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La "terapéutica shock" del FMI y la recolonización
de los Balcanes
Por Nick Beams
17 de Abril de 1999
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Durante la guerra de los Balcanes entre 1912 y 1913, León
Trotsky escribió: En política como en la vida
privada no hay nada más bajo que moralizar - nada más
bajo y más inútil. Sin embargo, a mucha gente les
atrae porque les evita tener que mirar al mecanismo objetivo de
los acontecimientos.
En todas las rimas de papel imprimido y en los millones de
horas de televisión dedicados a la crisis de los Balcanes,
comenzando por el desmembramiento de la Federación de Yugoslavia
en 1991, no ha habido prácticamente ninguna cobertura,
y menos aún un análisis, de sus causas esenciales.
No es difícil hallar la razón de ese silencio,
porque tal análisis revela que potentes procesos económicos
están dirigiendo la creciente intervención militar
de las potencias imperialistas detrás de la cortina de
humo propagandista de preocupación humanitaria
por el destino de los refugiados y las víctimas de la limpieza
étnica.
En sus análisis del acuerdo Dayton en Bosnia-Herzegovina
en Noviembre de 1995 el autor canadiense, Michel Chussodovsky,
observó: La disolución de la Federación
de Yugoslavia estaba relacionada directamente con el programa
de reestructuración macro económica que impusieron
los acreedores externos sobre el gobierno de Belgrado. Ese programa,
aplicado en varias fases desde 1980, fue la chispa que provocó
el hundimiento de la economía nacional, produciendo la
desintegración del sector industrial y la disolución
por etapas de la Seguridad Social. Las tendencias separatistas
que se alimentaban de la división étnica y social
crecieron impetuosamente precisamente durante un período
de empobrecimiento brutal de la población yugoslava.[1]
En su estudio de la crisis de los Balcanes en 1995, que llevó
a cabo para el Instituto Brookings, Susan Woodward se opuso al
marco hipotético trazado por Washington, según el
cual habían surgido Estados delincuentes durante
el período de la posguerra encabezados por nuevos
Hitlers como Saddam Hussein en Irak y Slobodan Milosevic, quienes
desafíaban todas las normas de conducta civilizada y tenían
que ser castigados para proteger esas normas así como a
la gente inocente.[2]
Ella insistió que el desmembramiento de Yugoslavia tampoco
era resultado de la aparición de tensiones y conflictos
étnicos que habían sido contenidos en una especie
de congelación durante los anteriores 40 años.
Más bien, el verdadero origen del colapso del orden
político y social yacía en la decadencia económica
causada en gran parte por el pago de deudas impuesto por el Fondo
Monetario Internacional y otras instituciones financieras.
Más de una década de austeridad y descenso
del nivel de vida erosionó la estructura social y la seguridad
en que se basaban indivíduos y familias. Los conflictos
políticos normales sobre recursos económicos entre
el gobierno central y los gobiernos regionales y sobre las reformas
políticas y económicas necesarias para pagar las
deudas, se convirtieron en conflictos constitucionales seguidos
de una crisis estatal entre los políticos que no estaban
dispuestos a transigir.[3]
La causa que conecta el programa del pago de la deuda impuesto
por el FMI y el desmembramiento de Yugoslavia es también
el tema de un reciente artículo en el sitio Polyconomics,
Inc. (www.polyconomics.com) presentado por el director del sitio,
Jude Wanninski, un antiguo asociado editor del Wall Street
Journal. Wanninski ha enviado un memorandum a la Secretaria
de Estado, Madeleine Albright, que consiste en un informe de Criton
Zoakos quien era miembro directivo del Polyconomics en 1993.
Zoakos escribió: En 1987, la vieja Yugoslavia,
con todos sus errores trágicos, era todavía un Estado
en funcionamiento. Después, el Fondo Monetario Internacional
asumió la política económica, imponiendo
varias terapéuticas shock bien conocidas: devaluación,
congelación de salarios, y liberalización de precios,
diseñado en el libro de economía de principios Harvard/MIT,
lo cual significaba reducir los sueldos hasta un nivel en que
fuesen competitivos internacionalmente. Según se contrajo
la economía debido a tal shock, los ingresos del gobierno
central disminuyeron, desencadenando la presión del FMI
sobre el gobierno para que aumentase los impuestos y así
nivelar el presupuesto....
Estas fuerzas centrífugas comenzaron a desgarrar
la Federación, haciendo que las ricas provincias de Croacia
y Eslovenia se negaran a ser despojadas de sus recursos por las
provincias más pobres. Al igual que la URSS se descompuso
cuando el FMI intimidó con amenazas al gobierno de Gorbachev
y le obligó a devaluar el rublo, Yugoslavia se hizo añicos
según la rivalidad de los grupos étnicos y religiosos
se reafirmaba en su intento de controlar las reservas que iban
disminuyendo rápidamente..
Cuando la terapéutica shock del FMI impactó
sobre Yugoslavia, la forma inicial de desorden social no fue desavenencias
étnicas sino repetidas huelgas y movilización obrera.
Tan recientemente como 1988, un intrépido periodista americano
que trabajaba en Belgrado tuvo dificultad en encontrar desavenencias
étnicas y declaró: Yo sería un servio,
un bosniano, lo que sea, un uzbekistani, me pondría los
ojos almendrados, si tuviera dinero, decía un taxista
de Belgrado llamado Zoran, estirándose la piel alrededor
de sus ojos para darlo a entender. La gente sencilla se convirtió
en monstruos étnicos sólo después de que
sus opciones de una vida económica normal habían
sido destruídas. La limpieza étnica
comenzó sólo después de que la terapéutica
shock había completado su trabajo.
Por lo tanto, según Woodward señala correctamente
en su estudio, explicar la crisis de Yugoslavia como consecuencia
del odio étnico es poner la historia boca abajo y empezarla
por su final.[4]
El origen del ajuste estructural
por el FMI
Para comenzar por el principio y revelar los intereses económicos
de las principales potencias imperialistas que producen la crisis
de los Balcanes es necesario volver atrás, al menos al
hundimiento de la bonanza capitalista de la posguerra.
Al hundirse el sistema monetario de Bretton Woods entre 1971-73,
cuando el presidente Nixon retiró el respaldo del dólar
americano por el oro e introdujo cambios flotantes entre las principales
monedas, el capitalismo mundial sufrió una serie de conmociones
económicas. Los precios del petróleo se cuadruplicaron
en 1973-74 produciendo un gran desequilibrio en el sistema financiero
global, según los países exportadores de petróleo
confrontaban grandes problemas en la balanza de pagos. A la breve
prosperidad de precios de mercancías en 1973-74 siguió
rápidamente una recesión global en 1974-75, la más
profunda entonces desde la depresión de los años
1930.
Además de estos problemas, las clases gobernantes de
los países imperialistas confrontaron un creciente movimiento
de la clase obrera, la huelga minera de 1974 en Inglaterra, la
revolución en Portugal, la creciente militancia por salarios
en los Estados Unidos, para nombrar sólo algunos ejemplos
- unido a varias luchas anti-imperialistas en los países
semicoloniales que culminaron con la derrota de los Estados Unidos
en Vietnam en 1975.
Por consiguiente, la burguesía prosiguió una
estrategia dual. En los principales países capitalistas
se apoyó fuertemente en la ayuda de los aparatos Social
Demócratas y Stalinistas para controlar el movimiento obrero,
mientras que introducía mejoras Keinesianas en la seguridad
social para mitigar los golpes de la recesión.
Al mismo tiempo organizó el reciclaje de
petrodólares a través del sistema financiero internacional,
concediendo préstamos a bajo interés a los países
que dependían de las importaciones de petróleo.
Pero ninguna de esas medidas solucionó los problemas
económicos subyacentes - sólo ganaron tiempo. La
recesión de 1974-75 terminó, pero no hubo retorno
a las condiciones que habían existido durante la bonanza
económica de posguerra. La crisis económica tomó
una nueva forma, la llamada stagflación' - la persistencia
de un alto nivel de desempleo y una inflacción de dos cifras.
Esta situación estaba desembocando rápidamente
en una crisis del sistema financiero internacional. Con la inflacción
a un nivel record, los países que recibían préstamos
a bajo interés, se beneficiaban en realidad de tipos de
interés negativos. Por otra parte, el capital de reserva
de los bancos estaba disminuyendo. Se necesitaba una nueva política.
Llegó en forma de la elevación de Paul Volcker
al puesto de presidente del Consejo de Reserva Federal de los
EE UU en 1979. Después de rediseñar el presupuesto
del gobierno Carter de ese año, Volcker subió las
tasas para exprimir la inflación al sistema.
En efecto este programa, que elevó los intereses hasta
llegar a un 20 por ciento, produjo una enorme transferencia de
riqueza hacia los bancos y otras grandes instituciones financieras.
Mientras que a mediados de la década de los 70, la burguesía
había intentado ganar tiempo, a principios de los 80 percibió
que la situación se había estabilizado lo suficiente
como para intentar una nueva iniciativa. Esta tomó la forma
de una ofensiva contra las condiciones sociales de la clase obrera
en todos los países capitalistas desarrollados, unido a
un programa dirigido a empobrecer las naciones en deuda.
Los países que habían pedido grandes préstamos
para pagar las importaciones de petróleo recibieron golpes
por dos lados. Por una parte, los intereses reales sobre los préstamos
se elevaron rápidamente, mientras que por otra parte disminuyeron
los precios de las mercancías que vendían con el
objeto de lograr moneda extranjera para pagar los préstamos,
según se afirmaba la recesión de 1981-82.
Esta estrangulación económica condujo a la crisis
de deuda de Méjico en 1982 seguida de la introducción
de los llamados Programas de Ajuste Estructural (PAE) del FMI.
A partir de entonces, los países endeudados sólo
recibirían nuevos préstamos a condición de
que llevaran a cabo una gran reestructuración
de toda su economía, basada en la reducción de inversiones
en el sector público y reducción de los gastos en
la Seguridad Social. El propósito era abrir el mundo entero
al dominio de las mayores corporaciones industriales e instituciones
financieras.
Resumiendo las repercusiones de esa política, Jerome
I. Levinson, antiguo oficial del Banco Interamericano de Desarrollo,
señaló en 1992: La crisis de deuda proporcionó
una oportunidad sin igual a los directores del Tesoro de los EE
UU para conseguir las reformas estructurales favorecidas por el
gobierno de Reagan, en los países deudores. La esencia
de esas reformas era comprometer a los países deudores
a reducir el papel del sector público como vehículo
de desarrollo económico y social y depender más
de las fuerzas del mercado y de las empresas privadas nacionales
y extranjeras.[5]
Estos programas produjeron un impacto devastador. Se ha calculado
que entre 1984 y 1990, los países en desarrollo
que operaban bajo el PAE transfirieron 178 billones de dólares
a los bancos comerciales occidentales, incitando a un ex-oficial
de la Banca Mundial a declarar: El mundo no ha visto un
movimiento de dinero en la dirección que vemos ahora desde
que los conquistadores saquearon América Latina.[6]
La devastación económica de Yugoslavia
El efecto sobre Yugoslavia no fue menos desastroso. Su deuda
al exterior, que sumaba $2 billones de dólares en 1970,
se elevó a $6 billones en 1975. En 1980 alcanzó
la cifra de $20 billones, lo que representaba más de una
cuarta parte de los ingresos nacionales, con unos intereses que
se llevaban alrededor del 20 por ciento de los ingresos por exportaciones.
El pago de préstamos e intereses produjeron una fragmentación
de la república federal. La mayor parte del desarrollo
industrial había tenido lugar en el norte del país,
Croacia y Eslovenia, mientras que el sur suministraba las materias
primas. Según bajaban los precios relativos de las materias
primas, aumentaba la desigualdad económica entre las repúblicas,
produciento creciente tirantez y demandas de mayor autonomía
por parte de las repúblicas del norte.
Según el FMI y otras instituciones financieras presionaban
al gobierno federal para que redujera la deuda exterior aumentando
las exportaciones, la resultante desviación de la producción
del consumo doméstico produjo un ininterrumpido descenso
del nivel de vida durante los años 80.
Entre 1979 y 1985 los ingresos reales de los trabajadores del
sector social habían descendido en un 25 por
ciento y se calcula que en 1989 un 60 por ciento de trabajadores
yugoslavos vivía con el sueldo mínimo establecido
por el Estado o menos. El nivel de vida descendió un 40
por ciento desde 1982 a 1989.
Esta forzada reducción del consumo doméstico
produjo una disminución del déficit del comercio
exterior de $7.2 billones a $0.6 billones entre 1979 y 1988. Pero
la reprogramación de la deuda significó que ésta
se había reducido solamente en $1 billón y en 1987
se había elevado otra vez a más de $20 millones.
El economista inglés, Michael Barrat Brown, describiendo
las operaciones de esa rutina económica, escribió:
Parecía que no había - y en realidad no había
- esperanza. El mismo remedio era administrado a todos los países
deudores del Tercer Mundo y también a los países
comunistas. Exportad más y pagad vuestras deudas'
era el coro de la Banca Mundial y del FMI; y cuanto más
exportaban, a menudo materias primas, más bajaban sus precios
en el mercado mundial, mientras subían los precios de sus
importaciones desde los países industrializados y continuaba
subiendo la tasa de interés.[7]
Al desintegrase los regímenes Stalinistas en el Este
de Europa en 1989, el programa del FMI de reestructuración
se aceleró. Los objetivos básicos para el Este de
Europa y Yugoslavia ya habían sido formulados en una Decisión
Directiva de Seguridad Nacional de los EE UU en 1982 que pedía
aumentar los esfuerzos para fomentar una revolución
discreta' para derrocar a los gobiernos y partidos comunistas
e integrar los países del Este de Europa en una economía
orientada hacia el mercado.[8]
El impacto de los mandatos del FMI sobre Yugoslavia está
indicado en las siguientes cifras. Durante el período 1966-79,
la producción industrial creció alrededor de 7.1
por ciento al año. Después de la primera etapa de
reforma macroeconómica, descendió a 2.8 por ciento
entre 1980-87, cayendo a zero en 1987-88 y hundiéndose
al 10.6 por ciento negativo en 1990.
Pero medidas aún más severas se aproximaban.
En Enero de 1990, un acuerdo firmado con el FMI estipulaba cortes
en el presupuesto equivalentes al 5 por ciento del Producto Nacional
Bruto.
Según explica el informe de Chussodovsky, los resultados
fueron nada menos que catastróficos.
Mientras los ingresos habían disminuido debido
a la inflación, el FMI ordenó una congelación
de salarios al nivel que tenían a mediados de Noviembre
de 1989. A pesar de la estabilización del dinar con el
marco alemán, los precios continuaron elevándose
sin freno. Los sueldos disminuyeron en un 41 por ciento en los
primeros seis meses de 1990. La inflación era en exceso
de un 70 por ciento en 1990. En enero de 1991 se llevó
a cabo otra devaluación del dinar de un 30 por ciento,
que condujo a otra rueda de subida de precios. La inflación
estaba en un 140 por ciento en 1991 elevándose a 973 y
1134 por ciento en 1992 y 1993 respectivamente.
En el paquete económico de enero también
se incluía la completa convertibilidad del dinar, la liberalización
de las tasas de interés y más reducciones a las
cuotas de importación. Los acreedores tenían absoluto
control sobre la política monetaria: el acuerdo firmado
con el FMI impedía al gobierno federal conseguir créditos
de su propio Banco Central (Banco Nacional de Yugoslavia). Esta
condición paralizó virtualmente el proceso presupuestario
e inutilizó la capacidad del Estado federal para financiar
sus programas económicos y sociales. Además, la
desregulación del crédito comercial era propicia
para un próximo hundimiento de las inversiones de las empresas
de propiedad social.
La congelación de todas las transferencias de
pagos a las repúblicas había creado una situación
de secesión de hecho'. La implementación de
esas condiciones, incluídas en el acuerdo firmado por el
gobierno federal con el FMI, eran también parte del convenio
de reprogramación de la deuda llevado a cabo con los clubs
París y Londres {las mayores instituciones financieras
de Occidente}. La crisis presupuestaria producida por el FMI había
creado el colapso de la estructura fiscal federal. Esta situación
actuó en cierto sentido como un fait accomplí,
antes de la separación formal de Croacia y Eslovenia
en Junio de 1991. Las presiones políticas de la Comunidad
Europea sobre Belgrado combinadas con las aspiraciones de Alemania
de atraer a los Balcanes hacia su órbita geo-política,
estimularon así mismo el proceso de separación.
Pero las condiciones sociales y económicas para el desmembramiento
de la federación como consecuencia de diez años
de ajuste estructural' habían ya sido implantadas
firmemente.[9]
Una de las principales demandas del FMI fue que el gobierno
federal y las autoridades financieras cesaran de financiar las
empresas en déficit. En 1989 unas 248 firmas fueron liquidadas
y 89.400 trabajadores despedidos. Pero se avecinaba más.
En los primeros nueve meses de 1990, otras 889 empresas más,
con 525,000 trabajadores, fueron sometidas a procedimientos de
bancarrota. La mayor concentración de esas empresas se
encontraba en Servia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Kosovo.
En Septiembre de 1990, la Banca Mundial estimaba que había
otras 2.435 empresas en déficit, con una plantilla combinada
de 1.300,000 trabajadores, del total de 7.531 que quedaban. Según
observó Chussodovsky: Teniendo en cuenta que las
firmas en déficit ya habían despedido a 600.000
trabajadores antes de Septiembre de 1990, estas cifras sugieren
que de un total de 2.700,000 trabajadores, alrededor de 1.900.000
habían sido clasificados como superfluos. Las firmas insolventes',
concentradas en los sectores de energía, industria pesada,
manufacturas metálicas, trabajos forestales y textiles,
estaban entre las mayores empresas industriales del país,
empleando{en Septiembre de 1990} el 49.7 por ciento del personal
industrial total que aún quedaba empleado.[10]
Una nueva colonización
Lo que estas estadísticas económicas demuestran
es que la actual intervención de las potencias de la OTAN
no es nada más que la continuación, por otros medios,
los medios militares, de la misma agenda llevada a cabo anteriormente;
la destrucción de todo el anterior desarrollo económico
y social de Yugoslavia y la transformación de toda la región
en una semi colonia de las mayores potencias capitalistas.
En ninguna parte se ve ese proceso tan claramente como en Bosnia-Herzegovina.
Estos metas fueron escritas en la Constitución de la nueva
república bajo los acuerdos de Dayton en Noviembre
de 1995. Al llamado Alto Representante nombrado por
los EE UU y la Unión Europea, le fueron concedidos completos
poderes ejecutivos con autoridad para desautorizar a los gobiernos
de la Federación de Bosnia y la República Srpska
de Bosnia-Serbia.
La política económica fue puesta en manos de
las más importantes instituciones financieras internacionales.
La Constitución estipulaba que el primer gobernador del
Banco Central de Bosnia-Herzegovina debía ser designado
por el FMI y no debería ser un ciudadano de Bosnia
y Herzegovina o de un Estado vecino...
Además, al Banco Central no se le permitió llevar
a cabo una política económica independiente y durante
los primeros seis años, no puede dar créditos
creando dinero, operando en este respecto como un consejo monetario.
O sea, que sólo podía emitir papel moneda cuando
estuviera respaldado por fondos de moneda extranjera. Se prohibieron
los préstamos internacionales para financiar una reconstrucción
económica pero éstos han sido utilizados para financiar
el despliegue militar bajo el acuerdo Dayton, así como
para pagar la deuda a los acreedores internacionales.[11]
Habiendo asegurado la efectiva recolonización de Bosnia-Herzegovina,
las potencias imperialistas, dirigidas por los EE UU, están
ahora extendiendo ese proceso al resto de Yugoslavia. Según
pone en claro la publicación del acuerdo de Rambouillet,
la OTAN no tenía la intención de limitar la intervención
militar a la zona de Kosovo, sino a la ocupación de toda
Yugoslavia. En pocas palabras, detrás del aluvión
de propaganda, el mecanismo objetivo de los acontecimientos
no es nada menos ni nada menos que la campaña para recolonizar
la región entera.
Notas
1. Michel Chussodovsky, La Globalización
de la Pobreza (The Globalisation of Poverty) pp. 243-244.
2. Susan Woodward, La tragedia de los Balcanes (The Balcan
Tragedy) p7
3. op cit. p.15
4. Woodward, op cit p. 18
5. citado en Doug Henwood , Wall Street pp.294-5
6. citado en Asad Ismi, Saqueo con Rostro Humano.(Plunder
With a Human Face), Z magazine Febrero de 1998
7. Michael Barratt Brown, La guerra en Yugoslavia y la Carga
de la Deuda (The War in Yugoslavia and the Debt Burden)
en Capital and Class, No 50 1993
8. Chussodovsky op cit p 244
9. Chussodovsky op cit pp 246-247
10. Cussodovsky op cit p 251
11. Chussodovsky op cit p 256
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