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Cuarenta años de castrismo:
el callejón sin salida del nacionalismo pequeño-burgués
Por Bill Vann
20 enero 1999
En enero se cumplieron cuarenta años
desde que Fidel Castro tomó el poder. Castro ha sobrevivido
a ocho presidentes norteamericanos. Todos ellos trataron de traerse
abajo al gobierno de Cuba, ya sea mediante fuerza armada, subversiones
organizadas por la CIA, presiones económicas, e inclusive
asesinando al propio Castro.
Nadie en el gobierno norteamericano pudo predecir la longevidad
del gobierno de Castro. Habiendo recibido el derrocamiento de
Batista con buenos ojos y cierta ambivalencia, Washington immediatamente
le dijo a los líderes guerrilleros que no toleraría
las más mínimas reformas en una isla localizada
a 90 millas de las costa estadounidense.
Frente a las limitadas reformas agrarias adoptadas por Castro
durante su primer año, el régimen norteamericano
reaccionó con amenazas y demandando pago inmediato, algo
imposible para el gobierno cubano. La política de Washington
consistía en estrangular la economía cubana hasta
que Castro cambiase de rumbo o fuese depuesto. Al ver que las
masas cubanas habían reaccionado con altas expectativas
sociales, Castro decidió desafiar a los Estados Unidos,
embarcándose en un curso que culminaría con la dramática
nacionalización del capital extranjero y nacional, y un
viraje hacia el bloque soviético en busca de ayuda.
Estados Unidos respondió tajantemente, iniciando preparativos
para una invasión organizada por la CIA, basada en su experiencia
de 1954, cuando derrocaron al presidente guatemalteco Jacobo Arbenz.
A la vez, se pusieron en práctica varios planes para asesinar
a Castro.
Pero la invasión de Bahía de Cochinos en abril
de 1961 fue un fracaso total para el imperialismo norteamericano.
También fracasaron los intentos de asesinato, muchos de
los cuales contaron con la participación de la mafia.
En las negociaciones que pusieron fin a la crisis de los misiles
en octubre de 1962, los Estados Unidos formalmente le prometió
a Moscú que no intentaría invadir la isla. Pero
los intentos de asesinato continuaron bajo el operativo Mongoose
de la CIA. Estos incluyeron desde conchas marinas explosivas hasta
trajes de buseo y lapiceros envenenados. También continuaron
los actos de sabotaje económico, incluyendo la contaminación
del ganado cubano.
A pesar de los esfuerzos de la CIA, Castro sobrevivió
al dictador Trujillo de la República Dominicana. Duvalier
en Haití y todas las dictaduras militares que en América
Latina tomaron el poder con la ayuda de los Estados Unidos durante
los años 60 y 70. Sólo la dinastía de los
Somoza duró más42 años.
Pero así como Washington no pudo predecir la capacidad
de sobrevivencia del régimen cubano, tampoco los fervientes
admiradores de Castro pudieron prevenir su destino. Algunos de
los más fanáticos admiradores de Castro ha alabado
sus 40 años en el poder como una muestra más de
la genialidad del gran líder y de su habilidad para expresar
las necesidades y aspiraciones del pueblo cubano.
Sólo un cínico, alguien completamente indiferente
al sacrificio y sufrimiento humano, podría negar el heroísmo
del pueblo cubano a lo largo de cuatro décadas de agresión
norteamericana. Pero hay un tipo social específico entre
los que han sido atraídos a la "causa cubana",
basándose más en una facinación por Castro
como un "gran hombre" que en una real simpatía
por los obreros y campesinos cubanos.
Muchos pequeño-burgueses encuentran consuelo en el rol
paternalista de Castro, guiando y controlando a las masas, premiando
y castigando, llevando adelante sus ya bien conocidas intervenciones
personales para "enderezar" esta o aquella manifestación
de la inmensa deficiencia de la sociedad cubana. A esta corriente
pertenece un documente recientemente publicado por un periódico
radical argentino que describe el régimen de Castro como
"un esfuerzo brillante y hasta glorioso para mantener la
independencia y dignidad latinoamericana tan sólo a 90
millas del imperio."
La concepción de Cuba como una isla de independencia
en un mar de integración latinoamericana al mercado mundial
dominado por bancos y multinacionales norteamericanas es todo
lo que queda de esta capa socio-política. En un período
anterior, durante la primera década del régimen
de Castro, las expectativas sobre el "castrismo" eran
mucho mayores, y esas ilusiones produjeron un terrible costo.
El legado político de Castro
En esa época los nacionalistas pequeño-burgueses
a lo largo de todo el continente alababan a Cuba como el inicio
de un nuevo camino revolucionario en el cual pequeñas bandas
de guerrilleros serían suficiente para llevar a cabo una
revolución social. En ese esquema se excluía la
intervención activa, y mucho menos conciente, de la clase
obrera como una precondición para la derrota del imperialismo
y el derrocamiento del capitalismo. Hasta el campesinado, el cual
fuera proclamado por los castristas como la fuerza más
revolucionaria entre los oprimidos, fue relegado a un rol más
o menos pasivo frente a los actos heroicos de los guerrilleros.
Aún una sección del movimiento trotskista mundialun
movimiento forjado en la lucha contra los intentos del estalinismo
por subordinar a la clase obrera a las alianzas de Moscú
con varios sectores de la burguesía, incluyendo a los nacionalistas
de los países colonialesencontró en el castrismo
un pretexto para renunciar a la tarea de construir un partido
revolucionario proletario.
Los resultados fueron desastrosos. Desde la desafortunadas
aventuras del Che Guevara en Bolivia hasta el viraje hacia guerrillas
urbanas por parte de ex-trotskistas en Argentina y Uruguay, incluyendo
secuestros y robos de bancos, el camino cubano demostró
ser un callejón sin salida. Sólo sirvió para
separar a una generación deseosa de revolución y
a la clase obrera, desorientando a las masas de trabajadores y
debilitando su habilidad para impedir que los militares instalasen
dictaduras y llevasen a cabo sangrientas represiones.
Más crítico aún, los cuadros revolucionarios
forjados por la Cuarta Internacional se vieron liquidados precisamente
en un período en que los obreros latinoamericanos estuvieron
a la cabeza de luchas masivas, desde el Cordobazo argentino en
1969 hasta los repetidos intentos de los obreros chilenos de romper
con las ataduras frente-populistas bajo Allende.
Mientras tanto, Castro, tanto como cliente del bloque soviético
y en sus intentos de asegurar estabilidad para su propio régimen,
buscaba establecer lazos con la misma burguesía latinoamericana
que intentaban derrocar a quienes se inspiraban en su propio ejemplo.
En Perú, Ecuador y otros países, tal actitud llegó
al punto de anunciar que hasta los militares entrenados por los
Estados Unidos podían ser un vehículo de progreso
social. En México, el corrupto aparato del PRI podía
ser perdonado por la masacre de estudiantes en 1968, siempre y
cuando el gobierno mexicano mantuviese relaciones diplomáticas
y comerciales.
Las derrotas de la clase obrera, preparadas por el viraje hacia
las guerrillas, y la política castrista en América
Latina, terminaron por descarrilar la revolución social
en el continente y asegurar el aislamiento de la revolución
cubana.
En tanto a su política interna, para 1970 el régimen
de Castro había abandonado su utópico reclamo de
estar llevando a cabo un desarrollo socialista independiente,
después de la debacle económica provocada por el
fracasado proyecto de producir 10 millones de toneladas de azúcar.
La economía cubana quedó subordinada a la del bloque
soviético en muchas manerasaunque con ciertos términos
favorablesrecreando la misma relación económica
que había existido con el imperialismo norteamericano antes
de 1959. El rol de Cuba quedó como un exportador de azúcar
y materias primas a cambio de tecnología y productos manufacturados
de la URSS y Europa Oriental.
Con la caída del Muro de Berlín y el colapso
de la URSS, Cuba perdió entre $3 billones y $4 billones
en ayuda económica soviética, y el 80% del mercado
para sus exportaciones. El país entró en lo que
el régimen de Castro llamó un "período
especial". Este se ha caracterizado por una creciente apertura
a la inversión extranjera, combinada con un mayor ajuste
en la ración de productos de necesidad básica para
las masas cubanas.
Creciente desigualdad social
La prensa ha escrito extensivamente desde La Havana
describiendo el sufrimiento de aquellos que no tienen acceso a
dólares provenientes de algún pariente en el extranjero
o del nuevo turismo en la isla y los males que lo acompañanel
crimen y la prostitución. El aumento de la desigualdad
social entre los que tienen y los que no tienen acceso a dólares
ha sido documentado ampliamente.
Hay algo profundamente hipócrita acerca de estos informes.
Ni los autores ni las publicaciones se preocupan en indicar que
la erosión de las condiciones sociales significan que la
isla se parece cada vez más al resto de América
Latina, con toda la pobreza, desigualdad y sufrimiento que el
capitalismo ha producido durante siglos. Nadie se preocupa en
comparar las condiciones del trabajador cubano con las de su contraparte
en República Dominicana, Brasil o México, donde
la pobreza y la opresión son un aspecto común de
la vida diaria.
Los 40 años de Castro en el poder no se pueden explicar
simplemente como una cuestión de represión política,
si bien es cierto que su régimen oprimió brutalmente
cualquier oposición política, particularmente aquellas
que tenían signos de una oposición revolucionaria
por parte de la clase obrera. Tampoco puede atribuirse a la habilidad
de Castro de explotar el conflicto de la guerra fría entre
el imperialismo norteamericano y la burocracia soviética.
A pesar de que el régimen nacionalista de Castro no
logró, ni podía lograr el socialismo, se produjeron
importantes beneficios sociales para la clase obrera cubana, aliviando
la grotesca desigualdad social y opresión nacional que
caracterizara a Cuba durante la primera mitad del siglo veinte.
Más aún, Castro se benefició de la política
de sus enemigos. Muy pocos en Cuba podían ver con buenos
ojos el triunfo de la política de estrangulamiento económico
practicada por Washington, o el retorno de la burguesía
cubana en el exilio y sus organizaciones como la Fundación
Cubana Nacional y las agencias terroristas. La mafia de empresarios
cubanos esperando retornar desde Miami y Nueva Jersey ha dejado
en claro que inagurarían su retorno con un baño
de sangre antes de re-implantar la vieja opresión, corrupción
y racismo servil a Washington.
Inversión capitalista y turismo
Sin embargo, aquellos que se refieren a todas las predicciones
acerca del fin del régimen de Castro que no se cumplieron
con el fin de minimizar la presente crisis están hablando
en vano. La repetición ritualística de slogans tales
como "socialismo o muerte" en el último discurso
de Castro suenan cada vez más huecas, si se toma en consideración
que el capital extranjero está jugando un rol cada vez
mayor en la economía cubana y el turismo, el cual era considerado
como la plaga de la Cuba pre-revolucionaria.
El gobierno cubano se está encargando de que las corporaciones
extranjeras gocen de mayor seguridad y libertad para operar en
Cubani mencionar los sueldos miserablesque la que tienen en el
resto de América Latina. Sin embargo, el régimen
regularmente interviene contra cualquier indicio de actividad
económica capitalista dentro de la población cubana,
desde restaurantes en la sala de una casa hasta alojamiento para
turistas.
Significativamente, uno de los discursos de Castro celebrando
el último aniversario, un discurso lleno de retórica
y frases repetitivas, ocurrió ante la Policía Revolucionaria
Nacional. En aquel discurso Castro pagó tributo a las unidades
especiales formadas para la Vieja Havana con el fin de protejer
a los turistas contra el crimen callejero.
"Estamos defendiendo el prestigio de nuestro país
en la lucha contra el crimen," dijo. "El aumento del
crimen desalienta al turismo." En el mismo discurso Castro
reconoció el aumento de la prostitución y del robo
en la capital. Dijo que la mayoría de estos incidentes
involucraban a gentes que habían llegado a la capital provenientes
de las provincias.
Por primera vez desde la revolución de 1959, se están
construyendo chozas en La Havana donde viven pobres obreros y
campesinos provenientes del interior del país y que han
llegado a la capital en busca de trabajo. Esta tendencia, muy
común en toda América Latina, tiene un significado
político muy definido. Uno de los objetivos de Castro era
resolver la enorme desigualdad entre La Havana y las provincias.
Esta desigualdad era resultado de la economía de municultivo
mediante la cual la riqueza pasaba del campo a la capital.
Otros puntos del discurso de Castro dejaron en claro que el
comandante de 72 años piensa continuar con la política
de jugar con las principales potencias. Esta vez, sin embargo,
sus esperanzas no se basan en la Guerra Fría, sino en la
creciente rivalidad económica entre el capitalismo estadounidense
y sus rivales en Europa y Japón.
Por lo tanto, en el discurso principal que pronunció
en Santiago de Cuba, a la vez que atacó la globalización
capitalista y acusó a los EE.UU. y sus multinacionales
por imponer políticas neoliberales e "inhumanas",
alabó a las potencias europeas, declarando que la nueva
moneda, el euro, era una alternativa viable al dólar.
Tal retórica es una expresión del creciente rol
que el capital europeo está jugando en la economía
cubana. Por ejemplo, las corporaciones españolas dominan
la industria del turismo, aunque se acaba de completar la construcción
de un hotal de lujo en el centro de La Havana con capital holandés.
Mientras tanto, el régimen de Castro continúa
demandando que se levante el embargo económico por parte
de los EE.UU., culpándolo de los males en la isla. A principios
de año, el periódico oficial "Trabajadores"
dijo que el embargo le costó al país $800 millones
en 1998 y más de $60 billones durante los últimos
40 años.
Si bien es cierto que el embargo económico ha hecho
mucho daño, el régimen de Castro nunca se ha referido
a lo que significaría la normalización de relaciones
económicas con los EE.UU. ¿No será que esta
normalización presentaría peligros mucho mayores
que el embargo, planteando la restauración de la hegemonía
yanqui que fuera interrumpida hace 40 años?
Claramente esta es la visión prevalente en los directorios
de los bancos y multinacionales norteamericanos. Precisamente,
son las asociaciones de manufactureros los que han estado presionando
para que se levante el embargo económico, y muchas corporaciones
han iniciado diálogos exploratorios con el régimen
cubano y enviado representantes a la isla en busca de oportunidades
para invertir.
Estos emprearios están preocupados que la política
de la era de la Guerra Fríaque Washington mantiene para
hacer un ejemplo de Castro y porque la ultra-derecha cubana en
los EE.UU. tiene una desproporcionada influencia sobre los legisladores
norteamericanosestá minando lo que es potencialmente uno
de los mercados más lucrativos para el capital europeo.
El verdadero propósito de la política de Clinton
de disminuir las restricciones de envío de dólares
a Cuba es aumentar la acumulación de capital en la isla,
con el fin de cultivar una oposición política dentro
de Cuba. Tal como decía un documento del gobierno circulado
a inicios de año, la nueva política, que permite
a cualquier residente norteamericano mandar hasta $1,200 anuales
y le permite a organizaciones norteamericanas proveer de recursos
a grupos cubanos, está diseñada para "apoyar
el desarrollo de una pacífica actividad independiente y
sociedad civil."
Las condiciones continúan deteriorando para las masas
latinoamericanas, con crecientes indicaciones que, después
de dos décadas de "ajustes estructurales", toda
la región está al borde de una debacle financiera.
La crisis capitalista inevitablemente producirá una nueva
ola de luchas revolucioarias en el continente. El éxito
de estas luchas depende de la habilidad de la nueva generación
de aprender de las amargas lecciones de la experiencia de 40 años
de castrismo, y de la derrota de todos los movimientos guerrilleros
que se basaron en el castrismo, y de construir una nueva dirección
revolucionaria de la clase obrera basada en el programa del socialismo
internacional.
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