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En Memoria de Vadim Z. Rogovin
Por David North
14 Abril 1999
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional
celebró asambleas en Berlin el 5 de Diciembre y en Londres
el 12 de Diciembre, para conmemorar la vida de Vadim Z. Rogovin,
distinguido historialista y sociólogo Marxista ruso. Rogovin
murió el 18 de Septiembre en Moscú a la edad de
61 años y fue autor de seis volúmenes sobre la historia
de la oposición socialista contra el Stalinismo en el Partido
Comunista y la Internacional Comunista.
David North, presidente del consejo editorial del World
Socialist Web Site, habló en las asambleas memoriales en
Berlin y Londres. Aquí reproducimos el texto de su discurso.
Han pasado casi tres meses desde que murió Vadim Zakharovich
Rogovin en la madrugada del 18 de Septiembre de 1998. Para los
que le conocíamos bien, ha sido una profunda pérdida.
Aunque sabíamos hace cuatro años que padecía
de cáncer terminal, no nos resignábamos al inevitable
desenlace de esa enfermedad. La vitalidad física e intelectual
de Vadim nos dió esperanzas de que superaría todas
las fatalidades. Una y otra vez, cuando terminó otro libro
o pronunció un discurso, pudimos apreciar que Vadim rechazaba
los pronósticos pesimistas de sus doctores. Él parecía
capaz de mantener a raya el cáncer a través de su
absoluta fuerza de voluntad intelectual.
A principios de este año, Vadim viajó a Australia
para participar en el symposium internacional que organizó
el Comité Internacional de la Cuarta Internacional sobre
Los Problemas Fundamentales del Marxismo en el Siglo Veinte.
Cuando llegó, después de un viaje de más
de 24 horas, todos nos asustamos de su apariencia. Los resultados
de su último reconocimiento médico eran muy depresivos.
En realidad, según el diagnóstico, Vadim no debería
haber asistido al symposium. ¿Había sido prudente,
nos preguntamos, haberle pedido que llevara a cabo tal cometido?
Vadim parecía no tomar en cuenta nuestra ansiedad. Estaba
impaciente por empezar las discusiones sobre el tema de su conferencia:
¿A donde va Rusia? Un Análisis Sociológico
y un Pronóstico Histórico. Como habíamos
visto tan a menudo durante los últimos cuatro años,
la consiguiente discusión tuvo un extrordinario efecto
terapéutico sobre Vadim. A las 48 horas de su llegada el
aspecto de Vadim se transformó. Parecía como si
el cáncer hubiera retrocedido ante la presión de
la energía creada por su concentración intelectual.
El 6 de Enero, a las diez de la mañana, subió
al podium. Durante las siguientes dos horas, casi sin mirar las
notas que había preparado, Vadim elaboró las ideas
que formaban la base de su conferencia. Después, respondió
a preguntas durante otra hora. Por la tarde, después de
comer, volvió al auditorio, donde encontró numerosas
preguntas escritas de un público cuyo interés había
sido estimulado por su conferencia, contestando a las preguntas
durante dos horas más y finalizando su actuación
bastante tarde. La audiencia respondió con una ovación
emocionada y prolongada, un tributo, no sólo a su virtuosismo
intelectual que acababan de presenciar sino a la integridad y
fuerza de carácter personificado en la vida de trabajo
del conferenciante.
En ese momento, no parecía irrazonable esperar que Vadim
continuara desafiando la ciencia medica y continuara su trabajo
algunos años más. Pero esa conferencia fue la última
de sus más importantes declaraciones. Aún pudo completar
y constatar la publicación del sexto volumen de su ciclo
de la historia del stalinismo y la lucha contra él. Pero
al final de la primavera, después de viajar a Israel con
su esposa Galya, la enfermedad entró en su fase final.
Perdió el movimiento de su brazo izquierdo y más
tarde la capacidad de andar. Pero su extraordinario cerebro no
sufrió ningun daño y continuó trabajando
en el séptimo volumen de su historia hasta las últimas
horas de su vida.
Uno no encuentra un hombre como Vadim más que una vez
en la vida. En verdad, el haber conocido tal persona, sin mencionar
el haberle contado entre nuestros amigos, fue un inmenso privilegio.
Vadim Rogovin nunca será olvidado. Los que le conocimos
personalmente y los que le conocerán a través del
estudio de sus obras, reflexionarán durante muchos años
sobre el significado de su vida. Lo que se diga aquí esta
tarde sólo puede ser una apreciación preliminar
de la contribución de Vadim a la comprensión científica
del destino del movimiento socialista en el siglo veinte.
En Mayo de 1997, el día de su sesenta cumpleaños,
yo le describí como un profeta de la verdad histórica.
En ese momento, yo estaba pensando acerca del lugar que ocupaba
Vadim en el ambiente intelectual de la Rusia post-Soviética-especialmente
el desafío que su obra posaba al viciado ambiente político,
intelectual y moral de la Rusia post-Soviética, producido
por décadas de mentiras acerca del pasado.
Pero esa definición de Vadim como profeta de la verdad
histórica no es menos apta para definir su papel más
allá de las fronteras de la antigua URSS. Es dificil pensar
en otro historiador cuyo trabajo esté en oposición
tan irreconciliable con el presumido y reaccionario subjetivismo
y relativismo del post-modernismo que Vadim Rogovin. Nada era
más repugnante para Vadim que la visión cínica,
tan en moda en las universidades del Oeste de Europa y de los
Estados Unidos, de que no existe lugar en el estudio y escrituras
históricas para cualquier concepto de verdad objetiva.Vadim
no vió nada original en esa opinión, tan favorecida
por los pensadores reaccionarios. Después de todo, más
de un siglo ha pasado desde que Nietzsche afirmó: La
falsedad de una opinión no es suficiente para que nosotros
pongamos una objeción, que la validez de una opinión
es simplemente una función de su utilidad operacional para
cualquier propósito determinado. Vadim insistió
en que el contraste entre opinión y verdad es de un carácter
fundamental. Él escribió: La opinión, es
una categoría de psicología social, un rasgo característico
de consciencia ordinaria. La verdad es una categoría de
ciencia y de perspectiva científica mundial, constituyendo
una vista del futuro basada en un sincero análisis objetivo
del pasado y del presente.
El afán de Vadim por buscar la verdad objetiva histórica
constituía la base esencial y el propósito de su
vida intelectual. El problema de la verdad objetiva, para Vadim,
no era de un estandard teórico abstracto, impuesto arbitrariamente
sobre el tema de investigación histórica. Ello era,
más bien, intrínseco del tema propio. Para Vadim,
ese tema era la historia de las luchas políticas en el
Partido Comunista de la Unión Soviética y en la
Internacional Comunista entre 1922, un año antes de la
fundación de la Oposición de Izquierda, y 1940,
el año del asesinato de León Trotsky por un agente
del NKVD de Stalin. Su primordial tarea intelectual y responsabilidad
moral consistían en extraer la verdad objetiva de este
crítico período histórico de debajo del enorme
edificio de mentiras fabricadas por Stalin y sus sucesores, quienes
fueron - aún antes de inventarse el término - los
primeros practicantes de la historiografía post-modernista.
Si, insisten los teóricos post-modernistas, no existe ninguna
relación entre la historia y una verdad objetiva, verificable
científicamente, y además, si las narraciones históricas
son meramente imaginadas e inventadas, entonces los relatos de
la historia soviética que hizo Andrei Vyshinsky en los
tres procesos de Moscú son tan legítimos como cualquier
otro. Las diferentes versiones de la historia Soviética,
presentadas en diferentes ediciones de enciclopedias autorizadas
oficialmente, no deben ser rechazadas como mentiras en ese degradado
ambiente intelectual, sino que deben ser racionalizadas y justificadas
como alternativas imaginaciones del pasado. Los partidarios
del post-modernismo pueden argüir que esa no es su intención;
pero las ideas tienen su propia lógica.
Vadim Rogovin comprendió que la tragedia soviética
estaba incrustrada en la desorientación y la inercia de
la consciencia histórica. La inmadurez política
y la perplejidad que caracterizó la respuesta del pueblo
soviético a los acontecimientos de la década de
los años 1980 y la de los 1990, su incapacidad para encontrar
una respuesta progresista a la crisis de su sociedad, fue, sobre
todo, el resultado de décadas de falsificaciones históricas.
Era imposible comprender el presente sin un verdadero conocimiento
del pasado. Hasta el punto de que la clase obrera rusa creía
que el stalinismo fue el producto inevitable del socialismo y
que el trágico curso de la historia soviética provenía
inexorablemente de la revolución de 1917, estaba políticamente
desarmada y no pudo ver una alternativa a la demolición
de la Unión Soviética y a la restauración
del capitalismo. La gran pregunta planteada por Vadim Rogovin:
¿Hubo una alternativa al Stalinismo? es, ciertamente, fundamental
para comprender la historia de la Unión Soviética.
Pero las ramificaciones de esta cuestión se extienden más
allá de las fronteras de la antigua URSS, y son de vital
importancia, no sólo para comprender el pasado sino para
nuestra visión del futuro. En el contexto de su examen
del pasado de la Unión Soviética, Vadim Rogovin
se esforzó por descubrir las esenciales experiencias y
lecciones del siglo veinte. Es por eso las obras de Vadim Zakharovich
Rogovin tienen una importancia universal.
A través de su carrera profesional, Vadim mostró
una asombrosa fluidez como escritor. Como sociólogo, inscribió
más de 250 papeles eruditos en su curriculum vitae.
Pero incluso este impresionante rendimiento no se puede comparar
con lo que él ha realizado durante los últimos siete
años de su vida, durante los cuales completó seis
volúmenes, (cada uno consistiendo en no menos de 350 páginas)
y escribió casi las tres cuartas partes del séptimo
volumen. Detrás del humo del cigarro, las palabras parecían
fluír sin esfuerzo de su pluma. El bloqueo de escritor
fue una afección que no conoció nunca. Incluso los
escritores más fecundos no podrían haber producido
obras equivalentes a seis volúmenes completos de historia
- investigados tan extensivamente y tan profundamente razonados
- a menos que fueran el producto de años de preparación
intelectual. En realidad, mucho antes de escribir su obra, una
gran parte de ella ya había tomado forma en su cerebro.
El ciclo histórico de Vadim fue el producto de una vida
entera de investigación y reflexión.
Además, un crítico elemento de la fecundidad
intelectual de Vadim estaba enraizado en la profundidad de su
identificación personal con los ideales y el espíritu
del movimiento revolucionario, cuyo trágico destino fue
el tema de su trabajo histórico. Aquí yace una gran
diferencia entre Vadim y la gran mayoría de académicos
del Oeste de Europa y americanos que están dedicados al
estudio de Rusia y Soviético. Los últimos, con raras
excepciones, son incapaces de comprender, y menos aún simpatizar
con el propósito y los motivos de los revolucionarios.
Esos historiadores que proyectan hacia el pasado su propio cinismo
e indiferencia, exhiben una casi dolorosa incapacidad para comprender
un período histórico, cuyos más destacados
representantes estaban motivados por ideales revolucionarios,
por los cuales estaban dispuestos a sacrificar sus vidas. Vadim
era diferente: él no sólo simpatizaba con los heróicos
líderes de la Oposición de Izquierda, sino que compartía
sus propósitos e ideales. Esto no fue un asúnto
de afectación externa. Más bien, Vadim, en la fuerza
de su personalidad y la intensidad de su pensamiento recordaba
al tipo social que una vez jugó un papel tan importante
en la historia rusa y mundial pero que fue totalmente destruída
por el stalinismo - la intelectualidad revolucionaria rusa. Cuando
pienso en Vadim no puedo evitar recordar la fina descripción
del genio de este fenómeno social tan insólito que
hizo Isaiah Berlin: Todo escritor ruso era consciente de
que estaba en un escenario público, atestiguando: y el
mínimo error por su parte, una mentira, un engaño,
un acto de gratificación propia, falta de entusiasmo por
la verdad, era un crimen atroz.....Si se hablaba en público,
como poeta, novelista o historiador, o con cualquier capacidad
pública, había que aceptar toda la responsabilidad
de guiar y dirigir a la gente. Si ésta era tu tarea, estabas
bajo un juramento Hipocrático de decir la verdad y no traicionarla
nunca y de dedicarte desinteresadamente a tu objetivo. [1]
Vadim nació en 1937, el año que vió el
exterminio de los mejores representantes de la tradición
revolucionaria, el programa y la cultura sobre los cuales estaba
basado el progreso logrado durante las dos primeras décadas
de la Unión Soviética. Cualquiera que hubiera jugado
un papel importante en la Revolución de Octubre y en la
formación de la Unión Soviética o que hubiera
demostrado, en cualquier esfera de la vida Soviética, un
pensamiento crítico e independiente, era candidato para
la bala del verdugo. Las purgas de Stalin fueron el medio por
el cual la burocracia consolidó su usurpación del
Poder político. Pero esa definición del terror,
aunque sea precisa políticamente, no expresa por sí
sola las consecuencias de los espeluznantes acontecimientos de
1937. Todo lo que era reaccionario y atrasado en la sociedad rusa
disfrutó, en la orgía de asesinato en masa instigada
por Stalin, su venganza contra la revolución.
Entre los cientos de miles de víctimas de Stalin se
encontraba el abuelo maternal de Vadim, Alexandr Semenovich Tager.
Él no era revolucionario pero más bien, un representante
liberal de las secciones más progresistas de la vieja inteligencia
democrática rusa. Tager, destinguido jurista, actuó
como abogado defensor en 1922, en el juicio contra los líderes
Social Revolucionarios, acusados de organizar acciones terroristas
contra el régimen Bolchevique. Había un gran contraste
entre el juicio contra los Social Revolucionarios y los juicios
que organizó Stalin unos 15 años después.
En primer lugar, a los Social Revolucionarios enjuiciados, impenitentes
oponentes del gobierno Soviético, no se les obligó
a renunciar sus convicciones políticas ni amontonar calumnias
sobre ellos mismos. En segundo, se les permitió establecer,
en presencia de observadores internacionales (incluyendo al líder
de la Segunda Internacional, Valdervelde) una verdadera defensa
política y legal en su beneficio. Aleksandr Tager actuó
como representante legal de los intereses de sus clientes no como
instrumento secundario fiscal del Estado.
En efecto, durante el juicio sucedió un acontecimiento
que demostró el coraje de Tager. El gobierno había
organizado una manifestación obrera en apoyo del juicio.
Un grupo de manifestantes irrumpió en la sala del tribunal
para interrumpir el juicio y exigir la muerte de los acusados.
Yuri Piatakov, uno de los líderes Bolcheviques más
importantes presidía el juicio. Dijo a los manifestantes
que el tribunal tomaría sus deseos en consideración.
Tager y otros abogados defensores protestaron energicamente contra
esa violación del correcto proceso legal y abandonaron
la sala del juicio. Al final del juicio fue pronunciada la pena
de muerte contra varios de los acusados. Pero fue suspendida a
condición de que el Partido Social Revolucionario cesara
su campaña terrorista contra el gobierno. Después
del juicio, Tager fue sancionado por su protesta y expulsado al
exilio. Pero a los pocos meses le llamaron a Moscú y no
hubo más cargos contra él. Es más, le permitieron
viajar frecuentemente al extranjero con su esposa, quien necesitaba
un tratamiento médico especial que no podía obtener
en Rusia. Esto era común antes del comienzo del terror.
El abuelo de Vadim disfrutaba del respeto y amistad de figuras
políticas bien conocidas como Anatoly Lunacharsky. A principios
de la década de los 1930, Tager publicó un estudio
autorizado del famoso caso de Mendel Beilis, un judío que
había sido victima de una incriminación organizada
por el régimen zarista antes de la revolución que
le acusaba ridiculamente de crímenes rituales. El prólogo
de ese volumen fue escrito por Lunacharsky, quien recomendó
su publicación en tantos idiomas europeos como fuese posible,
con el fin de contrarrestar la creciente amenaza de anti-semitismo.
En 1938, a pesar de no haber estado asociado con ninguna tendencia
política anti-stalinista, Tager fue detenido junto con
otros destacados juristas. En un ejemplo de una de las amargas
ironías de ese espantoso período, seis meses antes
de su arresto, el mismo Andrei Vizhinsky, jefe procurador de la
Unión Soviética, invitó a Tager a hacerse
miembro de su instituto jurídico. Así es que, cuando
la policía secreta vino a arrestar al abuelo de Vadim,
él aseguró a su esposa que todo era un error y le
dijo que se pusiera en contacto inmediatamente con Vizhinsky,
quien de seguro intercedería por su pronta libertad. La
abuela de Vadim nunca más vió a su esposo y no se
enteró definitivamente de su ejecución hasta más
de diez años después.
Vadim estimaba la memoria de su abuelo y se alegró de
la aparición de una nueva edición de la obra de
Tager sobre el caso Beilis, la cual fue publicada de nuevo en
Rusia. Uno puede imaginar el impacto del trauma del arresto de
Aleksandr Tager, su desaparición y su muerte sobre su familia.
Vadim supo de los horrores de las purgas por su abuela y es razonable
asumir que la trágica experiencia de su familia influenció
profundamente en su desarrollo intelectual. Vadim me dijo que
sus primeros conscientes resentimientos contra la naturaleza del
régimen stalinista ocurrieron cuando él tenía
casi 13 años. Durante las enloquecidas celebraciones del
septuagésimo cumpleaños de Stalin, Vadim se preguntó
a si mismo por qué todos los otros viejos líderes
bolcheviques habían muerto antes de alcanzar esa edad.
Vadim preguntó a su padre por qué la mayoría
de los colegas de Lenin había sido fusilados en los años
30. ¿Como era posible que tantos líderes de la revolución
se convirtieran en Enemigos del pueblo? Los intentos
de su padre de dar a su hijo una respuesta de actividades
anti-partido fueron poco convincentes. Preocupado y quizás
asustado por los juicios, el padre de Vadim ofreció una
respuesta que se consideraba entonces como una que las contestaba
todas: ¿No crees que Stalin entiende eso mejor que tu?
Vadim no quedo convencido. Continuó preguntándose
por qué tantos líderes revolucionarios, incluido
su abuelo, habían sido fusilados. Entonces, de repente,
le vino a la cabeza un pensamiento terrible, que él sabía
instintivamente daría la respuesta a sus preguntas: ¡Stalin
debe ser un criminal! Vadim continuó argumentando
con su familia. Según se iba haciendo adulto, se dió
cuenta de que la Unión Soviética no era una sociedad
justa. Vió pobreza y observó que había agudos
contrastes en las condiciones sociales de diferentes secciones
de la población en Moscú. Vadim tambien se enteró
de que había campos de concentración : gente que
vivía en su mismo edificio, en diferentes apartamentos,
fue detenida durante la campaña anti-Cosmopolita que fue
organizada por Stalin en 1952-53. Así, cuando se enteró
de la muerte de Stalin en Marzo de 1953, su reacción fue
que había motivos para alegrarse y celebrar ese acontecimiento.
El cambio en el clima social y político de la Unión
Soviética después de la muerte de Stalin fue, sin
duda, el factor más importante en el dasarrollo intelectual
del joven Vadim Rogovin. Vadim tenía 19 años cuando
Nikita Khrushchev pronunció su secreto discurso
en el Vigésimo Congreso del PCUS. Cuando el contenido de
las declaraciones secretas de Khruschev fueron reveladas, donde
los crímenes de Stalin fueron denunciados por primera vez,
Vadim no estuvo sorprendido. Hechos importantes fueron descubiertos
al público, pero en su mayor parte Vadim sintió
que las revelaciones justificaban su odio por Stalin. Sin embargo,
Vadim no quedó satisfecho con la intención de Khrushchev
de explicar los crímenes de Stalin como simples excesos
producidos por el culto a la personalidad y menos
aún con la insistencia de Khrushchev de que el programa
de Stalin, sobre todo en su lucha contra la oposición Trotskista
en 1920, era fundamentalmente correcto.
Cuando Vadim se matriculó como estudiante en la universidad
de Moscú eligió como la asignatura principal estética
y no necesitó hacer grandes esfuerzos para completar el
curso y recibir altas notas. En vez de asistir a conferencias,
empleaba la mayor parte del tiempo posible en la librería
histórica de la universidad donde estudiaba números
atrasados de Pravda y otros periódicos que informaban
acerca de las luchas políticas de los años 20. Según
Vadim tomaba notas detalladas de las antiguas discusiones dentro
del partido, se convencía más de la correcta posición
de Trotsky llegando inexorablemente a la conclusión de
que Trotsky fue la figura más destacada de la historia
Soviética. En una conversación que tuve con Vadim
durante el fin de semana en que celebrábamos su sexagésimo
cumpleaños, él me confió que todos los conceptos
básicos que aparecieron después en su ciclo histórico,
se formaron inicialmente de lo que leyó en sus años
20. Desde entonces , Vadim me dijo, soñaba con un tiempo
en que fuese posible contar al pueblo ruso la verdad acerca de
su propia historia.
Pero las condiciones que prevalecían en la URSS - incluso
durante el famoso deshielo de los últimos años
de los 50 y primeros de los 60 - no eran propicios para ninguna
obra histórica importante. Durante los primeros años
de su carrera, la asignatura principal de Vadim era estética.
Él proseguía su investigación histórica
en privado. Vadim sólo podía discutir la política
que defendían Trotsky y la Oposición de Izquierda
con sus colegas y amigos más leales, y aún entonces
con mucha prudencia. A pesar de que las críticas contra
el régimen se iban haciendo más frecuentes, la simple
mención del nombre de Trotsky todavía levantaba
sospechas y temores. El padre de un amigo de Vadim, que era un
bien conocido periodista, un día dijo casualmente a un
pequeño grupo de disidentes que Trotsky había sido
un gran orador. El periodista no expresó otra opinión
acerca de las posiciones políticas de Trotsky. Pero ese
pequeño comentario llegó a oidos de la KGB: el periodista
fue inmediatamente despedido de su trabajo y su familia reducida
a la pobreza. En una ocasión, Vadim se confió en
un bien conocido director de teatro a quien respetaba. Vadim le
expresó su admiración por la opinión de Trotsky
acerca del arte. El director sufrió una conmoción:
¿Por qué me hablas tan abiertamente? le preguntó.
Vadim explicó que no creía que el director, siendo
un amigo personal y un hombre de gran integridad, informaría
a la policía. El director le aseguró que no lo haría,
pero le explicó que sufriría consecuencias desagradables
si las opiniones de sus amigos llegaran a oidos de las autoridades.
Hubo otro factor, aparte del miedo, que contribuyó a
que Vadim se sintiera aislado. El movimiento disidente que apareció
a mediados de la década de los 60 mostró poco interés
en una crítica socialista del régimen burocrático.
Criticó al Stalinismo, no desde la izquierda (o sea, sobre
la base de un programa socialista), sino desde la derecha, (pidiendo
el apoyo político de la burguesía Americana). En
ese medio ambiente, el programa revolucionario de Trotsky era
un anatema.
A pesar de su amor por la literatura y el arte, Vadim estaba
ansioso por encontrar un campo de investigación relacionado
más directamente con sus intereses históricos y
políticos. Afortunadamente, el régimen empezó
a relajar sus anteriores censuras sobre el desarrollo de investigación
sociológica, sólo porque la política de la
burocracia requería profundas percepciones en la estructura
y problemas de una sociedad tan compleja como la Unión
Soviética. Así es que Vadim empezó sus estudios
oficiales de nuevo y se hizo sociólogo. Sin reconocer abiertamente
ese hecho, él comenzó el tema central de su investigación
académica desde el programa de la Oposición de Izquierda:
el problema de la desigualdad social en la Unión Soviética.
Vadim utilizó su investigación para exponer la diferencia
entre los ideales socialistas y la realidad soviética,
y recomendar el desarrollo de políticas igualitarias. En
la lista de las obras de Vadim uno puede encontrar títulos
como: Juventud y progreso social, Política
social en una sociedad socialista desarrollada: direcciones, tendencias,
problemas, Garantías sociales y problemas de
perfeccionar las relaciones de distribución,
Efectividad económica y justicia social, Justicia
social y la manera de realizarla en política social,
Aspectos sociales de política de distribución,
Aspectos sociales de acelerar la resolución del problema
de la vivienda y La dialéctica de la igualdad
social y la desigualdad en la fase contemporánea del desarrollo
de la sociedad soviética.
La crisis de la URSS salió a la superficie durante los
años del gobierno de Brezhnev-conocidos como la Era
de estancamiento. Para Vadim este fue un periodo de profunda
frustración. Sus anteriores esperanzas de que los principios
socialistas iban a ser resucitados en la URSS parecían
menos y menos realistas. El anterior deshielo había
sido reemplazado, una vez más, por una nueva helada.
El Estado comenzó a suprimir los exámenes críticos
del papel histórico de Stalin. Todo lo que escribió
Vadim estaba controlado por la censura literaria equivalente al
registro de una persona. Algunos artículos no vieron la
luz del día; muchos sólo fueron publicados después
de eliminar algunos párrafos o editados sustancialmente.
Sin embargo, durante la última fase de la Era de
estancamiento, Vadim disfrutó de un inesperado golpe
de suerte. Normalmente, los censores sólo discutían
los artículos que revisaban con los editores de los periódicos
y revistas a los cuales se enviaban las obras. Corrientemente
no se ponían en contacto ni consultaban la opinión
de los autores. Se esperaba que aceptasen cualquier decision que
se tomara. Sin embargo, un oficial del departamento de censura
estaba intrigado por las obras de Vadim. Él decidió
ponerse en contacto directamente con el autor. Nunca había
leído artículos que trataran el problema de desigualdad
social con tanta intuición, claridad y audacia. Se preguntaba:
¿Por qué se ocupaba Vadim de este tema tan persistentemente?
¿Por qué creía él que se podía
lograr la igualdad social? ¿Era ello consistente con la
naturaleza humana? Como un caracter en un drama existencial, Vadim
se vió envuelto en una larga conversación filosófica
con el mismo oficial que tenía el poder de enviar sus escrituras
al fuego. Su suerte estaba en el alero. Pero, el censor, cuya
consciencia no se había extinguido completamente por años
de rutina burocrática, se conmovió por la fuerza
de los argumentos de Vadim y prometió hacer todo lo que
pudiera para asegurar la publicación de sus artículos.
Al ascender Gorbachev al poder y la introducción de
glasnost, el número de lectores de las obras de Vadim creció
enormemente. Tomando ventaja de las nuevas oportunidades, Vadim
escribió una serie de artículos en Komsomolskaya
Pravda en 1985 que atacaban el predominio del privilegio social
en ambas formas, abiertas y ocultas, exigiendo agudas limitaciones
en la desigualdad de ingresos y demandaba una mejora sustancial
en el nivel de vida de las masas. El censor de Vadim expresó
sus temores, pero permitió que los artículos fuesen
publicados sin cambiar lo escrito . Komsomolskaya Pravda tenía
una tirada de 20 millones de ejemplares y los artículos
provocaron una respuesta exaltada. Fueron ampliamente interpretados
como un ataque contra la posición social de la gobernante
burocracia. Durante los siguientes meses llegaron miles de cartas
a Komsomolskaya Pravda, unas alabando los artículos
y otras denunciándolos.
Al principio Vadim se animó con el cambio político
que produjo la subida al poder de Gorbachev. No solamente, existía
la posibilidad de tratar los problemas sociales más audazmente
y ante un número mayor de personas, sino que Vadim ahora
podía hablar abiertamente, por primera vez, de Leon Trotsky
y la lucha política que llevó a cabo la Oposición
de Izquierda contra el ascenso del Stalinismo. Otro desarrollo
crítico, fue la repentina aparición de las obras
de Trotsky, especialmente las de los años 30, que Vadim
no había visto antes. Él obtuvo por primera vez
una colección del Boletín de la Oposición,
la publicación más importante del movimiento Trotskista
internacional en ruso. Vadim absorbió y asimiló
esas escrituras, las cuales reafirmaron y profundizaron sus convicciones
Trotskistas. Para Vadim, aquellas escrituras poseían un
significado no solamente histórico sino contemporáneo
y excepcional: porque pronto se vió claro que ninguna sección
de la élite política o intelectual comprendía
seriamente la naturaleza de la crisis que confrontaba la Unión
Soviética. Con cada anuncio de un nuevo cambio de programa
necesario históricamente, las frenéticas
improvisaciones de Gorbachev tomaban un caracter crecientemente
absurdo. Aparte de recorrer el mundo buscando la adulación,
el Secretario General no tenía la mínima idea de
lo que debería hacer. La confusión de Gorbachev
se reflejó en la desorientación de toda la intelectualidad
soviética. Parecía como si nada de su anterior trabajo
les había preparado para el hundimiento de la URSS al final
de los años 80.
Vadim se convenció de que los problemas de la Unión
Soviética no podían ser comprendidos ni solucionados
sin una revisión exhaustiva de su historia. El requerimiento
principal de tal revisión era liampiar de la historia de
Trotsky todas las mentiras acumuladas durante años. La
posibilidad de renovar la sociedad Soviética sobre una
línea socialista dependía de un examen sincero de
las críticas de Trotsky al Stalinismo y el programa alternativo
que presentó la Oposición de Izquierda. Según
deterioró la situación económica en la URSS,
Vadim encontraba más irresistible repasar la historia de
Trotsky. Pero, Vadim se enfrentó a un fenómeno político
social que le dejó aislado una vez más: la estampida
de casi toda la intelectualidad hacia la derecha. Vadim había
entendido desde hacía tiempo el desarrollo de tendencias
derechistas entre la intelectualidad. El movimiento disidente
nunca le había atraido porque estaba orientado hacia la
opinión pública burguesa internacional y se oponía
al Marxismo. Sin embargo, al menos en los círculos intelectuales
en que Vadim se movía, la crítica a la política
oficial Soviética se había expresado en términos
socialistas. Pero a finales de los años 80, sus amigos
y socios profesionales, salvo raras excepciones, adquirieron una
ilimitada admiración y fe en el sistema capitalista. Eran
indiferentes a argumentos basados en hechos y en la razón.
Vadim se vió obligado a romper las relaciones con sus colegas
y socios, uno a uno. Entre ellos estaba Stanislav Shatalin, que
había sido uno de sus más cercanos colaboradores
y que escribió un artículo en colaboración
con Vadim. Pero Shatalin se convirtió en uno de los consejeros
económicos de Gorbachev y alcanzó un gran renombre
internacional como autor del Plan de 500 días
que aconsejaba el uso de métodos de terapéutica
shock para reorganizar la economía soviética
sobre la base del mercado capitalista.
Una consecuencia de este giro hacia la derecha fue una campaña
en los medios de información dirigida a desacreditar la
idea de que el Trotskismo representaba una alternativa al Stalinismo.
Los medios de información combinaron desvergonzadamente
las peores calumnias de la era Stalinista contra Trotsky y los
argumentos reaccionarios de los Sovietólogos del Oeste.
Esta campaña contra Trotsky, que en esencia iba dirigida
contra toda la herencia del socialismo Marxista, encontró
una amplia aceptación entre la intelectualidad rusa y ex-Soviética.
El producto más importante - o quizás sea más
apropiado decir, el más conocido - de esta campaña
fue la serie de libros que escribió el General Dmitri Volkogonov.
En este medio reaccionario Vadim emprendió el proyecto
intelectual que le ocupó el resto de su vida: escribir
la historia Marxista de los problemas políticos que tuvieron
lugar en el Partido Comunista y la Internacional Comunista. Esta
era una tarea que ningún otro historiador de la antigua
Unión Soviética, menos aún del exterior,
era capaz de cumplir. ¿Por qué fue así?.
E.H. Carr dijo una vez: La Gran Historia se escribe precisamente
cuando la visión de la historia del pasado está
iluminada con percepciones de los problemas del presente.
[2] Esta observación nos proporciona la clave para comprender
los logros de Vadim como historiador. Ciertamente, Vadim puso
en su trabajo facultades extraordinarias: un conocimiento enciclopédico
de la historia Soviética, una sorprendente comprensión
de hechos profundamente complejos, una habilidad infalible para
colocar los acontecimientos en un amplio contexto político
y social y un lúcido y no afectado estilo de escribir.
Pero además de estas cualidades, Vadim poseía otra
ventaja inestimable; una profunda conciencia de que la crisis
actual no existe sólo en Rusia sino en todo el mundo, es
herencia de la derrota que sufrió el movimiento socialista
internacional entre los años 1920 y 1930 como consecuencia
de las traiciones y crimenes de la burocracia Stalinista.
Sin embargo no hay una gota de pesimismo en el ciclo de Vadim.
Los acontecimientos que narra y analiza, especialmente los volúmenes
que tratan directamente de la preparación y ejecución
del terror Stalinista en 1936-39, son verdaderamente espantosos.
Significan una lectura que sólo se puede describir como
horrenda. Pero entre todo el horror, Rogovin presenta la tragedia
Soviética como un drama del cual todavía no se ha
escrito el acto final. Según escribe en el prólogo
de su tercer volumen: El proceso histórico que se
abrió con la Revolución de Octubre no se ha completado,
simplemente se ha detenido. Lo que proporciona intensidad
moral al trabajo de Vadim no es sólo la indignación
del autor, pero sobre todo, su convicción de que el Stalinismo
sólo representaba una desviación transitoria de
la causa del socialismo mundial. No obstante la derrota que sufrió
en la década de 1930, el movimiento Trotskista personificaba
la posibilidad de que la Unión Soviética podía
haberse desarrollado en una dirección diferente y mucho
más progresista. Y esa misma posibilidad refuta todas las
afirmaciones de que el Stalinismo fue el resultado necesario e
inevitable del Bolchevismo. El hecho induscutible de que hubo
una alternativa al Stalinismo significa que el potencial histórico
del socialismo no se ha agotado.
El concepto que Rogovin tenía de la historia era esencialmente
dinámico. Subrayando su insistencia sobre el significado
no disminuído de los acontecimientos de la década
de los 1930 es el concepto de Vadim sobre el tiempo histórico
como una unificada acción recíproca de continuidad
del pasado, presente y futuro. Tratando de vencer los grandes
problemas de su propia época, Vadim miró hacia el
pasado, no sólo para preveer el futuro sino para modelarlo.
Quizás, la expresión más auténtica
del papel al cual aspiraba Vadim está en la estrofa de
Pasternak con la cual él empezó el cuarto volumen
de su ciclo: Hace tiempo involuntariamente,/ Y probablemente,
arriesgandose a suponer,/ Hegel llamó al historiador, profeta,/
Pronosticando hacia atrás.
Otro elemento crítico del ciclo histórico de
Vadim es su interpretación del conflicto entre el régimen
Stalinista y la Oposición de Izquierda como un choque entre
dos principios sociales irreconciliables - la igualdad y la desigualdad.
La esencia social del programa político de la oposición
Trotskista, dando voz a los intereses de la clase obrera, era
la lucha por la igualdad. El objetivo que encontró expresión
en la política del régimen Stalinista - obteniendo
el apoyo de la burocracia y algunas capas sociales intermedias
- fue la desigualdad. La lucha por privilegios sociales - el logro
de beneficios materiales por unos pocos a expensas de los muchos
- produjo las formas necesarias brutales de expresión política
en las bestialidades del régimen Stalinista. El criminal
dictador personificaba las perspectivas de la burocracia: La
codicia de Stalin por cosas materiales y su ansia de lujo sin
límites en su vida diaria, pasaron en herencia a sus descendientes
en línea hasta llegar incluso a Gorbachev, ninguno de los
cuales, al contrario de la Vieja Guardia Bolchevique, estaba dispuestos
a compartír las dificultades físicas y privaciones
con el pueblo. [3]
El análisis de Vadim de la fundación social del
Stalinismo informó su análisis del consiguente hundimiento
de la URSS. Él siempre afirmaba que el proceso de restauración
del capitalismo estaba enraizado en la política reaccionaria
y anti-igualitaria proseguida por Stalin desde 1930 hasta su muerte.
Vadim observó que la hostilidad de la élite profesional
e intelectual al régimen soviético comenzó
como una reacción contra los esfuerzos limitados de los
sucesores de Stalin para reducir el grado de desigualdad social
que había fomentado el anterior dictador. La nomenclatura
se ofendió por las concesiones sociales que la burocracia
soviética se vió obligada a conceder a la clase
obrera después de morir Stalin. El movimiento disidente,
Vadim insistió, tuvo su origen en esos resentimientos y
en ese sentido, fue un producto del Stalinismo y no una oposición
contra el.
Su defensa de los principios Marxistas condenaron a Vadim a
un casi total aislamiento después del hundimiento de la
URSS, en Diciembre de 1991. El espectáculo de reacción
política, regresión social y depravación
moral le produjeron repugnancia. Lo que él consideraba
como esencial para un trabajo intelectual creativo - el consistente
cambio de ideas con colegas y amigos leales - se hizo casi imposible
a partir de 1992. No había nadie prácticamente con
quien él pudiera discutir el contenido del primer volumen
de su ciclo histórico y él logró asegurar
su publicación sólo con grandes dificultades.
Fue precisamente en ese momento cuando Vadim estableció
contacto con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
Las relaciones que se desarrollaron durante los siguientes seis
años nos afectó a nosotros tan profundamente como
a él. A últimos de la década de los 80, antes
de ponerse en contacto con el CICI, Vadim había llevado
a cabo discusiones con tendencias izquierdistas fuera de la Unión
Soviética que se denominaban a sí mismas como Trotskistas.
Estaba ansioso por saber más sobre la perspectiva y el
programa de la Cuarta Internacional. Vadim tuvo una reunión
con el lider del movimiento Pabloite, Ernest Mandel. Pero las
discusiones con Mandel dejaron a Vadim profundamente decepcionado.
Cuando Vadim pidió a Mandel que analizara la situación
en la Unión Soviética, él esperaba oir una
crítica incisiva de la política de la burocracia
del Kremlin.
En cambio, Mandel alabó efusivamente a Gorbachev y mostró
grandes esperanzas en el desarrollo de la perestroika. Parecía
sincerament sorprendido al descubrír que Vadim no compartía
su admiración por el primer secretario del PCUS. La impresión
que Mandel dejó a Vadim fue de un sosegado bourgeoisnii
professor.
Un afortunado cambio en los acontecimientos puso a Vadim en
contacto con el CICI. En 1992-93, Fred Choate, mi buen amigo y
partidario del Comité Internacional, estaba en Moscú
investigando la vida de Aleksandr Voronsky, uno de los miembros
más destacados de la Oposición de Izquierda. Fred
leyó un periódico que contenía un pequeño
artículo sobre la opinión de Trotsky sobre literatura.
Fred quedó impresionado por el tono objetivo y la sinceridad
con que el artículo resumía las posiciones de Trotsky.
No era corriente encontrar un artículo sobre Trotsky en
un periódico Soviético que no estuviera desfigurado
con mano dura de ironía o tergiversado. El autor era Vadim
Rogovin. Fred decidió ponerse en contacto con Rogovin.
Fred encontró su número de teléfono, le llamó
y acordó una entrevista. Su conversación fue muy
bien. A Vadim le agradó el poder llevar a cabo una discusión
seria sobre la Oposición de Izquierda. Sin embargo, Fred
no le dijo inmediatamente que estaba asociado personalmente con
el movimiento Trotskista.
El destino intervino. Anteriormente, Vadim había encontrado
una copia de una publicación del Comité Internacional
en ruso, el Boletín de la Cuarta Internacional.
Él y su esposa Galya, estudiaron el contenido cuidadosamente
y tomaron la decisión de que el Boletín era una
publicación Trotskista autentica. fue Galya quien, con
su usual perspicacia, dijo a Vadim que !debería encontrar
alguna forma de ponerse en contacto con...David North! ¿Pero
cómo podía hacerse eso? Vadim preguntó a
Fred si había oido hablar de North, y si Fred tenía
alguna idea de como ponerse en contacto con esa persona. Fred
indicó a Vadim que creía que podría ayudarle.
Mientras Vadim nos estaba buscando, el Comité Internacional
estaba buscándole a él. Entre 1989 y 1991, yo viajé
varias veces a la Unión Soviética y tuve contacto
con numerosos académicos con la esperanza de que en algún
sitio de la amplia comunidad universitaria pudiera encontrar un
intelectual que apreciara la necesidad, en medio del hundimiento
de la Unión Soviética, de exponer los crímenes
cometidos por el Stalinismo contra el movimiento socialista y,
lo que es más, de escribir acerca de la lucha que llevaron
a cabo Trotsky y la Oposición de Izquierda contra el crecimiento
de la burocracia y la consolidación de su poder en las
décadas de los 1920 y 1930. La búsqueda había
sido infructuosa. Uno tras otro, los historiadores y sociólogos
con quienes conversé demostraron ser cínicos de
poco cerebro, no interesados, ni capaces de realizar un serio
trabajo. El clima de reacción política había
arrollado todo principio e ideal en que ellos pudieran haber creído.
Parecía que ellos culpaban al Marxismo de cualquier problema
que encontraban en la sociedad o en sus propias vidas. Ellos veían
la reorganización de Rusia sobre una base capitalista como
una verdadera panacea.
Recuerdo una discusión que tuve en el otoño de
1991 con un bien conocido intelectual, quien tenía una
alta posición en el Instituto de Archivo Histórico
en Moscú. Dos años antes, este mismo hombre puso
a mi disposición el auditorio principal del instituto donde
pronuncié una conferencia sobre la lucha que llevó
a cabo Trotsky contra Stalin. Pero desde entonces, él cedió
ante la presión de la reacción y ya no quedaba absolutamente
nada de sus anteriores inclinaciones socialistas. Estaba firme
en su opinión de que el establecimiento de una economía
de mercado resolvería rápidamente todos los problemas
de Rusia. Yo polemicé con él, sosteniendo que la
desenfrenada subordinación de Rusia a la economía
capitalista mundial la llevaría 100 años hacia atrás.
Él replicó lacónicamente: Eso sería
una gran mejora comparado con lo que tenemos hoy. De gente
con esas opiniones no podía uno esperar una respuesta positiva
a la propuesta de realizar un estudio objetivo de la oposición
Trotskista al régimen Stalinista. La perspectiva social
y política que habían adoptado no les permitía
admitir que el Stalinismo representaba una grotesca perversión
de los principios de la Revolución de Octubre y que la
Oposición de Izquierda presentó una alternativa
socialista viable y legítima a la política impuesta
por la burocracia Soviética.
En Marzo de 1992, a pesar de la apatía y oposición
que había encontrado entre los residuos desmoralizados
de la intelectualidad Soviética, el Comité Internacional
emprendió una campaña en defensa de la verdad histórica:
exponer las falsificaciones, las traiciones y los crímenes
del Stalinismo y establecer, sobre la base de los antecedentes
históricos, la irreconciliable oposición del Marxismo,
personificada en la heroica lucha de Trotsky y la Oposición
de Izquierda, al Stalinismo. El 11 de Marzo de 1992, en el informe
de apertura del Duodécimo Pleno del CICI, se hizo constar
que: La respuesta a la mentira de que el Stalinismo es Marxismo
requiere que expongamos las acciones del Stalinismo. Para comprender
qué es el Stalinismo hay que demostrar a quién asesinó
el Stalinismo. Tenemos que contestar esta pregunta: ¿Contra
qué enemigo lanzó el Stalinismo sus más terribles
golpes? La mayor tarea política de nuestro movimiento debe
ser restablecer la verdad histórica exponiendo el significado
político y de largo alcance de los crímenes cometidos
por el Stalinismo. En el mismo centro de esta exposición
debe estar la apertura de los documentos referentes a los Procesos
de Moscú, las purgas y el asesinato de Trotsky...Cuando
hablamos de una campaña para descubrir la verdad histórica,
vemos eso como una tarea que beneficia no sólo a la clase
obrera en un sentido estrecho, sino a toda la humanidad progresista.
Lo que sucedió en el Lubianka concierne a toda la humanidad
que lucha por abrirse camino. Exponer los crímenes del
Stalinismo es una parte esencial para superar el daño que
han causado en el desarrollo del pensamiento político y
social. [4]
Durante la mayoría de su vida Vadim no había
podido discutir abiertamente sus convicciones Trotskistas, menos
aún participar en el trabajo de la Cuarta Internacional.
Así mismo, nuestro movimiento había mantenido durante
décadas la herencia de la lucha de Trotsky sin tener la
posibilidad de establecer contacto con Marxistas legítimos
en la Unión Soviética. Pero, a pesar de los grandes
obstáculos que eran producto de condiciones históricas
desfavorables, las trayectorias de Vadim y la Cuarta Internacional,
después de viajar separadas durante más de medio
siglo, finalmente se habían unido en el mismo camino orbital.
Las discusiones entre Vadim y el Comité Internacional
comenzaron a finales de la primavera de 1992. Inicialmente, la
mayoría de nuestro intercambio de ideas tuvo lugar a través
del nuevo medio e-mail. Actuando Fred como interlocutor, intercambiamos
ideas y propuestas para desarrollar un trabajo literario y político
si bien de una forma restringida. En Octubre de 1992, Vadim tuvo
un encuentro breve con el camarada Peter Schwarz durante una corta
visita a Berlin. En Febrero de 1993, durante un seminario en Kiev
sobre la historia del Comité Internacional, Vadim y yo
nos encontramos por primera vez. Las conversaciones que tuvimos
ese fin de semana establecieron la norma para los años
siguentes. Hablamos, debatimos, discutimos, estuvimos de acuerdo,
de desacuerdo, reímos e hicimos planes. Durante el curso
de siguientes encuentros en Moscú en 1993 y a primeros
de 1994, discutimos detalladamente el desarrollo del ciclo histórico
de Vadim. Como hemos dicho, Vadim desarrolló la línea
básica de su trabajo durante muchos años de estudio
y meditación. Y aún así, como consecuencia
de sus discusiones con el Comité Internacional, el alcance
intelectual y político de su trabajo se amplió enormemente.
Incluso después de las primeras discusiones Vadim decidió
que le era necesario refundir y rehacer su primer volumen. No
pretendo decir, de ningun modo, que Vadim debía sus ideas
al Comité Internacional. El movimiento dialéctico
de su pensamiento no se puede comprender en esos términos.
Más bien, la discusión estimuló la creatividad
de Vadim, activó su imaginación y creó nuevas
ideas en su consciencia. Al principio Vadim creía que su
proyecto requeriría cuatro volúmenes. El impacto
de su colaboración con el Comité Internacional se
puede apreciar en el hecho de que el proyecto aumentó a
siete volúmenes.
En el futuro, las obras de Vadim dominarán la literatura
histórica referente al tema del terror Stalinista. Un trabajo
de tal envergadura monumental desafía cualquier intento
de rápida recapitulación. Pero esto hay que recalcarlo:
Lo que separa las obras de Vadim de todos los otros autores es
su insistencia de que el principal propósito y función
del terror fue eliminar la oposición Trotskista al régimen
Stalinista. Dado el hecho de que el régimen Stalinista
insistía continuamente en que el propósito del terror
era eliminar el Trotskismo, el lector ordinario que no esté
acostumbrado a las obras que escriben los historiadores occidentales
puede preguntarse, por qué yo considero precisamente este
aspecto de las tesis de Vadim tan esencial y excepcional. La respuesta
es que la mayoría de la historiografía occidental
sobre el tema de las purgas se ha dedicado a minimizar, si no
a negar lo central de la lucha contra Trotsky y sus ideas. Según
observó Vadim, la obra de Robert Conquest, que durante
30 años ha sido la más conocida en ese ámbito,
dedica sólo unas cuantas páginas al tema del Trotskismo.
Aúnque quizás no en una forma tan cruda, incluso
aquéllos que llevan a cabo su trabajo sincera y conscientemente,
(y tal gente existe) mantienen que el terror fue por cualquier
cosa en el mundo excepto una lucha contra la influencia de Trotsky.
Después de todo, ellos sostienen, Trotsky fue exiliado
de la Unión Soviética en 1929. La mayoría
de los miembros más conocidos de la vieja Oposición
de Izquierda habían renunciado a sus anteriores ideas Trotskistas.
La represión sistemática había hecho imposible
el desarrollo del trabajo político entre el resto de grupos
Trotskistas que pudieran quedar a mediados de la década
de los 30.
Vadim rechazó esas opiniones las cuales, según
él, subestimaban la potencia de la tradición Marxista
y la profundidad de los sentimientos revolucionarios entre amplios
sectores de la población. Además, a pesar de sus
retractaciones, los viejos Bolcheviques nunca se reconciliaron
con el régimen stalinista y quedaron como potenciales puntos
focales de descontento suprimido de las masas. Incluso entre la
burocracia, quedaron elementos que no habían roto completamente
con su pasado revolucionario y en los cuales no podía Stalin
confiar del todo. Las obras de Trotsky aún se leían
y ejercían influencia. Después del asesinato de
Kirov en Diciembre de 1934, se encontraron varios volúmenes
de Trotsky en su apartamento. Vadim analizó la conexión
entre las corrientes oposicionistas en la URSS y Trotsky. Las
purgas no fueron el producto de un loco paranoico, Stalin. Vadim
insistió que Stalin tenía razones reales para temer
la influencia de Trotsky, no sólo en la Unión Soviética
sino fuera de sus fronteras. ¿Entonces, cuál fue
el propósito principal del terror? Vadim escribió:
La Gran Purga de 1937-38 era necesaria para Stalin, precisamente,
porque sólo de esa manera era posible debilitar el creciente
movimiento revolucionario de la Cuarta Internacional, evitar que
se convirtiera en la principal fuerza revolucionaria de la época,
desorientar y desmoralizar la opinión pública mundial
que de otro modo podría captar y adoptar las ideas
Trotskistas.
A principios de 1994 se publicó el segundo volumen del
ciclo de Vadim. Se encargó una tirada de 10,000 copias
- y como no había otro sitio para almacenarlos - todos
los libros fueron a parar a su apartamento. Había fardos
de libros envueltos en papel marron por todas partes - en estantes,
encima de las mesas, sobre el lavabo, debajo de las camas y encima
del frigorífico. Vadim estaba entusiasmado con la llegada
de su recién nacido y ya estaba trabajando
duro en el tercer volumen. La ayuda del Comité Internacional
y la divulgación de documentos de los archivos del gobierno,
que antes estaban cerrados al público, dieron un gran impulso
a su investigación y al alcance de sus obras. Vadim admitió
que nunca había sido tan feliz en su vida. Al fin, había
podido lograr lo que en el pasado era sólo un sueño.
Y entonces llegó lo inesperado. En Mayo de 1994, cuando
Vadim se quejó de un dolor en la parte baja de su abdomen,
sus médicos ordenaron hacer una tomografía por ordenador,
la cual detectó una masa en sus intestinos grandes. Se
llevó a cabo una operación cirúrgica y se
le extrajo un gran tumor del colon. El cirujano también
descubrió dos metástasis en el hígado e intentó
eliminarlas por medio de una resección. El pronóstico
fue devastador, se esperaba una rápida decadencia física.
Era improbable que Vadim sobreviviera más de un año.
Vadim recibió la noticia con extraordinaria calma. Él
dijo: No veo nada particularmente trágico en mi destino.
Uno tenía que admirar su estóica respuesta, pero
todos sentimos que había algo profundamente trágico
en este inesperado y terrible desenlace, casi en un sentido clásico.
En el crítico momento en que las condiciones objetivas
permitían finalmente a Vadim realizar las ambiciones de
toda su vida era agredido por una implacable e incurable enfermedad.
A finales de 1994, cuando Vadim se había recuperado suficientemente
de su operación, yo le hice una visita en Moscú.
Había comenzado a trabajar de nuevo en su tercer volumen,
el cual esperaba terminar en el espacio de unos pocos meses. Como
siempre, la primero fue preparar una lista de los asuntos a discutir.
El tema más importante siempre fue: Planes para el
Futuro. Hablamos acerca del impacto de la nueva campaña
de falsificaciones desatada por la publicación de los libros
del profesor Richard Pipes y el General Dmitri Volkogonov. Sugerí
a Vadim si: ¿No era hora de que el Comité Internacional
lanzara una Contra Ofensiva Contra la Escuela Post-Soviética
de Falsificación Histórica? Vadim repitió
inmediatamente el título en ruso, lo cual sonó incluso
más grandioso e imponente. Esto le agradó inmensamente.
Pregunté a Vadim si estaba dispuesto a ir a los Estados
Unidos a dar un ciclo de conferencias en la primavera de 1995.
Vadim acogió a la propuesta con entusiasmo. En ese momento
yo no tenía ni idea si Vadim estaría vivo en la
primavera. Pero la expectativa de dar conferencias en el extranjero
tuvo un efecto terapéutico sobre Vadim mayor que cualquier
tratamiento médico. Según se elevaba su espíritu,
la capacidad de trabajo de Vadim parecía completamente
restablecida. Completó rápidamente su tercer volumen
y se dedicó a preparar sus conferencias para América.
La primera conferencia se daría en la Universidad del
Estado de Michigan en Lansing, la segunda sería en la Universidad
de Michigan en Ann Arbor. Más disertaciones estaban programadas
en Palo Alto y Boston. Nuestro partido organizó una campaña
para anunciar las confeencias como nunca se había visto
en las universidades de los Estados Unidos por lo menos desde
hacía 20 años. Anunciamos las conferencias como
un gran acontecimiento intelectual, algo que impresionó
a los estudiantes como algo tan extraño, insólito
y grato, que rápidamente generó un gran interés
y excitación entre ellos. Esperábamos la llegada
de Vadim y Galya con preocupación. Habían pasado
varios meses desde mi visita a Moscú. Me preguntaba si
su salud resistiría el viaje y las conferencias. Pero mis
dudas desaparecieron cuando comprobé que el estado de ánimo
de Vadim era casi eufórico y su condición física
parecía robusta. Su interés en cada faceta de la
vida americana era inagotable. Como pronto tendríamos la
ocasión de comprobar, teníamos en nuestras manos
uno de los más formidables visitantes desde Marco Polo.
Entre discusiones sobre sus próximas conferencias Vadim
insistía en ver lo más posible de Detroit y sus
alrededores. Su interés en sociología no era simplemente
la de un teórico. Poseía agudos poderes de observación
y estaba fascinado por la variedad, anomalías y contradicciones
de los Estados Unidos. Quería experimentar y saborear lo
más posible de la vida americana - y digo ésto literalmente.
Un día fuimos a un centro comercial donde Vadim vió
una heladería. Se aproximó y quedó sorprendido
por la variedad de sabores. Pidió un cono con tres cucharadas
de helado. El dependiente le mostró la gran variedad de
sabores y le preguntó cuales quería. Él respondió:
¡Todos!.
Las conferencias fueron un gran éxito. Cerca de 150
estudiantes, profesorado y administradores atendieron la conferencia
en la Universidad del Estado Michigan y casi 250 atendieron la
conferencia en la Universidad de Michigan. Vadim tenía
la capacidad de presentar ideas complejas de un forma accesible
e interesante para un público mezclado. Vadim daba un gran
valor a su interacción con el público. Disfrutaba
con las preguntas más que con otra cosa, porque le permitían
medir la reacción del público y aclarar elementos
de su presentación además de desarrollar nuevas
ideas que no se le habían ocurrido anteriormente.
Al final de la gira por los Estados Unidos acordamos hacer
otra serie de conferencias en otras partes del mundo. En Febrero
de 1996, Vadim pronunció conferencias en Inglaterra y Escocia.
En Mayo y Junio de 1996 Vadim dió conferencias en Australia
delante de una audiencia cuyo tamaño sorprendió
y a menudo parecía consternar a la facultad de historia
de las universidades donde fueron dadas. Las cuatro conferencias
que dió Vadim, dos en Sydney y dos en Melbourne, atrajeron
una asistencia de cerca de 2000 personas. En Diciembre de 1996
Vadim viajó a Alemania y dió una conferencia en
Berlin, en la Universidad de Humboldt y en Bochum.
Vadim estaba contento con el éxito de sus conferencias.
Pero su mayor satisfacción fue el encontrarse con los camaradas
del Comité Internacional. La profundidad del aislamiento
en que vivía en Rusia le hizo apreciar más el estar
entre amigos y camaradas legítimos. Vadim encontró
entre ellos un sentido de idealismo y solidaridad que era desconocido
entre las organizaciones burocratizadas que él había
conocido en la URSS. El encontrarse y trabajar con Trotskistas
de todo el mundo fue para Vadim y Galya, no sólo una experiencia
intelectual y política, sino también intensamente
emocional. Invariablemente, según se acercaba la fecha
del regreso a Moscú el estado de ánimo de Vadim
y Galya se oscurecía. Los dos intentaron mantener la serenidad
colmando a sus anfitriones de regalos. Y , cuando llegaron al
aeropuerto, a la hora de decir el último adiós,
hubo abrazos y lágrimas.
La vida en Moscú no era facil para Vadim. Mientras los
viajes al extranjero sentaron de maravilla a su salud y a su moral,
el regreso a Moscú fue seguido de una recaída física
y emocional. Dada la naturaleza de la enfermedad de Vadim, eran
inevitables largas y agotadoras sesiones de quimioterapia. Pero
le afectaron más debido al aislamiento en que vivía
en Rusia. Poco quedaba de su viejo círculo de amigos y
colegas. Muchos de ellos se habían adaptado al nuevo ambiente
desprendiendose de las antiguas ideas y principios. Vadim se negó
a mantener contacto con tal gente. Luego había otros amigos,
menos adaptables, que sentían que sus vidas habián
perdido todo propósito en las condiciones completamente
degradadas de la vida post-soviética. Vadim y Galya hicieron
todo lo que pudieron para apoyar y animar a esos amigos. Un día
Vadim invitó a una vieja amiga a cenar. Él quería
que yo estuviera presente y discutiera con ella el trabajo y perspectiva
de nuestro movimiento. Ella escuchó en silencio, sin apenas
pronunciar una palabra. Los pocos comentarios que hizo, expresaron
el más profundo pesimismo y desmoralización. Cuando
la mujer partió, Vadim me explicó que: ella
había sido quizás uno de los periodistas más
sinceros y respetados de la Unión Soviética. Sus
artículos sobre problemas sociales y condiciones de la
vida diaria eran leídos por millones de personas. Recibía
miles de cartas cada semana. Pero un día su periódico
se cerró y ella no pudo encontrar otro trabajo. Sus lectores
ya no existen y ella no ve razón para vivir. Conozco a
muchas personas como ella.
Para mantener su propio equilibrio emocional Vadim intentó,
en cuanto era posible, mantenerse a cierta distancia de los acontecimientos
políticos diarios. Según dijo Avner Zis, el destacado
esteticista soviético quien todavía era uno de los
amigos más cercanos de Vadim: Cuando vemos las noticias
en la televisión sólo vemos dos clases de gente,
idiotas y gansters. Vadim intentó concentrarse lo
más posible en su trabajo histórico. Pero el nivel
de degradación intelectual, social y moral le afectó
profundamente. Aúnque él comprendía la naturaleza
contrarrevolucionaria del Stalinismo, Vadim encontró dificil
aceptar, emocional e intelectualmente, que no hubieran salido
del Partido Comunista, una organización con 40 millones
de miembros, al menos unas docenas, si no unos miles, de verdaderos
Marxistas.
Al final de la misma semana del sexagésimo cumpleaños
de Vadim, el Partido Comunista organizó una manifestación
contra Yeltsin que coincidió con el cuadragésimo
segundo aniversario de la derrota de la Alemania Nazi. Aúnque
él despreciaba a Zyuganov, Vadim esperaba que la fecha
de la manifestación evocaría algún residuo
de sentimientos socialistas entre la población de Moscú:
Al menos veremos algunas banderas rojas dijo Vadim,
rogándome encarecidamente que le acompañase a presenciar
la manifestación. Me agradaba caminar con Vadim pero le
aconsejé no hacerse muchas ilusiones. La manifestación
repugnó a Vadim: había unas pocas banderas rojas,
pero había aún más pancartas con la imagen
de Stalin. También había esvásticas y estaban
repartiendo abiertamente panfletos antisemitas. La manifestación
se detuvo ante Lubianka y Zyuganov se dirigió a los manifestantes
desde las escaleras de la antigua Central de Policía Secreta,
donde fueron torturados y fusilados miles de viejos bolcheviques
sesenta años atrás. Según Vadim se alejaba
de la escena, iba expresando toda su aflicción y frustración:
Ahora has visto por tí mismo en lo que se ha convertido
nuestra sociedad, dijo una y otra vez. Según caminabamos
por las calles de Moscú intenté animarle. Sostuve
que la manifestación no representaba la realidad de toda
Rusia. Otras cosas ejercían su influencia, incluyendo sus
propias obras. Vadim no quería ser consolado e insistió:
Nada que yo escriba cambiará algo en este país.
Tropezamos con un pequeño quiosco con algunas mesas y sillas
al lado. Compramos unas sodas y nos sentamos a beberlas. La discusión
continuó. De pronto, observamos un hombre que nos miraba.
Según estábamos preguntándonos quién
sería, se acercó a Vadim y dijo en tono bajo: Yo
sé quien es Vd. Por favor, acepte mi gratitud por lo que
ha escrito. Vd tiene muchos amigos. Durante nuestro camino
hacia casa el estado de ánimo de Vadim era eufórico.
Tales cambios en el estado de ánimo de Vadim no eran
raros. Él era un hombre complejo y multifacético
- tanto artista como científico. La riqueza de su pensamiento
fluía como una rara mezcla de lógica y emoción.
Vadim poseía una imponente capacidad para absorber, analizar
y asimilar información. Parte del secreto de la velocidad
con que él escribía es que retenía en su
cerebro mucho de lo que leía, documentos de archivo, libros
y artículos de los periódicos, y no necesitaba emplear
mucho tiempo en componer, estudiar y reorganizar sus notas. Por
muy grande que fuera la demanda sobre su memoria de hechos históricos
y estadísticas sociológicas hechos, aún quedaba
mucho espacio para la poesía. Él recitaba con facilidad
los versos de Pushkin, Mayakovsky y otros maestros ruso-soviéticos.
La belleza y pasión de sus recitaciones no era solamente
el trabajo de su memoria. Vadim comprendía y sentía
las imágenes a las cuales él dió voz con
tal sensibilidad.
Cuando Vadim partió de Australia el pasado Enero, él
estaba lleno de esperanza. Al final de su conferencia, le presenté
la recién publicada traducción al inglés
de "1937". Al aceptar el libro, Vadim declaró
delante del público que los últimos seis años
habían sido los más felices de su vida. Deseaba,
además, compartir un secreto con el público. El
séptimo y último volumen de su ciclo histórico
estaría dedicado al Comité Internacional de la Cuarta
Internacional, sin cuyo apoyo y estímulo este trabajo no
habría sido posible. Durante los siguientes meses, Vadim
parecía mantenerse fisicamente. En Mayo, él y Galya
viajaron a Israel para visitar a una hija. A su regreso Vadim,
de repente, encontró dificultad en mover su brazo izquierdo.
Sus doctores le aseguraron que sólo había sufrido
un pequeño infarto y que no había razón para
alarmarse. Sin embargo, en Agosto la flojedad se extendió
a sus piernas. Vadim ingresó en el Instituto de Ciencias
Oncológicas para pruebas y tratamiento.
Aúnque Vadim me aseguró por teléfono que
su condición era estable y que los doctores esperaban una
mejoría, yo me temía lo peor y decidí visitarle
en Septiembre. Llegué a Moscú el 11 de Septiembre,
en medio del creciente caos de la crisis financiera que produjo
la devaluación del rublo la semana anterior. Fuí
inmediatamente al hospital. Veinte años atrás había
sido sin duda un modelo de adelantos científicos soviéticos.
Ahora parecía un símbolo de la catástrofe
social que aqueja a Rusia. El gran edificio estaba frío
y obscuro. En esa noche del Viernes no había donde encontrar
personal médico. La habitación de Vadim estaba en
el piso decimoctavo. Todos los puestos centrales de médicos
estaban desiertos. Sólo se podía ver a una señora
de la limpieza entrada en años, agachada sobre su fregasuelos.
Buscando entre los obscuros pasillos, encontré la habitación
de Vadim y entré. Él estaba sentado frente a un
pequeño escritorio, escribiendo. Su aspecto había
cambiado enórmemente. Galya estaba viviendo con Vadim en
la misma habitación, haciendo todas las funciones que no
podía proveer el hospital, devastado por la crisis social.
Ella preparaba la comida de Vadim, cambiaba las sábanas
de su cama, le comprobaba la presión de la sangre y el
nivel de azucar, le administraba los medicamentos y le lavaba.
Como ya era tarde y Vadim estaba muy cansado, acordamos comenzar
nuestra discusión al día siguiente. Pero cuando
llegué el sábado por la mañana la condición
de Vadim había empeorado drásticamente. Respiraba
con dificultad y parecía que estaba semiconsciente. Dejé
la habitación en busca del médico. Pude encontrar
al doctor, Profesor Litchnitzer, quien había supervisado
su tratamiento a partir de la operación. Me dijo que ahora
el cáncer se le había extendido al cerebro. En el
momento actual Vadim estaba pasando por una grave crisis. No podía
hacer mucho excepto administrarle oxígeno para que respirase
mejor. Pero el Profesor Litchnitzer me sugerió que debería
tratar de hablar a Vadim. Regresé a la habitación,
me senté al lado de su cama e hice lo que me sugerió
Litchnitzer. Vadim abrió los ojos. Su respiración
se hizo menos laboriosa. Al cabo de una hora parecía que
la crisis había pasado. Vadim se sentó en la cama
y preguntó cuánto tiempo iba yo a estar en Moscú.
Le dije mi programa. Nu, tak , Vadim
respondió: preparemos una agenda para nuestra discusión.
Primero, quería repasar conmigo el material que iba añadiendo
al séptimo volumen, especialmente la parte relacionada
con el asesinato de Trotsky. Después, Vadim dijo, intentaba
dictar una carta para el Profesor Herman Weber en Alemania, quien
había editado una colección de ensayos del terror
Stalinista y en uno de ellos había incluído una
referencia desdeñosa a las obras de Rogovin. Según
el libro de Weber, el análisis por Rogovin del terror ponía
demasiado énfasis en la influencia de Trotsky. Finalmente,
Vadim quería discutir cómo intentaban las secciones
del Comité Internacional incorporar de forma programática
el concepto de igualdad social. Poco más de una hora antes,
parecía que Vadim podía morir ese mismo día.
Ahora, proponía una agenda que necesitaría varios
días para completarla.
Pasamos el resto del sábado repasando el séptimo
volumen, como él había sugerido. El domingo, Vadim
dictó una carta genial al Profesor Weber, refutando la
crítica que había sido nivelada contra sus obras.
El lunes, hablamos y, como era usual para nosotros, discutimos
sobre el significado de la reivindicación de igualdad social
en la sociedad contemporánea. A la caída de la tarde,
Vadim estaba cansado y decidimos terminar la discusión.
Estaba profundamente satisfecho con el resultado de nuestra discusión.
Me preguntó: ¿Sería posible para mi volver
a Moscú en noviembre? Yo le prometí que sí.
Al día siguiente, martes, partí de Rusia pasando
un día en Europa occidental y volé a los EEUU el
jueves. Cuando llegué a Detroit era más de media
noche y en Moscú era viernes por la mañana. Quince
minutos después de llegar a casa recibí la noticia
desde Moscú de que Vadim acababa de morir.
El funeral de Vadim tuvo lugar en la afueras de Moscú
el 21 de Septiembre. Los medios de información de Rusia
no prestaron ninguna atención a su muerte. Sólo
atendió un pequeño grupo de personas que vinieron
a homenajear a ese hombre extraordinario. Pero los que estaba
allí presentes representaban todo lo que era grande y con
principios en la historia de la Unión Soviética:
Yuri Primakov, el hijo del General Vitali Primakov, asesinado
por Stalin en 1937; Yuri Smirnov, hijo del oposicionista de izquierda
Vladimir Smirnov, asesinado por Stalin en 1936; Zoya Serebriakova,
hija del oposicionista de izquierda Leonid Serebriakov, asesinado
por Stalin en 1937 y Valeri Bronstein, nieto de Lev Davidovich
Bronstein, mejor conocido como Trotsky. Estos sobrevivientes y
testigos de los acontecimientos más terribles del siglo
veinte fueron los que supieron apreciar el significado de la vida
de Vadim Zakharovich Rogovin. En el futuro muchos más,
en Rusia y en todo el mundo, leerán los libros de Vadim
y honrarán su memoria, porque el gran historiador ha pasado
él mismo a la historia.
Notas: 1. Russian Thinkers (Pensadores Rusos) (London:
Penguin Books, 1979), p. 129. 2. What Is History? (¿Qué
es Historia? (London: Penguin, 1990), p. 37. 3. Stalin's
Neo-NEP (Traducción no publicada) 4. Fourth International,
(Cuarta Internacional) Volumen 19, Número 1, Fall-Winter
1992, pp. 77-78.
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