputa. Se
dirigió directamente a los militares del país para
que éstos se opusieran al recuento que los Demócratas
habían pedido y que la Corte Suprema de la Florida había
aprobado.
A fin de cuentas, los cinco jueces Republicanos derechistas
de la Corte Suprema de Los Estados Unidos, quienes constituyen
la mayoría de una agencia que nadie ha elegido pero que
forma la piedra angular del estado capitalista, decidieron las
elecciones cuando denegaron la decisión de la Corte Suprema
de la Florida. Los recuentos cesaron y se suprimieron los votos.
Citaron como justificación legal una interpretación
abiertamente anti democrática de la Constitución;
interpretación que niega la trayectoria general de la jurisprudencia
constitucional pertinente a los derechos políticos durante
los últimos 130 años. La mayoría de la Corte
Suprema de Los Estados Unidos declaró que el pueblo estadounidense
no tenía ningún derecho constitucional a votar para
presidente.
Desde que la Corte Suprema emitiera su fallo y Al Gore pronunciara
su discurso de concesión servil, el hecho político
más significante ha sido la ausencia casi total de toda
protesta por parte del establecimiento liberal, inclusive del
Partido Demócrata, de los sindicatos de la AFL-CIO, de
las organizaciones de los derechos civiles, de las instituciones
universitarias y de la prensa. Aparte de varias excepciones tímidas
y dispersas, la gama de la política y la opinión
oficial ha entrado rápidamente en línea y aceptado
el robo de las elecciones sin casi un quejido.
Hace dos semanas, Robert Kuttner, economista liberal y comentarista
político, publicó uno de los pocos artículos
que han mostrado conciencia. Condena con menosprecio la postración
de los Demócratas ante el fraude electoral y su rechazo
a oponerse al gabinete de extrema derecha que Bush está
reuniendo. [Kuttner] escribe: Es como un país luego
de un golpe de estado sin sangre. La vida cotidiana continúa.
La prensa, mansita, hace ruidos calmantes. Los ritos de la democracia
perduran. Y el partido fuera del poder ineficazmente simula oposición.
Los Estados Unidos no se ha transformado en dictadura. No obstante,
su élite reinante ha tomado un rumbo que ha de conducir
a un gobierno autoritario tipo fascista o a la revolución
social. Las elecciones del 2000 marcan el comienzo de una crisis
revolucionaria en el baluarte internacional del capitalismo.
Además, los acontecimientos de las últimas 11
semanas han mostrado que dentro del establecimiento burgués
mismo no existe ningún sector significante con deseos de
defender los derechos democráticos, aun cuando éstos
existen en la forma circunscrita que inevitablemente asumen dentro
de los límites impuestos por la democracia burguesa. A
medida que la lucha por las elecciones se desarrollaba en la Florida
en noviembre y a principios de diciembre, la cuestión fundamental
que se planteó fue la siguiente: ¿Hasta dónde
está dispuesta llegar la élite gobernante para romper
con las tradiciones democráticas? Tal como los resultados
indicaron, ¡bastante lejos! Mucho más lejos, es más,
de lo que podríamos haber imaginado.
Esto no significa que los acontecimientos tomaron al Partido
Socialista por la Igualdad o al Comité Internacional de
la Cuarta Internacional de sorpresa. Al contrario, el PSI y nuestro
órgano, el World Socialist Web Site [ WSWS],
por muchos años han seguido cuidadosamente los indicios
de crisis y deterioro que marcan las instituciones de la democracia
burguesa estadounidense. Podría dirigirles la atención
a toda una cantidad de artículos e informes analíticos
que hemos publicado durante los últimos cinco años
acerca del abismo creciente entre el establecimiento político
y las masas populares; la intensificación de la guerra
interna en la élite corporativa y política; y como
sectores poderosos de la clase gobernante recurren más
y más a métodos de conspiración golpistas.
Cuando la cruzada para desacreditar y enjuiciar a Clinton en diciembre,
1998, llegaba a su apogeo, la WSWS publicó un artículo
con el titular presciente, ¿Se dirige Los Estados Unidos
hacia una guerra civil? [http://www.wsws.org/news/1998/dec1998/imp-d21.shmtl]
A raíz de los acontecimientos recientes, es instructivo
citar varios trozos de ese artículo, el cual comienza así:
A causa del voto tomado el sábado pasado para
entablar juicio contra el presidente Bill Clinton, repentinamente
se ha puesto bien claro que Los Estados Unidos está a punto
de sufrir una crisis política de dimensiones históricas.
Aún los medios de prensa, que durante todo el año
habían tratado el alboroto en Washington como chiste hilarante,
está comenzando a reconocer que el escándalo no
es sólo extremadamente grave, sino que puede tener consecuencias
mortíferas.
La virulencia y la malignidad constituyeron el aspecto
más sorprendente del debate que precedió al voto
para enjuiciar. Para descubrir precedente histórico que
se asemeje al salvajismo de esta política interna, se tendría
que regresar no sólo al año 1868la última
vez que se enjuició un presidentesino aún
más lejos: a la época que justamente precediera
el estallido de la Guerra Civil en 1861. Luego del voto, Richard
Gephardt, dirigente de la minoría Democrática en
la Cámara de Diputados, advirtió que la política
en Los Estados Unidos estaba llegando a la violencia.
El artículo continúa: La crisis de Washington
surge de una acción recíproca entre procesos políticos,
sociales y económicos muy complejos. La democracia burguesa
se está desintegrando bajo el peso abrumador de las contradicciones
insolubles que se han acumulado y que van aumentando. Los procesos
económicos y tecnológicos vinculados a la internacionalización
de la economía mundial han socavado las condiciones sociales
y las relaciones clasistas sobre las cuales la estabilidad política
de Los Estados Unidos ha dependido por mucho tiempo.
Los aspectos más significativos de esta erosión
son la proletarianización de enormes estratos de la sociedad
estadounidense; el deterioro de la cantidad de miembros y de la
influencia de las clases medias tradicionales; y el crecimiento
de la desigualdad social. Estos se reflejan en la disparidad que
existe en la distribución de la riqueza y de los ingresos.
De todas las naciones industrializadas principales, Los Estados
Unidos es la que más desigualdad tiene, con una brecha
entre la elite financiera y el resto de la población mucho
mayor de lo que era 25, y hasta 50, años atrás.
El nivel sin precedente de la desigualdad social le crea
tensiones espantosas en la sociedad. Existe un abismo enorme entre
los ricos y las masas trabajadoras que la clase media apenas puede
amortiguar. Las capas intermedias que antes servían como
mallas protectoras socialesy que constituyen la base principal
del apoyo a la democracia burguesaya no pueden cumplir ese
papel.
El poder de la derecha republicana se basa en que representa,
de manera mucho más consistente y despiadada, las exigencias
de la élite financiera estadounidense. La derecha radical
sabe lo que quiere y para conseguirlo está preparada a
atropellar la opinión pública. Los republicanos
no están actuando de acuerdo con los reglamentos constitucionales
normales. Por otra parte, los demócratas se retuercen las
manos como espectadores impotentes y pasivos.
Si los republicanos expresan lo brutal que son las relaciones
entre las clases en Los Estados Unidos, sus oponentes burgueses
en el Partido Demócrata personifican un liberalismo flácido
y desmoralizado cuya diluida perspectiva reformista la clase dirigente
ha descartado por completo.
Desde el momento que las elecciones del 2000 entraron en un
callejón sin salida, el SEP y la WSWS explicaron
que la crisis que surgió luego del voto del 7 de noviembre
representaba la continuación y la culminación de
la desintegración de las instituciones democráticas;
desintegración que era el eje de los escándalos
contra Clinton y del esfuerzo por enjuiciarlo en 1998 y a principios
del 1999. No obstante, no podíamos anticipar, anterior
al día de las elecciones, que estos procesos asumirían
la forma definitiva y clara que tomaron en las elecciones del
2000. Cuando tales acontecimientos toman un rumbo tan explosivo,
revelan que las contradicciones que se han estado acumulando en
la sociedad han alcanzado enormes tensiones. Estos momentos de
la historia encarnan el tema dialéctico de la discontinuidades
decir, la transformación de cambios cuantitativos en salto
cualitativoy una nueva realidad que emerge de las viejas
formas.
El gobierno de Bush que entra al poder ejemplifica, de manera
perfeccionada, la crisis de gobierno burgués en Los Estados
Unidos. El mismo Bush es una cifra política e intelectual
quien subsume en su propia personalidad las características
de la capa social que le debe sus éxitos económicos
y prominencia social a la prosperidad especuladora de las últimas
dos décadas; prosperidad basada en el asalto sin piedad
contra la clase obrera y en la expansión asombrante de
la corrupción y el parasitismo. Esta capa socialignorante,
de visión limitada y avaraha reforzado esos sectores
de la élite financiera y corporativa que exigen la eliminación
total de toda muralla que se le interponga a la acumulación
de la riqueza privada y a la realización de los beneficios
[ganancias].
El gabinete de Bush es una amalgamación de operadores
multimillonarios que participaron en gobiernos republicanos anteriores
y de las corporaciones e ideólogos de la extrema derecha
que representan el ala fascista del Partido Republicano. Entre
éstos se encuentran la derecha cristiana, la camarilla
cabildera pro armas de fuego y las milicias vinculadas a fuerzas
terroristas que abogan por la supremacía blanca. Es un
gobierno extremadamente inestable y sorprendentemente insensible
a las contradicciones sociales que se acumulan bajo su superficie.
Si pudiéramos escoger un gobierno hipotético
que representara la base social extremadamente estrecha de la
política oficial y el abismo que la separa de las masas,
no podría haber personales mejor que el que Bush y sus
partidarios han escogido.
Bush y su niñero político, el Vice presidente
Richard Cheney (ambos son multi millonarios del petróleo),
proceden con su agenda pro negocios como si la victoria de ellos
hubiera sido aplastantemente popular. Están determinados
a imponer una enorme reducción en las rentas internas que
favorece a los ricos; reducción que formara la piedra angular
de la campaña electoral de Bush. La persona que han nombrado
para encabezar el Departamento de Justicia es un vocero cristiano
fundamentalista que ha abogado por una enmienda a la constitución
que prohíba el aborto. También ha declarado su oposición
a la supresión de la segregación escolar. El tipo
que han nombrado para dirigir el Departamento del Interior es
campeón de los derechos de propiedad en contra de la conservación
del ambiente. El que nombraron para dirigir el Departamento de
Salubridad y Servicios Humanos se hizo famoso durante la campaña
con sus propuestas para destruir el bienestar social y socavar
la educación pública con los comprobantes de admisión
a escuelas privadas.
Es un gobierno que trata de equilibrarse entre las corporaciones
y los elementos enloquecidos de la clase media que constituyen
la base activa del Partido Republicano. Puesto que
su política económica, sobretodo bajo condiciones
en las que una recesión comienza a desenlazarse. Este gobierno
inevitablemente ha de desilusionar a sus partidarios de la clase
media, y se verá obligado a mantener a sus partidarios
fascistas en un estado emotivo con provocaciones en el interior
y en el extranjero. Esto explica la campaña del Wall
Street Journal para que el Fiscal Independiente, Robert Ray,
formalmente acuse a Clinton, una vez que deje la presidencia,
de sus pecados con Mónica Lewinsky.
Es seguro que esta trayectoria ocasionará grandes terremotos.
El humor de las masas amplias es muy contrario al credo de avaricia
y de reacción social que alientan al gobierno entrante.
Las elecciones del 7 de noviembre revelaron una profunda grieta
social, con grandes sectores de la población trabajadora
moviéndose en dirección opuesta a las exhortaciones
de laissez faire que la élite política y
corporativa ha fomentado durante las últimas dos décadas.
El voto popular fue bien cerrado, pero si se combina el voto
pro Gore con el que obtuvo el candidato del Partido Verde, Ralph
Nader, el margen de victoria de los candidatos que representanesto
es, hablando en términos bien generales y tomando en cuenta
los límites extremadamente estrechos de la política
estadounidenseuna orientación liberal o izquierdista
fue de 3.5 millones; o sea, aproximadamente 3.5 por ciento del
voto total.
Además, el voto a favor de Gore se concentró
en los centros urbanos e industriales principales de las zonas
del Noroeste, del Midwest [Occidente medio] y de la Costa
Occidental.. Gore ganó la mayoría de los votos obreros
y una mayoría preponderante del voto de las capas obreras
más oprimidasnegros, hispanos, inmigrantesque
extrañamente se presentaron en grandes cantidades ante
las urnas electorales de muchas ciudades.
El voto a favor de Bush se concentró en las zonas más
rurales y, en términos generales, más atrasadas
del país: el Sur y la región norte del Mid-West.
El mapa electoral mismo nos muestra una nación gravemente
dividida.
La polarización social se refleja en todas las instituciones
políticas del país. La mayoría republicana
en la Cámara de Diputados representa uno de los márgenes
más pequeños en la historia de esa rama legislativa.
El Senado está dividido 50-50. La Corte Suprema está
dividida 5-4 entre la mayoría de derecha extrema y la minoría
un poco más moderada.
El apoyo que la clase obrera le brindó a la campaña
de Gore, tan tímida y desanimada, no se desbordó
con entusiasmo, pero expresó cierta oposición intensa
a Bush y a los Republicanos, especialmente entre los sectores
más oprimidos de la población,. No obstante lo mucho
que Gore trató de asegurarle a la élite gobernante
que él era partidario del gobierno reducido
y del conservadurismo fiscal, el candidato demócrata varias
veces trató de presentarse a sí mismo como defensor
del pueblo contra los poderosos y de las familias
obreras contra el poder petrolero y contra otros
tantos como los Centros Privados para el Cuido de la Salud, las
compañías fabricantes de drogas, los monopolios
de seguros, los grandes tabaqueros y otros sectores
de los grandes negocios. Criticó al plan de Bush para las
rentas internas como regalo para los ricos.
Dentro del perímetro del sistema de dos partidos y una
prensa que, bajo el control absoluto de las corporaciones, excluye
toda expresión abierta o directa de las aspiraciones de
la clase obrera, las elecciones, de cierta manera distorsionada,
asumieron el carácter de plebiscito sobre la distribución
de la riqueza de la nación. Y una mayoría significante
de los que votaroncasi la mitad de los votantes elegibles
no fueron a las ur nasindicaron su oposición
a la creciente concentración de la riqueza en manos de
la oligarquía financiera.
Hubieron otras expresiones inequívocas de oposición
a la derecha republicana. La ira contra la conspiración
para desacreditar y enjuiciar [al presidente Clinton] se expresó
en la victoria de Hillary Clintonpor gran margenen
la campaña para senador del estado de New York. Republicanos
en el poder que desempeñaron papeles prominentes en la
campaña para desacreditar y enjuiciar [a Clinton] fueron
derrotados en la Florida y en California.
A pesar de los esfuerzos implacables de la prensa para desvergonzar
a Clinton con el caso de Mónica Lewinsky, la indignación
hacia el asalto contra los derechos democráticos, que este
episodio contra Clinton representara, todavía no ha desaparecido.
En una encuesta que se llevó a cabo después de las
elecciones, Bill Clinton salió empate con el Papa como
el hombre más respetado por los estadounidenses. Hillary
Clinton salió triunfante, por gran margen, en la categoría
de la mujer más respetada. Aunque tales encuestas
reflejan ilusiones políticas, también muestran cierto
desafío.
El asalto contra los derechos democráticos que culminó
en las elecciones robadas continuará reverberando en la
clase obrera. No se podrá olvidar que el resultado disputado
en la Florida ocurrió en un estado donde diez de miles
de votos, principalmente en distritos democráticos compuestos
de grandes poblaciones negras y de otras minorías, fueron
deshechados por una u otra razón.
Algo que ha salido de la crisis de las elecciones del 2000
tiene que ver con la manera mecánica por medio de la cual
el proceso electoral desvalora las contribuciones de la clase
obrera y le da mayor peso desproporcionado a las capas más
acomodadas de la población. Sucede que las máquinas
de votos más antiguas, menos exactas y peor mantenidas
existen en los centros obreros, lo cual asegura que muchos más
votos obreros serán descartados que votos de sus mejores.
La Florida también es, entre los estados del Sur Profundo
que formaron la vieja Confederación [esclavista], un estado
que cuenta no sólo con una historia de esclavitud en el
Siglo XIX, sino también con la separación de las
razas, basadas en las leyes de Jim Crow, durante el XX. Existen
miles de votantes floridanos que intensamente recuerdan lo que
le sucedió a uno de los primeros pioneros del derecho al
voto de las personas negras de la Florida, Harry T. Moore, quien,
junto con su esposa, murió cuando su casa fue dinamitada
en 1951.
El corazón del patrimonio de estas luchas por los derechos
democráticos es el derecho al voto y que éste cuente.
Es un patrimonio que está profundamente arraigado en la
conciencia popular y que tiene, bajo las condiciones que se presentan
en Los Estados Unidos de hoy, un contenido profundamente revolucionario.
Además, estas cuestiones sobre los derechos democráticos
adquirirán mayor significado social y clasista a medida
que se crucen con las cuestiones del empleo, salarios, condiciones
de trabajo, beneficios sociales y la desigualdad económica
bajo condiciones en que la crisis económica se agudiza.
Ya existen indicios que el último cuarto de siglo, durante
el cual los reglamentos que rigen a las corporaciones han sido
frenados (con la bendición de la religión secular
del mercado), esta culminando en debacle. Entre los
ejemplos notables está el colapso del sistema de electricidad
y de gas natural en California.
Al mismo tiempo que todas las instituciones del gobierno burgués
estadounidense están desacreditadas, el campo se está
preparando para una crisis socioeconómica que rápidamente
reventará las ilusiones acerca del mercado capitalista.
El Congreso de Los Estados Unidos ya se había desacreditado
a sí mismo antes de las elecciones del 2000 con la persecución
para enjuiciar [a Clinton]. Ahora la peste del fraude electoral
cuelga sobre la presidencia y las pretensiones de la Corte Suprema
en parecer neutral ante las diferentes clases sociales y los diferentes
partidos han quedado hechas añicos.
El hecho que la Corte Suprema tuvo que intervenir para resolver
el callejón electoral sin salida de las elecciones indica
la ferocidad de las contradicciones que están quebrando
el sistema político. Ya hemos escrito acerca de las similaridades
que existen entre el fallo de la Corte el 12 de diciembre, 2000,
y la decisión infame de 1857 referente al caso de Dread
Scott. En esa época, las ramas legislativas y ejecutivas
del gobierno federal se mostraron incapaces de resolver el problema
de la esclavitud; las diferencias entre el Norte y el Sur se habían
intensificado demasiado. Las dos ramas comenzaron a recurrir más
y más a la Corte Suprema para ponerle fin al conflicto.
Cuando la Corte por fin pronunció su fallo arrollador a
favor de la esclavitud, se desacreditó a sí misma
por generaciones y le abrió paso a la guerra civil. Igualmente,
en su fallo del diciembre pasado, la Corte Suprema estadounidense
adjudicó un conflicto acérrimo entre diferentes
facciones de la clase gobernante a favor de los sectores más
reaccionarios, valiéndose de la oportunidad que la crisis
ofrecía para darle tremendo golpe a los derechos democráticos.
La aparente imprudencia con que los sectores dominantes de
la élite gobernante han socavado la credibilidad de sus
propias instituciones es un fenómeno que pone a uno pensar.
A su manera, esta imprudencia indica un cambio hacia nuevos métodos
de gobierno. La legitimidad es mucho menos importante para una
élite gobernante que va rumbo hacia la dictadura.
En un artículo titulado La derecha republicana se
prepara para la violencia [http://www.wsws.org/articles/2000/nov2000/elec-n24.shtml],
la WSWS se refirió a un editorial del Wall Street
Journal con titular muy provocativo: ¿Se ha remilgado
el Partido Republicano? Este lanza un llamado a los republicanos
para que abandonen todas las restricciones constitucionales tradicionales
con tal de suprimir los desafíos al voto de la Florida
y de ganar control de la Casa Blanca. Exigía, entre otras
cosas, que la legislatura de la Florida, bajo control republicano,
desafiara la Corte Suprema estatal y nombrara sus propios electores
presidenciales. Le aconsejó al bando de Bush que medidas
extremas para ganar la presidencia serían la mejor
preparación para lo que está por delante.
Siniestramente concluyó: Es característica
del Gobernador Bush extender el guante de terciopelo, pero tendrá
mucho mayor éxito si él y su partido demuestran
que el guante está hecho acero por dentro.
La WSWS comentó: Si la campaña que
los republicanos están llevando a cabo para ganar la Casa
Blanca comienza a parecerse a las actividades secretas que la
CIA entabló contra los adversarios liberales e izquierdistas
del imperialismo estadounidense en Latinoaméricaen
Chile, por ejemploentonces sigue que la solución
tipo Pinochet es de las alternativas que se deben estar bajo seria
consideración.
Es posible, sin embargo, que aquellos sectores de la clase
gobernante de quien el Wall Street Journal es portavoz
cometen un error peligroso: confundir la enfermiza y débil
oposición de los liberales y los demócratas con
la oposición de las masas trabajadoras a las cuales se
enfrentarán. Solo hay que plantear la siguiente cuestión:
si al arsenal ideológico de la clase gobernante estadounidense
se le quita la insignia tradicional de la soberanía popular,
la cual el voto garantiza, ¿qué quedaría
para reconciliar a las masas con el status quo?
El derrumbamiento de la democracia burguesa en Los Estados
Unidos no es ni simple ni principalmente un problema estadounidense.
Es la expresión más avanzada de la crisis del capitalismo
internacional. A corto plazo, las clases gobernantes de todo el
mundo tendrán que vérselas con un gobierno cuya
tendencia a seguir el rumbo de acciones unilaterales y militaristas
es mucho más pronunciada que la de su predecesor. ¿Puede
algún observador serio dudar que un régimen inestable,
que ha llegado al poder por medios ilícitos y a través
de provocaciones, empleará métodos similares contra
sus rivales internacionales, sean éstos aliados o enemigos?
El gobierno de Bush se ha comprometido a cancelar el acuerdo
sobre los proyectiles anti balísticos y poner en práctica
un sistema de defensa basado en los mismos, acción que
inmediatamente desestabilizará las relaciones internacionales
y le echará combustible a la carrera de armas. Actualmente
busca por todo el globo terráqueodesde Colombia y
Venezuela hasta Iraqun blanco contra el cual desatar un
ataque militar.
Mientras mayor la crisis económica y política
del imperialismo estadounidense, más buscará éste
como echarle el peso de la crisis a sus rivales europeos y asiáticos.
Este axioma del Siglo XX adquirirá mayor fuerza aun en
el XXI.
Para considerar más profundamente el significado mundial
de la crisis política en Los Estados Unidos durante el
nuevo siglo, es necesario poner en tela de juicio el papel histórico
que el capitalismo estadounidense jugó durante el siglo
que acaba de acontecer.
El capitalismo estadounidense y la revolución
socialista mundial
Al considerar el destino de la revolución socialista
durante el Siglo XX, el movimiento trotskista siempre necesaria
y correctamente le ha hecho hincapié al factor subjetivo;
es decir, las traiciones estalinistas y de la socialdemocracia
y la crisis de la dirigencia revolucionaria. En obras monumentales
como Lecciones de Octubre y Estrategia y tácticas
en la época imperialista, Trotsky enfatizó la
importancia de la dirigencia y de la perspectiva, la estrategia
y las tácticas en el mundo moderno. Señaló
que, bajo ciertas circunstancias, la diferencia entre la revolución
y la contrarrevolución puede definirse en cuestión
de minutos u horas, los cual puede influir consecuenentemente
la trayectoria de los sucesos mundiales por toda una época.
Cierto que después de la Revolución Rusa, el
papel del estalinismo fue decisivo en detener el progreso de la
revolución mundial socialista. Trotsky se vio obligado
a desenmascarar los errores, y luego crímenes, de la pandilla
estalinista, trazarlos a sus raíces políticas y,
por último, a sus raíces sociales, Elaboró
una perspectiva y una orientación estratégica y
táctica para que la clase obrera pudiera vencer los obstáculos
con que el capitalismo y sus agencias burocráticas dentro
del movimiento obrero le querían cerrar el paso.
No retractamos nada del enorme patrimonio teórico y
político que Trotsky le dejara a su generación y
a las del futuro; patrimonio cuyo punto central fue la defensa
del internacionalismo proletario contra el estalinismo y toda
forma de oportunismo nacionalista. Este patrimonio es todavía
la base indispensable del movimiento obrero de hoy día.
Pero como todos los grandes pensadores marxistas comprendían,
la relación entre lo objetivo y lo subjetivo de la historia
es un tema increíblemente complejo y dialéctico.
A fin de cuentas, el factor subjetivo puede contribuir al progreso
histórico solamente que siempre exprese, de forma consciente,
las tendencias progresistas objetivas del desarrollo histórico
y social. En la época del decaimiento capitalista y de
la revolución socialista, el papel revolucionario consciente
y objetivo de la clase obrera puede realizarse siy siempre
queesa clase, o por lo menos sus capas más avanzadas,
adquiera conciencia de su papel revolucionario y de la necesidad
histórica de su papel.
En la política revolucionaria, el partido de la clase
obrera siempre tiene que fundamentar sus programas y sus tácticas
en una apreciación científica del curso objetivo
del desarrollo y de las verdaderas contradicciones de la economía
y de la política mundial. Así fue como Trotsky hizo
un resumen de la relación entre los factores objetivos
y subjetivos. Lo hizo en un famoso discurso que pronunciara en
1924 y el cual se publicó en esa época bajo el título
de Las premisas para la revolución proletaria (La
Cuarta Internacional luego lo publicó bajo el título
de Perspectivas para el desarrollo mundial.):
Nosotros analizamos estas condiciones de desarrollo a
medida que éstas se concretizan a espaldas nuestras e independientemente
de nuestra voluntad. Así podremos, una vez que las hayamos
comprendido, actuar sobre ellas por medio de nuestra propia voluntad
activa; es decir, la voluntad de la clase organizada.
Estas dos facetas de nuestro enfoque marxista de la historia
están vinculados de la manera más estrecha e indisoluble...Todo
el arte de la política revolucionaria consiste en combinar
correctamente el análisis objetivo con la acción
subjetiva. De esto consisten las bases de la escuela leninista
".
Con esta relación en mente, cuando estudiamos el fracaso
general de la revolución socialista durante el Siglo XX,
nos vemos obligados a preguntar: ¿qué fuerza o fuerzas
objetivas, a fin de cuentas, le dieron al capitalismo y a sus
agencias dentro del movimiento obrero los medios para rechazar
los asaltos revolucionarios constantes de la clase obrera?
Podríamos afirmar que la respuesta básica a esta
pregunta es el capitalismo estadounidense. Este emergió
como poder económico dominante a principios de siglo. Adquirió
una hegemonía mayor luego de la Segunda Guerra Mundial;
y éste dominio, que fue de alcance mucho mayor que la del
imperialismo británico, recibió su ímpetu
de los enormes recursos en manos de Wall Street y de Washington;
recursos que le dieron a Los Estados Unidos un papel único:
baluarte contra la revolución mundial socialista. Si el
Siglo XX fue más que nada el siglo de Octubre y de la explosión
de la revolución mundial socialista, con cierta justificación
también podría llamárseley aquí
hay que darle la razón a ese antiguo reaccionario, Henry
Luceel siglo estadounidense. Pero también
tendríamos que añadir que los acontecimientos hacia
finales de siglo significan que el siglo estadounidense
sin dudas ha llegado a su fin y que el deterioro de la estabilidad
estadounidense significa una crisis del sistema mundial capitalista
de dimensiones sin paralelo.
Como los grandes pensadores marxistasLenín, Trotsky,
Luxemburgcomprendieron, la explosión de la guerra
en 1914 expresó lo predatorio de la contradicción
entre, por una parte, las relaciones de propiedad capitalista
y el sistema de estados-naciones y, por otra, el desarrollo de
las fuerzas productivas. La Revolución de Octubre definitivamente
confirmó esta perspectiva.
Esto no significó, sin embargo, que el capitalismo mundial
había gastado por completo todos sus recursos internos.
Tal como como ocurrió, el derrocamiento del dominio burgués
fue un proceso más prolongado, contradictorio, complejo
y trágico que los que los grandes revolucionarios marxistas
habían anticipado. A fin de cuentas, el poder duradero
del capitalismo ha de tener sus raíces en el poder que,
durante la mayor parte del siglo, fuera su piedra angular más
dinámica: Los Estados Unidos.
La última tercera parte del Siglo XIX fue una época
que consistió principalmente de la consolidación
del sistema de estados-naciones en Europa y del surgimiento del
imperialismo europeo con su sistema de posesiones coloniales en
África y Asia. También fue un período en
que la clase obrera socialista surgió como fuerza internacional.
La debacle de la Primera Guerra Mundial fue una expresión
de la crisis del capitalismo mundial, pero indiscutiblemente significó
la desintegración del capitalismo europeo.
La Revolución Rusa que surgió de ello coincidió
con la ascendencia de Los Estados Unidos como el poder económico
e industrial más poderoso del mundo. Los EE. UU. celebró
su soberanía sobre el mundo en abril, 1917, cuando ingresó
en la guerra sólo varias semanas después de la Revolución
de Febrero en Rusia. Entonces, pues, al mismo tiempo que Los Estados
Unidos asumía el papel de árbitro del destino de
Europa, cargaba sobre sus hombros la dirigencia de la contrarrevolución
internacional.
De todos los dirigentes de la Revolución de Octubre,
fue Trotsky quien más clara y firmemente captó el
enorme significado del surgimiento de Los Estados Unidos. Su apreciación
de este hecho estaba íntimamente vinculado a su profunda
comprensión y defensa de la perspectiva internacional.
Según él, el nuevo papel de Los Estados Unidos,
sobretodo la nueva relación entre Los Estados Unidos y
Europa, asumió importancia decisiva luego de la derrota
de la revolución alemana en octubre, 1923. Aquí
se puede ver otra vez la compleja y dialéctica relación
entre los factores subjetivos y objetivos. La capitulación
del partido alemán, que se debiera en gran parte a la mala
dirigencia de los epígonos que en ese entonces regían
el partido ruso, dramáticamente alteró la constelación
de fuerzas clasistas en Europa y a nivel internacional, extendiéndole
la vida al capitalismo europeo y obligando a la clase obrera a
retroceder. Esta derrota hizo posible que Los Estados Unidos usara
sus enormes recursos políticos y económicos para
estabilizar, aunque sólo temporalmente, al capitalismo
europeo. Esto lo hizo, como Trotsky explicara, no sólo
con préstamos y con el crédito, sino de manera igualmente
importante: creó las condiciones para la resucitación
de la socialdemocracia europea. De esa manera, EE. UU. Sacó
provecho a costillas de sus rivales europeos.
Permítanme citarles varios trozos del discurso de Trotsky
en 1924 en el cual caracterizó el papel internacional de
Los Estados Unidos:
Camaradas, quien hoy desee o trate de debatir el destino
de Europa o del proletariado sin considerar el poder y el significado
de Los Estados Unidos está, en cierto sentido, tratando
de saldar una hoja de balance sin consultarlo con el jefe. El
amo del mundo capitalistay entendamos esto una vez por todases
Nueva York, para quien Washington actúa como Departamento
de Estado.
No existe enemigo del bolchevismo de más principios
o que sea más salvaje que el capitalismo estadounidense.
Hughes [Secretario de Estado, 1921-25] y su política no
son antojos accidentales. Esto no es capricho; es la expresión
de la voluntad del capitalismo más concentrado del mundo,
el cual ahora se integra a la época de lucha abierta por
su dominio autocrático sobre el planeta. Choca con nosotros
si sólo porque los caminos del Pacífico conducen
a la China y a la Siberia. La idea de colonizar a la Siberia es
de las más embriagantes del imperialismo estadounidense.
Pero hay un guardia que le cierra el paso. Nosotros controlamos
el monopolio del comercio exterior y ya hemos echado las bases
para una economía socialista. Este es el primer obstáculo
a la autocracia y el dominio indivisible del imperialismo estadounidense...Por
todas partes, en Europa como en Asia, el americanismo
imperialista se está golpeándo contra el bolchevismo
revolucionario. Camaradas, éstos son los dos principios
de la historia moderna.
Haciéndole resumen al nuevo equilibrio del poder en
el mundo, Trotsky llegó a caracterizar a la política
de EE.UU. con la famosa frase, Quiere poner a Europa en
raciones.
Como elemento esencial para la campaña por la autocracia
mundial, Los Estados Unidos desempeño un papel ideológico
y político para corromper el movimiento sindical laborista
de Europa y de sé mismo. Lo logró promoviendo burocracias
reformistas nacionales y fomentando la imagen que Trotsky llamó
el reformismo pacifista.
En esencia, el imperialismo estadounidense es despiadadamente
vulgar, predatorio en todo sentido de la palabra y vulgar.,
sigue Trotsky, Pero debido a las condiciones especiales
del desarrollo estadounidense, es capaz de cubrirse a sí
mismo con el manto del pacifismo.
La socialdemocracia europea, poco después de la derrota
de la revolución alemana, se convirtió en apóstol
del americanismo. Por cierto tiempo logró colocarse
en oposición a la burguesía europea como portavoz
del evangelio según Woodrow Wilson.
En el mismo discurso, Trotsky le hizo hincapié a la
corrupción sin precedente del movimiento obrero sindical
de Los Estados Unidos. Atribuyó este fenómeno político
a los inmensos recursos que la burguesía estadounidense
tenía a su alcance:
¿Cómo es posible realizar en la práctica,
durante el segundo cuarto del Siglo XX, esta conciliación
uniforme después de la carnicería imperialista en
la que EE. UU. participó y luego de las grandes experiencias
de los trabajadores de todos los países?
Es este poder que le permite a los capitalistas estadounidenses
seguir la antigua práctica de la burguesía británica:
engordar a la aristocracia obrera para mantener encadenado al
proletariado. Han perfeccionado esta práctica hasta tal
punto que ni siquiera la burguesía británica se
hubiera atrevido a imitarla.
El talón de Aquiles del imperialismo estadounidense,
tal como Trotsky continuó explicando, es que llegó
a la supremacía durante el período de decadencia
general del capitalismo mundial. A medida que se expandía,
el capitalismo estadounidense se vio obligado a subsumir todas
las contradicciones de un sistema decadente.
Este discurso contiene el germen de un análisis de las
dinámicas más fundamentales de la revolución
socialista durante el Siglo XX. A raíz de los acontecimientos
recientes, es muy importante notar que la capacidad del imperialismo
estadounidense en hacerse pasar ante el mundo como defensor de
la paz y de la democracia, para engañar y desorientar a
la clase obrera y mantenerla encadenada a las reaccionarias burocracias
laboristas sindicales, dependía de las vastas reservas
económicas del país y de su hegemonía mundial.
Una de las obras cumbres de Trotsky, Crítica fundamental
del programa de la Internacional Comunista, publicada en 1929,
claramente muestra el vínculo íntimo entre su profunda
visión del carácter internacional de la revolución
socialista, que él lnsistía en basar sobre la primordialidad
de un programa y una estrategia internacionales, y la manera en
que reconocía el papel mundial histórico del capitalismo
estadounidense. Luego de su merecidamente famosa sección
inicial, en la cual sostiene que el principio del internacionalismo
socialista forma la piedra angular de toda perspectiva, estrategia
y tácticaque contrapone al dogma socialista nacionalista
de Stalin, socialismo en un solo paísTrotsky
enseguida analiza la cuestión del nuevo papel mundial del
imperialismo estadounidense.
Considera que el fracaso del programa de la Internacional Comunista
en estudiar seriamente las implicaciones de la nueva supremacía
estadounidense sobre Europa expresa, en forma pronunciada, la
orientación básicamente nacionalista del programa.
Escribe Trotsky:
El nuevo papel de Los Estados Unidos en Europa desde
que el Partido Comunista Alemán capitulara, además
de la derrota del proletariado alemán en 1923, no ha recibido
la menor crítica. No ha habido esfuerzo alguno para explicar
que el período de estabilización, normalización,
y pacificación de Europaasí como
también la regeneración de la socialdemocraciaha
procedido a raíz de grandes vínculos materiales
e ideológicos con los primeros pasos que Los Estados Unidos
ha dado para interferir en los asuntos europeos.
Trotsky entonces explica que el fracaso en analizar el significado
del nuevo papel mundial de EE.UU. previene que los autores del
programa tomen en cuenta, por una parte, la nueva estabilización
temporánea del capitalismo europeo bajo el escudo protector
del reformismo y, por otra, la gran intensificación de
los conflictos entre las naciones europeas y de las luchas de
clase en Europa y en Los Estados Unidos que inevitablemente serán
desatadas por las presiones del imperialismo estadounidense.
El poder del imperialismo estadounidense era enorme, explicó
Trotsky, pero las contradicciones del capitalismo mundial, que
se expresaban de la manera más aguda en Los Estados Unidos,
eran mucho más poderosas. El colapso del capitalismo estadounidense
en 1919-31 vindicó este análisis, pero una vez más
el factor subjetivo de la dirigencia revolucionaria, que ya había
sufrido tanto a manos de la pandilla estalinista en la Unión
Soviética, probó ser inadecuado para hacerle frente
a una nueva ola de crisis y confrontaciones revolucionarias.
El precio que la clase obrera internacionaly, por cierto,
toda la humanidadpagó por la degeneración
del régimen soviético fue el triunfo del fascismo
en Europa y la carnicería de la Segunda Guerra Mundial.
No es el propósito de esta presentación, ya que
ello está fuera de su alcance, presentar un análisis
detallado de la lucha de clases durante el siglo pasado. Basta
con decir que el capitalismo estadounidense ocupó sobre
las cenizas de Europa y de Asia un puesto dominante durante el
período post bélico; puesto superior al que había
logrado después de la Primera Carnicería.
El capitalismo estadounidense básicamente construyó
de nuevo al capitalismo mundial. Se vio obligado a llevar sobre
sus hombros, en manera más directa, la defensa económica,
política y militar del sistema de ganancias de todo el
mundo. Nuestro movimiento correctamente criticó la fórmula
que los revisionistas pablistas confeccionaron para describir
la realidad post bélica como un conflicto entre dos super
poderes: Los Estados Unidos y La Unión Soviética.
En el campo de aquellos que abandonaban los principios trotskistas,
esta fórmula expresaba cierta adaptación a los desarrollos
superficiales de la Guerra Fría que llegó a convertirse
en base teórica para la adaptación y capitulación
al estalinismo.
No obstante, había cierta verdad en este punto de vista
que los pablistas habían abstraído de sus raíces
históricas y presentado de manera parcial y, por lo tanto,
falsa. Pero cierto que la transformación de Los Estados
Unidos en gendarme mundial del imperialismo, en baluarte del anticomunismo
y dirigente del tan llamado Mundo Libre, reflejaba
su papel único como bastión indispensable contra
la revolución mundial.
Las exigencias de este papel eran demasiado agotadoras para
cualquier nación poder cumplir. Ya para los 1960 los síntomas
de una crisis que se intensificaba comenzaban a amontonarse en
EE. UU. Podríamos citar toda una serie de indicios: el
asesinato de Kennedy en 1963; las luchas violentas relacionadas
al movimiento por los derechos civiles para las personas negras;
las explosiones en los barrios pobres de todo el país;
y la intensificación de luchas obreras militantes. La agudización
de luchas sociales estaba vinculada a las contradicciones intensificantes
del capitalismo estadounidense a nivel mundial.
El colapso del sistema de Bretton Woods en 1971 fue un punto
decisivo. Expresó a nivel fundamental la erosión
que había socavado el puesto mundial de Los Estados Unidos.
La debilitación de la hegemonía estadounidense se
expresó de dos maneras adicionalesambas convulsivasdurante
la década: la desintegración del gobierno de Nixon
y la derrota de Los Estados Unidos en Vietnam.
Como ya hemos explicado en nuestro documento de perspectivas
internacionales del 1988, el capitalismo mundial logró
sobrevivir la ola de crisis y levantamientos revolucionarios que
lo agitaban desde 1968 al 1975 gracias, en gran parte, a los servicios
de la política liquidacionista pablista. Pero Los Estados
Unidos nunca pudo alcanzar de nuevo la indisputable supremacía
mundial de la cual había gozado en la década luego
de la Segunda Guerra Mundial. La debilidad de su puesto encontró
su expresión cuando las élites gobernantes recurrieron
a la política de guerra clasista dentro de Los Estados
Unidos mismo. La capacidad del gobierno de Reagany de los
que le siguieronpara efectuar una redistribución
dramática de la riqueza de las masas trabajadoras en dirección
a los sectores de la sociedad más privilegiados, y poner
al capitalismo estadounidense en pie de guerra en la lucha mundial
por mercados y fuentes de mano de obra barata, dependió
totalmente de los servicios de la servil burocracia laborista
sindical.
Al romper con la vieja política de reformas sociales
y el acomodo relativo entre las clases, el capitalismo estadounidense
respondía no sólo a su propio debilitamiento, sino
también a las exigencias que provenían de los cambios
profundos en la economía mundial que se han dado a conocer
como la mundialización [globalización].
Como hemos explicado, estos procesos sonaron la campana de
muerte para los regímenes autárquicos gobernados
por las burocracias estalinistas, y el colapso de la Unión
Soviética infundió al capitalismo estadounidense,
aunque sólo por corto tiempo, con optimismo y expansión
económica.
Sin embargo, los éxitos patentes del capitalismo estadounidense
durante las últimas dos décadas, en el interior
y el exterior, han costado un ojo. Son verdaderamente una victoria
pirrica, pues la clase gobernante del país ha estado sistemáticamente
socavando las bases políticas e ideológicas de su
dominio, creando a la vez un sistema político grotescamente
enajenado de las masas amplias de la población y apoyándose
de una base social inestable que más y más se contrae.
Los acontecimientos relacionados con las elecciones del 2000 significan
la culminación de un prolongado proceso de polarización
social y decadencia política.
El decaimiento mundial del capitalismo
estadounidense y la crisis de la democracia en Los Estados Unidos
Una de las características de todo revisionismo consiste
en negar toda posibilidad que el imperialismo estadounidense sufra
una crisis. Esta característica política tiene sus
raíces en los orígenes del pablismo, el cual más
o menos descartó la posibilidad que una crisis social en
Los Estados Unidos asumiera dimensiones revolucionarias. Por lo
tanto, consignó a la clase obrera estadounidensey
no el estalinismo o la socialdemocraciaal basurero de la
historia.
Esta idea se expresó de la manera más vulgar
en la tesis del pablista latinoamericano, Posadas, quien mantuvo
que la única manera de derrotar al imperialismo estadounidense
era lanzando una guerra nuclear por adelantado y destruir a Los
Estados Unidos.
En las crisis políticas de los últimos años,
varios grupos de ex radicales han reafirmado esta postura. La
Liga Espartista hizo un resumen de la línea general sobre
las elecciones del 2000 que organizaciones izquierdistas
propusierondesde el Partido Verde de Ralph Nader hasta varios
grupillos maoístas, ex trotskistas y pro capitalistas estatales.
La línea declaró que la crisis constitucional sin
precedente era un ciclón dentro de una cafetera.
Por lo general asumieron una actitud de malditos sean
los dos bandos!" y negaron que en la élite gobernante
existían graves divisiones o que el robo de las elecciones
debería interesar y consternar al pueblo trabajador. Las
declaraciones del Socialist Workers Party (SWP) que ya
he citado fueron una variación verdaderamente derechista
de este tema general. El SWP reveló descaradamente la orientación
política común a todos estos grupillos de política
enfermiza: la falta de toda independencia genuina de la burguesía
y una adaptación cobarde a las fuerzas más derechistas
de la política estadounidense.
El Partido Socialista por la Igualdad y el Comité Internacional,
por otra parte, teóricamente han arraigado su análisis
de los desarrollos políticos en Los Estados Unidos en un
estudio continuo de la crisis del capitalismo estadounidense y
sus intensificantes contradicciones sociales. Durante los últimos
30 años, que empezaron con el colapso en 1971 del sistema
de Bretton Woods, Los Estados Unidos ha declinado desde el punto
de vista de la economía y de la política mundial.
Este deterioro general ha intensificado los antagonismos entre
las clases y acelerado la crisis de la democracia estadounidense.
Existe una relación bien clara entre la desintegración
de la hegemonía mundial estadounidense y el decaimiento
de la democracia burguesa en Los Estados Unidos. En un artículo
reciente acerca de Los Estados Unidos entre 1900 y 1945, Hugh
Brogan, historiador y biógrafo británico de John
F. Kennedy, hace cierta observación que es bastante astuta
como generalización amplia:
No importa lo difícil que fuera la situación
(La Gran Depresión de 1929-19349 habría de ser la
peor), Los Estados Unidos respondía de manera liberal.
Hasta 1945 y después, respondía, no anulando la
constitución o alguna sección de ella, sino expandiendo
sus límites. Según las normas establecidas a finales
del Siglo XX, Los Estados Unidos era a principios una democracia
enormemente eficaz: sólo los ciudadanos negros y los blancos
más pobres por lo general no podían votar en el
Sur. Sólo en cuatro estados, todos en el oeste, las mujeres
no tenían este derecho. Habían defectos, pero los
estadounidenses creían que la cura para estos males de
la democracia era más democracia..
Brogan procede a citar las enmiendas constitucionales a principios
del Siglo XX que legalizaron la elección directa de los
senadores federales y el sufragio de las mujeres. Agrega el movimiento,
que en realidad comenzó después de la Segunda Guerra
Mundial, para darle el derecho al voto a las personas de raza
negra que vivían en el Sur.
Como método general, desde que la Guerra Civil terminó
hasta principios de los 1970es decir, durante aproximadamente
un siglolas diferencias que existían acerca de los
límites de la democracia se resolvían, en última
instancia, a través de la expansión formal de la
democracia política, sobretodo a través de la expansión
de los derechos políticos. Es mas, la expansión
de estos derechos fue una y otra vez la manera en que la élite
gobernante se adaptaba a las crisis internas y a las presiones
de oposición social desde abajo.
Las decimotercera, decimocuarta y decimoquinta enmiendas a
la Constituciónratificadas del 1865 al 1870, o sea,
durante el Período de la Reconstrucciónexpresaron
el ímpetu revolucionario y democrático de la Guerra
Civil. Abolieron la esclavitud; le dieron la ciudadanía
a los ex esclavos y toda persona nacida en Los Estados Unidos;
le prohibió a los estados privar al pueblo de las garantías
procesales debidas o de la protección igual ante la ley;
le prohibió al gobierno federal y a los estados a limitar
el derecho al voto de todo ciudadano por motivo de raza, color,
o previa condición de servidumbre.
La decimoséptima enmienda, ratificada en 1907, estableció
la elección de los senadores del gobierno federal a través
del voto popular directo. (Anteriormente, los dos senadores de
cada estado habían sido nombrados por las legislaturas
de los estados.) Este cambio constitucional fue consecuencia de
la protesta social que crecía contra los grandes monopolios
y la manera en que éstos dominaban al Congreso nacional.
La enmienda decimonovena, ratificada en 1920, estableció
el sufragio de las mujeres.
La enmienda vigesimotercera, ratificada en 1961, le dio a los
residentes del Distrito de Columbia el derecho a votar para presidente.
La enmienda vigesimocuarta, ratificada en 1964, prohibió
el impuesto de capitación en elecciones federales. Esta
enmienda fue ratificada en reacción a las luchas por los
derechos civiles en el Sur, específicamente el derecho
al voto.
La enmienda vigesimosexta, ratificada en 1971, bajó
la edad para votar de 21 a 18. Este cambio provino del movimiento
de masas que se opuso a la guerra de Vietnam. Esta enmienda se
basó en la lógica que si uno era suficientemente
maduro para luchar y morir por el Tío Sam, uno era entonces
suficientemente maduro para votar.
Ocho de las enmiendas ratificadas después de la Ley
de los Derechos (las primeras diez enmiendas a la Constitución)
pusieron en práctica la expansión legal de los derechos
políticos y fortalecieron el principio de la soberanía
popular.
Además, El proyecto de Ley del Derecho al Voto de 1965
criminalizó procesos de registro discriminatorios que efectivamente
habían privado los derechos políticos a las personas
negras del Sur. Le dio el poder a supervisores federales para
que se apoderaran del registro para votar. En 1960, sólo
22,000 personas de raza negra se habían registrado en el
estado de Mississppi para votar. Para finales de 1965, 175,000
se habían registrado. El Acta de los Derechos Civiles de
1970 expandió y fortaleció las disposiciones del
Acta del Derecho al Voto.
Después de 1971, sin embargo, la tendencia hacia la
expansión legislativa y constitucional de los derechos
democráticos en general, y de los derechos al voto en particular,
cesó en su mayor parte. (La mayor excepción fue
el dictamen de la Corte Suprema de Los Estados Unidos en 1973
que legalizó el aborto. Este fue más un último
suspiro de reforma democrática que una nueva era de expansión.
Desde ese entonces ha sucedido una serie de acciones federales
y leyes estatales que limitan el derecho al aborto de las mujeres,
derecho sostenido en el caso Roe contra Wade. El presidente
actual de la Corte, William Rehnquist, fue uno de dos jueces de
la Corte Suprema que votó en contra de este caso clave.)
Los últimos treinta años han visto el decaimiento
aun más pronunciado de las instituciones burguesodemocráticas
y la reducción de los derechos democráticos. En
las capas más altas de la élite gobernante y del
estado capitalista, la reacción a las contradicciones sociales
y políticas ha a tomado formas parlamentarias más
y más extraordinarias y conspiratorias.
Cada década produce crisis políticas peores que
van marcando la intensificación de la desintegración.
Los 1970 fueron la década de Watergate, que reveló
como la Casa Blanca de Nixon recurrió a la criminalidad
total. Al usar los métodos del gangsterismo, Nixon reaccionaba
a la masiva oposición popular a la guerra de Vietnam y
a las inquietudes sociales y luchas obreras militantes de las
ciudades.
Los 1980 vieron que los métodos ilícitos y anti
constitucionales que se usaron en el escándalo Irán-Contra
tuvieron mayor alcance. Oficiales militares y funcionarios derechistas
de espionaje, que operaban desde el sótano de la Casa Blanca
de Reagan, funcionaban como si hubieran sido un gobierno clandestino
que, en violación de una ley lo prohibía, vertía
armas y dinero a milicias contrarrevolucionarias y a escuadrones
de la muerte en Centroamérica.
En los 1990, la derecha republicana usó los métodos
sucios de la provocación y la subversión para desestabilizar
y derrocar el gobierno de Clinton. Durante 1995-96, esto adquirió
la forma de parálisis del gobierno federal, cortesía
de los dirigentes republicanos del Congreso nacional.. A fines
de década, el Partido Republicano, cuando trató
de enjuiciar y desacreditar a Clinton en el Senado, había
llegado al precipicio de un golpe de estado.
La década concluyó con el robo de las elecciones
presidenciales. La nueva década comienza con la instalación
de un presidente basada en el fraude y la usurpación política.
Mientras la criminalidad y la ilegalidad han aumentado de década
en década, la oposición de la prensa y de los círculos
políticos a tales métodos ha disminuido. Watergate
terminó con la renuncia de Nixon y el fallo condenatorio/encarcelamiento
de muchos cómplices importantes. En cuanto al escándalo
Iran-Contra, el Congreso actuó para suprimir los aspectos
más concluyentes de la conspiración; Reagan y su
lugarteniente principal, Oliver North, salieron impunes. Durante
la campaña para enjuiciar a Clinton, los medios de difusión
funcionaron como agencia de prensa a favor de los conspiradores.
En las elecciones del 2000, jugaron un papel igualmente reaccionario.
Esta serie de sucesos nos muestra una entidad política
cuya capacidad para luchar contra tendencias anti democráticas
se ha puesto más y más débil. Es como una
persona cuyo sistema inmunológico ya no puede contener
a los virus. Extendamos la analogía: en las elecciones
de 2000, el paciente sucumbió.
Otros ejemplos de la decadencia de la democracia estadounidense
durante este período son: la purgación de diputados
federales y funcionarios públicos prominentes durante los
1970 y 1980 para separarlos del establecimiento político;
el fomento y la legitimación de elementos fascistas y de
extrema derecha por parte del Partido Republicano y los medios
de prensa, inclusive la derecha cristiana; la camarilla de cabildeo
pro armas de fuego; los fanáticos contra el derecho al
aborto; grupos anti rentas internas y defensores de los derechos
de los estados; las milicias; la promoción demagógica
de la ley y el orden y el derecho de las víctimas;
y la disminución de los derechos civiles por las cortes
y los tribunales.
El asalto contra los derechos democráticos verdaderamente
comenzó con el ataque dirigido por el gobierno contra las
luchas sindicalistas y el derecho a la huelga. La década
de los 1980, comenzando con el aplastamiento de la huelga de los
controladores del tráfico aéreo (PATCO), fue un
período de ataques implacables contra los derechos de los
trabajadores. Vieron la resucitación de métodos
de violencia clasista que no se habían visto en la esfera
política desde la Segunda Guerra Mundial: el uso de esquiroles,
de polizontes profesionales y de ejércitos industriales;
interdictos, multas y acusaciones fraudulentas contra los sindicatos;
y asesinatos en las líneas de piquete.
Durante ese período, la decadencia del sistema político
y la erosión de su contenido político obviamente
se han expresado en la disminución de la cantidad de votantes
que se presentan a las urnas, lo cual indica que la base popular
de los partidos capitalistas se está achicando. La culminación
de este proceso en las elecciones del 2000 es un ataque desnudo
contra el fundamento de la democracia estadounidense: el derecho
al voto, lo cual había sido algo impensable no hace mucho
tiempo.
Las atrocidades estadounidenses, tales como en la Guerra de
Vietnam, ya hace tiempo que hicieron añicos las pretensiones
pacifistas de Los Estados Unidos. Pero éste todavía
llevaba en su mano la carta del triunfo: la capacidad para presentarse
como baluarte mundial de la democracia. Esto fue una pretensión
mezquina, revelada de mil maneras por las operaciones prácticas
del sistema estadounidense de dos partidos. No obstante, se quedó
gozando de una capacidad bastante eficaz para engatusar a los
trabajadores e intelectuales no sólo dentro del país
mismo, sino alrededor del mundo.
Puede que el capitalismo sea cruel y fomente la desigualdad
económica, pero por los menos el pueblo tenía el
derecho a votar por sus representantes. Hasta el punto en que
la mayoría de los pueblos del mundo erróneamente
identificaban al estalinismo con el socialismo, la burguesía
estadounidense podía contraponer su democracia a los métodos
despóticos del régimen soviético.
Pero las elecciones del 2000 han acabado con todas estas ilusiones
y, por consiguiente, le han privado al imperialismo estadounidense
del arma ideológica más importante en la lucha contra
el socialismo.
El socialismo y la defensa de los derechos
democráticos
Las conclusiones políticas que este análisis
produce son de largo alcance, y hemos de trabajar duro para elaborar
las implicaciones que guardan para nuestro movimiento. Evidentemente,
debemos anticipar y prepararnos para un período de radicalización
de las masas y el resurgimiento de un nuevo interés por
las ideas socialistas y revolucionarias.
En este momento me gustaría mencionar un tema programático
de importancia: nuestra actitud general hacia las cuestiones democráticas
y la defensa de los derechos democráticos. Cuando examinamos
la prensa de los ex radicales de clase media, es sorprendente
lo poco que les interesa el derecho al voto, cuestión que
se ha presentado de manera tan tajante en Los Estados Unidos.
Se sienten satisfechos de sí mismos; y el desprecio que
le tienen a problemas de este tipo no refleja los sentimientos
o los intereses de la clase obrera. Más bien refleja la
indiferencia generalizada de la burguesía liberal.
Aún cuando existe amplio y justificado desprecio por
los políticos y los partidos oficiales, para el pueblo
trabajador, especialmente entre los sectores más oprimidos
de la clase obrera, el derecho al voto es un tema de significado
profundo. Que el establecimiento político y los medios
de prensa hayan abandonado toda defensa seria de este derecho
político refleja, en la esfera política, el abismo
económico que separa a la élite rica de las masas.
En Los Estados Unidos existe un vacío político que
el movimiento socialista debe llenar.
Tenemos que ser muy susceptibles y adoptar una actitud activa
y agresiva hacia toda cuestión que tenga que ver con los
derechos democráticos. El movimiento socialista tiene que
presentarse ante las masas como campeón de los derechos
democráticos. Esto lo hacemos desde el punto de vista de
los intereses independientes de la clase obrera. Nuestra misión
docente consiste en demostrar que solamente la clase obrera puede
darle dirección seria a la lucha para defender los derechos
básicos; y que esto sólo puede cumplirse basándose
en un programa que procede no de los límites impuestos
por la sociedad capitalista y el estado-nación, sino más
bien desde el punto de vista de la lucha unida e internacional
de la clase obrera por un mundo socialista. Si la clase obrera
muestra su compromiso con los derechos democráticos y que
está lista y preparada para defenderlos, atraerá
a las capas más progresistas de la clase media y socavará
a la extrema derecha.
Es desde este punto de vista que el World Socialist Web
Site [Sitio de la Maya Mundial Socialista], paciente pero
implacablemente, ha tratado de desenmascarar la cobardía
y la impotencia de los liberales, de los Demócratas y sus
monaguillos en la burocracia de los sindicatos obreros. Nuestro
deber es revelar las raíces sociales de su postración
y demostrar que, a fin de cuentas, ellos no pueden jugar ningún
otro papel que el de ser cómplices en la destrucción
de los derechos básicos. Existen cuestiones cruciales acerca
de la orientación política, la ideología,
la historia y la filosofía que tienen estudiarse y explicarse
en relación a la decadencia del liberalismo. Este proceso
ha de llevarnos inevitablemente a la estructura clasista de la
sociedad y a la misma índole del sistema capitalista.
Esto no significa que el derecho al voto es la última
palabra en cuanto a la cuestión de los derechos democráticos.
Para nosotros, la democracia tiene un contenido mucho más
rico que abarca la participación democrática y activa
de los productores en las decisiones -políticas, sociales,
económicas y culturales -que afectan sus vidas. No obstante,
el derecho elemental que las masas tienen al voto tiene un significado
progresista y no se puede avanzar a una democracia más
amplia, para no decir al socialismo, si no defendemos este derecho
de la manera más comprometida.
Esta cuestión es particularmente importante durante
un período como el nuestro, cuando el movimiento socialista
ha sufrido enormes atrasos y los crímenes de las burocracias
sindicalistas han resultado en la disminución de la conciencia
socialista entre las masas amplias del pueblo trabajador. Durante
tal período semejante, la lucha acerca de cuestiones democráticas
para muchos representará una fase en la evolución
hacia el socialismo revolucionario. Nuestro movimiento tiene que
alentar esta evolución.
Este enfoque evidentemente ha encontrado una profunda reacción
en Los Estados Unidos y a nivel internacional. Aquellos que han
leído la correspondencia acerca los artículos que
la WSWS ha publicado sobre la crisis política en
Los Estados Unidosy la correspondencia que hemos publicado
es sólo una fracción de la que hemos recibidono
pueden negar que nuestro análisis y polémica han
evocado cierta reacción entre los sectores más serios
y de mayor conciencia política de la población.
A la WSWS más y más se le ve como oasis de
pensamiento político progresista, democrática y
socialista y como lugar de reunión para aquellos que buscan
una perspectiva para la lucha.
Este enfoque sobre los problemas de los derechos democráticos
asume mayor importancia durante un período de desorientación
política y, hemos de añadir, de transición
hacia el renacimiento de la conciencia socialista. Pero está
arraigado en la índole de la época y en los problemas
fundamentales de la revolución socialista. En realidad
surge de la Teoría de la Revolución Permanente de
Trotsky, la cual no es simplemente, o siquiera principalmente,
un programa para los países en desarrollo, sino una perspectiva
para la revolución socialista durante la época imperialista.
La clase obrera debe asumir la dirigencia de la defensa de los
derechos democráticos no solamente en los países
donde el capitalismo permanece subdesarrollado, sino en todos
los países. Si la burguesía liberal demostró
su impotencia durante la época de las victorias fascistas
durante los 1920 y los 1930, ahora esa impotencia es mucho más
profunda.
El movimiento socialista de los obreros defiende los derechos
democráticos del pueblo trabajador basándose en
el programa de la revolución mundial socialista y en la
lucha para llevar a la clase obrera al poder. La creciente crisis
de gobierno burgués en Los Estados Unidos dicta esta perspectiva.
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