WSWS
: Español
Las agresión bélica de Israel y el patrimonio
del sionismo
Por Chris Marsden y David North
30 Octubre 2000
Utilice
esta versión para imprimir
Cuando el presidente estadounidense Bill Clinton llegó
a Sharm el Sheik, Egipto, para participar en una reunión
de urgencia convocada para ponerle fin a dos semanas y media de
pugna, la política de Israel ya se parecía más
y más a la de una camarilla militar que ha perdido todo
sentido de la realidad política.
Los apologistas del régimen israelita han hecho todo
lo posible para que la responsabilidad por la explosión
palestina caiga sobre los hombros de Yassir Arafat, presidente
de la Organización para la Liberación Palestina
(OLP). Pero las circunstancias que culminaron en dos semanas de
sangre prueban que fueron fuerzas derechistas dentro del mismo
gobierno israelí que provocaron la violencia; fuerzas a
las que el Primer Ministro Ehud Barak capituló.
El comportamiento de las fuerzas armadas israelitas, que ha
dejado a 3,000 palestinos heridos y a otros 100 muertose
incluido el uso de helicópteros bombarderos para disparar
cohetes teledirigidos contra pueblos palestinoses sintomático
de una dirigencia política que ha perdido la razón.
Hasta los aliados de Israel en EE.UU. y Europa se han quedado
asombrados. Esta perplejidad, evidente en los círculos
más destacados del imperialismo mundial, apareció
en un editorial del Financial Times que caracterizó
como locura al ataque que los helicópteros
israelitas desataron contra las oficinas centrales de Arafat.
En la política, lo que parece locura tiene una lógica
objetiva bien definida. Como siempre, para comprender por qué
los acontecimientos del Medio Oriente han ocurrido de tal manera,
hay que comenzar con un análisis del fondo histórico.
Los gobiernos occidentales y los medios de prensa ordinariamente
presentan la lucha que se desenlaza únicamente en términos
del conflicto israelita-palestino, o como si fuera una batalla
entre Israel y un bloque árabe monolítico. Pero
los redactores titulares que asaltan a los palestinos con palabras
tronantes porque éstos se atrevieron a rebelarse contra
la represión militar serían mejor servidos si analizaran
de manera seria las situación actual de la sociedad israelita
y las condiciones históricas que la han producido.
La índole del estado israelí
Lo que actualmente se desenlaza en Israel es producto de contradicciones
políticas e ideológicas muy profundas dentro del
estado sionista mismo. Hace ya hace más de cincuenta años
desde que Israel se estableció. Su fundación se
arraigó en la catástrofe que diezmó a los
judíos europeos durante los 1930 y los 1940 y que culminó
en el holocausto nazi, el cual aniquiló a seis millones
de ellos.
Esto fue consecuencia horrible de la derrota que la clase obrera
sufrió a manos del fascismo. La degeneración estalinista
de la Unión Soviética y de la Tercera Internacional,
además de la mano traidora de la burocracia en la lucha
por el socialismo mundial, fueron, desde el punto de vista político,
responsables por la victoria del fascismo. Además, los
métodos represivos del Kremlin y el tono anti semítico
de su política jugaron un papel sumamente importante en
desacreditar al socialismo ante los intelectuales y trabajadores
judíos.
En los 1920, los judíos y los árabes de Palestina,
inspirados por la revolución rusa, se habían unido
para formar el Partido Comunista Palestino (PCP) y abogaban por
una lucha unida por el socialismo contra la naciente burguesía
judía y los feudalistas árabes. A través
de la Segunda Guerra Mundial, los trabajadores árabes y
judíos lucharon juntos contra el mismo opresor extranjero,
culminando en la formación de varias organizaciones obreras
en las cuales colaboraban. El PCP podría haber desafiado
con éxito a los sionistas, pero la política divisiva
de la burocracia estalinista y sus maniobras con los poderes imperialistas
prohibió que este desafío se desarrollara sanamente.
El PCP por fin sufrió una escisión étnica
antes de terminar la Segunda Guerra Mundial.
El sionismo obró para canalizar el desánimo y
la desesperación que la destrucción casi total de
los judíos europeos produjo en una campaña cuyo
objetivo era asegurar el establecimiento de un estado judío
separado, lo cual se logró con la partición de Palestina
bajo el protectorado británico.
Millones de personas en todos los rincones del mundo, horrorizadas
por los crímenes que los nazis habían cometido contra
el pueblo judío, simpatizaban con el establecimiento del
estado de Israel. A este se le alabó como nación
nueva y progresista dedicada a la formación de un hogar
democrático y hasta igualitario para el pueblo europeo
y del mundo que había sufrido la opresión más
terrible.
Pero el estado sionista nunca podía cumplir tales promesas.
Israel se estableció a través del combate militar
para expulsar a los habitantes árabes de sus tierras. Esta
lucha comenzó con una campaña terrorista que intimidó
y terminó en el destierro de más de 750,00 palestinos
de sus hogares. El estado de Israel se estableció sobre
un principio fundamental: la supremacía de los intereses
étnicos y religiosos judíos sobre los de los musulmanes
árabes. Los gobernantes políticos sionistas de Israel
y sus apologistas pintaron de anti semita a toda persona que criticara
esta política tan anti democrática y represiva
Para justificar la creación de Israel, los dirigentes
sionistas, cuya insignia principal era Tierra sin pueblo
para pueblo sin tierra, negaron la existencia del pueblo
palestino por cuarenta años. En las proclamaciones oficiales,
la tierra que llegó a convertirse en Israel carecía
de casi toda población antes que llegaran los colonizadores
judíos.
Desde el primer día de su existencia, pues, Israel ya
estaba en guerra con sus vecinos árabes y era incapaz de
desarrollar una sociedad verdaderamente democrática. No
existía ninguna separación entre el estado y la
religión judía y, por lo tanto, ningún concepto
de ciudadanía que le extendiera derechos iguales a todos.
Israel pronto se convirtió en un fuerte armado. Ahora era
un medio a través del cual Los Estados Unidos podía
ejercer sus intereses en el Medio Oriente a cambio de enormes
subvenciones cuyo objetivo principal era fortalecer el aparato
militar israelita.
La guerra árabe-israelí de 1967
Inevitablemente, las contradicciones que existían entre
la propaganda oficial y la realidad social tenían que salir
al sol. La guerra árabe-israelí de 1967 fue fundamental
para la evolución de Israel; sus ramificaciones todavía
influyen los sucesos que hoy se despliegan. La aserción
de Israel que era la débil y la desamparada, forzada a
defender sus fronteras contra vecinos más poderosos, se
desenmascaró decisivamente cuando ocupó las tierras
que le pertenecían a Jordania, a Siria y a Egipto: el Banco
Occidental del Río Jordano, las Cimas de Golan y la Franja
de Gaza. Colonias judías comenzaron a establecerse en las
zonas ocupadas del Banco Occidental y la Franja de Gaza. Según
el pretexto oficial, las colonias ofrecían una barrera
de protección temporaria, pero la oposición derechista
del Partido Likud exigíay todavía exigeque
éstas se incorporaran al estado de Israel.
La necesidad de cultivar una población colonizadora
sionista que simpatizara con la extrema derecha dentro del territorio
ocupado ha tenido un impacto duradero sobre la política
y la sociedad israelita. Esta población, en conjunto con
grupos ultra ortodoxos alentados por la propaganda basada en justificaciones
pseudo bíblicas, se ha convertido en la base socio-política
de la cual han surgido tendencias semi fascistas en los círculos
militares y políticos.
Los colonizadores constituyen una facción militante
y gritona cuyos intereses sociales están íntimamente
vinculados al gobierno israelita en los territorios ocupados y
a la perpetuación de la maquinaria militar del país.
Estas capas se han fortalecido con la ola de inmigrantes procedentes
de Los estados Unidos y luego de Rusia, quienes se sintieron atraídos
a Israel debido a la perspectiva explícitamente anti socialista
y patriotera de ésta; perspectiva que ha proyectado de
manera más y más abierta desde 1967.
Durante las últimas dos décadas, las tensiones
socio-políticas dentro de Israel se han exacerbado debido
al cisma creciente entre los ricos y los pobres cuyas bases se
encuentran en el desempleo que aumenta y en los sueldos que caen.
Cuando la mayoría de la población comenzó
a enajenarse de la política oficial, el estado extendió
su dependencia sobre los colonizadores derechistas y los fanáticos
religiosos ultra nacionalistas. Hoy día, ningún
partido puede formar un gobierno sin el apoyo de ellos. Por más
de una década han derrotado toda tentativa para llegar
a un pacto con los palestinos, aun cuando la burguesía
israelita y Washington llegaron a considerar semejante acuerdo
era esencial para que Israel continuara su existencia.
Las masas palestinas nunca aceptaron ser refugiados permanentes.
Que la Organización para la Liberación de Palestina
surgiera luego de la guerra de 1967 fue una expresión de
las ansias por una solución justa a su situación
y por el regreso a sus tierras. Los sionistas reaccionaron con
ataques; pintaron a la OLP de terroristas y los llamaron agentes
de poderes extranjeros. Israel rehusó con intransigencia
reconocer la existencia de un pueblo palestino.
Israel a menudo ha reiterado que se vio obligada a lanzar sus
acciones militares porque necesitaba proteger sus fronteras contra
poderes árabes hostiles. Pero esta aserción quedó
irremediablemente desenmascarada cuando ganó una victoria
decisiva contra Egipto, Siria y otros poderes árabes en
octubre de 1967. El resultado de esa guerra dejó a Israel
como poder indisputable de la región. Desde ese entonces,
todas las guerras de Israel han tenido de blanco a los palestinos.
La piedra angular de la estrategia sionista quedó destrozada
cuando reventó la intifada en 1987. Esto fue un
movimiento revolucionario embrionario que Israel no pudo suprimir
sin tratar de obtener la asistencia de la OLP con promesas de
concesiones y, eventualmente, cierta forma de una patria natal.
La amenaza revolucionaria que la intifada planteó
coincidió con cambios económicos mundiales que rindieron
imposible toda noción de preservar, a fuerza de armas,
un estado israelita aislado política y económicamente.
La clase gobernante israelí por largo tiempo se había
enfrentado el doloroso costo social y económico de la ocupación;
es decvir, a los gastos militares y all status de paría
que Israel había adquirido por todo el mundo árabe
y en otros países. El callejón sin salida ocasionado
por la ocupación de los territorios frenó la expansión
de los vínculos económicos entre los árabes
y los israelitas. Estos lazos se habían considerado esenciales
para el desarrollo de la economía israelita durante una
época en que las corporaciones se veían obligadas
a producir mercancías por encima de barreras nacionales
y vender sus productos en el mercado mundial.
Luego del colapso de la Unión Soviética, Los
Estados Unidos, para asegurar su propia hegemonía y conservar
la estabilidad de una región riquísima en petróleo,
emprendió nuevas relaciones con los regímenes árabes
que anteriormente habían sido pro soviéticos. Los
frutos iniciales de esta política se cosecharon cuando
los regímenes árabes le brindaron apoyo tácito
a la guerra de EE.UU. contra Iraq en 1991.
Los Estados Unidos le advirtió a Israel que a menos
que ésta se acostumbrara a las nuevas realidades que surgieron
después de la Guerra Fría en el medio oriente y
entrara en un acuerdo con sus vecinos, Washington no continuaría
financiando su presupuesto indefinidamente. Los gobernantes de
Israel se vieron obligados, pues, a participar en negociaciones
arbitradas por EE.UU. para acercarse más a sus contrapartes
árabes y ofrecerle a los palestinos cierto reconocimiento.
Siete años de fracaso
No obstante, desde Oslo en 1993 hasta el Campamento David este
año, ningún gobierno israelita se ha preparado parao
ha sido capaz dellegar a un acuerdo realmente democrático
sobre la cuestión palestina. Cualquier concesiónsujeta
a muchas restriccionesque se le diera a los palestinos ha
terminado por abrir enormes grietas políticas en el estado
y sociedad israelitas.
Por siete años, la explosión de la oposición
derechista en Israel repetidamente ha frustrado de negociaciones.
Todo esfuerzo diplomático se ha tropezado con la necesidad
de reconciliar a las masas palestinas con las exigencias del régimen
sionista que éstas denieguen sus propios derechos democráticos
básicos. La oposición israelita a cualquier concesión
significante es muy profunda; explica por qué, en las negociaciones,
los israeltas a menudo han exigido que Arafat se haga directamente
responsable por reprimir al pueblo palestino. A fin de cunetas,
estas exigencias sólo han servido para desacreditar a Arafat
ante amplias capas de las masas palestinas.
Los sectores políticos derechistas que dominan la élite
sionista han manifestado con consistencia que cualquier concesión
a los palestinos equivale a alta traición. El primer golpe
contra el Acuerdo de Oslo fue el asesinato, en noviembre de 1995,
de su firmante, Yitzhak Rabin, Primer Ministro del gobierno Laborista.
En las elecciones que siguieron, el Partido Likud, bajo el mando
de Benjamín Netanyahu, llegó al poder por medio
de la estrategia de alentar el miedo y los sentimientos anti árabes
entre los judíos israelitas. Natanyahu pasó tres
años tratando de sabotear todo acuerdo final con la OLP.
La victoria electoral aplastante de Ehud Barak en mayo del
año pasado expresó que muchos israelitas ordinarios,
crecientes en número, querían la paz. Pero su gobierno,
que dependía de los partidos religiosos y tenía
terror a ser acisado de venderse, alcanzó el poder cojeando
desde el primer día.
Ningún acuerdo democrático con los palestinos
es posible sin declarar a Jerusalén ciudad abierta, permitiéndole
a los palestinos que regresen a sus hogares solariegos y establezcan
una soberanía árabe-judía sobre toda la Tierra
Santa. Pero para Israel esta propuesta es profundamente odiosa.
Las propuestas que Barak ha presentado han evadido todas estas
cuestiones fundamentales. El miedo que Barak le tiene a desatar
la oposición derechista le ató las manos desde el
principio; ni siquiera pudo correr el riesgo de nombrar a su gobierno
los partidos árabe-israelitas que cuentan con 20% del voto
popular porque le habría costado el apoyo de los socios
ortodoxos en su coalición. Bajo el látigo del Likud
y con el respaldo de EE.UU., Barak exigió que Arafat aceptara
propuestas que constituían una sentencia de muerte para
la OLP.
Antes de entrar en las negociaciones del Campamento David,
la negativa de Israel en hacerle concesiones a los palestinos
se convirtió en rehén de maniobras conscientemente
destructivas por parte de elementos de extrema derecha, quienes
toda la historia de Israel había forjado, sobretodo durante
el período después del 1967. Bajo presión
de estas capas, el gobierno de Barak se desplomó debido
a las defecciones de su propio partido y de los socios derechistas
en su coalición. La desilusión aumentó entre
aquellos israelitas que se habían esperanzado con que Barak
lograría la paz.
Con la élite estadounidense preocupada por la campaña
electoral presidencial, el Likud decidió que había
llegado el momento decisivo para barrer con toda oportunidad de
llegar a un acuerdo. Ariel Sharon, dirigente del Likud, provocativamente
visitó el Templo del Monte bajo intensa protección
militar, y las fuerzas israelitas prosiguieron con la matanza
de los palestinos.
Barak rehusó condenar la provocación de Sharon
y culpó a Arafat de la violencia que no se podía
controlar. El gobierno de Barak y el Likud ambos parecen haber
calculado de antemano que la visita de Sharon resultaría
en una sublevación, la cual podrían usar contra
Arafat. Pero colectivamente calcularon mal la intensidad de la
ira y de la oposición que se desencadenaron. Barak le dio
su apoyo completo al Likud.
Una perspectiva nueva
La transformación repentina de la postura pública
de Barakde conciliadora a belicistaha mostrado que
ningún sector de la élite política israelita
es capaz de poner a un lado los métodos represivos policiacos
que han caracterizado al estado sionista desde sus comienzos.
La diplomacia de los poderes occidentales tampoco han podido ponerle
fin a las atrocidades sionistas. Es imposible reconciliar la existencia
de naciones que se basan en el exclusivismo étnico, racial
o religioso con la democracia genuina. Los esfuerzos del imperialismo
para mantener semejante estado en Israel, a la vez que le implora
que conceda derechos democráticos limitados a los palestinos,
han sido inútiles.
El carácter fundamentalmente reaccionario de la perspectiva
nacionalista sionista ha encontrado su expresión más
avanzada. Casi una década después del tan llamado
proceso de paz, Israel se encuentra mucho más
cerca a una guerra total contra los palestinos que durante cualquier
momento de su historia reciente. Es posible que todavía
pueda desatar una conflagración que consuma a todo el Medio
Oriente. La desintegración y la posibilidad una guerra
civil amenazan a la sociedad israelita misma. Hay indicios cuya
veracidad aumenta que los árabes israelitas20% de
la poblaciónpor primera vez le brinden su apoyo a
los palestinos.
En Israel, son los hombros el movimiento obrero, de los activistas
que abogan por los derechos democráticos y de los intelectuales
socialistas que llevan el peso de levantar oposición a
mayor derramamiento de sangre. Todo el que se ha comprometido
a lograr la paz con sus vecinos árabes tiene que reconocer
que esta causa es incompatible con darle apoyo al aparato del
estado sionista o a la ideología nacionalista que lo engendró.
No importa las ilusiones que estas capas hayan tenido antes, el
estado israelí ha comprobado que en nada se distingue del
viejo régimen segregacionista del África del Sur.
La alternativa está bien clara: o se le entrega toda
la iniciativa política a Sharon y a sus compinches y se
hacen preparaciones para una catástrofe militar y una sangrienta
guerra civil, o se busca la manera de unir a los judíos
y a los árabes sobre un programa democrático, secular
y socialista para formar Los Estados Socialistas Unidos del Medio
Oriente en el cual todos los pueblos de la región puedan
vivir en armonía.
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |