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Zar de la Campaña Contra las Drogas Vinculado a Atrocidades
Durante la Guerra del Golfo Persa
Por Bill Vann
1 Junio 2000
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La revista New Yorker recientemente publicó un
artículo del periodista Seymour H. Hersch que revela lo
siguiente: hacia fines de la Guerra del Golfo de Persia en 1991,
luego de haberse firmado una tregua, Los EE.UU. desató
una masacre contra soldados iraquíes indefensos que trataban
de escapar y contra prisioneros de guerra, civiles y niños.
Esta campaña la dirigió Barry McCaffrey, director
de la Secretaría para la Planificación del Control
de las Drogas, la cual funciona bajo los auspicios de la Casa
Blanca. McCaffrey es partidario principal de la intervención
militar en Colombia.
El artículo de Hersch se basa en cientos de horas de
entrevistas con miembros activos y retirados de las fuerzas armadas
estadounidenses que fueron testigos oculares a la masacre. En
particular, Hersch desenmascara de manera devastadora los crímenes
que McCaffrey perpetró como jefe, y en general expone el
papel que los EE.UU. jugara en el Golfo de Persia.
Hersch adquirió su reputación como periodista
cuando reveló la famosa masacre de My Lai [Vietnam] en
1967, en la cual las tropas estadounidenses mataron casi 600 mujeres,
niños y ancianos en una trinchera. Este último artículo,
titulado Fuerza abrumadora: lo que ocurrió durante los
últimos días de la Guerra del Golfo, socava
las declaraciones que el gobierno, los militares y la prensa hicieron
hace casi una década: que el ataque de los EE.UU. contra
Iraq le había puesto fin al síndrome vietnamita.
Según la lógica, la Guerra del Golfo había
demostrado que Washington, con apoyo internacional, era capaz
de cumplir una guerra limpia y relativamente libre
de bajas.
La investigación de Hersch demuestra que las atrocidades
en el Golfo de Persia, a diferencia de las de Vietnam, se cometieron
desde una distancia discreta. La matanza se llevó a cabo
por medio de bombas inteligentes como las que arrasaron
con cientos de mujeres y niños que se hospedaban en un
refugio contra bombardeos llamado Al Amariya; o, como ya se ha
reportado en el caso de McCaffrey, por medio de helicópteros
capaces de lanzar cohetes teledirigidos que incineraban a las
tropas iraquíes desde cierta distancia protectora.
La lección principal de la Guerra de Vietnam que los
jefes militares estadounidenses implementaron en el Golfo de Persia
fue la Doctrina de Powell, llamada así en honor
de Colin Powell, ex presidente de los Jefes del Estado Mayor.
El objetivo de esta doctrina era usar la fuerza abrumadora para
obliterar al enemigo y prevenir las bajas estadounidenses para
contener la oposición política lo más posible.
Resultado? El bombardeo aéreo más salvaje de toda
la historia. Redujo la infraestructura iraquí a escombros
y durante los últimos diez años causó que
el hambre y varias enfermedades, en conjunto con las sanciones
impuestas con el respaldo de los EE.UU., llevaran a la muerte
a cientos de miles más, en su mayoría niños.
En Kuwait, millones de toneladas de material explosivo fueron
descargadas en las trincheras y barracas de los soldados iraquíes,
matando a tantos miles y dejando a los sobrevivientes atolondrados
y sin ninguna voluntad para luchar.
La tan llamada guerra sobre el terreno que la invasión
estadounidense inició duró solo cuatro días.
La gran mayoría de las pocas bajas estadounidenses fueron
víctimas de fuego amistoso, cuando pelotones
de los EE.UU. se vieron atrapados en medio del poderío
desatado contra los iraquíes.
El público obtuvo una idea de la masacre con las imágenes
televisadas de la carretera de la muerte, que iba
desde Kuwait hasta Basra en el sur de Iraq. El bombardeo que los
EE.UU. desató contra los soldados iraquíes que trataban
de escapar llenos de pánico era tipo alfombra.
Dejó una carretera de seis carriles llena de armazones
de camiones, automóviles, vehículos militares carbonizados,
y de los cadáveres ennegrecidos de los soldados y civiles
iraquíes.
El 28 de febrero de 1991, el gobierno de Bush declaró
un paro a las hostilidades y dictó un fin negociable a
la guerra. A Washington le interesaba ocupar permanentemente a
Iraq; temía que la destrucción total de las fuerzas
militares de Saddam Hussein crearía las condiciones para
rebeliones revolucionarias y una situación de inestabilidad
crónica en un país de gran importancia estratégica.
Cuando la tregua entró en efecto, la División
24 de la Infantería de McCaffrey, unidad mecanizada compuesta
de 18,000 tropas con tanques de batalla y artillería pesada,
había penetrado en Iraq por medio de una maniobra lateral
que le cortaba el paso a las columnas iraquíes que escapaban
de Kuwait y se dirigían a Basra. Según el informe
de Hersch, mientras otras divisiones estadounidenses habían
cesado sus hostilidades y permanecían en su lugar luego
de declararse la tregua, la división de McCaffrey continuó
su persecución hasta llegar a una distancia muy conveniente
para el bombardeo de la carretera que servía como ruta
principal para los soldados iraquíes que escapaban de Kuwait.
A los iraquíes se les había prometido que podían
seguir sin arriesgar sus vidas, pero, según Hersch, el
despliegue ofensivo de la División 24 rindió esto
imposible.
En la madrugada del 2 de mayo, un pelotón patrullero
en un extremo de la división reportó que los iraquíes
le habían abierto fuego. De acuerdo a la versión
oficial, este fue el incidente que condujo a la Batalla
de Rumaila, nombrada así por el campo de petróleo
que la carretera cruzaba. Las tropas de la unidad llegaron a conocer
a esta batalla como caza de pájaros muertos.
Los oficiales y soldados que Hersch entrevistó pusieron
en duda que los iraquíes habían disparado. Varios
de los entrevistados en el artículo habían participado
con las unidades más cercanas a la carretera y no habían
presenciado ninguna acción bélica por parte de los
iraquíes que se iban de retaguardia. Una de las explicaciones
del ataque contra los iraquíes es que a alguien le
dio pánico y creyó que vio algo que no sucedió.
No obstante, los comandantes estadounidenses se valieron del
incidente para lanzar un asalto asesino que, conforme
a la declaración de McCaffrey, había sido para la
protección de mis soldados. Pero cuando el ataque
comenzó, ya la gran mayoría de la columna iraquí
había procedido rumbo al norte mucho más allá
de la División 24. Los tanques iraquíes, con sus
cañones virados hacia atrás tal como se había
acordado durante las negociaciones de tregua, yacían inútiles
en camiones de transportación.
Hersch sostiene que McCaffrey optó por desplegar un
poderío enorme. Ordenó que, mientras la artillera
cerraba el paso en el extremo sur, los helicópteros bombarderos
destruyeran todo vehículo que cruzara el puente sobre la
zona del pantano, efectivamente bloqueando la carretera. La muchedumbre
de camiones, automóviles y vehículos blindados quedó
atrapada en un infierno, con los iraquíes abandonando sus
vehículos y, llenos de pánico, guareciéndose
en las trincheras a los costados de la carretera. Helicópteros
tipo apache los bombardeaban con cohetes teledirigidos y los tanques
estadounidenses los pulverizaban a cañonazos: una columna
derrotada que no ofrecía ninguna resistencia.
Atravesamos la carretera volándole la mierda a
todo, le dijo a Hersch un soldado de tanques. Fue
como atravesar por una carretera de los Estados Unidos, la gente
toda mezclada en autos y camiones. La gente se salía de
sus vehículos y empezaba a correr. Les disparábamos
a matar. Se me había ordenado disparar si estaban armados
o corrían. A los iraquíes se les estaba masacrando.
Según McCaffrey, el ataque destruyó más
de 400 camiones y 187 tanques y vehículos blindados. La
cantidad de iraquíes que fueron muertos jamás se
ha calculado, sea en la batalla de Rumaila o en toda la guerra.
Uno de los vehículos destruidos por los cohetes teledirigidos
tipo Hellfire [Fuego infernal] fue un autobús que
llevaba niños iraquíes. El mismo soldado de tanques
dijo que cierto sargento le había dicho a él y a
otros miembros de su compañía que se prepararan
para un cumplir un deber tétrico. Dijo, Hemos
volado un autobús lleno de niños' y nos advirtió
que se nos iba a pedir que los enterráramos . No
obstante, los soldados estadounidenses nunca llegaron a enterrar
los cadáveres infantiles. Lo más probable es que
se hayan tirado en fosas junto con los demás cadáveres
iraquíes y los tractores los hayan cubierto con la arena
del desierto.
Otras acciones que caen en la categoría de crímenes
de guerra también se reportaron en conexión con
las operaciones de la División 24. Una de éstas
tuvo que ver con un pelotón patrullero enviado a obstruir
el tráfico sobre la misma carretera antes que la tregua
entrara en efecto. Los soldados estadounidenses fueron abrumados
por los soldados iraquíes, quienes, desesperados por rendirse,
estaban asustados y lloraban. Entre ellos se encontraban
soldados heridos y vendados; abordaban un autobús de hospital.
La cantidad de prisioneros alcanzaba los 382.
De acuerdo al artículo del New Yorker, una unidad
patrullera estadounidense los desarmó y los metió
como ganado en una zona cerrada por tres lados con el autobús
del hospital y dos camiones. Se les dio de comer y beber y se
les aseguró que no corrían peligro. Su estado y
ubicación fueron comunicados por radio al cuartel general.
Cuando la unidad recibió sus instrucciones por radio para
que marcharan, los soldados estadounidenses le dieron a cada iraquí
volantes de propaganda en árabe. Estos prometían
que a todo soldado que se rindiera se le permitiría regresar
a su casa.
A medida que se alejaban, los miembros del pelotón patrullero
presuntamente vieron una columna de vehículos blindados
modelo Bradley acercarse a los prisioneros y a ametrallarlos.
Varios trataron de correr para escapar. Yo les había
dado de comer a esos hombres y logrado que confiaran en mí,
dijo el Sargento James Testerman, miembro del pelotón patrullero.
Recuerda a un iraquí que había rehusado tocar la
comida que le habían dado. Para probarle que no estaba
envenenada, el sargento la probó primero. Ese hombre
tan fuerte se echó a llorar, recuerda el sargento.
Solo puedo imaginarme lo que pensó cuando los
vehículos blindados comenzaron a disparar: que los
habíamos preparado para una masacre. Hay que pensarlo.
¡Toda esa gente!
En otro incidente, un pelotón, buscando armas en una
aldea, aparentemente abrió fuego ametrallador contra un
grupo de aldeanos que caminaban detrás de una persona llevando
la bandera blanca. Soldados que fueron testigos oculares reportan
que 20 civiles perdieron la vida.
Cuando la División 24 preparaba su retorno al país,
McCaffrey alabó a sus tropas por la victoria tan desequilibrada.
La guerra en el Golfo, les dijo, es el evento más
unificador que ha sucedido en Los Estados Unidos desde la Segunda
Guerra Mundial...El resultado será que, tal como Vietnam
por años tuviera trágicas consecuencias para nuestro
país, esta [victoria] nos ha proporcionado una nueva manera
de vernos a nosotros mismos.
Los soldados de McCaffrey que vieron el conflicto de diferente
manera, que se sintieron avergonzados y asqueados, no fueron pocos.
El Comandante David Pierson, quien fuera capitán del servicio
de espionaje de la División 24, indicó que muchos
sentían complejo de culpabilidad: culpables de llevar
cuentas...Eran como niños escapándose ante nosotros,
sin organización, temerosos, deseando que el fin llegara.
Nosotros seguíamos aplastándolos.
A los pocos meses de la División regresar al Fuerte
Stewart, estado de Georgia, una carta anónima llegó
al Pentágono detallando la masacre de los prisioneros iraquíes
y acusando a McCaffrey de haber iniciado la batalla del 2 de marzo
sin ninguna provocación iraquí. La carta, que contenía
información detallada, solo pudo haber venido del personal
de mando del general, se refería a las acciones como crímenes
de guerra.
Otros soldados que habían sido asignados a la División
tomaron la iniciativa y le divulgaron a investigadores militares
lo que habían visto. En cada caso, el ejército condujo
investigaciones secretas y superficiales. Suprimió las
acusaciones, forzando a muchos de los imputadores a abandonar
el servicio militar. Entre los oficiales de McCaffrey, pocos fueron
los que se atrevieron a imputar la versión oficial, pues
sus carreras quedarían destruidas.
Que los informes acerca de estas atrocidades sólo han
salido al aire nueve años después que ocurrieron
es testamento al papel tan servil que la prensa estadounidense
jugara durante toda la Guerra del Golfo. Luego de habérsele
oficialmente prohibido por primera vez que no cubriera las operaciones
estadounidenses al frente de la batalla, la prensa se contentó
con ser el vocero propagandista del esfuerzo estadounidense, alabando
de héroes a figuras como McCaffrey y el General Norman
Schwarzkopf.
Al aceptar la censura militar defacto, las cadenas televisoras
y las organizaciones de prensa principales repitieron todos los
pretextos de Washington en llevar a cabo su acción militar.
Al mismo tiempo, permanecían mudos ante el impacto devastador
que la maquinaria bélica de los estados Unidos tenía
sobre el pueblo iraquí.
El silencio continúa. La acusación bien fundada
de Hersch - que Los Estados Unidos es culpable de haber cometido
crímenes de guerraha recibido poca atención
en las cadenas de televisión y en los periódicos.
Aunque estas atrocidades se llevaron a cabo bajo el gobierno
de Bush, el gobierno de Clinton se ha movido sigilosamente para
defender a McCaffrey. Primero desató una campaña
gubernamental extraordinaria para suprimir el artículo
de Hersch y luego trató de difamar a su autor. Se trató
de presionar a ex funcionarios militares para que alteraran sus
relatos y se hicieron esfuerzos para que grupos defensores de
los derechos humanos emitieran declaraciones a favor de McCaffrey
y censuraran la pieza antes de publicarse.
A la Casa Blanca y al Pentágono les concierne muy seriamente
que al general jubilado se le acuse de haber cometido crímenes
de guerra. Como Zar de la Campaña Contra las Drogas
bajo el gobierno de Clinton, McCaffrey ha jugado un papel estelar
en la campaña para que el congreso nacional pase cierto
proyecto de ley. Este proyecto le proporcionaría a Colombia
ayuda militar en valor de $1700 millones y substancialmente
aumentaría la participación estadounidense en
la prolongada guerra civil de ese país. McCaffrey también
ha girado por Latinoamérica, tratando de convencer a los
gobiernos de la región que apoyen la intensificación
de los esfuerzos de Washington.
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