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Después de la Matanza: Lecciones Políticas de la Guerra de los Balcanes

Por David North
9 Agosto 1999

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Este artículo apareció originalmente en inglés el 14 de Junio de 1999. Para leer la versión original haga click en http://www.wsws.org/articles/1999/jun1999/balk-j14.shtml

En Vísperas del Nuevo Siglo

Con la rendición de Serbia al asalto de Estados Unidos y de la OTAN acaba la última gran experiencia estratégica del siglo veinte. Esta carnicería le da al siglo una trágica simetría. Comienza con la sublevación anticolonial de los Bóxers chinos. Termina con una guerra que hace completa la reducción de los Balcanes al status de protectorado neocolonial de las potencias imperialistas.

No podemos aún dar cuenta de toda la devastación que los misiles y las bombas yanquis causaron en Serbia y Kosovo. Hubo al menos diez mil bajas militares. De esas, murieron cinco mil. La misma suerte le tocó a 1500 civiles. Con la ayuda de sus cómplices europeos, Estados Unidos condujo 35,000 bombardeos que arrasaron una gran parte de la infraestructura social e industrial yugoslava. La OTAN estima haber dañado o destrozado el 57 porciento de las reservas petroleras de ese país. Casi todas las carreteras principales, las vías de ferrocarril, y los puentes fueron bombardeados en forma intensiva. Operan a un nivel marginal los transformadores de las plantas de energía, y los sistemas de agua potable, de los que dependen todas las ciudades modernas. Various miles de cientos de trabajadores han perdido sus medios de vida con la destrucción de sus fábricas y lugares de empleo. Las bombas dañaron a muchos hospitales y escuelas que educaban a 100,000 niños han sido dañadas or destruidas.

Para reconstruir lo que la OTAN destruyó se necesitarán entre 50 y 150 mil millones de dólares. Yugoslavia no cuenta con recursos de esa magnitud. Se estima que el producto bruto yugoslavo disminuirá en un treinta porciento este año. En los últimos dos meses, el consumo se redujo en casi dos tercios. Algunos economistas calculan que, sin ayuda externa, ¡pasarán 45 años antes que Yugoslavia logre la exigua prosperidad económica de 1989!

El bombardeo de Yugoslavia revela la relación esencial que existe entre el imperialismo y las naciones menores. Los análisis incriminantes del imperialismo, escritos a principios de siglo por Hobson, Lenín, Luxemburg y Hilferding, parecen haber sido escritos ayer. Económicamente, las naciones menores están a la merced de los bancos y organismos financieros de las grandes potencias imperialistas. Políticamente, todo intento de independizarse, acarrea el riesgo de bárbaros ataques militares. Con mayor frecuencia se les niega a los estados menores sus derechos de soberanía nacional y se les obliga a acceder a ser ocupados por tropas extranjeras y a someterse a controles de naturaleza colonial. A la luz de estos acontecimientos, es más y más aparente que la caída de los imperios coloniales durante las décadas de 1940, 1950 y 1960 sólo ha sido un episodio temporal en la historia del imperialismo.

El ataque contra Yugoslavia debe ser definido más apropiadamente como masacre que como guerra. Una guerra implica que para los dos bandos existe al menos algún módico de riesgo significativo. Nunca en la historia humana ha habido un conflicto militar más unilateral que entre estos contrincantes. Incluso los ataques sangrientos y unilaterales de Hitler contra Polonia, Holanda y Noruega, crearon peligros para el ejército alemán. Para los Estados Unidos no existió ningún riesgo militar. Los pilotos de la OTAN y de los misiles dirigidos a precisión por sistemas computarizados pudieron destrozar una gran parte de Yugoslavia sin ninguna baja, ni siquiera como consecuencia de balas extraviadas.

Esta falta de balance en los recursos militares de cada contrincante, verdaderamente define la naturaleza de esta guerra. En las postrimerías del siglo XX, los recursos económicos controlados por las potencias imperialistas garantizan su supremacía tecnológica, cosa que se transforma en una enorme ventaja militar. Dentro de este marco internacional, Estados Unidos se ha transformado en la principal nación imperialista opresora, utilizando toda su superioridad técnica en el campo de las municiones dirigidas con precisión, para tiranizar, aterrar y, cuando le es conveniente, devastar a todo país indefenso y menos desarrollado que, por una razón y otra, se le ponga por medio.

Desde el punto de vista militar, la campaña de bombas demuestra nuevamente la potencia mortífera de la máquina de guerra de EE UU. Sus fabricantes de armas se felicitan entre sí y se relamen pensando en anticipadas cornucopias de ganancias, ahora que hay que volver a abastecer el arsenal del Pentágono. Pero la capitulación serbia es sólo una victoria pírrica. A corto plazo, Estados Unidos obtuvo sus metas en los Balcanes. El costo político a largo plazo, empero, será tremendo. De nada le servirá la rimbombante campaña propagandística, que pinta a la destrucción de Yugoslavia con el color de rosa de la filantropía. El daño que ha sufrido su imagen internacional is irreparable. Cuando se desmoronó la Unión Soviética, un aire de confusión política elevó el prestigio de los Estados Unidos a un nivel no visto desde la segunda guerra mundial. Por doquier abundaban ilusiones sobre el papel "democrático" y "humanitario" de esta América septentrional.

Pero muchas cosas han cambiado en esta década. Ese sin fin de ataques de misiles contra uno tras otro enemigo indefenso ahora repele a las masas. En todo el mundo los EE UU es visto como un aprovechado y peligroso valentón sin escrúpulos, que no vacila ante nada para asegurar sus intereses. La explosión de ira que conmovió las calles de Beijing detrás del bombardeo de la embajada china, no se debió puramente a la propaganda del régimen stalinista y a la incitación chauvinista. En verdad, ahora muchos entendían que lo que pasaba en Belgrado podría también pasar en Beijing en los próximos pocos años. Los representantes imperialistas más astutos temen que el precio político a pagar por la caída de la imagen internacional norteamericana va a ser muy alto. El ex secretario del Estado, Lawrence Eagleburger, opinó durante una mesa redonda de discusión en el programa Nightline de la cadena de televisión ABC, después que Milosevic aceptara las imposiciones de OTAN: "Proyectamos sobre el mundo la imagen del patrón de la vereda que con sólo empujar un botón mata a gente. No nos cuesta nada más que el precio del misil... esa imagen nos perseguirá cuando tratemos de negociar con el resto del mundo en el futuro."

La voracidad internacional de una Norte América dispuesta a usar cualquier método para tragarse todo lo que le apetezca pone nerviosos aún a sus aliados en la OTAN. En público, presidentes y primeros ministros europeos se muestran reverentes hacia los Estados Unidos y pregonan su eterna amistad. Pero, a puertas cerradas, en lugares que creen estar a prueba de los micrófonos de la CIA los mismos líderes se preguntan dónde y cuál será el próximo blanco estadounidense. ¿Qué pasará si, y cuando, los intereses europeos choquen de plano con los de Estados Unidos? Hace un año las portadas de Time y Newsweek le ponían a Saddam Hussein el cascabel de criminal. Este año le toca a Slodoban Milosevic. ¿Quién será en el próximo año? ¿A quién apodará CNN con el título de hampón internacional, el primer "Hitler" del siglo XXI?

Más serio que las declaraciones de solidaridad de OTAN, es que los líderes de 15 países europeos hayan anunciado, el mismo día en que se rendía Yugoslavia, que transformarán a la Unión Europea en una potencia militar independiente. Oficialmente declaraban que "la Unión debe tener la capacidad de actuar con autonomía, apoyada con creíbles fuerzas militares, los medios para decidir usarlas, y la disposición de hacerlo, los medios para responder a crisis internacionales, sin prejuicio de las acciones de la OTAN." Con estas palabras los líderes europeos indican estar convencidos de que para competir con los Estados Unidos en el mundo, i.e., para sobrevivir, el capitalismo europeo necesita de una fuerza militar seria que pueda asegurar y defender sus intereses internacionales. La burguesía europea no puede tolerar que sólo Estados Unidos tenga la capabilidad de enviar sus ejércitos por todo el mundo en busca de una ventaja estratégica geopolítica, imponiendo sus intereses económicos. Por lo tanto, la competencia entre las potencias imperialistas está a punto de adquirir características militaristas, después del ataque contra Yugoslavia.

No hay diferencia filantrópica entre la guerra balcánica de 1999 y guerras anteriores. Es sintomática de un virulente resurgimiento de sus más malignas caraterísticas: la legitimación del uso de la prepotencia militar contra los países débiles, en función de los intereses estratégicos de "las grandes potencias"; la violación cínica de los principios de soberanía nacional; la reintroducción de facto del yugo colonial; y la resurrección de antagonismos inter-imperialistas, que llevan consigo las semillas de una nueva guerra mundial. La burguesía internacional no ha podido quitarse de encima los demonios de principio de siglo. Agazapados, todavía acechan a la humanidad, en la antesala del siglo XXI.

La Prensa y la Guerra contra Yugoslavia

La propaganda juega un papel clave en todas las guerras. En la opinión de Josef Goebbels, jefe de propaganda de la Alemania Nazi: "Imaginemos que la prensa es un gran piano donde el gobierno puede marcar su compás." Pero el grado actual de sofisticación tecnológica y el impacto de la propaganda moderna van mucho más allá del alcance de lo imaginable durante la segunda guerra mundial. Todas las técnicas para anestesiar el pensamiento, que usa la propaganda comercial y de la industria de espectáculos, florecen en la "comercialización" de la guerra a las masas. Esa sórdida empresa depende del uso efectivo de emotivas frases para desorientar al público. En el bombardeo de 1998 y 1999 contra Iraq, la contraseña fue "armas de destrucción masiva". Para movilizar a la opinión pública contra Yugoslavia, se escogió la expresión "limpieza étnica". En esas palabras se disuelven todas las complejidades, contradicciones y ambigüedades de los Balcanes. Se ametrallaba sin cesar al público americano e internacional con el mismo mensaje: La guerra era para prevenir matanzas. Todos las imágenes de refugiados albanokosovares que huían de Kosovo tenían el objeto de mantener a los televidentes ignorantes del contexto político e histórico en que se proyectaban. Simplemente se dejó de lado que, hasta el momento que comienzan a caer las bombas, habían muerto relativamente poca gente en Kosovo, al menos comparado con otros conflictos étnicos en otras partes del mundo. En lo referente al número de albanokosovares muertos directamente a manos de las fuerzas militares y paramilitares serbias, las alegaciones desmedidas de los Estados Unidos y la OTAN, de entre 100 y 250 mil muertos, nunca fueron confirmadas ni tuvieron ninguna relación con la realidad.

Las rutinales comparaciones entre el conflicto de Kosovo y el Holocausto son una obscenidad. Igualmente absurdo es comparar a Serbia con la Alemania nazi. La misma Corte Mundial, cuya acusación de Milosevic tuvo propósitos políticos, limitó el número de personas con que le responsabilizó oficialmente a 391. Nadie dice que Milosevic sea un humanitario compasivo, pero hay otros que son responsables de la muerte de muchos más, incluyendo Henry Kissinger, quien más tarde fue condecorado con el premio Nobel de la paz. Por momentos la propaganda parecía ahogarse bajo en peso de su propia mendacidad y vacuidades. Que existiera alguna otra justificación para la guerra que el argumento filantrópico del gobierno de Clinton, nunca fue reconocido por la prensa, ni siquiera por aquellos que, pusilánimemente, pusieron en duda la decisión de bombardear a Yugoslavia.

La prensa no intentó para nada investigar los antecedentes históricos del conflicto. Cosas claves, como la relación entre la política económica impuesta a Yugoslavia bajo instrucciones del Fondo Monetario Internacional, y el auge de conflictos étnicos nunca fueron planteadas en público. Tampoco se quiso examinar en forma crítica el papel que jugaron las políticas norteamericana y alemana en iniciar la guerra civil balcánica. Nos referimos particularmente al reconocimiento de independencia de Eslovenia, Croacia y Bosnia. Ni siquiera hubo susurros sobre la posibilidad de que los serbios tuvieran razones legítimas para objetar contra las consecuencias políticas de la súbita disolución de Yugoslavia, estado que había existido desde 1918. Nunca se explicó el porqué de las diferencias de actitud de Estados Unidos y Europa Occidental hacia las ambiciones territoriales y la política nacionalista de Croacia, Eslovenia y Bosnia, por un lado, y las de Serbia, por el otro ¿Por qué, por ejemplo, apoyó Estados Unidos la "limpieza étnica" croata de 250,000 serbios de la provincia de Krajina? No habría ninguna respuesta.

Por lo general, la prensa suprimió toda información que legitimaba en lo más mínimo el comportamiento del gobierno serbio. El ejemplo más infame de mentiras deliberadas es el reportaje de las negociaciones de Rambouillet. Primero, constantemente hablaba del acuerdo de Rambouillet, aunque todos los enterados sabían que lo de Rambouillet nunca tuvo nada que ver con negociaciones o acuerdos. Los Serbios habían rechazado un ultimátum, no negociable.

Para colmo, las prensas europea y americana suprimieron un elemento clave que podría haber creado una oposición pública al ataque contra Yugoslavia: el anexo al "acuerdo" que demandaba que Serbia otorgara el derecho de moverse a sus anchas a las tropas de la OTAN, tanto en Kosovo como en todas partes de Yugoslavia. Se cae de madura la importancia de esa cláusula: Estados Unidos le presentaba deliberadamente a Milosevic un ultimátum que éste nunca podría aceptar. La prensa siguió ignorando ese anexo aún después que salió a la luz en el Internet. El New York Times sólo se refiere y cita esa sección el 5 de junio, después de la capitulación serbia. Incluso admite que para persuadir a Milosevic a retirar las tropas serbias de Kosovo fue necesario remover el anexo de la propuesta de Chernomyrdin y Ahtisaari.

El Imperialismo en la Región Balcánica

En verdad, la prensa, con su concentración monomaniaca en la limpieza étnica, impidió que se examinaran las razones esenciales de la decisión del gobierno de Clinton de bombardear a Yugoslavia. Desdichadamente, con unas pocas honorables excepciones, los expertos académicos en la historia balcánica y en la política internacional no demostraron ningún interés en denunciar la propaganda oficial. Al contrario, le dieron su sello de veracidad intelectual al pavoneo humanitario de los EE UU, al rechazar de plano toda posibilidad de que intereses materiales en los Balcanes estaban en juego.

Esto a pesar de que salta a la vista que Kosovo tiene muchos recursos comerciales. El New York Times, sostén principal del Departamento de Estado, rompe su silencio al respecto el 2 de junio. En un artículo titulado "El premio: la cuestión del control de las ricas minas de Kosovo" dice: "Se ha hecho una serie de repartos no oficiales de Kosovo. Todos los repartos plantean la cuestión de quién controlará la importante región minera norteña. El bombardeo hace difícil encontrar cifras al día de producción. Los expertos dicen que en esa región, existen grandes depósitos carboníferos, además de níquel, plomo, zinc y otros minerales."

Claro está que, por sí solas, esas riquezas no explican adecuadamente la razón para la guerra. Sería una gran simplificación de muy complejas variables estratégicas atribuir la decisión de iniciar una guerra a que existan recursos naturales en el país atacado. Sin embargo, el concepto de intereses materiales abarca mucho más que las ganancias inmediatas para una industria o conglomerado. Las élites financieras e industriales de los países imperialistas determinan sus intereses materiales en el marco de cálculos geopolíticos internacionales. Existen casos en que terrenos estériles, con recursos naturales que carecen de valor intrínseco, pueden ser considerados posesiones estratégicas de gran valor, quizás a raíz de su geografía o de vagas relaciones y promesas políticas. Así ocurre con Gibraltar que consiste en poco más que una roca. Otras regiones, como el Golfo Pérsico, tienen gran valor intrínseco. Por lo tanto, las grandes potencias no descansan en su afán de controlarlas.

Ni flotan los Balcanes sobre un mar de petróleo, ni son tierras estériles. Sin embargo, su significado estratégico es un factor constante en la rivalidad imperialista por el poder. Los Balcanes siempre han jugado un papel clave en la balanza del poder internacional. Esto se debe a su posición geográfica como importante cruce de caminos entre Europa Occidental y el Oriente, y como naciones intermediarias para prevenir la expansión rusa (más tarde, soviética) hacia el sur. Los acontecimientos balcánicos llevaron a la Primera Guerra Mundial a causa del ultimátum de Austria-Hungría contra Serbia en julio de 1914 (similar al ultimátum de los Estados Unidos y la OTAN, 85 años después) que amenazaba la desestabilización del precario equilibrio entre los principales estados europeos.

A través del Siglo XX, la actitud estadounidense hace los Balcanes ha sido determinada por motivos internacionales. Durante la Primera Guerra, la decisión del presidente Woodrow Wilson de hacerse el paladín del derecho de autodeterminación nacional fue motivada en parte por la intención de hacer uso de las aspiraciones de los pueblos balcánicos en contra del imperio de Austria-Hungría. Uno de los famosos "14 puntos" de Wilson para finalizar la guerra, defendía los derechos de Serbia, incluso su derecho a tener acceso al mar. (Ese derecho peligra ahora que Estados Unidos favorece la secesión de Montenegro). Al final de la segunda guerra mundial, la intensificación del conflicto entre la Unión Soviética y Estados Unidos fue el principal factor en la elaboración de la política americana hacia el nuevo régimen del Mariscal Tito en Yugoslavia. La explosión de un grave conflicto entre Tito y Stalin en 1948 tuvo un impacto importante en la evaluación norteamericana del rol yugoslavo en mundo. Estados Unidos se transformó en defensor de la unidad e integridad territorial de Yugoslavia porque consideraba que el gobierno de Tito impedía la expansión soviética hacia el Mar Adriático (y por lo tanto, hacia el sur de Europa y el Medio Oriente).

La disolución de la Unión Soviética cambió las relaciones entre Washington y Belgrado. Sin el espectro de la expansión soviética, ya no le interesaba a Estados Unidos seguir defendiendo una Yugoslavia unida. La política americana ahora respondía a otra serie de intereses, relacionados con la rápida reorganización económica de la ex-URSS y de Europa Oriental, sobre la base de los principios del mercado capitalista. Luego de un titubeo inicial, los políticos norteamericanos se hicieron a la idea que el proceso de desnacionalización económica y de penetración de capitales extranjeros se beneficiaría con la disolución de las viejas estructuras centralizadas que habían jugado un papel importante en las economías burocráticas tipo stalinista. Estados Unidos y sus aliados de Europa Occidental entonces decidieron desmantelar la Federación Yugoslava unida. Sencillamente reconocieron como estados independientes a las repúblicas de la vieja federación, empezando con Eslovenia, seguida por Croacia y luego Bosnia. Fue catastrófico el resultado de esa política. Como indica el profesor Raju G.C. Thomas, uno de los principales expertos sobre los Balcanes:

"Antes de las declaraciones unilaterales de independencia por Eslovenia y Croacia y su subsiguiente reconocimiento por parte de Alemania y el Vaticano, seguidos por el del resto de Europa y los Estados Unidos, no había matanzas en masa en Yugoslavia. No había masacres en Bosnia antes de que fuera reconocida como independiente. La preservación del viejo estado Yugoslavo hubiese sido un mal menor. Los problemas comenzaron con el reconocimiento, o con las presiones para el reconocimiento. La antigua Yugoslavia no había "agredido" a ninguno de sus estados vecinos. De seguro, la verdadera "agresión" comenzó cuando el occidente reconoció a Eslovenia y Croacia. Se abolió la integridad territorial de un estado, creado voluntariamente y que había existido desde diciembre 1918. En 1991, la política de reconocer nuevos estados estableció la manera en que se destrozarían estados soberanos que existían desde hacía tiempo. Cuando estados ricos y poderosos deciden desmantelar un estado independiente y soberano con una política de reconocimiento, ¿cómo puede defenderse ese estado? No hay forma de disuasión o defensa en contra de esta manera de destrucción internacional de estados. En realidad, el occidente, dirigido por Alemania, y seguido por los Estados Unidos, descuartizó a Yugoslavia mediante la política de reconocimiento de estados." [1]

Las transcendencias estratégicas internacionales del colapso de la URSS le dieron otra razón a los Estados Unidos y a la OTAN para alentar la disolución de la vieja federación yugoslava. Estados Unidos estaba deseoso de tomar ventaja del vacío creado por la caída soviética para proyectar rápidamente su poder hacia el Este y controlar las grandes reservas vírgenes de petróleo y gas natural en las nuevas repúblicas independientes del Asia central soviética. La región balcánica adquiere una importancia estratégica excepcional en estas nuevas circunstancias geopolíticas. Se convierte en una base logística clave para el lanzamiento del poderío imperialista, especialmente de los Estados Unidos, hacia Asia central. Esa es la fuente del conflicto entre Estados Unidos y el régimen de Milosevic. En realidad, Milosevic nunca se opuso a la creación de una economía de mercado en Yugoslavia, ni tampoco a colaborar con las potencias imperialistas. Sin embargo, en contra de lo que esperaba, la disolución de la Federación Yugoslava tomó un mal giro para Serbia.

Sin mostrar simpatía por el programa de Milosevic uno puede bien admitir que la política imperialista balcánica contiene un doble estándar hipócrita que debilitó a Serbia y que puso en peligro a todos los serbios en diferentes partes de Yugoslavia. Mientras que acciones llevadas a cabo por las fuerzas militares musulmanes de Croacia y Bosnia, que incluían lo que llegó a denominarse “limpieza étnica”, eran consideradas como medidas legítimas de defensa nacional, las de los serbios fueron denunciadas como una violación intolerable del orden internacional. Las reglas del juego de la estructura estatal que resultó de la disolución de Yugoslavia, ponen fuera de la ley todas las medidas serbias en defensa de sus intereses nacionales. Al reconocer la independencia de Eslovenia, Croacia y Bosnia, el ejército serbio se convirtió, para la "comunidad internacional" imperialista, en una amenaza agresora contra la soberanía e independencia de los nuevos estados creados. El comportamiento de minorías serbias fuera de las fronteras de lo que queda de la vieja federación también fue considerado un ejemplo de agresión yugoslava. Cuando la insatisfacción serbia con las consecuencias de la partición de la península balcánica interfería con los planes estratégicos del imperialismo americano, se enfurecía Washington, y llegó a la conclusión de que había que enseñarle a Serbia una inolvidable lección.

La Explosión Global del Imperialismo de EE UU y el Segundo "Siglo Americano"

Aunque el bombardeo de Yugoslavia haya sido una operación conjunta de la OTAN, fue una empresa norteamericana en su planificación y ejecución. Ni siquiera la imitación casi cómica de Margaret Thatcher por el Primer Ministro británico, Tony Blair, pudo esconder el hecho de que Estados Unidos estaba al mando. El lanzamiento de los misiles contra Yugoslavia el 24 de marzo de 1999 marcó para los Estados Unidos la cuarta ocasión en que bombardeaba otro país en menos de un año. Un poco antes, en búsqueda de las armas fantasmas de "destrucción masiva" de Saddam Hussein, el gobierno de Clinton inició una feroz campaña aérea contra Iraq. En verdad, el bombardeo de Iraq es ahora algo rutinario en la política exterior americana. Que esta última década haya establecido un récord objetivo de actividad militar estadounidense causa asombro y horror. Este país, que grita a los cuatro vientos y sin hartarse su amor por la paz interviene con sus fuerzas constantemente en otros países. EE UU ha lanzado no menos de seis campañas mayores con bombardeos y tropas terrestres en Panamá (1989), el Golfo Persa (1990-91), Somalia (1992-93), Bosnia (1995), el Golfo Persa II (1999) y Kosovo y Yugoslavia (1999). Además ocupó a Haití (1994-), Bosnia (1995-) y Macedonia (1995-). Esas aventuras costaron la vida a cientos de miles de seres humanos en esos diez años. Como de costumbre, el gobierno y la prensa usan como justificación de esos episodios la bondadosa preservación de la paz. En realidad esas acciones son síntomas objetivos del carácter crecientemente militarista del imperialismo yanqui.

Es obvio e innegable que el colapso de la Unión Soviética está relacionado a la brutalidad y arrogancia con que Estados Unidos ha llevado a cabo su proyecto internacional en los años 1990. Importantes capas de la élite dominante norteamericana están convencidas de que existe una oportunidad sin precedentes históricos de lograr, por medio del poder militar, una posición de dominio global, dada la ausencia de opositores con la necesaria fuerza para poder resistir a los Estados Unidos. Los arquitectos políticos de Washington y varios institutos académicos de todo el país argumentan que, con la abrumadora superioridad militar, el siglo veintiuno será de los norteamericanos. Eso se contrasta con sus sueños de posguerra, que fueron frustrados por las trabas creadas por la existencia de la Unión Soviética. Sin frenos externos y sin sustancial oposición interna, la misión estadounidense es arrasar con todo lo que se interponga a la reorganización de la economía mundial sobre principios capitalistas, a la manera de y dominados por las empresas transnacionales de Norteamérica.

Opinan que el único ingrediente necesario es que Estados Unidos supere toda tendencia a evitar el uso del poder militar. Así lo dijo Thomas Friedman del New York Times al poco tiempo de estallar la guerra contra Yugoslavia: "La mano invisible del mercado nunca funcionará sin el puño solapado. Las ganancias de McDonald dependen de McDonald Douglas, fabricante de los aviones F-15. El ejército, la fuerza aérea, la armada, y los marinos americanos forman ese puño solapado que le abre el mundo a las tecnologías de Silicon Valley. Sin la América vigilante, no existe la America Online." [2]

El Futuro de la Guerra y el Culto de los Proyectiles de Precisión

Recientemente se publicó un libro titulado The Future of War (El futuro de la Guerra), escrito por George y Meredith Friedman. Este presenta esos puntos de vista en detalle y sin pelos en la lengua. Los Friedman, ambos expertos en el espionaje estratégico industrial, sostienen que el arsenal americano de proyectiles de precisión otorga un grado de superioridad militar que garantiza el control del mundo por décadas si no siglos.

Escriben: "Si bien las guerras van a seguir dominando, y definiendo al sistema internacional, lo que ayuda el control norteamericano es la transformación dramática de la manera en que las guerras se llevan a cabo. En verdad el poder aplanador y persistente de los Estados Unidos definirá el siglo XXI. Sostenemos que, lejos de confrontar un episodio corto dentro de un sistema global de 500 años de duración, encaramos la apertura de un sistema global totalmente nuevo. Vivimos en una época profundamente nueva. El mundo que antes giraba en torno a Europa está siendo reemplazado por un mundo que gira en torno a América del Norte." [3] (nuestro énfasis)

Los Friedman opinand que en 1991 la Guerra del Golfo Persa anticipó esos cambios en el centro del poder mundial. “Algo extraordinario sucedió durante la Operación Desert Storm” proclaman. "Que la victoria haya sido tan unilateral; que el ejército de Iraq haya sido tan diezmado; que las bajas del lado americano hayan sido tan pocas, señala un cambio cualitativo en el poder militar." La manera aniquilante de la victoria americana de debió al uso de proyectiles de precisión. Estas son las primeras armas que no dependen de las leyes de la gravedad o de la balística. Son capaces de corregir su trayectoria y de concentrarse sobre el blanco. "Los proyectiles de precisión transformaron las estadísticas de la guerra y con ello cambiaron la ecuación del poder político y militar”. Los Friedman insisten que la introducción de proyectiles de precisión "tiene tanto significado como lo tuvo la introducción de armas de fuego, de la falange macedónica, y del carro romano, todos nexos definitorios en la historia humana." Tal como Europa "conquistó el mundo con armas de fuego", la aparición de proyectiles de precisión marca el comienzo de un nuevo período histórico dominado por los norteamericanos. [4]

Los Friedman concluyen: "El siglo XXI será el Siglo Americano. Puede que sea extraño decirlo, ya que generalmente se cree que habiendo sido el siglo XX el siglo americano, se acabaría la superioridad norteamericana con este siglo. Pero el período entre la intervención decisiva americana en la primera guerra mundial y el presente fue sólo un prólogo, un borrador del poder estadounidense, todavía en proceso de formación, y constantemente nublado por problemas pasajeros y desafíos triviales, como el Sputnik, Vietnam, Irán, y Japón. Retrospectivamente, está claro que las crudezas y los fracasos americanos nunca fueron nada más que tropezones de adolescente, de significado temporal y de poca importancia." [5]

Dejando de lado la validez de sus cálculos sobre la transcendencia histórica de los proyectiles de precisión, el hecho de que las opiniones de los Friedman expresan la manera de pensar de una capa importante de los arquitectos políticos de los Estados Unidos tiene un significado objetivo considerable. No hay nada más peligroso que una mala idea a la cual le ha llegado su oportunidad. Los estrategas del imperialismo estadounidense están convencidos que los proyectiles de precisión han hecho de la guerra una opción realista, efectiva y de bajo riesgo. La decisión de plantearle a Yugoslavia sólo dos alternativas, "capitulación o destrucción," obedece a ese punto de vista.

No es nueva la idea que la fuerza militar es el factor histórico decisivo. Pero vista teóricamente, expresa un concepto vulgar y simplista de las verdaderas relaciones que causan procesos históricos. La política de la guerra y la tecnología de armamentos no son los factores históricos esenciales en la historia. Ambos nacen de y están determinados por factores socioeconómicos más básicos. La introducción de nuevas armas claramente puede influenciar los resultados de una u otra batalla, o, en ciertas circunstancias, de una guerra. Sin embargo, en la larga expansión de la historia, es un factor subordinado y contingente. Estados Unidos goza hoy en día de “ventajas competitivas” en la industria de las armas. Pero ni esa ventaja ni los productos de esa industria pueden garantizar el control del mundo. No obstante el grado de sofisticación de sus armas, los cimientos financieros e industriales de la preeminencia americana en el capitalismo mundial no son lo que eran hace 50 años. Su porción de la producción mundial ha descendido dramáticamente. Su déficit en el comercio exterior aumenta en miles de millones de dólares todos los meses. Detrás de la genuflexión hacia los proyectiles de precisión existe el concepto de que el dominio de la tecnología de las armas puede contrarrestar esos índices económicos más básicos de su fortaleza nacional. Esa es una peligrosa ilusión. Dejando a un lado su poder explosivo, el financiamiento, la producción y el despliegue de misiles y armas de alta tecnología están sujetos a las leyes del mercado capitalista y a la merced de sus contradicciones. La producción de tales armas es extraordinariamente costosa. También debemos tener en mente que en lugar de crear riquezas, el uso de esas armas las destruye. Por muchos años la riqueza generada por la labor productiva tendrá que ser destinada a pagar por las deudas incurridas en la construcción de las bombas que explotaron en los Balcanes.

Dudamos que la Señora Albright se preocupa con tales sutilezas. En verdad, la pasión por las "maravillas" de la tecnología de las armas, y por sus promesas "milagrosas", es típica de las elites que han llegado, lo reconozcan o no, a un callejón histórico sin salida, aún sin saberlo. Desconcertadas ante la complejidad de contradicciones socioeconómicas domésticas e internacionales, que apenas pueden comprender y para las que no tienen soluciones convencionales, ven en las armas y en la guerra los medios de abrirse camino con carga explosiva a través de sus problemas.

Mirado con el lente de las relaciones políticas prácticas, la fe total en los proyectiles de precisión parece peligrosa y temeraria. No ha habido ningún período histórico con tan rápidos avances tecnológicos. Mas cada avance, por muy espectacular que sea, crea las condiciones para su propia y rápida trascendencia por diseños y funcionamientos aún más extraordinarios. Las conquistas revolucionarias en las comunicaciones y en las tecnologías de información garantizan la rápida difusión del conocimiento básico y de las habilidades necesarias para la producción de proyectiles de precisión. En 1945 el Presidente Truman y sus socios creían que el monopolio estadounidense de armas atómicas sentaría las bases militares del "siglo americano" prometido al final de la segunda guerra mundial. Ese monopolio duró menos de cinco años. No hay razón para creer que la tecnología de proyectiles de precisión seguirá siendo propiedad exclusiva de los Estados Unidos. Pero aún si Estados Unidos mantuviera su ventaja en el desarrollo de proyectiles de precisión, ésto no garantiza que los americanos sigan saliendo ilesos de las guerras de la década que viene. Inevitablemente, los ultrajes cometidos por los Estados Unidos harán más intensas las presiones para que países que se sientan amenazados preparen importantes contragolpes. Incluso en casos en que el costo de crear o comprar proyectiles de precisión sea prohibitivo, alternativas más baratas y muy mortíferas serán utilizadas. Estas incluyen alternativas químicas, biológicas y nucleares. Rusia ya almacena grandes cantidades de todas esas alternativas. China, India, Pakistán e Israel, por supuesto, también tienen importantes arsenales de armas letales.

Aunque los recursos de los países económicamente atrasados no sean suficientes para competir con los Estados Unidos en términos de armas de alta tecnología, los de Europa y Japón sí lo son. Analistas europeos insisten en un mayor gasto militar para la Unión Europea (UE) a la vez que amortiguan sus declaraciones con palabras que no revelen su hostilidad hacia los Estados Unidos. Según el Financial Times del 5 de junio de 1999: "Que Europa dependa de los Estados Unidos es una revelación desconcertante". El artículo insiste en que es urgente que Europa tenga un programa militar propio. Dice: "No se trata de que Europa esté a la par de los Estados Unidos, misil por misil y avión por avión. Pero debe poseer la tecnología, la base industrial y las habilidades militares profesionales para poder al menos operar mano a mano con los EE UU y no como subalterno." (nuestro énfasis)

Retorno al Futuro: El Imperialismo del Siglo XXI

La primera mitad del siglo XX produjo el derroche más terrible de vida humana en la historia mundial. Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939 - 1945) se calcula que murieron más de cien millones de personas. Los marxistas de ese período explicaron que esas guerras fueron el resultado de las contradicciones básicas del capitalismo mundial; entre el caracter esencial anárquico de la economía del mercado basada en la propiedad privada de los medios de producción y la naturaleza social objetiva del proceso de producción; entre el sistema de estados nacionales, las raíces históricas de la burguesía, y el desarrollo de una economía mundial muy integrada. Las guerras mundiales fueron el resultado de los conflictos entre las clases dominantes de los diferentes países imperialistas por mercados, materias primas, e intereses estratégicos afines. Al acabar la segunda guerra mundial, Estados Unidos se había transformado en la potencia capitalista preeminente. Alemania, Italia y Japón estaban derrotados. Inglaterra y Francia estaban devastados por el costo de la guerra. Sin desaparecer, los antagonismos interimperialistas, fueron suprimidos a razón del conflicto de la Guerra Fría entre los EE UU y la Unión Soviética.

El colapso de la URSS en 1991, destrabó el impedimento político sobre los conflictos interimperialistas. Las ambiciones opuestas de los Estados Unidos, Europa y Japón no se pueden reconciliar pacíficamente para siempre. El mundo de los negocios es de una rivalidad despiadada y sin treguas. Conglomerados que hoy día necesitan colaborar entre sí, por una razón u otra, mañana se están cortando el cuello. Como un río, la rivalidad incesante y a escala mundial entre los conglomerados, ese bellum omnium contra omnes (guerra de todos contra todos), desemboca finalmente en su forma más desarrollada y mortífera, en el mar de los conflictos militares. La integración global de los procesos de producción no amengua la competencia entre las potencias imperialistas. Paradójicamente, las aumenta. Como dicen los Friedman, ahora correctamente: "La cooperación económica cría interdependencia económica. La interdependencia cría fricciones. La búsqueda de ventajas económicas es un juego desesperado que hace que las naciones actúen en formas desesperadas, algo que la historia confirma." [6]

Un síntoma objetivo, señal que se aproxima una conflagración internacional, es el aumento en la frecuencia de roces militares en los 1990. Tanto la Primera Guerra Mundial como la Segunda Guerra Mundial fueron precedidas de conflictos locales y regionales. Ahora que las potencias imperialistas tratan de penetrar en las regiones que el colapso de la URSS ha abierto a la explotación capitalista, aumenta la probabilidad de conflictos entre sí. El premio de vida o muerte de disputas como las que seguramente surgirán de la repartición del saqueo de ganancias de las regiones petroleras del Caspio y del Cáucaso, será de mayor poder y posición mundial. Tales problemas no se resuelven por las buenas. La tendencia esencial del imperialismo le lleva hacia una nueva guerra mundial.

La Guerra Balcánica y la Opinión Pública Americana

Hay que notar que a pesar de todos los esfuerzos de la prensa para manufacturar el apoyo a la guerra, la clase trabajadora norteamericana, la gran mayoría de la población, se mantuvo impasible. Es verdad que no hubo manifestaciones importantes contra la guerra. Pero tampoco hubo muestras sustanciales de apoyo popular hacia el bombardeo contra Yugoslavia. A diferencia del entusiasmo desembarazado pro-guerra de los personajes de la prensa, la gente trabajadora típicamente expresaba confusión y aprensión. La guerra no ha sido un tema popular de conversación. Cuando se les preguntaba cómo se sentían sobre la guerra, por lo general los trabajadores respondían que no entendían de qué se trataba. Por supuesto, no les agradaba lo que oían sobre la "limpieza étnica". Al mism tiempo, sospechaban que las causas de la guerra en Kosovo y en el resto de la vieja Yugoslavia eran más complicadas que lo que les decía la prensa. Lejos de suscitar fervor patriótico, la manera totalmente desigual del conflicto y el impacto del bombardeo yanqui,ayudaron a crear una atmósfera inquietante en el público en general. Confirmación de esta evaluación son las medidas tomadas por el gobierno de Clinton, con la complicidad de la prensa, para suprimir cuanto más posible las noticias sobre muerte y destrucción causadas por el bombardeo americano. Se tomó la decisión de bombardear la principal estación de televisión de Belgrado luego de que ésta revelara las primeras consecuencias del bombardeo de OTAN con graves pérdidas de vida de civiles. Durante las semanas siguientes a ese sangriento acontecimiento, desaparecieron casi por completo los informes en persona de corresponsales americanos sobre el impacto de la intensificación del bombardeo de Yugoslavia. Los reportajes televisados de Brent Sadler, quizá el último corresponsal de CNN con un ápice de integridad personal, fueron eliminados. Era obvio que el gobierno no deseaba que el público estuviera bien informado sobre el uso de bombas de fragmentación y de otras verdaderas "armas de destrucción masiva" contra el pueblo de Serbia, Una indicación aún más importante de la opinión del gobierno de Clinton sobe el estado de ánimo popular fue su percepción de que el público se opondría profundamente a arriesgar vidas americanas en Yugoslavia.

Claro que el estado de la conciencia política popular no es muy edificante cuando la población está dispuesta a aceptar la matanza de gente en otros países siempre y cuando no haya bajas americanas. Sin embargo ningún gobierno puede pretender que goza del apoyo popular en una guerra en la que el pueblo no está dispuesto a aceptar ni el mínimo grado de sacrificio. Recordemos que más de 25,000 soldados americanos habían muerto en Vietnam y various cientos de miles había sido heridos antes que la opinión pública se volcara contra esa guerra.

No hay nada más intelectualmente estéril y políticamente superficial que un pseudo radicalismo que permuta análisis por fraseología superficial e insiste en interpretar la opinión de las masas, un fenómeno complejo y contradictorio, con términos ingenuamente "revolucionarios". Uno se engañaría a sí mismo y a otros si equiparara la falta de sentimiento pro guerra, es decir que la disposición pasiva de aceptación que existió durante la campaña, con una oposición políticamente consciente al ataque imperialista contra Yugoslavia. Al mism tiempo no sería menos correcto derivar conclusiones pesimistas del presente estado confuso de la conciencia popular, o subestimar las posibilidades actuales de una reorientación política de la clase obrera. En lugar de pesimismo u optimismo superficial, es preciso investigar el estado objetivo de las relaciones de clase que modulan la respuesta de las diferentes capas sociales a la guerra balcánica.

El Boom Financiero y los Nuevos Partidarios del Imperialismo

Es muy notable que muchos de los indivíduos que dirigieron el ataque contra Yugoslavia estuvieron una vez en contra de la guerra de Vietnam y participaron en los movimientos de protesta antiimperialista. Todos los líderes principales de la guerra de la OTAN en su juventud se hubiesen descrito como enemigos del imperialismo, excepto el primer ministro inglés, Tony Blair, quien, hasta que Rupert Murdoch lo eligió para dirigir el Partido Laborista, no tenía historial político. Como todos saben, el presidente Clinton, evadió la conscripción, fumó marihuana, y declaró públicamente su odio hacia las fuerzas armadas americanas. Javier Solana, el socialdemócrata que se había opuesto a la entrada de España en la OTAN, es ahora su secretario general. Gerhard Shroeder, el canciller alemán, gritaba frases marxistas a los cuatro vientos cuando era líder de la juventud socialdemócrata y se opuso al emplazamiento de misiles Pershing en Alemania hace sólo quince años. En los 1970, Joshka Fischer, su ministro de relaciones exteriores, dirigió un grupo que decía ser de guerrilla urbana. Más tarde, como líder del Partido Verde, declaraba su pacifismo intransigente. Una descripción reciente del New York Times dice: "Joshka Fischer defiende vocíferantemente la política que antes denunciaba, enfureciendo así a los ortodoxos de su propio Partido Verde". El primer ministro italiano, Massimo D'Alema, lideró el Partido Comunista Italiano, antes de que éste se transformara en el Partido Democrático de la Izquierda. La historia política de estos indivíduos no sólo verifica el conocido refrán francés: "antes de los 30, revolucionario. Después, puerco" sino que es una historia típica de la evolución de una ancha franja de la sociedad burguesa contemporánea.

En los más importantes países capitalistas, la expansión bursátil que comenzó a principios de los 1980, afectó profundamente tanto a la estructura social como a las relaciones de clase. El aumento perpetuo de las acciones, especialmente la explosión de la valoración de la bolsa desde 1995, le ha dado a un sector importante de la clase media, particularmente a una capa de la élite profesional, acceso a riquezas cuyo tamaño no había podido imaginarse al comienzo de sus carreras. Estos "nuevos ricos" son un porcentaje relativamente menor de la población. Sin embargo, representan un estrato social sustancial y políticamente poderoso. Gobiernos capitalistas dedican mucho de su tiempo y energía a satisfacer los crecientes apetitos y cada vez más exóticos gustos de esta gente. Sin tener que preocuparse en hacer presupuestos personales o sobre cuánto dinero les queda, los nuevos ricos disfrutan de niveles de opulencia personal que la gran mayoría de la población sólo conoce en el cine, la televisión y en revistas populares.

Hace poco el New York Times publicó un interesante estudio sobre un nuevo aspecto del mercado de viviendas: "La mansión de un millón o, en algunas ciudades, de varios millones, se ha convertido en la estampa de alto rango de la edad dorada de fines de siglo, no sólo en las zonas de riqueza tradicional sino en las ciudades del centro de Estados Unidos, como Memphis, donde anteriormente tales viviendas eran raras."

Según el Times, estas mansiones "son representativas de una división económica: la riqueza del boom que comenzó en 1995, aunque tocó a muchos, fue a parar en forma desproporcional y en enormes cantidades, a los bolsillos del cinco porciento más rico de los hogares de la nación. Estos se han embolsado la mayor parte de las ganancias de la explosión de valores bursátiles. Miles de multimillonarios han aparecido de la noche a la mañana. Han usado una gran parte de sus ganancias para construir mansiones."

El New York Times se refiere a un estudio de Edward N. Wolff, economista de New York University : "Raramente en la historia ha habido tan rápido adineramiento de los ricos... En un período de tres años, el número de hogares americanos aumentó en un 3 por ciento. En el mismo período, el número de hogares multimillonarios aumentó en un 36.6 porciento. En 1998 había 275 mil hogares con más de 10 millones de dólares. Comparado con los 190 mil de 1995, esto representa un aumento del 44.7 porciento."

El otro lado de este fenómeno consiste en el deterioro de la posición económica de la gran mayoría de los americanos durante este período. Dice el New York Times: "El análisis del señor Wolff extrae otro elemento de las cifras del Banco de Reserva Federal: Aunque aumentó la riqueza del 10 porciento más rico, las del otro 90 porciento disminuyó." [7]

La referencia anterior es una sola de las ventanas que nos muestran la omnipresente desigualdad social en la América contemporánea. Se está llegando al punto, si no se ha llegado ya, en que con el ensanchamiento de la zanja social desaparece hasta la pretensión de un amplio consenso basado en tradiciones democráticas. Esa situación no es sólo el resultado de la tremenda diferencia que existe entre los ingresos anuales promedios del 10 porciento más rico y de los del resto de la población. La naturaleza específica de la forma en que se crea la riqueza, es decir enriquecimiento por medio de aumento del valor de las acciones, produce actitudes sociales y políticas profundamente anti-obreros y pro-imperialistas. Las medidas que hicieron posible la explosión en el valor de las acciones, tales como la incesante presión sobre los sueldos, la constante demanda de mayor productividad, los masivos recortes de servicios sociales, el implacable uso de despidos para aumentar las ganancias de las empresas; han socavado la posición social de la clase obrera estadounidense.

Las consecuencias internacionales de las medidas que han puesto a los índices del Dow Jones y de NASDAQ por los cielos han sido profundamente trágicas para la gran mayoría de la gente que vive en los países menos desarrollados. Más que nada el mercado de acciones es alimentado y sostenido por un ambiente deflacionario (o deinflacionario). Este ambiente depende del declive prolongado de los precios de materias primas. No es un declive que resulta sólo de procesos económicos objetivos. También resulta de la política bárbara de las potencias imperialistas que persigue el objeto de minar la capacidad del "tercer mundo" para aumentar los precios de materias primas. El ejemplo más significativo de la relación entre la acumulación de riquezas en los países imperialistas y la intensificación de la explotación de los países menos desarrollados fue la exitosa destrucción de la capacidad de fijar precios del cartel petrolero OPEC, en que la Guerra del Golfo de 1990-91 jugó un papel importante. Ese fenómeno ha beneficiado directamente a los que, en los países avanzados, basan su riqueza en el aumento del precio de las acciones. Por supuesto, eso no quiere decir que cada individuo que invierte en la bolsa es un partidario de la política imperialista. Pero no es posible negar las amplias consequencias sociales y políticas de estos procesos y relaciones económicos.

Durante la Primera Guerra Mundial, Lenín notó la relación entre las super ganancias que el imperialismo extraía de las colonias y la corrupción política de parte de la clase media y de la burocracia sindical. Aunque las condiciones económicas y las relaciones internacionales de 1999 no sean idénticas a las de 1916, opera un proceso social análogo. El modus operandi objetivo y las consequencias sociales del prolongado boom bursátil han permitido al imperialismo reclutar de entre las secciones de la clase madia superior nuevos y dedicados seguidores. En los Estados Unidos y Europa impera un clima intelectual reaccionario, conformista, y cínico, representación del punto de vista de una capa muy privilegiada de la población sin ningún interés en investigar las bases económicas y políticas de sus nuevas riquezas. Este clima es fomentado por la prensa, al que se ha adaptado una comunidad académica aduladora y corrupta.

El Estado del Movimiento Obrero Americano e Internacional

El creciente abismo entre la capa privilegiada, la élite dominante del capitalismo, y las masas obreras denota un alto nivel objetivo de tensiones sociales y de clase. Puede parecer que la falta de un activismo laboral militante en los Estados Unidos contradice esa evaluación. Pero el bajo número de huelgas y de otras formas de protesta de masas no es un índice de estabilidad social. En realidad, el que haya habido tan pocas claras manifestaciones de conflicto de clase en la última década, a pesar de la creciente desigualdad social, sugiere que las actuales instituciones políticas y sociales estadounidenses no responden ni siquiera en forma limitada al creciente descontento de la clase obrera. Organizacione sociales tales como los sindicatos no funcionan como vehículos de resolución de los agravios populares. Los partidos Demócrata y Republicano no tienen ningún contacto con las masas. No reconocen ni, desde luego, proponen soluciones a los problemas básicos de la vida de los obreros. Cuanto más se ignoren y repriman los agravios de la clase obrera, en más explosivas se convertirán. Llegará el momento en que la tensión social, según adquiere "masa crítica", ha de transformarse en una erupción social sobre la superficie de la sociedad.

El declive prolongado y la muerte del movimiento sindical norteamericano es uno de los cambios más esenciales en la vida social norteamericana de las últimas dos décadas. Tan recientemente como los 1960, el gobierno de Johnson no podría haber conducido la guerra de Vietnam sin tomar en cuenta el impacto de su política en la clase obrera. El presidente Lyndon Johnson resistió las demandas del Banco de Reserva Federal y de representantes de las grandes empresas para que recortara los gastos sociales para combatir los crecientes costos de la guerra. Temía que medidas de austeridad intensificarían los altos niveles de conflictos de clase y de desorden social. En 1971, el gobierno de Nixon intentó resistir las demandas obreras de mejoras en condiciones de vida mediante la creación de una junta de sueldos y la imposición un techo de 5.5 porciento anual en los aumentos de sueldo. El clima social del ese período era tal que un hombre como George Meany, septuagenario presidente de la AFL-CIO, el hombre más reaccionario del movimiento obrero americano, denunció los esfuerzos de Nixon para controlar sueldos como "los primeros pasos hacia el fascismo." No obstante esas palabras, Meany más tarde aceptó participar en la junta de sueldos. Sin embargo al poco tiempo se vio obligado a renunciar su participación, bajo la presión de la oposición popular y de una ola de huelgas. Eso causó que se desmoronara el proyecto de Nixon de controlar los sueldos.

Una combinación de acontecimientos políticos y económicos a principio de los 1970, sin embargo, alteró el medioambiente interno e internacional en que funcionaba la clase dominante americana a su favor. Primero; las graves recesiones económicas, de 1973-1975 y de 1979-1981 pusieron fín al boom económico de pos guerra. Las empresas lanzaron una ofensiva contra los sindicatos, aprovechando el contexto de un creciente nivel de desempleo fomentado por la política de altos intereses del gobierno. La primera señal de esta ofensiva ocurrió en agosto de 1981, cuando el presidente Reagan despidió a once mil controladores aéreos en huelga. Una marcha de medio millón de trabajadores sobre Washington en contra de Reagan en septiembre de 1981 demostró el apoyo popular hacia los controladores. A pesar de eso, la AFL-CIO se negó a actuar para forzar la readmisión de los huelguistas. Así se estableció un patrón que dominaría los 1980 y 1990. La burocracia sindical siempre había considerado que la militancia de las bases ponía en peligro su privilegiada posición. Por esa razón favoreció las derrotas como vehículo para aumentar su colaboración con la patronal. Tras una cadena de derrotas consecutivas en industria tras industria, para fines de los 1980, en ningún sentido se podía decir que los sindicatos funcionaba como genuina organización defensiva de la clase obrera. Las huelgas, que habían sido una característica explosiva de la vida social norteamericana, disminuyeron cada año hasta establecer un récord por lo bajo. Se hicieron comunes los recortes de sueldos y los despidos en la industria estadounidense, cosas que tradicionalmente habían sido resistidas con ferocidad.

A pesar de debilidades históricas que habían hecho muy vulnerable al movimiento obrero americano, así como su falta de organizaciones políticas independientes, la ausencia de importantes corrientes socialistas, el bajo nivel de conciencia de clase, sin dejar de lado la repugnante corrupción y gangsterismo de la burocracia sindical; el desmoronamiento de los sindicatos de los Estados Unidos era parte de todo un proceso internacional. Por todo el mundo los viejos partidos políticos y los sindicatos de la clase obrera entraban en una crisis agónica a partir de mediados de los 1980 ¿Cuál fue la causa esencial objetiva de ese proceso de putrefacción mundial?

Nace la Empresa Transnacional

Las recesiones globales de los 1970 y principios de los 1980 iniciaron lo que sería un cambio fundamental en la manera básica de la producción capitalista. Hasta ese entonces el proceso de producción había ocurrido por lo general en un contexto nacional, aún teniendo en cuenta el inmenso crecimiento del comercio internacional después de la segunda guerra mundial. Aunque las compañías multinacionales en verdad operaban en muchos países, su producción operaba sobre una base nacional. Por ejemplo, empresas norteamericanas, como Ford o General Motors, tenían plantas en diferentes países, pero sólo con el propósito de producir para el mercado nacional en que se hallaban.

Transformaciones revolucionarias en el transporte y las tecnologías de computadoras y comunicaciones crearon las condiciones para un cambio histórico en la organización y las técnicas de producción capitalista. La forma multinacional de producción fue transcendida por la empresa transnacional. El significado esencial de ese cambio fue que ahora era posible organizar y coordinar la manufactura y los servicios sobre una base internacional. Alimentadas por movimientos diarios masivos de capital e información, las transnacionales pudieron por primera vez establecer sistemas globales que integraban la producción. Eso les permitió esquivar a la fuerza laboral de sus propios países, y tomar ventaja de las diferencias regionales y continentales de sueldos y beneficios sociales.

Ninguna de las existentes organizaciones de masa de la clase obrera estaba preparada o era capaz de desarrollar una respuesta efectiva a los avances tecnológicos, con su amplio impacto en el modo de producción capitalista. Las viejas organizaciones obreras se basaban en las estructuras productivas centradas en el estado nacional. Daba lo mismo que se identificaran como socialistas, comunistas, laboristas, o que, como en los Estados Unidos, abiertamente se declarasen leales al capitalismo y a los partidos de las grandes empresas. Creyendo eterna la dependencia de las empresas capitalistas sobre la mano de obra nacional, los sindicatos consideraban que su posición era inexpugnable. Mientras pudiesen mantener control sobre la oferta laboral nacional, mantendrían perpétuamente su habilidad de extraer concesiones de los patrones. Toda la ideología reformista del movimiento obrero se basaba en esa complaciente perspectiva nacional.

Ese enfoque reformista estaba enraizado en los intereses materiales de la burocracia. Por esa razón, el colapso de esa perspectiva de ninguna manera acabó con la lealtad y subordinación de la burocracia hacia el capitalismo. Al contrario, la burocracia dedicó todas sus energías a preservar sus privilegios dentro del estado nacional a base de forzar a la clase obrera a aceptar un nivel más bajo de vida.

El Colapso de la Unión Soviética

La desintegración del Partido Comunista Soviético (PCUS) y el colapso de la URSS resultaron ser únicamente la expresión más extrema y explosiva de la quiebra de los viejos partidos reformistas y burocráticos de la clase obrera. Claro está que la Unión Soviética había sido una conquista obrera internacional muy superior a la creación de sindicatos en los Estados Unidos y Europa Occidental. Años atrás, la burocracia stalinista le había usurpado el poder a la clase obrera y exterminado a la generación de marxistas que dirigió la revolución socialista. Sin embargo, el PCUS controlaba el poder y gobernaba basándose en la propiedad que había sido nacionalizada después de la Revolución de Octubre de 1917. A pesar de esta diferencia importante, el programa y la ideología de la burocracia dirigente stalinista eran esencialmente igual en dos aspectos fundamentales a los de la burocracia laboral en los países capitalistas avanzados.

En primer lugar, la doctrina soviética de "coexistencia pacífica" era la versión del Kremlin de la colaboración de clase que practicaban las burocracias laborales occidentales. No obstante la histérica propaganda de la prensa americana, la política de los líderes stalinistas de la URSS nunca tuvo nada que ver con el marxismo. Ante la contingencia de luchas revolucionarias dentro y fuera de las fronteras de la URSS, la posición del burócrata típico era una combinación de temor personal y de repudio político. Sin tener otra ambición que gozar de una vida sibarítica correspondiente a su rol de burocracia, en vez de derrocar al imperialismo, el liderato stalinista buscaba acomodarse a él.

En segundo lugar, el programa social y económico que la burocracia administraba era una forma peculiar del nacionalismo que practicaban sus pares en Europa Occidental. Este falso "socialismo" del Kremlin siempre se basó en los recursos internos de la URSS. La burocracia stalinista no deseaba más que la versión soviética del estado nacional con generosos beneficios sociales. La falacia básica de ese programa consistía en que el desarrollo económico soviético dependía fundamentalmente de los recursos mundiales, de la economía global y de la especialización laboral internacional. Era imposible extender la generosidad social basándose en la autosuficiencia nacional, sin mencionar construir una sociedad socialista avanzada. Cuando aparece la producción global integrada, la franja económica entre los países capitalistas avanzados y la Unión Soviética se ensancha mucho más que antes. No se trataba sólo de problemas tecnológicos. Sencillamente no había cupo en el sistema soviético para las formas transnacionales de producción. Aún entre la URSS y los regímenes stalinistas de Europa Oriental, las relaciones económicas permanecían en un estado extremadamente rudimentario. Por lo tanto, cuando sube al poder Mijail Gorbachov, lo hace con la misma falta de soluciones que sus pares en las burocracias laborales de Estados Unidos y Europa Occidental. Nada resultó de sus desesperados esfuerzos para improvisar una solución para problemas sociales y políticos que iban de mal en peor. El experimento catastrófico con el "socialismo en un solo país" desde un principio había consistido en el repudio de los principios del internacionalismo socialista, en que se basó la Revolución de Octubre. Ahora el experimento llegaba a un fin desastroso con la disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991.

Una Crisis de Dirección y Perspectiva

Se puede entender mejor la actual desorientación política obrera en el contexto de dos décadas de transformaciones económicas globales, catástrofes políticas y colapsos de organizaciones. Imaginemos un ejército rodeado por todas partes de poderosos enemigos. En medio de la batalla, es abandonado por sus comandantes, los cuales también se llevan todas las armas y pertrechos. La clase obrera se encuentra en una situación análoga. Ha sido traicionada por los partidos y las organizaciones que apoyaba, y en que confiaba. Lo que complica la cosa es que la inutilidad de las viejas organizaciones y de sus líderes no es simplemente consecuencia de errores subjetivos o de corrupción personal. Es un fracaso enraizado en procesos económicos objetivos que han afectado dramáticamente la manera de producción y las relaciones de clase. Como consecuencia, la clase obrera requiere más que un simple cambio de caras en las viejas y decrépitas organizaciones, o a mejor decir lo que de ellas queda. No existe "beso de la vida" que valga para resucitar a los moribundos y reaccionarios sindicatos burocráticos y las organizaciones políticas del pasado. Cuanto antes se les dé una patada y se les quite de enmedio mejor. Lo que necesita la clase obrera ahora es una nueva organización revolucionaria internacional cuya estrategia, perspectiva y programa correspondan a las tendencias objetivas de la economía mundial y del desarrollo histórico.

Sabemos muy bien que existen legiones de pesimistas convencidos de la imposibilidad de construir tal movimiento revolucionario internacional. Uno puede notar que entre los más acérrimos de éstos están los que hasta hace poco confiaban totalmente en los sindicatos y creían profundamente en la permanencia de la URSS. Ayer estaban convencidos que el reformismo burocrático iba a durar para siempre. Hoy creen con la misma fe en el eterno triunfo de la reacción capitalista. La razón del optimismo atolondrado de ayer y del pesimismo desalentado de hoy es un tipo de superficialidad intelectual y política. Superficialidad que se caracteriza con una resistencia y una inhabilidad para examinar acontecimientos dentro del necesario contexto histórico. También tienen una desafección hacia la investigación de las contradicciones que yacen bajo la superficie engañosa de calma social. Hay otras características, particularmente comunes entre los que reciben sus sueldos de las universidades, que aumentan y agravan estas debilidades intelectuales. Nos referimos a una cierta falta de coraje personal, de entereza y de honestidad.

Confiar en el papel revolucionario de la clase obrera y en la posibilidad objetiva del socialismo no es cuestión de fe religiosa. Se trata de una penetración teórica de las leyes objetivas de la evolución capitalista junto con un conocimiento histórico, especialmente del siglo XX. Estos últimos 99 años y medio de historia humana han dado lugar a muchas luchas revolucionarias de la clase obrera; en Rusia, Alemania, España, Portugal, Grecia, China, Chile, Argentina, Vietnam, Hungría, Austria, Sur Africa, Ceilán, y Estados Unidos. A esa lista corta se podrían añadir muchos otros países.

¿Sobre cuál base objetiva entonces renacerán las luchas revolucionarias obreras en el siglo XXI? Es paradójico que los mismos cambios objetivos del capitalismo mundial que ayudaron a desorientar y debilitar a la clase obrera en los últimos 20 años, están asentando los cimientos para la renovación de abiertas luchas de clase, en una arena mucho más amplia que lo que era antes posible. La principal debilidad de previas formas de luchas de clase resultaba de su aislamiento nacional. Aún cuando se declaraba y celebraba la unidad internacional del proletariado, condiciones objetivas impedían el desarrollo de la lucha de clase como proceso internacional unido. Pero el proceso actual de la integración global de la producción crea la posibilidad de trascender ese límite. Este desarrollo capitalista no sólo confronta a la clase obrera con la necesidad objetiva de luchar en la arena internacional, sino que las transformaciones económicas han creado así mismo los medios objetivos para realizar la unidad internacional. Primero; las actividades de las empresas transnacionales y la fluidez con que se mueven los capitales globales, han estimulado inmensamente el crecimiento de la clase obrera internacional. En países y regiones donde casi no había clase obrera hace 30 años, el proletariado es ahora una fuerza masiva. El proletariado del este de Asia, que representaba solamente una pequeña parte de la población hace una generación, ahora cuenta con decenas de millones. Segundo; la tecnología de la comunicación, aspecto estructural de la producción transnacional, inevitablemente facilitará la coordinación de la lucha de clase a escala global, estratégica y logísticamente.

Internacionalismo y Nacionalismo

Son ideológicas las barreras que dificultan la globalización la de lucha de clase y la unidad internacional de la clase obrera. Tienen que ver menos con cuestiones técnicas. En su forma política más reaccionaria, la prolongada crisis del movimiento obrero internacional se revela en el ascenso del nacionalismo. La pérdida de confianza política en la capacidad revolucionaria de la clase obrera y en la posibilidad de la revolución socialista ayudó a que volvieran a levantar la cabeza los programas e ideologías nacionalistas. En muchas ocasiones se enmascaró el carácter retrógrado de esa tendencia con el antifaz de la demagogia pseudo izquierdista de "autodeterminación nacional" y "liberación nacional". Innumerables tendencias pequeño burguesas conspiran contra la unidad obrera en los países con poblaciones heterogéneas. Han escogido basarse en una u otra comunidad nacional con la intención de evitar la difícil faena de combatir toda manera de chauvinismo, sea en base de lenguaje, religión o etnocentrismo. El uso cínico e ignorante del argot marxista no cambia la esencia pequeña burguesa de su política. Le dan a la identificación nacional y étnica más importancia que a la conciencia de clase. Eso está ligado a la subordinación de los intereses objetivos de la clase obrera a los intereses políticos y financieros de las burguesías y pequeña burguesías nacionales.

Hay señales que indican que ya se acaba el flujo del resurgimiento nacionalista. En verdad, el impacto de los acontecimientos yugoslavos debe haber contribuido a desacreditar el prestigio del nacionalismo y la credibilidad política de la demanda de autodeterminación. Los horrores de los conflictos entre grupos comunales que han asolado a los Balcanes revelan las implicancias reaccionarias del nacionalismo ¿Cuál es el resultado de la disolución de Yugoslavia? Las maniobras sórdidas de Milosevic en Serbia, Tudjman en Croacia, Kucan en Eslovenia, e Izetbegovic en Bosnia han acabado con la vida de decenas de miles ¿Y para qué? El total del nivel económico y cultural de los Balcanes ha descendido inmesurablemente. La Bosnia "independiente" es un miserable protectorado imperialista. La Croacia "independiente" vive de las limosnas que le dan los imperialistas. Serbia ha sido arrasada. Kosovo está dividido en varias zonas ocupadas. El destino de su movimiento de "liberación nacional", el UCK, consiste en transformarse en el gendarme de los Estados Unidos. Todas las comunidades nacionales y religiosas son víctimas de las guerras civiles. Cada acontecimiento en la disolución de Yugoslavia es una amarga crítica contra el nacionalismo.

La clase obrera internacional debe aprender lecciones de otro aspecto de la experiencia yugoslava. La naturaleza unilateral del conflicto servirá para destruir el mito que rodeaba la perspectiva de las guerras de liberación nacional. Mito que nos dice que la derrota del imperialismo se logrará armas en mano, y no con los métodos de la revolución socialista mundial. El romanticismo radical pequeño burgués había estado enamorado de la visión guevarista de "uno, dos, muchos Vietnams." Esa ilusión ahora se traduce en "uno, dos, muchos Iraqs " ¿Qué hay de Vietnam? Con todos sus heroicos sacrificios las masas de Vietnam siguen dominadas por el imperialismo, a pesar de 30 años de guerras de liberación nacional. Casi 25 años después de la captura de Saigón, el Fondo Monetario Internacional ejerce más influencia sobre la política de Hanoi que la que ejercían Nixon y Kissinger con los B-52s yanquis.

Mientras siga existiendo el imperialismo, habrán luchas armadas en las naciones oprimidas. Sin embargo, la forma de lucha esencial y decisiva contra el imperialismo es la lucha política revolucionaria de la clase obrera. En ese contexto, insistir en la enorme importancia histórica de la lucha de clase en los países avanzados, sobre todo en EE UU, no implica una actitud de desprecio o arrogancia hacia los trabajadores y las masas oprimidas de los países menos desarrollados. Por el contrario, es parte de un análisis realista del balance internacional de fuerzas de clase y de un entendimiento de la naturaleza explosiva de las contradicciones de clase en los centros del imperialismo. Los que nieguen la posibilidad de una revolución socialista norteamericana, no sólo niegan como cosa práctica la posibilidad del socialismo en todas partes sino que abandonan así toda esperanza en el futuro de la humanidad. No cabe duda que el resultado final de la compleja e impredecible trama de luchas mundiales será afectado por el desarrollo de la lucha de clases norteamericana.

Por ahora, es un hecho social innegable que la conciencia política de la clase obrera americana es muy baja. Eso no sólo caracteriza a los obreros. La conciencia es influenciada por los acontecimientos, no sólo para el mal sino también para el bien y. Las contradicciones bajo la superficie social estadounidense al fin y al cabo causarán profundos cambios en la conciencia de las masas que sorprenderán a muchos. No hay ley que dicte que las tensiones sociales que tanto agarre tienen en la estructura de las relaciones de clase de Estados Unidos, sólo se puedan manifestar en una manera trágica y descabellada como el tiroteo de la escuela secundaria de Columbine. Para expresarse, esas tensiones encontrarán métodos más humanos, democráticos y revolucionarios.

La Función del Sitio Socialista Mundial

Más arriba explicamos cómo la aparición de la integración global de la producción creó tanto las condiciones objetivas como los medios para la unidad internacional de la clase obrera. Las conquistas extraordinarias en el área de la tecnología de comunicaciones computarizadas, particularmente la creación del Internet, tienen amplias consequencias históricas para la evolución de la lucha de clases. En una manera y con una vertiginosidad casi inimaginables a comienzo de esta década, han sido eliminados los muchos obstáculos que limitaban la comunicación entre tendencias políticas socialistas y progresistas y entre intelectuales, estudiantes y trabajadores. El monopolio de los medios capitalistas de comunicación sobre la diseminación de información ha sido seriamente debilitado. Ahora es posible alcanzar a un público enorme. La guerra yugoslava reveló las enormes posibilidades y el enorme significado de esa red mundial. Aún después del bombardeo de la televisión yugoslava, un público internacional pudo seguir enterado del impacto de los ataques de la OTAN mediante el Internet. Mucha de la información clave, como la cláusula secreta del acuerdo de Rambouillet, fue esparcida por todo el mundo a través de esta notable tecnología.

En febrero de 1998, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional fundó el Sitio Socialista Mundial: World Socialist Web Site (WSWS; www.wsws.org ).

Reconocimos que esta tecnología permitía presentarle a un gran público internacional un análisis marxista diario de los acontecimientos mundiales. Estábamos convencidos de que el WSWS podía jugar un papel decisivo para desarrollar lo que había hecho falta por muchos años: una genuina cultura política internacional marxista. Desde un principio rechazamos una fraseología simplista y formal de slogans y argot, en favor de un análisis serio de los acontecimientos. Nuestra tendencia se originó en la lucha de León Trotsky contra la perversión stalinista del marxismo y su traición de la Revolución de Octubre. Esa larga historia nos ha dado la materia intelectual necesaria para sostener un comentario diario. Con confianza en la fuerza de nuestras ideas, estábamos deseosos de fomentar un diálogo con lectores que tuvieran variados puntos de vista. Seguimos creyendo que esa discusión facilitará la cristalización de socialistas de todo el mundo en torno a un programa genuinamente revolucionario e internacionalista.

Las experiencias de este último año han demostrado la importancia de la labor del World Socialist Web Site para miles de lectores en docenas de países. Detrás de la guerra contra Yugoslavia, la necesidad de una discusión política y una clarificación teórica es aún más grande y más urgente. El comité de redacción del WSWS pide a sus lectores que participen en esta discusión y que hagan todo lo posible para aumentar la influencia del World Socialist Web Site. De esa manera se asentará el cimiento para el desarrollo del Partido Mundial de la Revolución Socialista.


Notas:

1. “Nations, States and War,” in The South Slav Conflict (“Naciones, Estados y Guerra”, en El Conflicto Eslavo del Sur), editado por Raju G.C. Thomas y H. Richard Friman (Nueva York y Londres: 1996), p. 225.

2. New York Times, 28 Marzo 1999.

3. The Future of War: Power, Technology & American World Dominance in the 21st Century (El Futuro de la Guerra: Poder, Tecnología y Dominio Mundial Americano en el Siglo 21), (Nueva York, Crown, 1996), p. ix.

4. Ibid., p. x.

5. Ibid., p. 1.

6. Ibid., p. 4.

7. New York Times, 6 Junio 1999.

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