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El significado y las implicaciones de la globalización
crítica marxista
Por Nick Beams
24 Mayo 2000
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Entre las mayores dificultades que encontramos al preparar
esta charla es que estamos apuntando, como se dice, a un blanco
que se mueve muy rápido. Los acontecimientos en el sureste
de Asia están cambiando a una velocidad frenética
y cada día recibimos noticias de otra catástrofe:
el colapso del won coreano, la reducción de la deuda indonesa
a nivel de bonos basura .
Hace poco menos de cuatro meses que los ministros de finanzas
y los gerentes de los bancos capitalistas centrales se reunieron
en Hong Kong con motivo de las conferencias anuales del Fondo
Internacional Monetario y del Banco Mundial. Estas reuniones se
habían planeado para festejar los informes y análisis
del FIM elogiando el milagro económico asiático.
El informe del FIM declaró que los directores
le dieron la bienvenida al rendimiento macroeconónico continuo
tan impresionante de Corea [y] elogiaron a las autoridades por
el récord fiscal tan envidiable. En cuanto a Thailandia,
la cual se encontraba al precipicio de un colapso económico
en ese mismo momento, los directores vigorosamente elogiaron
[su] rendimiento económico extraordinario y el récord
consistente de un programa macroeconómico sólido.
La mayor explosión nuclear económica
del período post Segunda Guerra Mundial. Por lo menos un
participante de esas reuniones del FIM, el tesorero australiano
Peter Costello, quien se hallaba un tanto estremecido, recientemente
así describió el tumulto económico que desde
ese entonces ha hundido a todos los países del sureste
de Asia.
Otro participante en Hong Kong, el financista internacional
George Soros, escribió un artículo especial en el
Financial Times de Londres del 31 de diciembre, 1997, llamando
a la creación de un nuevo cuerpo de finanzas internacionales
que reglamente el crédito internacional y los préstamos
de garantía para prevenir la desintegración del
comercio y las finanzas.
Déjenme citar dos extractos de ese informe.
El sistema internacional de finanzas sufre de una desintegración
sistemática, pero no estamos dispuestos a aceptarlo. El
abandono a los regímenes basados en tarifas fijas de intercambio
en el sureste de Asia desenredó un proceso que ha excedido
los peores temores del mundo entero, incluyendo los míos.
Hasta la fecha, los programas de asistencia que el Fondo Internacional
Monetario has puesto en práctica no han dado resultado.
De acuerdo a Soros, la crisis económica internacional
se ha convertido en un proceso que se fortalece a sí mismo.
Lo que comenzó como desequilibrio menor se ha convertido
en uno mayor. Amenaza con ahogar no sólo el crédito
internacional. Estamos al precipicio de la deflación mundial.
Sores no lo menciona, pero bien se sabe que la última
vez que semejante fenómeno ocurrió fue la Gran Depresión
de los 1930.
Aunque la crisis económica global ha sido enorme sorpresa
para la burguesía y sus voceros, ésta surge de las
tendencias de desarrollo que forman las bases del análisis
del Comité Internacional de la Cuarta Internacional durante
la última década.
En nuestra resolución de perspectivas de 1988, señalamos
el profundo significado de la globalización de la producción:
La caída en la taza de las ganancias durante los
1970 y el estancamiento económico general proporcionaron
el ímpetu para un crecimiento explosivo de las actividades
de las empresas multinacionales. El resultado ha sido la integración
sin precedente del mercado mundial y la globalización de
la producción. El dominio absoluto y activo de la economía
mundial sobre las economías nacionales, incluyendo la de
Los Estados Unidos, es un hecho fundamental de la vida moderna.
Los adelantos en la tecnología relacionados a la invención
y el perfeccionamiento del circuito íntegro han producido
cambios revolucionarios en el campo de la comunicación,
cambios que a su vez han acelerado el proceso de la integración
económica mundial. Pero estos desarrollos económicos
y tecnológicos, lejos de abrir nuevos caminos para el capitalismo,
han llevado la contradicción fundamental entre la economía
internacional y los estados nacionales, y entre la producción
social y la propiedad privada, a un nivel de intensidad sin precedente.
[1]
Nuestra resolución también analizó el
surgimiento de las llamadas economías tigres,
a las cuales se les comenzaba a referir como prueba definitiva
de la viabilidad del capitalismo, y subrayó las profundas
contradicciones que formaban la base del rápido desarrollo
de éstas.
Escribimos en ese entonces que Las economías capitalistas
del Asia del Pacífico se basan en la explotación
brutal de la clase obrera. La burguesía criolla defiende
la estrategia de exportaciones' preferida por el Fondo Internacional
Monetario con dictaduras militar-policíacas, arraigadas
en estados nacionales que conservan los vestigios semi feudales
que nunca fueron barridos por revoluciones democráticas
genuinas. Mientras funcionan como depósitos de mano de
obra super explotada para las empresas multinacionales, las economías
de estos tan llamados mini Japones son desesperadamente vulnerables
a las pautas del comercio internacional. [2]
Y es cierto que los acontecimientos de las últimas semanas
y meses presentan una poderosa vindicación del método
científico del marxismo, en contraste al enfoque pragmático
y anti históricos de los economistas y eruditos burgueses.
Cuando el Comité Internacional decidió hacer
un análisis nuevo de los cambios enormes que se daban en
el capitalismo mundial durante los 1980, usamos una metodología
bien definida. No fue nuestra intención negar que la globalización
de los procesos de producción ya iba en camino, ni menospreciar
el significado del desarrollo explosivo de la industria en Asia.
Nos planteamos y tratamos de contestar una pregunta crucial:
¿Cuál es el significado de estos cambios para la
estructura total del capitalismo? ¿Estos cambios intensifican
o vencen las contradicciones fundamentales de la economía
capitalista? Tampoco fue nuestra intención negar el hecho
que una evolución significativa de las fuerzas productivas
sucedía
¿Y por qué nos deberíamos haber empeñado
de otra manera? El marxismo explica que la revolución socialista
surge precisamente del mismo desarrollo de las fuerzas productivas,
las cuales entran en conflicto directo con las relaciones sociales
anticuadas del capitalismo. Por consiguiente, en cada etapa de
la evolución del capitalismo, el marxismo siempre se interesa
en examinar la dinámica de los procesos que ocurren y en
hacer una crítica histórica del significado de éstos.
He enfatizado estas cuestiones metodológicas fundamentales
para establecer la diferencia entre el enfoque del Comité
Internacional y el de los grupos radicales de la clase media.
Casi sin excepción, éstos insisten que la globalización
no significa ningún cambio fundamental en la estructura
del capitalismo mundial, que no es más que una campaña
propagandista que la burguesía ha iniciado para intimidar
a la clase obrera. Consecuentemente, insisten que la crisis actual
en el movimiento obrero no requiere una re orientación
estratégica fundamental. Los viejos programa políticos,
basados en luchas sindicalistases decir, en aplicarle presión
a los gobiernostodavía son viables. Lo único
que se necesita es ponerlos en práctica.
Un libro reciente de dos autores británicos, Paul Hirst
y Grahame Thompson, titulado La globalización
en duda, se ha convertido en cierta especie de biblia
para estas tendencias. Estos autores no niegan los conceptos políticos
que motivan su análisis. Escriben:
Este libro se ha escrito con una mezcla de escepticismo
acerca de los procesos económicos globales y de optimismo
acerca del potencial que existe para poder controlar la economía
internacional y de la viabilidad de estrategias políticas
nacionales. Uno de los efectos claves del concepto de internacionalización
ha sido la parálisis de las reformas radicales de las estrategias
nacionales, de considerarlas no viables ante el dictamen y la
aprobación de los mercados internacionales. No obstante,
si ahora nos encontramos frente a cambios económicos mucho
más complejos y equívocos de lo que los " globalistas"
extremistas arguyen, entonces existe la posibilidad de crear un
plan de acción y una estrategia para controlar las economías
capitalistas nacionales e internacionales con tal de fomentar
fines sociales. [3]
En otras palabras, según Hirst y Thompson, es necesario
rechazar el mito de la globalización porque
si no es imposible avanzar un programa político reformista
basado en el nacionalismo.
Por otra parte: Si las relaciones económicas se
muestran más flexibles (a nivel nacional e internacional)
de lo que muchos analistas contemporáneos suponen, entonces
deberíamos explorar todas las posibilidades que esa flexibilidad
nos ofrece. [4]
Nuestros dos autores continúan a mostrarnos el tipo
de alianzas políticas que deberían resultar de dicha
exploración.
Escriben que Actualmente es imposible que se puedan alcanzar
objetivos radicales como el cero desempleo en los países
desarrollados; un trato más justo para los países
en desarrollo más pobres; y, para los pueblos del mundo,
un control democrático de los asuntos económicos
más amplio. Pero esto no debería conducirnos a desechar
o ignorar las formas de control y de mejoramiento social que se
podrían lograr relativamente rápido con un cambio
modesto en las actitudes de las elites principales. Por lo tanto,
es esencial persuadir a reformistas de la izquierda y a conservadores
que se preocupan por la estructura de sus sociedades que no
somos impotentes ante procesos internacionales incontrolables.
Si este fuera el caso, entonces los cambios en actitudes y expectativas
podrían lograr que estos objetivos radicales sean más
aceptables.
Nadie puede dudar las tendencias políticas que estos
dos cortejan. Los conservadores que se preocupan por la
fábrica de sus sociedades incluyen Ross Perot en
Los Estados Unidos; el Frente Nacional de Le Pen en Francia; la
organización política del fallecido Sir James Goldsmith
en Inglaterra; el Primer Partido de Winston Peters en Nueva Zelandia;
y el Partido de Una Nación en este país.
No obstante los radicales de la Organización Socialista
Internacional expresan ciertas diferencias con Hirst y Thompson,
concurren con su conclusión fundamental: que la globalización
es más que nada una campaña propagandista para intimidar
a los obreros y suprimir las luchas reformistas de los sindicatos.
Según ellos sostienen, las derrotas que la clase obrera
ha sufrido en todos los países capitalistas principales
durante las últimas dos décadas no tienen que ver
nada con los cambios estructurales del capitalismo mundial. Simplemente
han sido el producto de la cobardía, falta de competencia
o falta de solidaridad de los dirigentes sindicalistas.
Refiriéndose, entre otros conflictos, a las derrotas de
los mineros en Inglaterra en 1984-85, los estibadores en 1989,
los controladores de tráfico aéreo y los obreros
de Hormel en Los Estados Unidos, declaran: La globalización
de la producción no desempeñó ningún
papel significativo en permitir que los patronos ganaran todas
estas disputas. Pero la ideología de la " internacionalización"
sí que ha tenido cierto papel. Ha fomentado la idea que
las empresas multinacionales son demasiado poderosas para que
los métodos anticuados de las luchas obreras las afecten.
Y la deserción de estas formas de lucha le ha entregado
la victoria a las multinacionales.
Esta clase de explicación no tiene ningún
valor. Cambios históricos profundosy verdad que el
colapso casi completo del movimiento sindicalista cae en esa categoríase
aceptan como si fueran el resultado de cambios en la filosofía
de los dirigentes individuales. Claro, la pregunta acerca de la
razón por la cual estos cambios sucedieron en cierto momento
no se contesta nunca.
Aún cuando estas explicaciones no tienen ningún
valor científico, sirven cierto propósito político.
En el caso de la Organización Socialista Internacional,
se introducen para mantener la tesis que los sindicatos y las
formas de lucha sindicalista todavía son viables.
El ataque más vociferante contra el análisis
del Comité Internacional proviene de la Liga Espartaca.
En una pieza denunciatoria que consiste de cuatro partes y que
publicaron el año pasado, nos acusan de habernos aliado
a Wall Street, los ideólogos liberales y la burocracia
sindicalista para fomentar la filosofía derrotista de la
globalización.
Esto no es nada nuevo. Los reformistas dentro del movimiento
obrero, sobretodo aquellos que se han aliado directamente con
las burocracias sindicalistas, siempre han denunciado a los revolucionarios
como cultivadores del derrotismo y de la desmoralización
porque éstos insisten que los intereses sociales de la
clase obreraempleos, salarios y condiciones de vidano
pueden defenderse basándose en el reformismo.
El tema, sin embargo, no tiene que ver con la necesidad de
defender los intereses urgentes de la clase obrera, sino con la
estrategia que formará la base de esa defensa. Los oportunistas
mantienen que los intereses de la clase obrera sólo pueden
defenderse si se basan en una perspectiva nacionalista. Los marxistas
sostienen que la defensa de estos intereses requiere una lucha
por la independencia política de la clase obrera a base
de un programa internacionalista que conduzca a la conquista del
poder. Las reformas y las concesiones son productos secundarios
de las revoluciones; es decir, de las luchas revolucionarias del
pasado o del movimiento revolucionario en desarrollo de la clase
obrera.
Igual que sus compinches radicales, los espartacos sostienen
que la internacionalización es un mito: la
estructura del capitalismo mundial actual no tiene nada cualitativamente
nuevo; el capitalismo es un sistema internacional y siempre lo
ha sido. Para tratar y poner esto a prueba, salen con el temaya
repetido en varias publicacionesque el capitalismo estaba
más internacionalizado bajo el régimen del patrón
de oro y el movimiento libre del capital internacional que prevalecían
en el período justamente antes de 1914.
Por ejemplo, de acuerdo a Hirst y Thompson, ...la economía
internacional de muchas maneras era más abierta durante
el período antes de 1914 que desde ese entonces, incluyendo
desde los 1970 en adelante. El comercio internacional y las fluctuaciones
del capital, no sólo entre las mismas economías
de industrialización rápida y entre éstas
y sus varios territorios coloniales, eran mucho más importantes
con relación a los niveles del Producto Doméstico
Bruto antes de la Primera Guerra Mundial que lo que hoy probablemente
son.[7]
Para los espartacos, la globalización económica
es pura bulla. Es solamente durante las últimas
décadas, arguyen ellos, que la economía capitalista
mundial se ha tornado hacia las normas establecidas por el orden
imperialista antes de 1914, cuando el patrón de oro internacional
aseguraba cierto grado de integración económica
entre los países capitalistas avanzados, cosa que no se
ha podido igualar desde ese entonces. [8]
Lo primero que se debe decir es que hay algo de lo ridículo
en las aseveraciones queen la época cuando la telecomunicación
internacional a penas empezaba, cuando el sistema de transporte
aéreo ni siquiera se había planeado, cuando cualquier
tipo de comunicación se llevaba días y semanas para
atravesar el globo terráqueola economía mundial
había estado más integrada que hoy, cuando procesos
enteros de producción reciben su ímpetu de impulsos
electrónicos enviados alrededor del mundo, cuando los movimientos
internacionales del capital toman lugar en cuestión de
segundos, y cuando casi todas las zonas mundiales están
vinculadas por sistemas de comunicación sumamente desarrollados.
Usar la relación entre el comercio y el Producto Doméstico
Bruto para comprobar que la integración internacional era
mayor hace ocho décadas significa ignorar por completo
una de las características más significativas de
la economía capitalista durante los últimos cincuenta
años: el establecimiento de fábricas internacionales
de producción. Las exportaciones de General Motors y Ford
a Europa, por ejemplo, no se destacan muy bien en los datos de
comercio publicados por Los Estados Unidos porque ambas empresas
han establecido fábricas de producción en Europa.
No exportan automóviles a Europa debido a que los construyen
allí mismo, y el establecimiento de semejantes fábricas
de producción refleja un grado mayor integración
internacional.
A decir la verdad, el punto de vista de los radicales de la
clase media es un disparate. La cuestión es, ¿por
qué van a tal extremo para promoverlo? Deberíamos
recordar el viejo refrán de Lenín: si los intereses
clasistas formaran parte de los teoremas de la geometría,
se haría el esfuerzo más vigoroso para refutarlos.
El tema de la globalización definitivamente tiene que
ver mucho con los intereses clasistas. Los radicales de la clase
media representan a capas de la pequeña burguesía
y a capas sub desarrolladas de la clase capitalista misma, quienes
ven sus intereses sociales amenazados por la tiranía del
mercado internacional y cuentan con que el estado los proteja
con mano de hierro.
El internacionalismo contra el oportunismo
nacionalista
El abismo político y teórico acerca de la globalización
que separa al Comité Internacional de todas las tendencias
radicales de la clase media es la expresión más
reciente del conflicto incesante entre el marxismo y el radicalismo
pequeño-burgués. El núcleo de este conflicto,
que echara raices hace 150 años, ha sido el choque entre
la perspectiva y filosofía internacionalista por una parte
y la orientación nacionalista por otra.
El famoso interdicto de Marx al final del Manifiesto
comunista, ¡Obreros del mundo, uníos!,
no fue simplemente un llamado retórico a la acción.
Se basaba en el análisis científico del significado
mundial histórico de la evolución de la producción
capitalista.
Marx explicó que las conclusiones teóricas del
Manifiesto no eran fantasías de
una persona que deseaba convertirse en reformista universal, sino
que expresaban en términos generales las relaciones
verdaderas que surgen de la lucha de clases en existencia y de
un movimiento histórico que ocurre bajo nuestras propias
narices. [9]
Este movimiento histórico lo determinó el desarrollo
verdaderamente dinámico de un nuevo sistema de producción
social: el capitalismo industrial. Dos procesos relacionados lo
caracterizaron.
La burguesía, escribió Marx, no
puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos
de producción y, a consecuencia, las relaciones de producción
y todas las relaciones sociales. Al contrario, la primera condición
de existencia para todas las clases industriales anteriores había
sido la conservación inalterable de los viejos modos de
producción. La revolución constante de la producción,
el desordenamiento ininterrumpido de todas las condiciones sociales,
la incertidumbre perenne y la agitación distinguen a la
época burguesa de todas las anteriores. Se barren todas
las relaciones fijas y sólidas, con sus vestigios de prejuicios
y opiniones venerables y las nuevas que se forman se vuelven anticuadas
antes de osificarse. Todo lo sólido se derrite, todo lo
sagrado se profana, y el hombre por fin se ve obligado a darle
frente serio a sus verdaderas condiciones de vida y a las relaciones
con sus semejantes [10].
Al mismo tiempo, esta constante revolución de
la producción se extendía por todo el globo
a medida que el nuevo modo de producción saltaba confines
y fronteras.
La necesidad de un mercado para sus productos que constantemente
se expande persigue a la burguesía por toda la superficie
del mundo. Esta tiene que anidarse, establecerse, fomentar conexiones
en todas partes. A través de la explotación del
mercado mundial, la burguesía le ha dado un carácter
cosmopolitano a la producción y al consumo en todos los
países. Para la gran mortificación de los Reaccionarios,
le ha quitado a la industria la alfombra nacionalista sobre la
cual ésta se erguía...En lugar del antiguo aislamiento
y autosuficiencia regional y nacional, ahora tenemos relaciones
comerciales en todas las direcciones, la interdependencia universal
de las naciones. [11]
Todavía no ha aparecido una descripción más
concisa y reveladora de los procesos que actualmente están
transformando al capitalismo mundial. Desde el comienzo, tal como
estos extractos indican, Marx era rotundamente hostil hacia todas
las tendencias que se oponían al capitalismo desde el punto
de vista que éste era una forma de producción inferior.
Los radicales hoy día niegan el significado de la globalización
o se oponen a ella en defensa de la nación, y desempeñan
el mismo papel de los varios socialistas que Marx
ridiculiza en el Manifiesto, quienes se
oponían al capitalismo desde el punto de vista del viejo
orden feudal.
El movimiento marxista siempre se ha basado en una perspectiva
internacional. Desde los primeros días del sistema capitalista,
Marx explicó que los comunistas siempre buscan representar
el futuro en el movimiento del presente. Aún en el Siglo
XIX, cuando el estado-nación todavía desempeñaba
un papel histórico progresista, Marx criticó severamente
al Partido Social-demócrata alemán que se acababa
de fundar porque su programa, adoptado en el Congreso de Gotha
en 1875, tenía una orientación nacionalista.
De acuerdo al programa, la clase obrera lucha por su
emancipación dentro de las fronteras de los estados nacionales
actuales y, al hacerlo, está consciente que el resultado
de sus esfuerzos será la fraternidad internacional
de los pueblos.
Marx escribió que era necesario, por supuesto, que la
clase obrera se organizara contra la burguesía en su propio
país, pero, como declaraba el programa, esto no significaba
que la lucha por su emancipación debería limitarse
dentro de las fronteras de los estados nacionales actuales.
Esa perspectiva era demasiado limitada. Las naciones se ubicaban
económicamente dentro del marco establecido por el mercado
internacional, y políticamente dentro del sistema de los
estados nacionales.
Con una anticipación extraordinaria de las cuestiones
fundamentales que estallarían cuarenta años después
con la Segunda Guerra Mundial, Marx escribió: ¿Y
a qué reduce el partido de los trabajadores alemanes su
internacionalismo? Al reconocimiento que el resultado de sus esfuerzos
será la fraternidad internacional de los pueblos'frase
prestada de la organización burguesa, Liga por la Paz y
la Libertad, que intenta hacerse pasar de equivalente a la fraternidad
de la clase obrera en la lucha unida contra las clases gobernantes
y sus gobiernos. Ni una palabra, pues, acerca de los deberes internacionales
de la clase obrera alemana. [12]
La crítica de Marx pone en relieve la diferencia entre
el internacionalismo genuino, que lucha por unir los obreros en
contra de sus propias clases gobernantes y gobiernos, y el oportunismo
nacional, que sostiene que la clase obrera tiene que limitarse
dentro de las fronteras de los estados nacionales actuales.
Para este último, el internacionalismo se reduce a una
mera solidaridad verbal entre organizaciones cuyas bases son nacionales,
y que, por lo tanto, está destinada a desboronarse el momento
que se le aplique la menor presión.
Hay dos perspectivas históricas diametralmente opuestas
implícitas en estos puntos de vista políticos divergentes.
El marxismo se basa en que el estado-nación no es una entidad
natural, sino una creación histórica; que es producto
del desarrollo capitalista, el cual, no obstante, es socavado
por el mismo crecimiento de la producción capitalista para
la cual ha establecido la estructura. Todas las tendencias oportunistas
rechazan el concepto que el estado-nación es un fenómeno
histórico transitorio. Insisten que la clase obrera tiene
que adaptarse a la estructura del estado-nación.
No es posible darle demasiado énfasis al significado
de estas diferencias, pues ha sido la base del conflicto entre
el marxismo y todas las tendencias oportunistas durante todo el
Siglo XX.
La lucha por el internacionalismo socialista este siglo se
ha relacionado con la figura de León Trotsky y la teoría
de la revolución permanente, la cual se avanzó durante
la Revolución Rusa de 1905. De acuerdo a los mencheviques,
Rusia se enfrentaba a una revolución burguesa, la cual
necesariamente tenía que llevar a la burguesía al
poder. Los mencheviques argüían que Rusia era un país
atrasado cuyo nivel de desarrollo económico era muy bajo
y en el cual la clase obrera era una minoría de la población
en comparación al campesinado, que era la mayoría
preponderante. Desde este punto de vista, el establecimiento del
socialismo y, por consiguiente, la conquista del poder por la
clase obrera, era absolutamente imposible.
Pero como Trotsky llegó a demostrar, la falacia de este
punto de vista era precisamente que los mencheviques consideraban
a Rusia una entidad nacional aislada. El capitalismo moderno estaba
convirtiendo al mundo más y más en un organismo
económico único. Esto significaba que el desarrollo
de la revolución era de carácter internacional y
que, por lo tanto, la clase obrera rusa, a pesar de ser minoría,
podía desempeñar el papel de iniciadora de la liquidación
del capitalismo mundial, para lo cual la historia definitivamente
había creado las condiciones objetivas.
Los argumentos de los mencheviquesque el derrocamiento
del zarismo tenía que resultar en una república
burguesareflejaban el concepto mecánico y nacionalista
acerca de la revolución socialista que había llegado
a dominar a los partidos de la Segunda Internacional durante el
período anterior a la Primera Guerra Mundial. Conforme
a esa filosofía, los estodo-naciones capitalistas eran
fundamentalmente organismos independientes que se movían
hacia el socialismo a su propio ritmo de desarrollo...algunos
más avanzados que otros. La revolución socialista
sucedería cuando las condiciones en dicho estado-nación
maduraran lo suficiente para ello, en cuyo caso la burguesía
simplemente le entregaría el poder al proletariado.
Esto era falso hasta lo más profundo, porque el desarrollo
mundial del capitalismo había quebrado la conexión
entre la revolución socialista y el estado nacional. Trotsky
escribiría luego: Mientras más unió
el capitalismo a los países de mundo entero en un organismo
complejo único, más inexorablemente llegó
la revolución social a depender del desarrollo del imperialismo
como factor internacional, no sólo en el sentido de su
destino común, sino también en el sentido de su
ubicación y hora de origen. [13]
El concepto limitado por el nacionalismo del desarrollo del
capitalismo y la insistencia que la clase obrera avance hacia
el socialismo dentro de la estructura del estado-nación
formaron las bases ideológicasy se podría
decir también psicológicasdel patriotismo
social de los partidos de la Segunda Internacional, cuyos socialistas
de las naciones en pugna se movilizaron para defender sus
naciones al comenzar la Primera Guerra Mundial.
La expansión de la economía capitalista a finales
del Siglo XIX y el mejoramiento que ésta ocasionó
en las normas de vida de la clase obrera habían dado ímpetus
a los conceptos nacionalistas. En el Partido Social-demócrata
alemán, Eduard Bernstein, quien representaba a toda una
tendencia basada en los sindicatos, sostuvo que a Marx se le había
comprobado errado, que no habría ningún quebrantamiento
del capitalismo, y que el socialismo llegaría no a través
de la revolución, sino por medio de la acumulación
de reformas sociales dentro de las estructuras del estado-nación
alemán.
Pero la expansión económica que forma la base
de esta perspectiva no vence las contradicciones del modo de producción.
Al contrario, las lleva a un plano superior. La globalización
creciente del capital durante este períodola expansión
del comercio internacional y de las inversiones, la exploración
por nuevas fuentes de materias primas y por mercadossignifica
que la lucha por los mercados y las ganancias se transforma de
conflicto regional o nacional en una lucha entre los poderes capitalistas
principales por el dominio internacional que inexorablemente conduce
al estallido de la Primera Guerra Mundial.
En su panfleto, La guerra y la Internacional,
escrito en 1915, Trotsky explica que, al nivel más fundamental,
esta guerra representa una rebelión de las fuerzas productivas
en contra de la estructura política del la nación
y el estado. Es decir, es una expresión barbárica
del hecho que el desarrollo internacional de las fuerzas productivas
ya no podía avanzar más dentro del marco de las
viejas estructuras. La humanidad ha llegado a una crisis histórica:
se derroca el viejo orden sociallibrando así a las
fuerzas productivas de las constricciones impuestas por la estructura
capitalista de la organización socialo naufraga la
civilización a causa de guerras destructivas continuas.
Por medio del estado nacional, escribe Trotsky,
el capitalismo ha revolucionado el sistema económico
del mundo entero. Ha dividido a toda la tierra entre las oligarquías
de los grandes poderes, alrededor de los cuales se agrupaban los
satélites; es decir, las naciones pequeñas, que
vivían de las rivalidades entre las grandes. El futuro
desarrollo de la economía mundial sobre una base capitalista
significa una lucha eterna por regiones para la explotación
cada vez más y más nuevas, las cuales tienen que
obtenerse de una y sola tierra. [14]
¿Y qué programa tenía la clase obrera
que avanzar? Tenía que rechazar la defensa de la patria
y comenzar la construcción de una economía socialista
como asunto práctico del día, no como objetivo en
la lejana distancia, enterrado en los programas de los partidos
de la Segunda Internacional.
La única manera que el proletariado puede enfrentarse
a la perplejidad imperialista del capitalismo es oponiéndole,
como programa práctico del día, la organización
socialista de la economía mundial. La guerra es el método
por medio del cual el capitalismo, al alcanzar el apogeo de su
desarrollo, trata de resolver sus contradicciones insolubles.
A este método el proletariado tiene que oponerle el suyo:
el método de la revolución social. [15]
No se puede enfatizar suficientemente que la Primera Guerra
Mundial marcó un cambio gigantesco en el capitalismo mundial
y, a consecuencia, en la lucha del marxismo contra el oportunismo
nacionalista. Al oportunismo ya no se le podía considerar
desviación derechista del marxismo, o como resultado de
la confusión o del pensamiento errado, con el cual era
posible coexistir.
Más que todo, éste era una defensa teórica,
política y práctica del sistema decadente de estados-naciones.
Sólo basta recordar que el asesinato de Rosa Luxemburg
y Karl Liebknecht fue organizado por los dirigentes oportunistas
de la Social-democracia alemana, y que el símbolo de la
swástica se utilizó por primera vez no a la cabeza
de las filas milicianas de Hitler, sino en los escuadrones de
freikorpstropas paramilitares que el gobierno socialdemócratas
desató luego de la Primera Guerra Mundial para aniquilar
los consejos obreros que habían surgido en el levantamiento
de noviembre, 1918. Cuando Trotsky explicó que la revolución
social y la reorganización de la economía mundial
estaban a la orden del día como asuntos prácticos,
no fue por gesto ceremonioso o por simple reacción a la
devastación que la guerra había causado. La guerra
significaba que las contradicciones intrínsecas al capitalismo
se habían elevado al nivel de alternativa histórica:
socialismo o barbarismo.
Fue sobre esta perspectiva internacional e histórica
que Lenín y Trotsky, a la cabeza del Partido Bolchevique,
conquistaron el poder en octubre, 1917. Desde el punto de vista
de Rusia, que se consideraba bastante aislada, la toma del poder
por los bolcheviques habría sido locura. Las condiciones
económicas anteriores al socialismo ni siquiera habían
aparecido. Pero Lenín y Trotsky no analizaron la Revolución
Rusa desde el punto de vista nacional. Lenín había
insistido que Rusia era el eslabón más débil
en la cadena del imperialismo. Pero fue la cadena, no el eslabón,
la que se quebró.
Tanto la guerra como las luchas revolucionarias que ahora tomaban
lugar en Rusia daban a entender que una nueva época en
la historia mundial había llegado, que la contradicción
entre la economía mundial y el sistema de estodo-naciones
tenía que resolverse. ¿Cuáles eran las objeciones
de Kautsky y los otros dirigentes de la social-democracia alemana?
Ante todo que Lenín y Trotsky rehusaban considerar la
Revolución Rusa de la misma manera que los dirigentes del
Partido Social-demócrata analizaban los eventos en Alemania;
es decir, desde el punto de vista nacional. Los Bolcheviques,
por otra parte, habían dirigido la lucha por el poder en
Rusia como táctica para abrirle un camino nuevo al proletariado
internacional en conjunto.
Fue precisamente desde este punto de vista que Trotsky y la
Oposición de Izquierda entablaron su lucha contra la teoría
stalinista del socialismo en un país. La oposición
de Trotsky se basaba en una perspectiva verdaderamente internacional.
Las contradicciones del capitalismo mundialante todo entre
la economía mundial y el sistema de estados-nacionesque
habían facilitado que la clase obrera tomara el poder en
Rusia precluían a la misma vez la posibilidad de construir
el socialismo en un solo país.
Trotsky insistió que la sociedad socialista se podía
establecer solamente sobre los adelantos más avanzados
que el capitalismo hiciera al desarrollar las fuerzas productivas
y la productividad de la mano de obra. Su necesidad histórica
se produjo precisamente porque estos mismos adelantos eran incompatibles
con las relaciones socialeses decir, la propiedad burguesa
y el estado-nacióndentro de las cuales había
evolucionado hasta ese entonces. El objetivo de la perspectiva
stalinista consistía en empujar las fuerzas productivas
otra vez más dentro de la estructura del estado nacional,
contra el cual se habían rebelado. Aceptar la teoría
del socialismo en un país significaba aceptar
la viabilidad histórica y la permanencia del sistema de
estados-naciones y rechazar, en el sentido más profundo
de la palabra, la necesidad de la revolución socialista
misma.
La lucha de Trotsky contra la maquinaria contrarrevolucionaria
stalinista se basaba en la comprensión científica
de mayor alcance de todo el desarrollo de los procesos económicos
del Siglo XX. Propuso que la Cuarta Internacional debería
conocerse como el partido mundial de la revolución socialista,
expresando así su misión histórica y su método
de organización.
La revolución mundial socialista no era una abstracción
y mucho menos un resumen de las luchas llevadas a cabo dentro
de las fronteras nacionales. Más bien era un proceso nacido
del desarrollo dinámico de las fuerzas productivas mismas,
las cuales se sacudían con convulsiones contra los límites
impuestos por los estados-naciones.
En El programa de transición,
Trotsky insistió que las leyes de la historia eran más
poderosas que el aparato burocrático. Escribió que
era imposible que la burocracia stalinista o los defensores socialdemócratas
del capitalismo pudieran detener indefinidamente el mecanismo
de la historia. Efectivamente, los acontecimientos venideros barrerían
aquellos partidos y organizaciones que se fundamentaban en la
coyuntura del momento y que buscaban la manera de explotarla.
Con la reestabilización del capitalismo mundial durante
el período post-Segunda Guerra Mundial, la perspectiva
de Trotsky en cuanto a la revolución socialistala
elaboración de una lucha unida del proletariado internacional
contra el capitalismo y sus entidades burócratasparecía
perderse más y más en la distancia. De acuerdo a
varios observadores de visión limitada, entre ellos Isaac
Deutscher, biógrafo de Trotsky, esta perspectiva pertenecía
a una época que ya había pasado a la historia.
Y verdaderamente que durante todo un período parecía
que el principio fundamental del marxismo clásicoes
decir, que a fin de cuentas el ímpetu motor del proceso
histórico es la contradicción entre el desarrollo
de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción
anticuadashabía dejado de tener significado. En el
mundo postguerras, burocracias enormes habían dominado
y regulado la economía y la política. No obstante,
procesos económicos estaban tomando lugar, procesos que
causarían el colapso casi repentino de todo el sistema
político establecido después de la Guerra.
En febrero, 1990, justamente luego del colapso de la Muralla
de Berlín, el Comité Internacional de la Cuarta
Internacional explicó que la desaparición de los
regímenes estalinista significaba el fin de la época
postguerras. Visto que durante las décadas después
de la Guerra los antagonismos fundamentales se habían mantenido
apacibles bajo el peso de varias estructuras estatales y políticas,
ahora había surgido una época que sería testigo
al choque abierto de fuerzas clasistas antagónicas.
La desintegración de los regímenes de la
Europa Oriental, declaramos en ese entonces, no se
puede explicar aparte del desarrollo de la economía mundial
en conjunto. Los levantamientos sociales en Europa Oriental revelan
no sólo la crisis del stalinismo. Son en realidad la expresión
más avanzada de la crisis general del imperialismo mundial.
Explicamos que el origen de esta crisis fue la integración
internacional sin precedente de la producción, hecha posible
por los desarrollos revolucionarios en la tecnología de
computadoras y la expansión y el abaratamiento de todos
los medios de comunicación y transporte.
Se expresó inicialmentey no fue nada accidentalprecisamente
en esos regímenes que se habían basado acérrimamente
en seguir un programa nacionalista; es decir, las naciones gobernadas
por los stalinistas. Trotsky una vez comentó que aunque
ejércitos imperialistas amenazaban al estado obrero, el
peligro mayor provenía de las mercancías baratas
que inmediatamente les seguían el paso. Con esto quiso
enfatizar que, a fin de cuentas, el destino de la Unión
Soviética no se determinaría principalmente en la
esfera militar, sino en la esfera económica. En otras palabras,
por la productividad obrera. Al fin y al cabo, la imposibilidad
de avanzar la productividad obrera dentro de la estructura del
viejo régimen había rendido al socialismo
en un país totalmente inviable.
Aunque la aislada economía soviética pudo lograr
cierto nivel de industrialización, esa misma industrialización
planteó problemas económicos nuevos y más
complejos. En la era de la tecnología de información
y de computadoras (ordenadoras), la economía soviética
se mostró más y más incapaz de sostenerse
a sí misma debido a la mayor productividad obrera que la
globalización de la producción capitalista había
desarrollado.
En otras palabras, la muerte de los regímenes stalinistas,
lejos de significar la muerte del marxismo y el fin del socialismo,
en realidad volvió a reafirmar las contradicciones más
básicas sobre las cuales el marxismo revolucionario siempre
había basado su perspectiva. Fue no más que la expresión
inicial de una crisis profundizante de todo el sistema de estados-naciones
que la globalización de la producción había
creado.
La trayectoria del desarrollo capitalista
Hagamos ahora un análisis más detallado de los
procesos económicos que causan esta crisis.
Los varios grupos radicales sostienen que la mayor integración
nacional del capitalismo ocurrió antes del 1914. Afirman
además que es sólo durante el período más
reciente que los negocios y las inversiones han alcanzado, relativo
a la producción nacional, los niveles de hace ochenta años.
Concedamos este último punto aunque todavía tengamos
las dudas anteriores. No obstante, lo importante es analizar las
conclusiones. El período de internacionalización
durante los cincuenta años anteriores al 1914 resultó
en la explosión de guerras y revoluciones. Si el capitalismo
ahora decide emprender el desarrollo de la globalización
integrada, es inevitable que las contradicciones sean aún
más explosivas.
En otras palabras, en contradicción a las conclusiones
de los radicales de la clase mediaque la situación
no ha cambiado para nadaun nuevo período de guerras
y luchas revolucionarias ya está en pie. Un análisis
de la economía política del Siglo XX pondrá
en claro que los asuntos que todavía no se han resuelto
serán la preocupación central del XXI. Al hacer
este repaso, basaré mi análisis sobre los adelantos
teóricos más avanzados y fecundos de Trotsky.
La labor que Trotsky desempeñó para elaborar
las perspectivas, igual que todas sus contribuciones teóricas
al marxismo científicola teoría de la revolución
permanente y el análisis del stalinismo para mencionar
sólo dossurgió de una lucha para armar políticamente
a la vanguardia revolucionaria.
Ya era obvio para el Tercer Congreso de la Internacional Comunista
en junio-julio, 1921, que el levantamiento revolucionario que
había servido de ímpetu a la Revolución Rusa
había retrocedido; que la Europa capitalista comenzaba
a estabilizarse de nuevo. Apoyándose de las traiciones
de la Social-Democracia, la burguesía había logrado
seguir en el poder. Cierta mejora en el siclo comercial comenzaba
a manifestarse debido a ciertos procesos económicos espontáneos.
Al mismo tiempo, la burguesía, a pesar de todos sus
esfuerzos, no había podido derrocar a la Revolución
Rusa, aun cuando invadió al país con catorce ejércitos
imperialistas. Pero la revolución tampoco se había
extendido. Era obvio que la revolución socialista en la
Europa Occidental iba a ser un proceso mucho más prolongado
y complejo de lo que se había anticipado después
de la Revolución de 1917.
La reestabilización no sólo causó el mejoramiento
económico que siguió las crisis de 1919-1920, sino
que planteó una serie de cuestiones importantísimos
referentes a la perspectiva histórica; cuestiones que tenían
que resolverse si a la Internacional Comunista, recientemente
fundada, se le iba proveer con el armazón político
y teórico necesario para enfrentar la nueva situación.
Por una parte, los social-demócratas sostenían
que el mejoramiento de la economía capitalista justificaba
su oposición a la Revolución Rusa y al aventurismo
de los bolcheviques. Arguyeron que éstos habían
justificado la toma del poder basándose en la teoría
que el capitalismo había comenzado su desintegración
histórica. Pero ahora la economía resuscitaba luego
de una era tumultuosa y demostraba que el camino al socialismo,
tal como antes de la guerra, se podía viajar por medio
de la acumulación gradual de los beneficios que el movimiento
obrero obtuviera, no con la toma del poder.
Una tendencia de oposición izquierdista
surgió dentro de la Internacional Comunista que en efecto
puso a la línea social-demócrata de cabeza. Según
la visión de esta tendencia, el capitalismo había
entrado en una época histórica de decaimiento irreversible.
Ya no había posibilidad que la economía mejorara.
Cualquier mención que ésta podía restaurarse
o reestablecerse era igual que repudiar por completo todo el análisis
histórico del marxismo y adoptar la política oportunista
de la Social-Democracia.
Los izquierdistas insistían que el capitalismo
había entrado en su crisis final y por lo tanto
ya estaba al punto de fallecer. La guerra era prueba. Por lo tanto,
las tácticas del partido tenían que basarse en desarrollar
una ofensiva permanente de la clase obrera. Esta teoría
tuvo sus concecuencias más trágicas en Alemania
en marzo, 1921, cuando el joven Partido Comunista Alemán
lanzó la lucha insurreccionaria sin suficiente apoyo de
las masas.
Al desarrollar la perspectiva de la Internacional Comunista,
Trotsky emprendió un estudio de la relación entre
los ciclos comerciales del capitalismolas fluctuaciones
de prosperidad, quiebra, recesión y recuperacióny
de los procesos de mayor duración, que designara la
trayectoria del desarrollo capitalista. Nadie había
antes emprendido semejante análisis.
Trotsky comienza su informe al Tercer Congreso demostrando
que, contrario a lo que los mencheviques aseveraban, el capitalismo
no había restaurado su equilibrio anterior. Señala
que, lejos de crear condiciones nuevas para la expansión
continua, el capitalismo comienza a toparse con problemas, aun
cuando la producción llega a los niveles que existían
anterior a la guerra.
Dirigiéndose a la relación entre los ciclos de
corto plazo y los procesos de largo plazo del desarrollo capitalista,
Trotsky continúa:
Los economistas burgueses y reformistas que tienen interés
ideológico en ameliorar los problemas del capitalismo dicen
que la crisis actual, por sí sola, no prueba nada; al contrario,
es una ocurrencia normal. Después de la guerra, vimos la
prosperidad industrial, y ahora padecemos una crisis. Sigue, pues,
que el capitalismo está vivito y coleando.
Y verdad que sí: el capitalismo vive de las crisis
y la prosperidad repentina. En esto se parece al ser humano, que
inhala y exhala para vivir. Primero aparece la prosperidad repentina
en la industria. Lo sigue la parálisis y luego la crisis
seguida por la cesación de esa crisis. Se mejora la situación.
Llega otro auge de prosperidad. Lo sigue otra parálisis
y así ad infinitum.
La crisis y la prosperidad se combinan con todas las
fases de transición que constituyen un ciclo o uno de los
grandes círculos de desarrollo industrial. Cada ciclo dura
de 8 a 9 o de 10 a 11 años. Debido a las contradicciones
internas, el capitalismo, pues, no progresa en línea recta
sino en zigzag, con alzas y bajadas. En esto se basa la siguiente
alegación de los apologistas del capitalismo: después
de la guerra, al observar la sucesión de prosperidad y
crisis, todos colaboran para que el capitalismo logre lo mejor
de este mundo, que es el mejor de todos. El hecho que el capitalismo
después de la guerra continúa oscilando de forma
cíclica sólo significa que éste todavía
no ha fallecido, que todavía no estamos negociando con
un cadáver. Las crisis y los períodos de prosperidad
son naturales al capitalismo desde que nació y lo acompañarán
a su tumba. Pero para determinar la edad y la salud general del
capitalismopara establecer si todavía está
evolucionando, si ha madurado o si está decayendohay
que hacerle un diagnóstico a los ciclos. Se le puede diagnosticar
al organismo humano de la misma manera, tomando en cuenta si la
respiración es regular o espasmódica, profunda o
superficial, etc. [16]
El análisis fundamental del informe de Trotsky fue sujeto
a debate intenso durante el Congreso y después. En su informe
al Cuarto Congreso en noviembre, 1922, Trotsky recapitula el debate
de la siguiente manera:
Las tesis del Tercer Congreso sobre la situación
mundial correctamente definieron las características fundamentales
de toda nuestra época como las de mayor crisis histórica
del capitalismo. En el Tercer Congreso enfatizamos que era indispensable
distinguir claramente entre la crisis mayor o histórica
del capitalismo y el ciclo económico-industrial. Permítanme
recordar que hubo un debate bien prolongado en los comités
y especialmente durante las sesiones plenarias. Nos opusimos a
varios camaradas cuando defendimos el punto de vista que, en el
desarrollo histórico del capitalismo, hay que distinguir
claramente dos tipos de trayectorias: la trayectoria fundamental
que representa el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas,
el crecimiento de la productividad obrera, la acumulación
de la riqueza, etc.; y la cíclica, que representa la ondulación
períodica de auges de prosperidad y de crisis, la cual
se repite más o menos cada nueve años. La correlación
entre estas dos trayectorias hasta ahora no se ha elucidado en
la literatura marxista o, que yo sepa, en la literatura sobre
le economía en general. No obstante, la cuestión
es de mayor importancia teórica y política.
[17]
Un repaso de la historia de la economía establece bien
claro estas etapas diferentes de la trayectoria del desarrollo
capitalista. El período entre, digamos, 1789 y aproximadamente
1850 se caracteriza por un ritmo relativamente lento. Entre 1851
y más o menos 1873, el capitalismo en seguida atraviesa
por un período de expansión rápida. Los ciclos
de corta duración se caracterizan por auges de posperidad
que son sumamente vigorosos y depresiones que, aunque bastante
dolorosas, son de duración relativamente corta y seguidas
inmediatamente por un alza. Después de 1873, el clima de
los próximos veinte años es muy diferente. Este
período, caracterizado por precios y ganancias que declinan,
solía llamarse La Gran Depresión. Luego, desde a
mediados de los 1890, la trayectoria de desarrollo asciende empinadamente
y continúa hasta 1913. La economía capitalista tiene
alzas en el ciclo económico después de la guerra,
pero no hay retorno a las condiciones anterior a la guerra.
No es hasta 1945 que un nuevo alza en la trayectoria de larga
plazo comienza. Este dura hasta 1973; es decir, durante el período
de prosperidad post-Segunda Guerra Mundial. Es bastante obvio
que el clima económico luego de 1973 es muy diferente al
de los 25 años anteriores. Durante la prosperidad, el desempleo
duraba poco, aun cuando la fuerza laboral se expandía.
Ahora, por ejemplo, el clima económico se define por el
hecho que en Europa no se ha creado un sólo empleo de jornada
completa desde 1973.
La construcción del orden post bélico
En su informe al Tercer Congreso, Trotsky insistió que
la restauración del equilibrio capitalista estaba lejos
de realizarse, inclusive con el alza que el ciclo económico
había tenido desde 1920. Naturalmente, surgió la
pregunta: ¿era posible que semejante restauración
sucediera? ¿Podría darse un nuevo período
de prosperidad en la trayectoria del desarrollo capitalista? Señalando
que ese período era por lo menos teóricamente posible,
Trotsky bosquejó las condiciones que podrían producirlo.
Si concedemos por el momento que la clase obrera ha de
fracasar en entablar la lucha revolucionaria y que le permitirá
a la burguesía dirigir el destino del mundo por muchos
añosdigamos dos o tres décadasentonces
algún tipo de equilibrio seguramente se establecerá.
Europa se irá de retaguardia. Millones de trabajadores
europeos morirán de desempleo y manutención, Los
Estados Unidos se verá obligado a re orientarse en el mercado
mundial y a reconvertir su industria, pero se verá limitado
por un período considerable. Luego, después
que se restablezca una nueva división de labor que agonías
por diez o quince años, es posible que una nueva época
de prosperidad capitalista podría seguir. [18]
Trotsky descartó esta perspectiva en 1921 precisamente
debido a su carácter sumamente abstracto, pues no tomaba
en cuenta ni a la lucha de la clase obrera ni a la lucha de la
vanguardia revolucionaria para dirigirla a la conquista del poder.
Pero la verdad es que la burguesía sí logró
afianzarse al poder, no porque la lucha de la clase obrera fracasara,
sino a razón de las traiciones de sus dirigencias socialdemócratas
y stalinistas. Resultado: luego de 25 años agonizantes,
la burguesía logró establecer un nuevo equilibrio
capitalista y así cementó las bases para la prosperidad
económica post-bélica.
Pero ésta estaba lejos de ser proceso automático.
En primer lugar, la condiciones políticas anteriores habían
consistido de la traición de los levantamientos revolucionarios
obreros y de las masas oprimidas por parte de las burocracias
socialdemócratas y stalinistas. La línea que guiaba
a la burocracia stalinista era la de prevenir la revolución
social a todo costo, lo cual había sido su perspectiva
durante la Guerra Civil Española, cuando estranguló
la revolución para demostrar que estaba dispuesta a coexistir
con el imperialismo.
Ahora esta política se extendía por todo el mundo.
En 1943, Stalin disolvió la Internacional Comunista para
demostrarle su buena fe a los poderes imperialistas. La base de
los acuerdos de las conferencias de Teherán, Yalta y Potsdam
era que la burocracia stalinista bloquearía cualquier desarrollo
socialista revolucionario en el occidente y el imperialismo, en
cambio, reconocería una esfera de influencia soviéticauna
zona vallaen Europa Oriental. Al cumplir con este arreglo,
los partidos comunistas de Italia y de Francia entraron en gobiernos
de coalición burguesa durante el período justamente
después de la guerra. Por su parte, la Unión Soviética
traicionó los partidarios de la Guerra Civil Griega.
A medida que la Segunda Guerra Mundial concluía, círculos
gubernamentales de Los Estados Unidos prestaron su atención
a la creación del orden político-económico
post bélico. Era obvio que tendrían que haber cambios
drásticos o el mundo se vería lanzado de nuevo a
las condiciones de los 1930, amenazando así al orden capitalista
entero con la posibilidad de la revolución social.
Más que otra cosa, era obvio que el sistema de comercio
internacional tenía que reedificarse casi en su totalidad.
Si a los años entre 1870 y 1914 se les puede catalogar
como período de integración global creciente a consecuencia
de las fluctuaciones comerciales y las inversiones, entonces el
período entre 1914 y 1945 tiene que caracterizarse por
la desintegración global, la cual en el Siglo XX, según
se ha escrito, equivale a la Guerra de los Treinta Años
que devastara a Europa durante el Siglo XVII.
El mercado mundial se fracturaba y se dividía más
y más a medida que las fluctuaciones internacionales del
capital para las inversiones se secaban casi totalmente. Desde
1929, año de la caída de Wall Street, hasta 1932,
nadir de la Depresión, el valor del comercio internacional
decayó un 66 por ciento. El mundo comenzó a dividirse
más y más en una serie de alianzas: la alianza esterlina,
la alianza basada en el dólar, la alianza basada en el
yen, la alianza del sureste europeo con sus bases en Alemania.
Ya para los primeros meses de 1943, con la derrota de los ejércitos
nazis en la Batalla de Stalingrado y los avances del Ejército
Rojo, era obvio que la derrota de los poderes Axis era cuestión
de tiempo. El Departamento de Estado del gobierno de Roosevelt
comenzó a prestarle atención al tipo de orden económico
que tenía que construirse una vez que la guerra terminara.
Entre los objetivos más importantes de la política
estadounidense era la abolición de las alianzas y las restricciones
comerciales. La intención de los EE.UU. era no solamente
disolver los imperios alemán y japonés, sino también
desmantelar la alianza esterlina de la Gran Bretaña. Por
cierto que durante las primeras discusiones entre Churchill y
Roosevelt, los norteamericanos insistieron que la preferencia
imperial, establecida en los acuerdos de Ottawa de 1932, tenía
que terminarse.
En diciembre, 1943, el Departamento de Estado lanzó
un informe de comité que insistía: Una gran
expansión en el volumen del comercio internacional después
de la guerra será esencial para lograr el empleo total
y efectivo en Los Estados Unidos y para conservar, por doquier,
la empresa libre y el éxito de un sistema de seguridad
internacional que prevenga las guerras del futuro.
La Conferencia Monetaria y Sobre la Economía que se
llavara a cabo en Bretton Woods, New Hampshire, en julio, 1944,
cementó las bases para el sistema económico post-bélico.
La piedra angular del acuerdo de Bretton Woods era el dólar,
que en efecto funcionaría como moneda internacional. Las
monedas de los otros países capitalistas quedarían
ligadas a él por medio de divisas fijas. A la vez, el dólar
se podía canjear por oro a $35 la onza. Se formó
un Fondo Internacional Monetario para proveer asistencia de corto
plazo a los países que tenían dificultades con sus
balanzas de pago y así obviar la necesidad de introducir
los controles monetarios y las restricciones arancelarias que
habían producido las consecuencias desastrosas durante
los 1930.
La burguesía estaba extremadamente consciente que, luego
de haber arrastrado a la humanidad por dos guerras mundiales y
los horrores de la Gran Depresión, no sobreviviría
si el período post bélico retornaba a las condiciones
de los 1930. En un discurso al congreso estadounidense en marzo,
1945, William Clayton, Secretario Asistente de Estado para Asuntos
Económicos, advirtió que cualquier regreso a las
tarifas altas tendría consecuencias desastrosas. Declaró:
El tipo de guerra económica internacional que se
entablara entre las dos guerras mundiales siempre pondrá
a la paz mundial en grave peligro...La democracia y la empresa
libre no sobrevivirán otra guerra mundial.
Aunque la reedificación del sistema internacional de
comercio y de finanzas era de importancia primordial, no era lo
suficiente para establecer un nuevo equilibrio. La cuestión
económica clave a la cual el capitalismo mundial se enfrentaba
era la necesidad de incrementar la extracción de la plusvalía
como base para la expansión de la acumulación del
capital. Esto requería nada menos que la reedificación
de Europa.
Un sistema de producción completamente nuevo tenía
que introducirse para aumentar la productividad de la mano de
obra y la cantidad de plusvalía extraída de la clase
obrera a un nivel enorme; un aumento mucho mayor de lo que se
había logrado con los métodos utilizados antes de
la guerra.
Este sistema nuevo ya se había desarrolladoy anunciado
su llegadacon la inauguración de la fábrica
de automóviles basada en la cadena de montaje que Henry
Ford había establecido en Highland Park en 1913. El sistema
de cadena de montaje no fue simplemente una invención de
Ford. Fue la culminación de una lucha entablada por la
burguesía industrial desde la época de la gran depresión
durante el Siglo XIX para desarrollar nuevos métodos de
reducir gastos y aumentar la productividad.
La cadena de montaje en las fábricas reunió toda
una serie de cambios que habían ocurrido en las industrias
del envase de carne y de la conserva de alimentos, la metalurgia
y la cortadura de metales, la manufactura de piezas metálicas
uniformes, el uso de la electricidad para facilitar de manera
más lógica la organización de los talleres
de fábricas y en la gerencia y la organización de
las empresas.
Estos métodos de fábrica modernos terminaron
en el desarrollo frenético del capitalismo estadounidense
durante la primera guerra Mundial y los 1920. Pero esto no se
tradujo en expansión general de la economía capitalista,
pues esta se produjo principalmente a costillas de Europa.
La burguesía europea respondió a la presión
sobre la tasa de ganancias y la acrecentada competencia de los
Estados Unidos no por medio del desarrollo de métodos nuevos
de producción, sino a través de monopolios y otras
estructuras monopolistas para tratar de limitar la producción
y controlar los precios.
Desde el punto de vista de la empresa privada, esto fue una
reacción lógica, pues lo que se buscaba era la protección
del valor de su capital y mantener su porción de la plusvalía
disponible. Desde el punto de vista del capitalismo en general,
sin embargo, dicho método sólo profundizaba la crisis
de las ganancias.
Pero para la burguesía no existía ninguna otra
salida. La aplicación de los métodos estadounidenses
eran mucho más fructíferosbasaba en un volumen
de producción mayor a costo menor y requería que
el mercado quebrara sus fronteras nacionales y abarcara a toda
Europa. No obstante, cada sección nacional de la burguesía,
como la francesa, la alemana, la italiana y la británica,
seguía ampliando los controles y las barreras nacionales
para fortalecer su propia situación a costillas de sus
rivales.
El resultado fue que el capitalismo estadounidense, que con
tanta rapidez había evolucionado en los 1920, chocó
de golpe contra las barreras que el caos europeo había
erigido y que le cerraban el paso a su expansión. Resultado:
la Gran Depresión de los 1930.
En un asombroso artículo publicado en 1933 titulado,
El nacionalismo y la vida económica,
Trotsky describió los procesos económicos en juego.
Explicó que la evolución de la productividad de
la mano de obra era, a fin de cuentas, el actor determinante en
el desarrollo y decaimiento de las formaciones sociales.
La ley de la productividad de la mano de obra,
escribe, es de significado decisivo para las relaciones
entre Europa y Los Estados Unidos y, en lo general, para determinar
la ubicación de Los Estados Unidos en el mundo. La contribución
principal yanqui a la ley de la productividad de la mano de obra
se llama la cadena de montaje; es decir, la producción
uniforme o a gran escala. Parecía que por fin se había
descubierto el lugar por donde la palanca de Arquímedes
volcaría al mundo. Pero el viejo planeta rehusa volcarse.
Todos se defienden contra todos y se protegen a sí mismos
con murallas costumbristas y el filo de las bayonetas. Puede que
Europa ya no compra mercancías y ya no paga sus deudas,
pero se arma. Con sólo cinco miserables divisiones militares,
el Japón se apodera de todo un país. La técnica
más adelantada del mundo de repente se presenta impotente
ante los obstáculos que una técnica más atrasada
ha levantado. [20]
Parecía, Trotsky continúa, como si la ley de
la productividad de la mano de obra hubiera perdido su poderío,
pero eso era sólo una apariencia. El capitalismo estadounidense
tenía que cederle paso a métodos nuevos para lograr
extenderse por todo el globo terráqueo. Métodos
más eficaces tenían que conquistar a métodos
más atrasados. ¿Cómo podía esto cumplirse?
Con la guerra.
Las predicciones de Trotsky se cumplieron con la participación
de Los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y con la vasta
reorganización económica que se puso en práctica
después de la guerra.
El sistema monetario de Bretton Woods fue sólo el primer
paso. Su operación eficaz suponía un aumento en
la producción, el comercio y las inversiones; aumento que
sería consecuencia de la mejora en las ganancias. Pero
los mecanismos de Bretton Woods, por su propia cuenta, no hicieron
lo menor para que esto sucediera.
La cuestión fundamental para la estabilización
de Europa y del capitalismo mundial era el establecimiento en
Europa de los métodos más fructíferos que
el capitalismo estadounidense había creado y, con tal de
extender la economía capitalista en general, un régimen
económico que eliminara las restricciones y las barreras
nacionales que habían conducido a los desastres de los
1930. Esta fue la piedra angular del Plan Marshall.
El objetivo del planinyectarle a Europa $17 mil millones
durante tres añosno era simplemente superar la crisis
económica europea del momento o reedificar la industria
europea. Existía bastante conciencia que si la industria
se reconstruía sobre las bases antiguas, surgirían
de nuevo todas las contradicciones que habían conducido
a dos guerras durante toda una generación. El Plan Marshall
trató de establecer el marco político-económico
para extender la acumulación de la plusvalía en
Europa, abriéndole así paso a la expansión
el capital estadounidense. Cuando Marshall reveló el plan
en junio, 1947, dejó bien claro que los fondos no se le
iban a entregar a naciones particulares, sino que servirían
para lograr la integración europea y así facilitar
el movimiento libre de las mercancías y el capital.
La organización de las industrias del carbón
y el acero tenía que ponerse en práctica. A menos
que grandes mejoras, basadas en métodos menos costosos,
se lograran en la industria del acero, los procesos de producción
a gran escala no podían desarrollarse. En un discurso ante
el congreso de Los Estados Unidos sobre el Plan Marshallque
planteaba la formación de una Comunidad Europea del carbón
y el aceroPaul Hoffman, ex presidente de la fábrica
automovilística Studebaker y partidario importantísimo
del plan, dijo:
Hasta ahora los precios han estado demasiado altos y
los salarios demasiado bajos para que la gente compre los productos
de la industria del acero. Y tanto es así que compran los
productos de nuestra industria aquí mismo. Tomamos una
tonelada de acero y la convertimos en automóvil, pero ya
se sabe que es muy poca la gente que puede darse el lujo de comprar
un automóvil en Europa. Por lo tanto, si comenzamos este
proceso, es decir, si aumentamos los sueldos y reducimos los precios,
podemos apoderarnos de un mercado europeo que se extenderá
enormemente. Resultado: un aumento en la productividad. Henry
Ford nos introdujo a este novedoso principio, que fue lo suficiente
para empezar una revolución que todavía nos beneficia.
Creo que el Plan Schumann dará el mismo resultado en Europa.
En otras palabras, el objetivo del Plan Marshall era el de
crear condiciones para extender la acumulación del capital
por medio de la introducción de los métodos de cadena
de montaje que ya se habían desarrollado en Los Estados
Unidos.
A través del conflicto violento de la Segunda Guerra
Mundial y consecuentemente del complejo proceso político-económico
de la reedificación post bélica, la ley de la productividad
de la mano de obratal como Trotsky había aseveradose
imponía.
Un equilibrio regulado a nivel nacional
El sistema de los Planes de Bretton Woods y Marshall cementó
las bases para el nuevo equilibrio capitalista. Es decir, formó
el marco para extender la reproducción del capital, basado
en el desarrollo de un nuevo régimen de producción
que incrementaría el volumen de la plusvalía extraída
de la clase obrera.
Pero el restablecimiento del equilibrio capitalista de ninguna
manera significaba la restauración del sistema que había
existido antes de la Primera Guerra Mundial, el cual se basaba
en el comercio libre y el movimiento internacional del capital
y de las finanzas destinadas a las inversiones. En la esfera económica,
todos los gobiernos capitalistas imponían controles y restricciones
bien estrictos.
La década anterior, Keynes, quien junto con Harry Dexter
White había sido el arquitecto principal del acuerdo de
Bretton Woods, declaró: Es posible que existan cálculos
económicos que muestren que quizás sea provechoso
invertir mis ahorros en cualquier 25% del globo poblado que muestre
la mayor eficacia marginal del capital o la mayor tasa de interés.
Pero se acumulan experiencias que indican que la distancia entre
la propiedad y la operación de ésta causa grietas
en las relaciones entre los hombres; distancia que, a lo largo,
probable o ciertamente resultará en presiones y antagonismos
que reducirán los cálculos económicos a cero.
Simpatizo, por consiguiente, con aquellos que quieren reducir
a lo mínimo, y no aumentar a lo máximo, los embrollos
económicos entre las naciones. Las ideas, el conocimiento,
la ciencia, la hospitalidad, y el viajar son cosas que por su
propia naturaleza deberían ser de índole internacional.
Dejemos que las mercancías se fabriquen en sus propios
hogares siempre que sea posible y conveniente y, ante todo, permitámosle
al capital que sea principalmente nacional.
Estos sentimientos formaron la piedra angular del Acuerdo de
Bretton Woods. Hablando ante una conferencia, el Sr. Morgenthau,
Secretario de la Tesorería estadounidense, declaró
que el objetivo consistía en arrojar a los prestamistas
usureros del templo de la economía internacional.
Keynes explicó que una de las condiciones permanentes del
acuerdo era el derecho explícito que éste le confería
a todos los gobiernos para controlar el movimiento del capital.
En consecuencia, lo que antes se consideraba herético
ahora se defiende como ortodoxia.
La oposición a la fluctuación libre del capital
financiero no surgió de ninguna teoría económica,
sino del comprendimiento de la situación política
a la cual la clase capitalista se enfrentaba. Los políticos
burgueses de todo el mundo tenían la perspicacia que se
enfrentarían a batallas enormes que probablemente tendrían
consecuencias revolucionarias a menos que a la clase obrera se
le hicieran grandes concesiones. Por ejemplo, un programa que
estableciera una tasa de 100% de empleo y medidas para mejorar
el bienestar social.
Pero un programa para establecer una gerencia exigente y también
una política que mejorara el bienestar social habría
sido imposible si las empresas hubieran podido cambiarse de un
país a otro para gozar de impuestos menores. Para poder
hacerle concesiones a la clase obreraconcesiones financiadas
por medio de deducciones a la plusvalía acumulada
requería que al capital se le atara al terreno nacional.
La restabilización que tomó lugar luego de la
guerra creó el marco político-económico para
una mejoría en la trayectoria del desarrollo capitalista.
La amplitud de esta mejoría se puede notar en varias estadísticas.
Por ejemplo, la tasa compuesta del aumento promedio anual para
los dieciséis países principales de OECD fue 2.9%
entre 1900 y 1913, 2% del 1913 al 1950 y 4.9% entre 1950 y 1973.
Estas cifras del aumento en la productividad fueron de 1.8%, 1.9%
y 4.5 % respectivamente durante los mismos períodos. Un
análisis de estas cifras, consideradas en conjunto, revela
que esta mejoría fue resultado de métodos más
productivos ya establecidos en Los Estados Unidos que se expandieron
a los otros países capitalistas principales. Mientras que
en Los Estados Unidos la productividad por cada hora laboral por
hombre creció 2.4% anualmente durante los períodos
entre 1913-1950 y 1950-1973, ésta aumentó en Alemania
del 1% al 6% entre los dos períodos, en Inglaterra del
1.6% al 3.2%, en Japón del 1.7% al 7.6% y en Italia del
1.7% al 5.5%.
La prosperidad que tomó lugar después de la guerra
vio el restablecimiento de todas las teorías reformistas
que ya habían sido desacreditadas. Ahora se afirmaba que,
aunque el capitalismo sin restricciones había revelado
cierta problemática, las nuevas técnicas y el programa
keynesiano la habían dado a los gobiernos capitalistas
la capacidad para regularla. Estas teorías se expresaron
en ciertos círculos radicales, sobretodo en la tesis de
Ernesto Mandel, quien sostenía que el capitalismo había
entrado a la etapa mayor del nuevo capitalismo, el se caracterizaba
por la intervención del estado para prevenir las crisis.
También se expresaron en la teoría del capitalismo
estatal de Michael Kidron, la cual mantenía que el desarrollo
de la economía permanente basada en las armas
había suplantado las contradicciones históricas
de la economía capitalista.
Mientras que el período post bélico vio a la
mejoría continua de mayor duración en la historia
del capitalismo mundial, es decir, en proporción directa
a los treinta años de destrucción sin paralelo que
le precediera, ninguna de las contradicciones centrales y fundamentales
del sistema capitalista se resolvió. Es más, la
misma expansión económica del período post
bélico condujo a su intensificación.
Hemos visto que, al nivel más fundamental, la historia
económico-política del Siglo XX se basa en la contradicción
que existe entre el desarrollo internacional de las fuerzas productivas
por una parte, y. por otro, el sistema de naciones-estados en
la cual se arraigan la propiedad privada y las ganancias capitalistas.
La Revolución Rusa de 1917 representa la primera vez
que la clase obrera internacional intentó resolver esta
crisis y adelantar a la humanidad a través de la revolución
socialista mundial. Esto fracasó.
Los acuerdos de Bretton Woods-Marshall durante el período
posterior a 1945 representan las intenciones de la burguesía,
quien había aprendido las lecciones de sus experiencias
de 1917, de resolver la contradicción, o por lo menos amenizarla,
al utilizar el poder político del estado-nación
para regular la economía capitalista mundial. Pero ese
intento ahora ha fracasado a causa de las contradicciones irresolubles
del modo de producción capitalista mismo.
Es paradójico que el sistema económico de Bretton
Woods se haya quebrado y luego derrumbado no por que haya fracasado,
sino precisamente porque logró resucitar la economía
capitalista.
La piedra angular del sistema fue el dólar estadounidense
como moneda mundial. El dólar sólo pudo desempeñar
tal papel debido a la supremacía económica de Los
Estados Unidos sobre sus rivales en Europa y Japón. Esta
supremacía se reflejó en la demasía proveniente
de la balanza del comercioel exceso de las exportaciones
sobre las importacionesque aseguraron la escasez del dólar
en el resto del mundo.
Durante los primeros años después de la guerra,
el problema principal era el de asegurar suficiente liquidez internacional
a través de la fluctuación de dólares para
financiar el comercio internacional. En otras palabras, para que
el sistema de Bretton Woods funcionara bien, Los Estados Unidos
tenía que tener un déficit en la balanza de pagos.
Pero una porción considerable de ese déficit se
utilizó para financiar la reedificación de la industria
europea, lo cual a su vez paulatinamente debilitó la supremacía
relativa de Los Estados Unidos. Es decir, la misma reedificación
de Europaobjetivo de Bretton Woodstendía a
debilitar la balanza comercial de EE.UU. y por lo tanto la fortaleza
del dólar, sobre el cual dependía todo el sistema.
Estas contradicciones no surgieron porque los que diseñaron
el sistema eran incompetentes. A fin de cuentas, éstas
reflejaron que al dólarmoneda de una nación-estadose
le había pedido que desempeñara el papel de moneda
mundial.
Mientras más larga la duración de la prosperidad,
más se socavaba la superioridad de Los Estados Unidos sobre
sus rivales. La escasez del dólar comenzó a convertirse
en demasía. Ya para 1958, por ejemplo, los dólares
en manos extranjeras excedía el oro que respaldaba al dólar
en el Fuerte Knox.
La base fundamental del sistema de Bretton Woods era el control
de la economía internacional por parte de los gobiernos
nacionales. Era Wall Street, y no Washington, la que debía
regular la fluctuación del capital internacional. Pero
este control era socavado por las mismas medidas que eran tan
vital para la restabilización post bélica.
Entre los objetivos principales de la reedificación
de la post guerra era hacer de Europa una arena para las inversiones
estadounidenses. Y esta política tuvo gran éxito
a medida que gran cantidad de empresas de los Estados Unidos se
mudaban a Europa y formaban compañías multinacionales.
Estas mismas organizaciones, sin embargo, luego desempeñarían
un papel clave en socavar el control de Washington sobre el sistema
económico internacional.
Siempre que Los Estados Unidos mantuviera una gran balanza
comercial favorable, todos los dólares en cuentas bancarias
extranjeras encontraban su rumbo de vuelta a las transacciones
del comercio internacional, bajo condiciones en que Europa necesitaba
todos los dólares que aparecieran para pagar por las mercancías
estadounidenses. Pero para fines de los 1960, el aumento de la
balanza de dólares en Europa comenzó a exceder la
demanda por los productos estadounidenses. Esto a su vez condujo
al establecimiento de un mercado de bonos basado en el eurodólar;
mercado que con mayor fuerza se desarrollaba fuera del control
de Washington y de cualquier otro gobierno nacional.
A medida que la demasía de dólares en el extranjero
de Los Estados Unidos acrecentaba durante los 1960, el mercado
del eurodólar también se expandía, a pesar
de los esfuerzos de los gobiernos estadounidenses para ejercer
control sobre la fuga del capital fuera de Los Estados Unidos.
Las empresas y bancos estadounidenses que operaban en el extranjero
descubrieron que, al recurrir al mercado del eurodólar,
podían circundar los controles impuestos por su propio
gobierno. Haciédole un resumen a este proceso, la revista
estadounidense Business Week declaró:
Ninguna fuerza responsable por la creación y extensión
de los mercados europeos libres y de las bancas de dinero que
no le pertenecen a ninguna sola nación ha sido tan poderosa
como la necesidad de las 450 empresas mayores [la mayoría
de las cuales tienen sus bases en Los Estados Unidos] del mundo.
En sus operaciones expansionistas por todo el mundo, estas enormes...empresas
han creado la demanda por el acceso libre al dinero sin respeto
a las fronteras nacionales. [21]
La crisis creciente del sistema de Bretton Woods se reflejó
en la caída galopante de las reservas de oro estadounidenses
que respaldaban al dólar. Del 1950 al 1955, el valor del
oro en Fort Knox disminuyó de $23 mil millones a $22. Pero
durante los próximos cinco años, declinó
$4 mil millones adicionales. La tasa de disminución aumentó
empinadamente en los 1960, con tal que para 1968 el nivel de reservas
de oro se acercaba a los $10 mil millones, apenas más de
lo mínimo que se consideraba necesario para mantener el
sistema de Bretton Woods a flote.
El día de año nuevo, 1968, el presidente Johnson
anunció una serie de medidas con el objetivo de reducir
el déficit en la balanza de pagos estadounidenses y ponerle
paro a la fuga de dólares hacia el extranjero. Si comparamos
estas medidas con la historia de los mercados bancarios de hoy
día, parecen bastante severas. Aun cuando la Gran Bretaña,
Australia, Canadá y el Japón tenían que reducir
las inversiones al 65% de los niveles de 1965-66, en Europa Occidental
había que ponerle paro a toda inversión extranjera
nueva. Las medidas casi no tuvieron ningún impacto. En
gran parte fueron circundadas por el mercado del eurodólar,
el cual se convertía más y más en mercado
bancario internacional. La fuga del capital estadounidense hacia
el extranjero continuaba, alcanzando $11 mil millones en 1970
y $30 mil millones en 1971. En comparación, la fuga mayor
de este capital había sido durante 1960 y 1968, cuando
alcanzó los $3.4 mil millones.
El mercado del eurodólar se expandía firmemente,
aumentando de $9 mil millones en 1964 a $44 mil millones en 1969
y $80 mil millones para 1972.
El golpe fatal al sistema de Bretton Woods llegó el
15 de agosto de 1971, cuando el presidente Nixon anunció
que iba a eliminar al oro como respaldo del dólar estadounidense.
Las tasas fijas de intercambio entre las monedas de los países
capitalistas mayores se restablecieron bajo el Acuerdo Smithsonita
al concluir el 1971. Sin embargo, la presión contra el
dólar estadounidense continuó en los mercados de
moneda. En febrero, 1973, el sistema de tasas fijas de intercambio
se abolió. Ahora las monedas principales flotaban una contra
la otra.
Es útil considerar las alternativas a las cuales Nixon
se enfrentaba para poder enfocar claramente las fuerzas que condujeron
al colapso del sistema de Bretton Woods. ¿Qué habría
sido necesario para mantener la paridad entre el dólar
y el oro? Se habría tenido que reducir el déficit
en la balanza de pagos radicalmente, poniéndole restricciones
a las inversiones en el extranjero y erigiendo barreras de impuestos
para reducir las importaciones. Habría habido una reducción
rigurosa de la fluctuación internacional de la liquidez.
Las tasas de interés habrían aumentado. En otras
palabras, para mantener al sistema de Bretton Woods, habría
sido necesario crear una recesión prolongada. Tan pronto
como la economía mundial resucitara, todos los factores
que habían conducido a la crisis se reafirmarían
de nuevo. Es decir, hacer funcionar el sistema de Bretton Woods
significaba que la economía mundial tendría que
mantenerse en un estado de recesión perpetua. Analizar
el punto de esta manera aclara el significado histórico
de la conclusión del sistema de Bretton Woods: el primer
quebrantamiento de la regulación nacional de la economía
mundial; quebrantamiento de mayor importancia en el primer desarrollo
de las fuerza productivas que los acuerdos de Bretton Woods habían
sido diseñados para crear.
Fin de la prosperidad post-bélica
Las divisas fijas por fin se abandonaron en 1973. Fue otro
momento clave en la trayectoria del desarrollo capitalista. La
recesión internacional de 1974-75, que representara el
mayor deterioro de la economía capitalista mundial desde
los 1930, siguió la crisis inflacionaria a principios de
los 1970. Para 1976 ya cierta recuperación había
comenzado, pero no habría retorno a las condiciones de
los 1960. La situación económica se caracterizó
por el desempleo y la inflación, ambos de larga duración,
que aumentaban lenta pero de manera segura.
Muchas estadísticas acentúan los cambios cualitativos
en el capitalismo mundial de esta época. Durante el período
entre 1974 y 1983, por ejemplo, la tasa de ganancias de los negocios
corporativos en siete de los grandes países capitalistas
avanzados disminuyó a dos tercios del nivel que había
alcanzado entre 1960 y 1969. Y en los negocios de fábrica,
donde la tasa de ganancias había bajado a un cincuenta
por ciento de lo que había sido durante la década
de los 1960, la caída fue mucho más estrepiosa.
Las tasas de crecimiento para los países mayores de OECD
cuentan la misma historia al declinar de 4.7 por ciento entre
1968 y 1973 a 2.6 por ciento entre 1973 y 1979. Las tasas de productividad
muestran una caída correspondiente: disminuyeron 4.0 por
ciento entre 1960 y 1967 a 3.7 por ciento entre 1967 y 1973, y
a 1.6 por ciento entre 1973 y 1984.
El capitalismo mundial no se enfrentaba solamente a ganancias
declinantes y a crisis económicas que empeoraban. Estos
problemas tambiény hasta cierto punto también
fueron consecuenciasdel levantamiento de la clase obrera
y de las masas oprimidas entre 1968 y 1975. La posibilidad de
situaciones revolucionarias surgió en varios países:
Francia, Chile, Portugal y España para mencionar varios.
Pero el potencial de estas luchas no se realizó, debido
sobretodo al papel de los stalinistas y los socialdemócratas,
quienes recibieron la asistencia de varias tendencias radicales
de la clase media. Todos contribuyeron para prevenir que la ola
de militancia se convirtiera en desafío para ganar el poder.
El papel contrarrevolucionario del Partido Comunista en Francia
durante los eventos de mayo-junio de 1968 ha sido bien documentado,
pero éste se repitió en país tras país.
La burguesía logró mantenerse en el poder, pero
no pudo resolver la crisis económica que la turbulencia
a principios de los 1970 había anunciado. La caída
de la tasa de las ganancias significó que el régimen
de producción basado en cadena de montaje había
llegado a su fin. Varias veces se trató de acelerar la
mano de obra en las fábricas para extraer mayor productividad
(sin aumentar los sueldos), pero esta práctica sólo
provocó mayor militancia y rebeliones en los talleres.
El capital tenía que diseñar métodos de
producción totalmente nuevos para poder reducir los costes
significantemente y aumentar la productividad de la mano de obra.
Estos métodos, importantísimos desde el punto de
vista de los intereses del capital en general, no se presentaron
como parte delicada de un plan, pero surgieron de las luchas violentas
del mercado.
La primera reacción de la industria de la manufactura
a la crisis de las ganancias no consiste en introducir métodos
de producción nuevoslo cual es bastante arriesgado
- sino en mantener los precios por medio del dominio monopolista
de la industria y sostenerlos con una política gubernamental
generalmente expansionista. De mediados a finales de los 1970,
la industria de la manufactura pudo ameliorar las tasas de ganancias
declinantes a través de la inflación expansionista.
Aunque la tasa de ganancias declinaba en lo general, los efectos
de esta caída no se distribuían uniformemente. La
inflación era lo que sostenía las ganancias que
provenían de la manufactura. Sin embargo, las ganancias
de los bancos, que le prestaban dinero a las industrias, se veían
afectadas de manera tan severa que a finales de los 1970 las tasas
de interés reales se tornaron negativas.
Esta situación tenía que tolerarse siempre y
cuando la burguesía no controlara la situación política.
Pero una vez que los socialdemócratas y stalinistas desempeñaron
su labor para asegurar la restabilización, esta orientación
cambió: el gobierno de Thatcher asumió el poder
en la Gran Bretaña; Paul Vocker se instaló como
presidente del Banco Federal de Reservas en 1979; y en 1980 Reagan
le siguió con su gobierno. Volcker había llegado
al poder basándose en la política de acabar con
la inflación del sistema; es decir, reafirmando el dominio
del capital bancario sobre el capital industrial y restaurándole
las ganancias a los bancos.
Bajo el programa de Volcker, los tipos reales de interés
a largo plazo comenzaron a escalar rápidamente en Los Estados
Unidos: del 1.5% en 1980 al 3.1% en 1981. En 1984 alcanzaron el
8.1 % para luego caer de nuevo entre el 5% y el 6% durante el
resto de los 1980. El programa fue devastador a principios de
los 1980; el Producto Nacional Bruto real casi cesó por
completo, el desempleo subió al 10% según los informes
oficiales del gobiernoy extra oficialmente a un nivel mucho
mayory la producción industrial decayó casi
10%. El gobierno de Thatcher siguió las pautas de Volcker
en la Gran Bretaña, donde se implementaron las órdenes
de los bancos y de la municipalidad de Londres.
La intervención del capital bancario forzó a
todos los sectores de la industria a encararse a las implicaciones
de la caída de la tasa de ganancias de largo plazo. Dos
procesos entrelazados se pusieron en marcha: la búsqueda
frenética por fuentes de mano de obra barata y el desarrollo
de nuevas tecnologías de producción que reducirían
los costes por medio de la eliminación de grandes zonas
laborales, primero en los procesos de producción, luego
en las gerencias y en los sistemas de información.
La campaña por la mano de obra barata comenzó
a finales de los 1960 y a principios de los 1970 en las industrias
textiles y de la micro electrónica. Las empresas comenzaron
a contratar a otras compañías que fabricaban componentes
y a conducían toda su manufactura en el exterior. Procesos
de producción que previamente se habían realizado
en conjunto ahora eran separados y dispersados para reducir los
costes, especialmente en Latinoamérica y países
del sudeste de Asia, donde las dictaduras mantenían condiciones
de mano de obra barata. Los componentes para una gran gama de
mercancías, desde computadoras (ordenadoras) hasta automóviles,
se manufacturaban y se armaban en en tantos países que
éstos dejaron de contarse. Los procesos industriales que
previamente se habían llevado a cabo en una sola fábrica
ahora estaban dispersos por todo el globo terráqueo.
Lo que comenzó como serie de medidas para reducir los
costes en varias industrias ahora se ha convertido en nuevo sistema
de producción. Las reducciones en el coste de la transportación
y de la comunicación son los factores centrales que han
hecho todo esto posible. Entre 1930 y 1990, por ejemplo, el término
medio del ingreso por milla en la transportación aérea
disminuyó de .68 a .11 centavos estadounidenses según
el valor del dólar en 1990. El precio de una llamada telefónica
de tres minutos de duración declinó de $244.50 a
$3.32. Entre 1960 y 1980 el precio de poder unitario para los
computadores declinó 99%. En términos verdaderos,
el coste de la carga unitaria marítima declinó 70%
desde el principio de los 1980 hasta 1996.
Muchas estadísticas enfatizan el gran cambio que ha
ocurrido en la estructura de la economía capitalista durante
las últimas dos décadas. Es necesario citar varias
de ellas, si solo para contrarrestar las aseveraciones ridículas
de los radicales que las cosas no han cambiado mucho desde 1913.
Es bastante cierto que antes de la Primera Guerra Mundial, la
relación entre las exportaciones y el Producto Nacional
Bruto (PNB) por una parte, y entre los costes financieros y el
PNB por otra, se compara muy favorablemente a la de los países
capitalistas principales actuales. Pero darle enfoque absoluto
a estas cifras como fueran la única medida de la integración
internacional significa ignorar los cambios cualitativos causados
por las inversiones extranjeras directas y del desarrollo de las
empresas multinacionales y transnacionales.
En otra época anterior, la integración internacional
de daba a través de transacciones prudentes, ya fuera con
el comercio o las inversiones. Era actividad del mercado. Hoy,
la integración internacional de los procesos económicos
dentro de las estructuras empresarias más y más
se manifiesta como actividad interna. La importancia de estos
procesos se expresa de una manera que va adquiriendo significado:
la inversión extranjera directa (IED) en la construcción
de fábricas y plantas industriales nuevas que las empresas
transnacionales han puesto en marcha.
Se estimaba en 1996 que el valor de las acciones vinculadas
a la IED llegaba a $3,200 billones; es decir, había sobrepasado
la tasa total de inversiones durante la década previa un
200%. Entre 1991 y 1996, la tasa de las fluctuaciones de la IED
aumentaron 12% al año. A la misma vez, las exportaciones
aumentaron 7% al año. Para 1995, 280,000 sucursales de
las empresas transnacionales habían generado $7,000 billones
en ventas, excediendo la exportación internacional de mercaderías
y servicios por un 20%. Según el Banco Mundial, el producto
total de las empresas afiliadas a las multinacionales aumentó
de 4.5% en 1970 a 7.5% en 1995; su contribución a la producción
de la manufactura subió del 12% en 1977 al 18% en 1992.
Para principios de los 1990 en Los Estados Unidos, las importaciones
internas de las empresas constituían más del 40%
de las importaciones totales. Se estima que 70% de los pagos internacionales
referentes a las regalías y tarifas consiste de transacciones
entre las oficinas matrices y sus afiliados extranjeros.
Otro elemento clave de la integración internacional
es el surgimiento del mercado financiero internacional. De acuerdo
al Banco de Convenios Internacionales (BCI), el término
medio de las fluctuaciones financieras al extranjero, en términos
de movimiento de valores de cartera, fue de $2.48 billones entre
1970 y 1975. Este aumentó a $8.36 billones entre 1980 y
1984, a $35.6 billones entre 1985 y 1989, y a $214.6 billones
de 1990 al 1991. La extensión exponencial de las fluctuaciones
mundiales del capital significa que los mercados capitalistas
ahora son más que una red de mercados internacionales conexos.
Ahora son más bien una entidad global.
Desde 1985, las transacciones de divisas y valores internacionales
han aumentado más de diez veces. De acuerdo al BCI, en
cualquier día de la semana dinero circulante valorado es
más de $1.5 trillones cambia de mano. Estas fluctuaciones
internacionales empequeñecen el poder económico
de los bancos centrales. En 1983, los cinco bancos centrales principales
contaban con $139 billones en reservas de divisas en comparación
a un movimiento total de transacciones valoradas en $39 billones.
Sin embargo, solo tres años después, los dos componentes
de la ecuación se habían más o menos nivelado.
Para 1992, ya se habían reemplazado el uno al otro: los
bancos centrales poseían $278 billones en reservas mientras
que el valor del término medio del comercio diario llegaba
a los $623 billones. Desde ese entonces, las transacciones diarias
extranjeras han aumentado más de 200%.
La globalización de la producción no solo consiste
de un aumento en la actividad comercial internacional, sino que
también representa un cambio cualitativo en la estructura
de la economía capitalista mundial. Tal como Marx explicara,
el capital existe en tres formas: capital moneda, capital productivo
y capital mercader. La auto-expansión del capital toma
lugar a través de la metamorfosis del capital mismo por
medio de estas formas.
El capital moneda se usa para comprar el capital productivo
(maquinaria y materias primas) y la fuerza de trabajo, los cuales
se mezclan en el proceso de producción. Las mercaderías
que se producen se venden luego y el capital moneda resume el
proceso de expansión.
En cada una de las tres etapas de capital moneda al capital
productivo al capital mercader (y vuelta al capital moneda)se
da un cambio cualitativo. Pero solamente en una de las
etapas se da un cambio cuantitativo: en la transformación
del capital productivo en capital mercader. Aquí el valor
del capital aumenta, lo cual resulta de la plusvalía extraída
del uso de la fuerza de trabajo de la clase obrera durante el
proceso de producción.
La historia de la producción capitalista puede considerarse
como la globalización o globalización
de estas tres formas del capital. El acrecentamiento del comercio
internacional durante el Siglo XIX, y sobretodo de la venta en
el mercado mundial de mercancías fabricadas por las empresas
y fábricas capitalistas, fue testigo a la globalización
del capital mercader. El desarrollo de las inversiones internacionales
y la evolución del sistema bancario internacional hacia
finales del Siglo XIX vio la globalización del capital
moneda. Pero aún cuando estos cambios enormes sucedían,
el capital productivo permanecía limitado por las fronteras
de los estados- naciones.
Las materias primas se compraban en los mercados mundiales.
Las mercancías se vendían y las inversiones capitales
se hacían a nivel internacional. Pero al mismo nivel capital
productivo permanecía inmóvil.
Las migraciones enormes de trabajadores a Los Estados Unidos
a principios de este siglo y a Australia después de la
Segunda Guerra Mundial expresan este hecho de la manera más
clara.
Donde quiera que se ubicaba, el capital productivo, vinculado
a la nación, tenía que atraer a la mano de obra.
Ahora el capital productivo puede rodar por todo el mundo para
reducir la estructura de sus costes. Por supuesto, esto tiene
que ver con más que la mano de obra barata. Según
cada sector individual del capital, la cuestión no es solo
cuanta plusvalía se extrae, sino hasta que punto, en relación
a sus rivales, se pueden reducir los costes para poder aumentar
la porción de la plusvalía que le pertenece y que
el capital, en lo general, produce. Existen, por lo tanto, muchos
otros factores, además de la mano de obra barata, que sirven
para determinar donde el capital llega a parar.
Además, los cambios en la tecnología y en la
comunicación significa que todo proceso de producción,
que antes era colectivo, ahora puede individualizarse para reducir
los costes. Es decir, una división de la labor aún
más definida ahora comienza a tomar forma. Mientras que
en el pasado los departamentos de planificación y diseño
se ubicaban cerca de las fábricas de manufactura, ahora
pueden residir en continentes aparte, pues, con la ayuda de métodos
de diseño generados por computadores y sistemas de comunicación
de alta velocidad, pueden funcionar como si estuvieran en edificios
anexos.
En el pasado, el estado-nación era la esfera donde las
actividades del capital productivo tomaban lugar. Puede ser que
las materias primas y la mano de obra, tanto como la maquinaria,
se hayan importado, y que las mercancías se hayan vendido
a nivel internacional, pero el proceso de la extracción
de la plusvalía ocurría en el interior de las naciónes-estados
particulares. Esto ya no sucede. El capital productivo extrae
la plusvalía a nivel internacional.
Esta transformación cualitativas contiene insinuaciones
políticas de muy largo alcance que aquí sólo
podemos bosquejar. Ante todo significa el colapso absoluto de
toda perspectiva nacional reformista que considera que la posición
social de la clase obrera puede mantenerse dentro de la estructura
del capitalismo.
Al nivel más elemental, la política reformistalos
programas de los partidos Socialdemócratas y los sindicatos
obreros consistía en aplicarle presión política
al capital por medio del gobierno nacional. Esta presión
podía extraer concesiones que, a fin de cuentas, eran financiadas
por la plusvalía que el capital mismo extraía dentro
de los límites que el gobierno había establecido.
Es decir, la política reformista se basaba en la inercia
relativa del capital productivo. Trataba de usar la autoridad
del estado nacional para cobrarle impuestos al capital. Esas condiciones
ya no existen. Y no es sólo cuestión del capital
mudándose a países donde se encuentra la mano de
obra barata. El capital ahora puede mudarse de una región
a otra en cualquier país, o de un país a otro, según
las ventajas que proporcionen los costes. La mayor presión
contra el bienestar social europeo, por ejemplo, no proviene de
los países del Asia, que ofrecen mano de obra barata, sino
de Los Estados Unidos yde la Gran Bretaña en la Europa
misma.
La globalización del capital financiero significa que
cada sector del capital, aún cuando sus actividades individuales
se limitan al mercado nacional, se encuentra bajo presión
para producir tasas de ganancias de acuerdo a las normas internacionales.
Las empresas que no pueden alcanzar esta meta pronto averiguan
que los fondos de sus accionistas, fondos que cuentan con tanta
movilidad internacional, se le esfumarán a sus acciones
(disminuyendo el precio de éstas en el mercado y aumentando
el precio del capital nuevo). O puede que las agencias que calculan
la cantidad de crédito que se le puede conceder a las empresas
adopten criterios más restrictivos y causen que aumente
la tasa de interés de los préstamos. En otras palabras,
la existencia de la moneda transnacional y de los mercados capitalistas
es, de varias maneras, un factor aún más decisivo
en la erosión de los vínculos nacionales del capitaly
consecuentemente del colapso de la política reformistaque
la producción internacionalizada.
Los orígenes de la crisis actual
Al considerar el significado histórico y las implicaciones
de la globalización de la producción, debemos analizar
el impacto que ha tenido el enorme desarrollo de la productividad
de la mano de obra durante esta fase del capitalismo. Y aquí
nos incumbe analizar las relaciones sociales elementales del capital.
Todas las sociedades de clase se basan en la extracción
de la plusvalía de la mano de obra. En la sociedad capitalista
este proceso ocurre a través del contrato. El obrero vende
su fuerza de trabajosu habilidad para trabajaral capitalista,
quien, como todo dueño de mercancías, tiene el derecho
a consumir la mercancía que ha comprado y a sacarle provecho.
El consumo de la habilidad para trabajar toma lugar durante el
proceso de producción. El valor de uso de la fuerza de
trabajo consiste en que ésta es una fuente de la plusvalía.
El obrero reproduce el valor de su fuerza de trabajo en una
fracción de la jornada diaria. El valor de la mano de obra
que se ha acumulado durante toda la jornada le pertenece al capitalista.
Existen dos factores que estipulan la cantidad general de la plusvalía:
la cantidad de obreros empleados y la relación entre la
porción del día que se remunera y la que no. Claro,
mientras los obreros consiguen empleo a cierto nivel de explotación,
mayor la acumulación de la plusvalía. Mientras menos
duración el tiempo del cual el obrero dispone para reproducir
el valor de su fuerza de trabajo y mayor la porción del
día que no es remunerada, mayor será la plusvalía
que se extrae.
Consideremos ahora el efecto de los adelantos tecnológicos.
Estos aumentan la productividad de la mano de obra y hace posible
que la producción aumente dentro cierto tiempo, o que se
produzca la misma cantidad dentro un período de menos duración,
lo cual resulta en un aumento de la riqueza material y así
se le abre paso al progreso general de la sociedad. Siempre y
cuando el adelanto tecnológico en cuenta reduzca la cantidad
de obreros, la masa de la plusvalía y la tasa de ganancias
declinan. Por otra parte, siempre y cuando aumente la cantidad
de plusvalía que se le extrae a cada obrero que permanece
fijo en el proceso de producción, una porción preponderante
de la plusvalía por lo general también aumenta,
lo cual resulta en una tasa de ganancias que va aumentando.
Este proceso contradictorio es la fuente del conflicto entre
los que abogan por la regulación de la economía
capitalista, quienes se apoyan de que la nueva tecnología
terminará por destruir los empleos y resultará en
crisis, y aquellos que mantienen que los adelantos tecnológicos
constituyen el ímpetu principal del desarrollo capitalista.
Admiten que aunque estos adelantos han creado grandes turbulencias
en el pasado, a éstas siempre le sigue la expansión
capitalista.
La cuestión principal no es el progreso tecnológico
como tal, pero las implicaciones del desarrollo de la productividad
social de la mano de obra para el sistema de ganancias. La introducción
de la tecnología nueva siempre destruye los trabajos y
ocupaciones antiguas y anticuadas. La cuestión es si esa
tecnología resulta en la expansión de la masa de
la plusvalía.
Hemos visto que, cuando la nueva tecnología reduce la
cantidad de obreros empleados, existe la tendencia a reducir la
masa de la plusvalía. Por otra parte, hasta el punto en
que esta tecnología reduce el período de tiempo
necesario para reproducir el valor de la fuerza de trabajo, aumenta
la masa de la plusvalía y, por consiguiente, la expansión
del capital. ¿Es posible decir algo acerca de la relación
entre estas dos tendencias, o es imposible determinar el resultado?
Para plantearlo de otra manera: ¿es posible que el capitalismo,
al desarrollar las fuerzas productivas aún más para
incrementar la productividad social de la mano de obra y así
levantar la tasa de la plusvalía, pueda continuamente sobreponerse
a la tendencia de la tasa de ganancias a declinar? ¿O existe
una barrera intrínseca que se oponga a ello?
Lo cierto es que no existe ninguna barrera en cuanto al desarrollo
de las fuerzas productivas se refiere. Pero sí existe una
barrera, impuesta por las relaciones sociales dentro de las cuales
esas fuerzas productivas se desarrollan: la relación entre
el capital y el trabajo asalariado.
El origen de la plusvalía es la diferencia entre las
porciones pagadas y no pagadas del jornal diario. El capital puede
aumentar la plusvalía de dos maneras: prolongando el día
laboraly la producción de lo que Marx llamó
la plusvalía absolutao abreviando la cantidad de
tiempo necesaria para reproducir el valor de la fuerza de trabajo;
es decir, la producción de la plusvalía relativa.
Desde el punto de vista histórico, el capitalismo comenzó
con la acumulación de la plusvalía absoluta; es
decir, a través de la prolongación del día
laboral. La producción capitalista específica comenzó
cuando nuevos métodos de producción se desarrollaron
para abreviar la cantidad de tiempo necesario durante el día
laboral con tal de reproducir el valor de la fuerza de trabajo.
La historia de la producción capitalista tiene que ver
mucho con las reducciones crecientes de esta mano de obra necesaria.
Pero é%ste es esencialmente un proceso contradictorio.
Supongamos que el día laboral es de ocho horas y que
éste inicialmente se divide en las proporciones siguientes:
cuatro horas de labor necesaria (es decir, cuatro horas en que
el obrero reproduce el valor de su fuerza de trabajo) y cuatro
horas de labor sobrante que se las rinde al capitalista gratis.
Supongamos que las fuerzas productivas se duplican con tal
que el obrero ahora puede reproducir el valor de su fuerza de
trabajo en sólo dos horas, rindiéndole al capitalista
seis horas de labor sobrante. Al redoblar la productividad, la
cantidad de plusvalía ha aumentado 50%.
Supongamos que la productividad se redobla de nuevo. El tiempo
de labor necesaria se reduce de dos a una hora y el valor de plusvalía
que se le rinde al capitalista aumenta por una hora o 16 ?%. Es
decir, cada vez que la productividad se duplica, disminuye la
tasa de expansión de la masa de la plusvalía que
se extrae. Veamos el problema desde otro punto de vista: puesto
que el desarrollo de las fuerzas productivas tiende a reducir
la fuerza laboral, con el resultado que la masa general de la
plusvalía disminuye, el efecto compensatorio del aumento
en la plusvalía relativa disminuye más y más.
Esto significa que eventualmente ha de llegarse a tal punto que
la masa de la plusvalía verdaderamente ha de declina, resultado
del aumento en la productividad social de la mano de obra. En
otras palabras, las medidas de las cuales el capital se ha valido
durante toda su historia para sobreponerse a la tendencia de la
tasa de ganancias a declinary lograr un nuevo período
para la acumulación del capital expansionistaeventualmente
ha de crear una situación en la que la masa de la plusvalía
declina. La crisis de la acumulación del capital resulta
del desarrollo de las fuerzas productivas y del progreso de la
productividad social de la mano de obra, no de la productividad
insuficiente.
El capital, como explicara Marx, es una contradicción
dinámica [en] que trata de reducir a lo mínimo el
tiempo de la mano de obra a la misma vez que la considera como
medida y fuente única de la riqueza. [22]
Es decir, puesto que la única fuente de la plusvalíay
por lo tanto, de las gananciases la mano de obra no pagada
que se le extrae a la clase obrera, y puesto que ésta,
no la producción material, es la que determina la riqueza
en la sociedad capitalista, la búsqueda por las ganancias
continuamente trata de reducir el tiempo de la mano de obra en
el proceso de producción.
El capital permite que la riqueza parezca relativamente independiente
del tiempo que la mano de obra ha utilizado para crearla, pero
usa a este mismo tiempo como regla que mide las gigantescas
fuerzas sociales que se crean de él.
Varios economistas burgueses critican a Marx; sostienen que
su análisis contiene defectos fundamentales. Aseveran que
si fuera verdad que el desarrollo de las fuerzas productivas conducen
a las crisis del sistema de ganancias, ningún capitalista
desarrollaría tecnologías y métodos nuevos
de producción, pues éstos le reducirían sus
ganancias.
Argumentos de semejante índole, sin embargo, ignoran
la característica más saliente del modo de producción
capitalista: es un sistema de propiedad privada en el cual el
desarrollo social no resulta de la planificación y las
decisiones conscientes, sino de las acciones de sectores individuales
del capital.
La empresa capitalista individual introduce la tecnología
nueva no para aumentar la masa de la plusvalía que se le
extrae a la clase obrera, sino para reducir los costes, reducir
la fuerza laboral, aumentar su participación en el mercado
y aumentar sus ganancias a costillas de sus rivales. Ante esta
situación, los otros capitalistas se ven obligados a seguir
su ejemplo y desarrollan nuevos métodos de producción.
Los resultados generales de este proceso ocurren detrás
de las espaldas de todos los participantes.
Cuando Henry Ford desarrolló el sistema de cadena de
montaje, no lo hizo con la intención de proveer los medios
a través de los cuales la clase capitalista en general
podría aumentar la masa general de la plusvalía
que le extraía a la clase obrera. Introdujo los nuevos
métodos de producción para reducir sus costes de
producción, ampliar su participación en el mercado,
extender el mercado y así aumentar sus ganancias. No obstante,
la expansión de estos métodos resultó en
el aumento de la plusvalía y, como consecuencia, proporcionó
las bases para un nuevo período de prosperidad capitalista.
El problema que ahora se nos plantea es el siguiente: ¿Pueden
los nuevos métodos de producción, basados en la
aplicación de la electrónica y en la tecnología
de computadoras (ordenadoras), extender la masa de la plusvalía
como sucedió anteriormente con los adelantos en la productividad
de la mano de obra. ¿Se puede de esta manera crear las
condiciones de prosperidad en la trayectoria del desarrollo capitalista?
Para contestar esta pregunta es necesario comprender la lógica
esencial de la evolución del capitalismo industrial durante
los últimos dos siglos. En su afán por acumular
plusvalía, el capital ha reducido el tiempo necesario de
la mano de obra a una fracción del día laboral.
Esto significa otra expansión de la productividad social
de la mano de obra, lo cual, en vez de conquistar la crisis de
la acumulación del capital con el aumento de la masa general
de la plusvalía, la intensifica.
La presión de la competencia obliga a cada empresa capitalista
a introducir la tecnología nueva y a reducir sus actividades,
sobretodo a reducir su fuerza laboral en todos los niveles con
tal de reducir sus costes. Se reducen los costes y se aumenta
la producción. Pero a medida que más y más
empresas adoptan nuevas tecnologías, la cantidad total
de la plusvalía que el capital extrae declina en forma
general. A su vez, esto conduce a mayor competición en
el mercado, lo cual le añade presión a que los costes
se reduzcan aún más, lo cual intensifica la crisis
general de la acumulación de la plusvalía.
El proceso deflacionario, aunque asume la forma de falta de
demanda o de la competencia creciente en los mercados saturados,
es la expresión de una crisis en la acumulación
de la plusvalía misma.
Cuando la masa general de la plusvalía se estanca o
no más se contrae, cada sector del capital trata de mantener
o aumentar su participación a costillas de sus rivales:
reduce los costes, desarrolla nuevos métodos de producción,
reduce de su fuerza laboral, busca fuentes de mano de obra más
baratas, intensifica la explotación, etc.
Al mismo tiempo, el capital en general exige que la clase obrera
abandone las concesiones (que la plusvalía acumulada financia)
que ésta previamente había logrado conseguir. He
aquí la razón del asalto contra los programas del
bienestar social; asalto cuyo impulso proviene del capital financiero
internacional, que exige que todos los gobiernos nacionales le
abran el mayor campo posible a la acumulación capitalista.
De otra manera, corren el riesgo de perder los fondos que las
inversiones les rinden.
La crisis del sistema de ganancias, arraigado en la contradicción
que existe entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales
de la producción capitalista basada en la mano de obra
asalariada, crea una polarización social internacional
sin precedente. En ésta, como explicara Marx, las condiciones
para la acumulación de la riqueza en un extremo se convierten
en la acumulación de la pobreza, la miseria y la degradación
en el otro.
La globalización de la producción ha cementado
las bases para un nuevo período de revolución social.
Esto es el resultado inevitable de cambios enormes en la estructura
de la economía capitalista mundial durante las dos últimas
décadas, lo cual es la culminación de un proceso
que comenzara hace 200 años. Al hacerle hincapié
a la inevitabilidad de la revolución social, no queremos
insinuar que ésta sucederá, como la aurora, de cierta
manera o durante cierto lapso de tiempo. Significamos que es inevitable
en el sentido histórico. Es inevitable porque las contradicciones
inherentes al modo de producción capitalista no se pueden
contener dentro de los límites de las antiguas relaciones
sociales.
La cuestión fundamental es, pues, la estrategia y el
programa sobre los cuales debe basarse la lucha de la clase obrera.
Por supuesto, existen aquellos que menosprecian esta cuestión.
Insisten que carece de significado, puesto que, según mantienen
ellos, la clase obrera ha desaparecido o va en proceso
de desaparecer.
Si la globalización de la producción no ha logrado
más que otra cosa, cierto que ha hecho añicos a
esta aseveración. La clase obrera no es una clase que desempeña
una labor en particular; es una clase de posición bien
definida en relación al capital. La clase obrera no posee
nada para vender excepto su fuerza de trabajo; no posee ninguna
propiedad en los medios de producción y no tiene ningún
medio independiete para mantenerse a si misma. La globalización
de la producción significa que la relación entre
el trabajo asalariado y el capital se ha convertido en una relación
social verdaderamente internacional. Sectores enteros de la clase
obrera se han creadoAsia del Sur, China, Africa, Latinoamérica
y doquier que no existían antes. Y en los países
capitalistas desarrollados, sectores enormes de la población
que antes se consideraban a si mismos miembros de la clase media
han tenido que aceptar la realidad que no son ni más ni
menos que trabajadores asalariados que pueden ser contratados
o desempleados conforme acuerdo a las necesidades y los caprichos
del capital.
La estrategia y perspectiva de la clase obreraque constituye
la mayoría de la población mundialtiene que
basarse, tal como Marx insistiera en El manifiesto
comunista, en las tendencias objetivas mismas del
desarrollo.
Esa es la razón por la cual los programas y las perspectivas
de todos los grupos radicales son tan profundamente reaccionarios.
Todos mantienen que el estado-nación retiene su importancia
y que la lucha de la clase obrera tiene que comenzar con ese hecho.
Un artículo reciente del radical estadounidense Kim
Moody nos ofrece un ejemplo típico al escribir: Casi
toda la lucha contra las estructuras y los efectos de la globalización
ocurre, por necesidad, en la esfera nacional. Es ahí, después
de todo, que los trabajadores viven, trabajan y luchan... La característica
más elemental de un internacionalismo eficaz durante este
período consiste en que la clase obrera pueda entablar
su oposición a la agenda y a los políticos del capital
transnacional en su propio patio.' A fin de cuentas, este
programa también ha de ponerse en práctica a nivel
nacional.[23]
La aserción que el estado-nación es la arena
donde los trabajadores viven, trabajan y luchan es totalmente
falsa. Los obreros viven y trabajan en zonas geográficas
definidas, pero de ninguna manera implica esto que el programa
político por el cual deben luchar tiene que basarse en
el estado-nación. Los trabajadores de una empresa transnacional,
cuya estructura ha sido organizada a nivel internacional, se encuentran
ubicados en un sitio determinado en el interior del estado-nación.
Pero los procesos económicos en que participan no tienen
ninguna relación al estado-nación. Estos se determinan
a nivel internacional.
Además, el estado-nación no es estructura geográfica
sino política. La burguesía la creó para
luchar por sus necesidades e intereses. Los obreros viven en un
lugar determinado. Pero el alcance de sus luchas lo determinan
los problemas sociales, no la geografía. La clase obrera
no es una clase ni regional ni nacional. Es, por su propia índole,
una clase internacional creada por el movimiento internacional
del capital. Por consiguiente, sólo puede avanzar sus intereses
basándose en un programay creando las organizaciones
y estructurasque expresa esta esencia elemental.
El estado-nación es una realidad objetiva, pero eso
sólo comienza el tema, no el fin. Es, para usar la terminología
de Hegel, una realidad que se ha vuelto irracional y que por necesidad
tiene que cederle paso a otra realidad superior.
El estado-nación existe. Es la esencia del problema
histórico al cual la humanidad se ha enfrentado durante
todo este siglo y que nuevamente se plantea. El sistema de estado-nacionesy
las relaciones de propiedad capitalista a que les ha dado formale
dio gran impulso al desarrollo de las fuerzas productivas. Pero
estas fuerzas ya han rebasado los confines de esta estructura.
A menos que esta contradicción se resuelva, un nuevo período
de barbarismo, tan horrible como el de 1914 a 1945, amenaza a
toda la humanidad.
Los radicales insisten que la globalización es mito
o resultado de una campaña propagandista. Esto nos muestra
que no sólo están vinculados orgánicamente
al estado-nación, sino que también son profundamente
hostiles a la revolución socialista. La globalización
de la producción es el factor más revolucionario
del mundo político actual, pues está arrasando con
todas las estructuras sociales, económicas y políticas
por medio de las cuales la burguesía ha mantenido su dominio.
Hace más o menos 150 años que Marx, cuando le preguntaron
acerca de su actitud hacia el mercado libre, se declaró
a favor, precisamente porque [éste] empuja el antagonismo
entre el proletariado y la burguesía al extremo y
a decir, el sistema basado en el mercado libre acelera la
revolución social.
La globalización de la producción no sólo
lleva el antagonismo entre la clase obrera y la burguesía
al extremo, sino que está creando las bases
para la construcción de una sociedad socialista.
La esencia de la lucha por el socialismo consiste en dar el
próximo paso gigante en el desarrollo histórico
de la humanidad: dominar conscientemente su propia organización
socioeconómica. El establecimiento del socialismo ha de
negar toda la prehistoria humana en que la naturaleza dominaba
al hombre a causa del bajo nivel de desarrollo de sus medios de
producción o de los productos de su propia creación.
Marx describió brillantemente este último fenómeno,
el cual surgió con la evolución del capitalismo,
de la siguiente manera:
Durante toda la historia hasta el presente, es un hecho
empírico verídico que diferentes individuos, con
la ampliación de sus actividades históricas y universales,
se han esclavizado más y más bajo a un poder del
cual se encuentran enajenados... un poder que se ha vuelto más
y más aplastante y que, a fin de cuentas, resulta ser el
mercado mundial.
Explicó que este dominio sería vencido siempre
que se dieran dos premisas prácticas: Para
que [este dominio] se convierta en poder intolerable, es decir,
en poder contra el cual los hombres hacen revolución, tiene
que haber despojado a la gran masa de la humanidad de toda
propiedad, y, a la vez, haber creado lo contrario: un mundo
de riqueza y culturacondición que presupone gran
aumento en la capacidad productiva y un alto nivel de su desarrollo.
[25]
Estas dos premisas prácticas ya se han cumplido. El
mercado mundial es una carga enajenante e intolerable que aplasta
a la gran masa de la humanidad. Su mismo desarrollo, sin embargo,
ha creado las condiciones para derrocarlo y formar una organización
social más adelantada. Con el desarrollo del mercado mundial
y la producción internacionalizada, la producción,
el consumo y todos los aspectos de la vida del individuo han logrado
una interconexión e interdependencia completa. Al mismo
tiempo, la evolución del sistema financiero mundial, el
establecimiento de los medios de comunicación más
sofisticados, los adelantos en sistemas de estadísticas
para analizar los cambios en el mercado y en las condiciones sociales,
la creación de sistemas complejos de producción,
la planificación y el control interno de empresas transnacionales
que se extienden por todo el globo establecen las bases para desarrollar
una economía socialista mundial planificada en que los
productores asociados controlan y gobiernan la producción.
Con la expansión del mercado mundial y la evolución
de la producción internacionalizada, la historia ha realizado
su labor. ¿Cuál, pues, es la misión que nos
espera? Construir el partido revolucionario que, en las palabras
de Trotsky, revolucionará la conciencia de la clase
obrera de la misma manera que la evolución del capitalismo
[ha] revolucionado las relaciones sociales.
Notas:
1.
La crisis mundial y la misión de la Cuarta
Internacional, pp. 48-49
2. 3.
Op bit., a.58
4. 5.
Hirst y Thompson, La globalización en duda,
pp.1-2
6. 7.
Op cit., p. 6
8. 9.
Op cit., pp. 6-7. (Énfasis nuestro)
10. 11.
Chris Harman, La globalización: crítica
en el Socialismo internacional, diciembre, 1996,
p. 28
12. 13.
Hirst and Thompson op cit., p. 31
14. 15.
Workers Vanguard [Vanguardia Obrera],
21 febrero, 1997.
16. 17.
Marx y Engels, Obras seleccionadas,
1er volumen, p. 120.
18. 19.
Op cit., p. 111.
20. 21.
Op cit., p. 112.
22. 23.
Marx y Engels, Obras seleccionadas,
3er volumen, p. 22. [Nuestro énfasis].
24. 25.
Trotsky, Los primeros cinco años de la Comintern,
1er volumen, p.83.
26. 27.
Trotsky, La guerra y la Internacional,
p. vii.
28. 29.
Op cit., p. x.
30. 31.
Trotsty, Los primeros cinco años de la Comintern,
1er volumen, pp. 251-52.
32.
17. Trotsky, Los primeros cinco años de la
Comintern, 2do volumen, p. 258.
18.
Trotsky, Los primeros cinco años de la Comintern,
1er volumen, p. 263.
19. 20.
Citado en Kolko, Política de la guerra,
p. 252.
21. 22.
Trotsky, Escritos 1933-34, p. 161.
23. 24.
Business Week, agosto 21, 1978.
25. 26.
Grundrisse, p. 706.
27. 28.
Kim Moody, Hacia un unionismo del movimiento social,
en New Left Review, no. 225, septiembre/octubre,
1997.
29. 30.
Marx, La ideología alemana,
p. 49.
31. 32.
Op cit., p. 46.
33. 34.
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