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Disturbios en Chile por arresto de Pinochet

Por Mauricio Saavedra
28 Octubre 1998

Como toda gran crisis política, los eventos desencadenados por el arresto del ex-dictador chileno general Augusto Pinochet han revelado el carácter de los principales protagonistas. En particular, el arresto ha creado graves problemas para el gobierno de coalición chileno dirigido por el presidente Eduardo Frei, para los militares y los llamados partidos de izquierda.

A pesar del esfuerzo de estos protagonistas, que vienen trabajando juntos desde el fin del régimen militar en 1990, por aminorar las consecuencias del arresto, han resurgido las cuestiones centrales relacionadas a asesinatos masivos, secuestros y la represión política ocurridos durante la dictadura y el golpe militar de 1973 que contó con el respaldo de los EE.UU.

El domingo pasado 30,000 personas, en su mayoría jóvenes, se reunieron en el parque O'Higgins en Santiago para celebrar el arresto de Pinochet y demandar que se le lleve a juicio. Al final del evento, la polícia atacó a la juventud con gases lacrimógenos y cañones de agua. Los jóvenes manifestantes respondieron con piedras y bombas incenciarias, rompiendo luces de tráfico y prendiendo fogatas en las calles. Con el arresto de muchos de estos jóvenes, el total de detenidos en eventos pasados es mayor a 300.

El gobierno de Frei-una alianza entre la Unión Demócrata Cristiana (UDC) y el Partido Socialista (PS)-ha condenado el arresto de Pinochet y demanda que las autoridades británicas respeten su inmunidad diplomática. Líderes del gobierno ha respaldado en varias ocasiones la posición oficial de que el arresto del general "es un reto a la soberanía chilena, minando sus leyes e instituciones y atacando su dignidad nacional".

En 1973 los militares derrocaron al gobierno del socialista Salvador Allende, quien fue asesinado, junto a decenas de miles de obreros y jóvenes, muchos de ellos miembros del PS y el Partido Comunista. A pesar de ésto, la facción del PS en el gobierno de Frei se ha alineado, aún más, ha tomado el liderazgo de la campaña demandando la liberación de Pinochet. El ministro de relaciones exteriores, el socialista José Miguel Insulza, quien fuera exiliado por más de una década, está a cargo de los esfuerzos diplomáticos del gobierno.

El gobierno auto-denominado de centro-izquierda está tratando de mantener los frágiles arreglos constitucionales que los líderes de la UDC y el PS, junto a los partidos de ultra-derecha y pro-militares, acordaron con Pinochet y los generales después que el pueblo chileno votó en 1988 un referendum rechazando la continuidad del régimen militar.

De acuerdo a la constitución escrita por Pinochet, el ex-dictador ocupa el cargo de senador vitalicio, a pesar de haber ya dejado en marzo pasado su puesto de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas chilenas. Los militares continúan con el rol protector bajo la misma constitución. Diez de los 48 senadores son nombrados a dedo. De éstos, cinco, incluyendo a Pinochet, son designados por los militares. En tres ocasiones desde que el régimen militar formalmente llegó a su fin, estos senadores han bloqueado el intento de abolir sus privilegios políticos.

La ley de amnistía de 1978 previene el juicio de individuos implicados en los actos criminales cometidos entre 1973 y 1978. Además, sólo las cortes militares pueden enjuiciar a hombres en uniforme, convirtiéndose así en un obstáculo legal para enfrentar la ola de crímenes de los años 70 y 80. Cuando en 1993 las autoridades judiciales indicaron que investigarían los años de la dictadura militar, Pinochet y los militares protagonisaron una muestra de fuerza.

La reacción al arresto de Pinochet ha revelado una vez más la fragilidad de la democracia chilena. La posición del gobierno ha desencadenado una dura reacción por parte de los militares y la ultra-derecha, quienes muy bien pueden acabar directamente comprometidos si se lleva a cabo el juicio contra Pinochet en España. Los militares, los medios de comunicación, líderes de corporaciones y la derecha se han unido al llamado de "dignidad nacional".

"Apreciamos las declaraciones y la posición del presidente Frei en esta hora. El ha interpretado el sentimiento de la gran mayoría del país, particularmente el de la Fuerzas Armadas," dijo el comandante en jefe del ejército, general Ricardo Izurieta, después de haberse reunido a puerta cerrada con 1,200 jefes y oficiales de la Guarnición del Ejército de la Región Metropolitana. Izurieta, el comandante en jefe de la marina, almirante Jorge Arancibia, y el vice-almirante Hernán Couyoumdjian Bergaamali cancelaron compromisos pendientes en el exterior para participar de dicha reunión.

La reunión de los militares fue seguida por el boicot del parlamento por parte de los partidos de derecha, logrando que se interrumpan las sesiones del parlamento. El sábado pasado auspiciaron una manifestación de 15,000 que sacaron la bandera chilena en un afluyente distrito de Santiago, demandando la liberación de Pinochet en el nombre de la "dignidad nacional". El ex-comandante en jefe de la marina, el senador designado a dedo Jorge Martinez Busch, hicieron un llamado para que se suspenda el parlamento hasta que "se resuelva el arresto del general Pinochet". Martinez recibió el respaldo de ex-generales del ejército y del senador designado Julio Canessa, quien declaró que el arresto amenaza la "estabilidad de la nación".

Una delegación de parlamentarios del ultra-derechista partido de oposición Renovación Nacional (RN) y la Unión Democrática Independiente (UDI) viajaron a Inglaterra y España para presionar por la liberación de Pinochet y para dialogar con sus co-pensadores políticos en esos países. Hablando ante la prensa, el líder RN Sergio Romero y el presidente de la UDI Pablo Lonqueira dijeron que tenían pruebas de que el arresto de Pinochet era parte de una "conspiración internacional coordinada por la izquierda". Presentaron un escenario en el cual Pinochet era la víctima de un complot socialista que incluía al abogado español Baltasar Garzón, el gobierno laborista británico, el líder del PS Lagos y "todos aquellos chilenos que han aplaudido el arresto del general Pinochet".

Insinuando una amenaza de intervención militar, el senador UDI Hernán Larraín advirtió que de no reaccionar toda la población con orgullo nacionalista, podrían caer las "instituciones democráticas". El país "retornaría a los días del gobierno de Unidad Popular de los 70"-refiriéndose al gobierno de Allende derrocado por Pinochet. El diario El Mercurio reveló que se estaban reagrupando miembros de las agencias de inteligencia chilenas (DINA y CNI), la policía secreta que organizó a los escuadrones de la muerte, campos de concentración y cámaras de torturas.

Poco tiempo después, el senador independiente de ultra-derecha Evelyn Matthei y los diputados de RN Pía Guzmán y Rosa Gonzalez establecieron el "Movimiento Femenino por la Dignidad Chilena", y llevaron a cabo una protesta frente a la embaja española demandando el boicot a todos los productos españoles e ingleses. En Providencia, un afluyente barrio de Santiago, el alcalde suspendió la recolección de basura en la embajada española, y con el apoyo de otros 17 alcaldes del país izó la bandera chilena en todas la áreas públicas y residencias privadas.

Estas manifestaciones de la derecha, reminicentes de los meses anteriores al golpe de 1973, han sido acompañadas por amenazas de muerte contra legisladores del PS y diputados como la hija de Allende Isabel, Fanny Pollarol, Guido Girandi y Jaime Naranjo. La secretario general del Partido Comunista Gladys Marín reveló la semana pasada que varios miembros del PC también han sido amenazados.

La activista por los derechos humanos Carmen Soria ha presentado una demanda de protección para ella y su familia, después de ser amenazada. La hija de Carmelo Soria, el chileno-español funcionario de Naciones Unidas asesinado en 1976, es reconocida por sus repetidos intentos de llevar sus casos a la corte.

Pero la respuesta más sorprendente al arresto de Pinochet viene de los líderes del Partido Socialista. Ellos han corrido a la defensa del ex-dictador. En un típico comentario, uno de los parlamentarios del partido, José Viera-Gallo, dijo: "Si el general Pinochet hubiese pedido asilo, nosotros (los socialistas) seríamos los primeros en apoyar sus derechos democráticos a pesar de nuestros desacuerdos (con Pinochet). El problema es que él se encuentra en Gran Bretaña que no acepta el argumento de que tiene inmunidad diplomática".

Ricardo Lagos, el candidato presidencial del PS y del Partido por la Democracia (PPD), se ha unido a Frei en pedir la libertad de Pinochet, diciendo que la democracia no sobrevirá si se juzga al ex-dictador. "Los chilenos están irreconciliablemente divididos y nuestra democracia no está lista para enfrentar el cuestionamiento histórico que se abriría con un juicio de los abusos a los derechos humanos por parte de Pinochet", dijo.

Su predecesor, Salvador Allende, había pronunciado llamados similares por la paz y la unidad nacional en los meses y días anteriores a su derrocamiento, oponiéndose a todos los esfuerzos de la clase obrera para autodefenderse contra el inminente golpe. Esta es una de las "cuestiones históricas" que Lagos quiere evitar.

Lagos resaltó su lealtad a la "democracia" diseñada por políticos, líderes empresariales y militares a partir de 1990. Condenó la suspensión del parlamento por la oposición de derecha porque interfería con la aprobación del presupuesto gubernamental. "Hubiese preferido menos pasión y más razón," dijo. "Quieren prevenir el funcionamiento del congreso y bloquear el presupuesto."

Estas declaraciones de los líderes del ala izquierda del parlamento son testamento de su impotencia e indiferencia por las miles de víctimas de la dictadura de Pinochet. El objetivo central del golpe del 11 de septiembre de 1973 era atomizar a la clase obrera y suprimir la posibilidad de una revolución socialista. Pinochet se jacta de haber creado "el único país que erradicó completamente a los comunistas marxistas-leninistas y salvó al país de una guerra civil."

Pinochet y los militares tuvieron éxito en 1973 porque el gobierno de Unidad Popular, esencialmente una alianza entre el PS y PC, se opuso y sistemáticamente bloqueó la moviliazación independiente de la clase obrera, atando a los obreros a la corrupta fachada de la democracia capitalista. La manifestación contra Pinochet del domingo pasado en el parque O'Higgins demuestra que hoy existe un peligro similar.

El evento fue organizado por el PC, la Central Sindical de Trabajadores y grupos de derechos humanos. Marín, el secretario general del PC, criticó al ex-candidato presidencial del PS, Lagos, por dar su apoyo al reclamo de inmunidad diplomática de Pinochet. Pero la manifestación sirvió de plataforma para oradores de la coalición gobernante, incluyendo a los demócrata cristianos del presidente Frei-el partido que apoyó el golpe de Pinochet 25 años atrás.

Uno de sus parlamentaristas, Gabriel Ascencio, argumentó que Pinochet debería de ser juzgado en el exterior porque no había posibilidad de llevarlo a la justicia en Chile. "Si no podemos juzgar a Pinochet en Chile, entonces nuestra responsabilidad moral y ética es asistir a cualquier corte que pueda juzgarlo," dijo.

La pregunta obvia es: ¿Por qué no se le ha juzgado a Pinochet en Chile? Para hacerlo, la clase obrera tendría que saldar cuentas con todos los responsable por la dictadura, así como también con todos aquellos que los han encubierto hasta el día de hoy.

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